Un vasco de la diáspora, nuevo auxiliar de Bilbao

Para algunos de los pocos nacionalistas católicos que quedan en el País Vasco, el nombramiento de Iceta equivale a un nuevo bombardeo de Guernica. En cambio, para los católicos sin ideología es un motivo de alegría: el Vaticano ha decidido romper con el clero nacionalista.

Si distinguimos entre Religión e Iglesia podremos salvar a nuestra Patria de la irreligión o acristianismo, y salvar a la Iglesia en nuestra Patria. En caso contrario, por pretender salvar a la Iglesia con imprudentes procedimientos, nos expondremos a olvidar la Religión, y a ver a nuestra Patria apartada de Dios y huérfana de la Iglesia.

Para ser nacionalista bizkaino basta con ser católico y patriota.

Pretender que la Iglesia viva lozana, unida al estado liberal, es pretender que subsista sano un vivo enlazado a un putrefacto cadáver.

Sabino Arana

El sábado 12, en la pequeña catedral de Bilbao, será consagrado, seguramente entre gritos y alguna protesta, el sacerdote Mario Iceta Gavicagogeascoa como obispo auxiliar de la diócesis. Un vizcaíno de Gernica, de 43 años y que ha desarrollado su ministerio en Maketania. Parece que comienza la salida del agujero en el que caímos hace casi 40 años.

Desde finales de los años 60, el clero vasco en parte nacionalista y en parte progresista se hizo con el control de las diócesis vascas y, en menor medida, la navarra. La decantación de la mayoría del clero por el nacionalismo, e incluso por el recurso al terrorismo, llevó a que el obispo Pablo Gúrpide (1956-1968) se considerase espiado en su residencia. Con la jubilación o el apartamiento a lo largo de los años 70 de los obispos apellidados de españoles, franquistas o toledanos, el clero se apoderó de las diócesis de Bilbao y San Sebastián, y, ante la omisión de Roma, las puso al servicio de la causa abertzale.

A partir de entonces, se hizo la vida imposible a los sacerdotes y laicos que se resistieron, de manera que los católicos comprometidos son sólo una minoría y, además, nacionalista. La situación ha llegado al punto de que las parroquias están divididas entre nacionalistas o no nacionalistas.

La distribución del poder era sencilla. En San Sebastián no había problema, pues monseñor Setién (1979-2000) gobernaba con métodos que un abertzale atribuiría a un sargento de la Guardia Civil. En Bilbao, el obstáculo era que monseñor Luis María de Larrea (1979-1995) no compartía el nacionalismo del aparato; por eso, quien era auxiliar desde 1976, Juan María Uriarte, que antes había sido rector del seminario, aplicó un plan ingenioso: a través de varios consejos (presbiteriano, pastoral diocesano) ató al obispo. Aunque Roma nombrase al obispo, los consejos, la mayoría de cuyos miembros se reclutan entre las instituciones y asociaciones más escoradas a la izquierda y el nacionalismo, lo controlarían y, con el tiempo, de ellos saldrían los candidatos a obispo.

La identificación entre nacionalismo y clero es tal que Setién entretiene sus ocios de jubilado con la pertenencia a un consejo asesor político del lendakari Juan José Ibarretxe. Éste es el único gobernante español que cuenta con la guía de un obispo, pese a lo cual el PNV es aliado del laicista Rodríguez Zapatero.

AVISO A BLÁZQUEZ

Cuando Juan Pablo II nombró a monseñor Blázquez en agosto de 1995, el bizkaitarrismo reaccionó con furia. El entonces presidente del PNV, Javier Arzallus, acusó al Opus Dei de haberlo promovido y amenazó con que los peneuvistas dejarían de dar dinero a la Iglesia. Al final, el aparato y el PNV lo aceptaron porque el obispo no quiso (o no le dejaron) alterar las estructuras de la diócesis. Su compenetración con el nacionalismo llegó al punto de firmar en 2005 una carta pastoral con los demás obispos vascos en la que se oponía a la ilegalización de Batasuna.

El anuncio del nombramiento de Iceta como auxiliar causó todavía más enfado entre los aparatchiks: creían que se habían librado de él y regresa con mando. Por edad, Iceta pertenece a una generación que ha sufrido el nacionalismo y a la que no se puede achacar ninguna relación con el franquismo. Si Blázquez ha podido ser domado, es muy posible que Iceta se resista, porque en él no funcionará el discurso de la necesidad de comprender a los vascos, del sufrimiento de este pueblo y del origen político de un conflicto centenario.

Monseñor Iceta representa a miles de vascos que han sido expulsados de su tierra por el nacionalismo. Es poco conocida la diáspora a la que se vieron forzados muchos seminaristas y sacerdotes que, para escapar del adoctrinamiento nacional-progresista, marcharon a formarse a Burgos, Toledo u otras diócesis más tranquilas. A los que volvían, el aparato sancionaba su defección con castigos como el destino en oficinas, cuando la edad media del clero vizcaíno en activo ronda los 60 años. Primero Euskal Herría y luego Dios y los fieles.

ICETA Y EL BOMBARDEO DE GUERNICA

El odio que mueve al sector más militante de los nacionalistas que todavía se llaman católicos se muestra en una carta que un bermeano dirigió a Mario Iceta y que publicó el diario Deia. El firmante le interpelaba de la siguiente manera: “los que te promueven son los que masacraron tu pueblo Gernika”.

Ante el fracaso en promover nuevos valores entre los sacerdotes, pues no hay relevo, el plan del consejo diocesano era seleccionar los nombres de los candidatos entre los cuales el Papa nombraría el obispo. De esta manera, los abertzales dispondrían de dos herramientas: un obispo del caserío y un consejo controlador. Ahora los sacerdotes y los laicos acusan a Roma de un comportamiento antidemocrático y alejado de los tiempos actuales.

El abertzalismo ha dispuesto de más de 30 años para realizar su ingeniería social. Los resultados son la secularización, la división de los fieles, los seminarios y las iglesias vacías, la caída en el césaropapismo al vincular la misión de la Iglesia con los intereses del PNV... Tal vez el mayor reproche que haya de soportar el clero vasco es que para muchísimos católicos no ha contribuido en parar el terrorismo etarra ni en amparar a sus víctimas.

Como dice la Escritura: “Por sus frutos los conoceréis”.

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