Ante el caso de Ramona Estévez

El obispo de Huelva asegura que es eutanasia dejar de alimentar e hidratar a un enfermo

Tres días después de que la Junta de Andalucía requiriera al Hospital onubense de la Blanca Paloma la retirada de la sonda nasogástrica a la paciente Ramona Estévez, de 90 años de edad, el obispo de la diócesis andaluza, Mons. José Vilaplana, ha publicado un escrito en el que define la decisión tomada como «un acto de eutanasia» ya que «toda acción dirigida a interrumpir la alimentación o la hidratación constituye un acto de eutanasia, en el que la muerte se produce no por la enfermedad, sino por la sed y el hambre provocada».

(Huelva Información) El prelado añade que “al constatar que algunos presentan el caso como un acto de humanidad y de liberación, quiero recordar que el único deber que tiene la sociedad, en relación a la enferma, es ayudarla a vivir. La vida no es algo de usar y tirar. La dignidad de la vida humana no puede venir ligada al estado de conciencia o de inconsciencia del enfermo”.

Asimismo, Mons. Vilaplana rompe una lanza en favor de la objeción de conciencia de los facultativos: “No es deber de un médico suspender a alimentación y la hidratación a una persona que se encuentra en un coma vegetativo, enfermedad crónica que no será la causa de la muerte. Ante esto, es necesario reconocer el derecho a la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios”.

Su escrito concluye recordando a Benedicto XVI que, como “tantas veces ha repetido”, la muerte buscada o inducida “no es la respuesta al drama del sufrimiento”.

Comunicado completo de Mons. José Vilaplana, obispo de Huelva

Ante la noticia de la retirada, a petición de los familiares, de la sonda nasogástrica que alimenta e hidrata a Doña Ramona Estévez, enferma en coma como consecuencia de un infarto cerebral irreversible, ingresada en el Hospital Blanca Paloma de Huelva, me siento, como Pastor de la Diócesis, y en comunión con la Conferencia Episcopal Española y con la Asamblea de los Obispos del Sur, que se han pronunciado en varias ocasiones sobre el proceso de la muerte, en la obligación de iluminar las conciencias y de recordar el Magisterio de la Iglesia sobre el debido respeto a la dignidad y a la vida de todas las personas.

- Toda acción dirigida a interrumpir la alimentación o la hidratación constituye un acto de eutanasia, en el que la muerte se produce no por la enfermedad, sino por la sed y el hambre provocada.

- Hay que estar siempre de parte de la vida humana, cualquiera que sea su desarrollo o su situación existencial. Debemos estar a favor de los últimos, de los débiles, de los incapacitados, para hacer valer sus derechos y, sobre todo, el derecho a la vida.

- Al constatar que algunos presentan el caso como un acto de humanidad y de liberación, quiero recordar que el único deber que tiene la sociedad, en relación a la enferma, es ayudarla a vivir. La vida no es algo de usar y tirar. La dignidad de la vida humana no puede venir ligada al estado de conciencia o de inconciencia del enfermo.

- No es deber de un médico suspender la alimentación y la hidratación a una persona que se encuentra en un coma vegetativo, enfermedad crónica que no será la causa de la muerte. Ante esto, es necesario reconocer el derecho a la objeción de concienciadelosprofesionales sanitarios.

- Acompañamos en silencio y con la oración los últimos días de Doña Ramona Estévez.

Con gran humildad, pido al Señor de corazón por los familiares ylas personas que la rodean, para que puedan descubrir en ella la fuerza misteriosa de la vida, perceptible también en un cuerpo anciano, en coma y débil, y puedan así repensar sus decisiones, pues la muerte buscada o inducida, como tantas veces ha repetido Benedicto XVI, no es la respuesta al drama del sufrimiento.

Huelva, 26 de agosto de 2011

2 comentarios

rastri
-Dicen que así como no hay mejor médico que aquel que en sus carnes haya sufrido el dolor de la enfermedad; como así no hay mejor juez que aquel que haya sufrido en su alma el dolor de la injusticia.

-Yo, ha tiempo que contra mi voluntad y en claro abuso de su "justicia,..."; Vi y aún recuerdo cómo el ser de mi fluida persona se marchaba de este mundo sin sentimiento alguno de protesta, ya fuere contra la justicia aquella o contra aquellos me habían puesto en aquel trance.

-Y volví a esta triste vida sí. No porque ellos quisieran, sino porque no era mi día; Digo mejor, porque Dios no lo permitió.

-Jamás me he sentido más desgraciado que como fuere en este volver a vivir a esta trite vida, que más que vivir es el morir.
27/08/11 10:38 AM
Ricardo de Argentina
Dejar morir de hambre y sed a un ser humano indefenso es más grave que un asesinato. Porque en los asesinatos puede haber atenuantes (ira, ofuscación, ofensa grave, etc.), pero matar de inanición exige una premeditada alevosía, causada por el frío cálculo egoísta.

Y cuando el que pide ese asesinato a sangre fría es un familiar, existe un agravante por el vínculo.
27/08/11 6:49 PM

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