(AD/Abc/Ecclesia/InfoCatólica) Han participado en el Congreso, dirigido por el rector de la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona, Carlos Pérez del Valle, el Presidente de la Confederación Española de Juristas Católicos y de la Unión Internacional de Juristas Católicos, Miguel Ayuso Torres; el Académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, José María Castán; el Catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Sevilla, José Mª Sánchez García, el Decano de Derecho de la Universidad de Udine, Danilo Castellano; el Catedrático y Académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia de Córdoba, José Peña González; así como numerosos juristas y catedráticos de universidades españolas.
En la inauguración del congreso, que este año se ha desarrollado en torno al tema Derecho y Familia en el siglo XXI, Alfredo Dagnino, presidente de la Fundación San Pablo CEU, destacó que la sociedad actual ha sufrido una “profunda” transformación en la manera de pensar y sentir en la que “no cuentan ni Dios ni la moral”, y sostuvo que, aunque el relativismo moral sea hoy día “el centro” de una sociedad “carcomida por él”, tanto la dignidad de la persona como las instituciones del matrimonio y la familia son “complemento esencial” para el sistema de gobierno y no deben pasar a un segundo plano o desaparecer.
Destacó Alfredo Dagnino que en la sociedad actual hay “derechos” que “se crean, amplían y tergiversan en función de la conveniencia y del consenso social” al tiempo que criticó a quienes “utilizan el Estado para imponer un modelo ideológico al resto”. En esta línea, declaró que la democracia desprovista de un referente ético o moral conducirá a su “desvirtuación” así como a “formas de fundamentalismo democrático” con “atisbos de totalitarismo”. Dagnino aseguró que un jurista católico no puede “permanecer ajeno” a la “crisis del Estado” sino que debe basarse en “fundamentos éticos y morales” que trasciendan el “desnudo” formalismo jurídico.
Las conferencias del Congreso han sido Evolución y presente de la institución matrimonial, que impartirá el Catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Sevilla, José María Sánchez García, y El eclipse de la familia como problema jurídico, del Catedrático de Filosofía del Derecho y Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Udine, Danilo Castellano. Además, se han realizado dos mesas redondas sobre los temas ¿Distintos modelos de familia o inestabilidad del vínculo institucionalizada? y ¿Es correcta la respuesta jurídica al conflicto en el ámbito de la familia?.
Muchos jóvenes hoy no conocen el modelo tradicional de matrimonio y familia
Por su parte, el presidente de la Confederación Española de Juristas Católicos y de la Unión Internacional de Juristas Católicos, Miguel Ayuso Torres, afirmó que en la actualidad existe un “eclipse de la familia” que impide que se vea su “esencia” y aseguró que esta falta de comprensión “en su plenitud” provoca la multiplicación de los problemas jurídicos.
También intervino el rector de la Universidad Abad Oliba CEU, Carlos Pérez del Valle, quien ayer declaraba a la edición de Barcelona del ABC que “la actual regulación no favorece en absoluto la estabilidad de ambas instituciones y eso afecta necesariamente a la integración social. La facilidad o rapidez en la obtención del divorcio conduce, sin duda, a una tendencia a frivolizar la relación matrimonial”. Añadió Pérez del Valle que hay “muchos sectores de jóvenes que no pueden rechazar el modelo tradicional de familia y matrimonio porque sencillamente no lo conocen. No saben cuáles son las ventajas que ofrecen estos modelos y eso es muy preocupante”. Finalmente, rechazó la afirmación de que pueda haber un Estado laico neutralmente ideológico: “El Estado actual se esfuerza en conseguir un terreno neutro sin percatarse de que la absoluta neutralidad no existe. Hoy por hoy la neutralidad tiene carga laicista”.
Conclusiones del Congreso
En la clausura, el catedrático de Derecho Financiero y Tributario y Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Abat Oliba CEU, José Andrés Rozas, ha leído las conclusiones del mismo:
La idea central que ha recorrido todas las intervenciones en el Congreso es que el matrimonio, la familia, es una institución natural, con unas características propias que ha sintetizado perfectamente el catedrático de Filosofía del Derecho y Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Udine, Danilo Castellano: “el matrimonio que ya es familia y que está en cualquier caso en el origen de la familia se impone como necesariamente heterosexual, monogámico, indisoluble, unitario y subsidiario”. La crisis del matrimonio radica en el vaciamiento de estos elementos definidores del mismo que son, se ha de insistir, de Derecho natural.
En España, las reformas del Código Civil, iniciadas en 1981 y aceleradas en 2005, han desnaturalizado por completo el matrimonio como institución, hasta hacerla irreconocible. Al convertirse en un contrato sin causa caracterizado por la naturaleza esencialmente revocable del compromiso contraído, el matrimonio, tal y como ha quedado en el Código Civil, no mantiene ninguna de las notas que lo identifican como institución. En definitiva, se puede afirmar que ha desaparecido de nuestro ordenamiento jurídico. Al desvanecerse el núcleo de la institución matrimonial todo su régimen jurídico propio se desmorona: los impedimentos de consanguinidad pierden su razón de ser, la proscripción de la poligamia o del matrimonio de conveniencia se desdibujan, los efectos compensatorios de su disolución se desnaturalizan. Todo el Derecho de familia, en definitiva, se diluye. Ha ocurrido algo semejante a lo que acontecería en el Derecho tributario de llegarse a decretar el carácter voluntario del tributo.
Esto ha sido posible porque, previamente, se ha producido un “secuestro ideológico” del Derecho como un todo. Cuando se aceptan las premisas de que derecho es siempre y sólo lo que establece el legislador, sin referencias a la naturaleza de las cosas, se abre el camino para que la ley desnaturalice el matrimonio y la familia. El Derecho moderno ha dejado de mirar a la realidad y al orden natural. No considera al hombre como criatura vinculada a una familia, a la comunidad política, sino como individuo todopoderoso. La visión seccionada, que no integral, del ser humano como racional primero, material después, volitivo más tarde, afectivo finalmente, hasta llegar al nihilismo y el relativismo imperante no podía dejar de tener graves consecuencias en la forma de organizar, de normar, su convivencia.
En el Congreso se hace patente la dificultad de dar respuestas a estos problemas sin cuestionar en sede teórica este secuestro ideológico del Derecho. Sin este cuestionamiento, sólo es posible dar respuestas parciales e insuficientes (aunque en muchas ocasiones necesarias) a estos problemas, pero en todo caso es necesario proceder a una refundamentación del ordenamiento en las bases sólidas del Derecho natural. Sólo recuperando una visión antropológica integral, completa, real del hombre como criatura trascendente es posible recomponer el modo en el que se ordena la relación con sus semejantes, el Derecho. No es posible restaurar de forma eficaz el Derecho de familia sin restaurar, a su vez, la propia comunidad política. “Si Dios no existe, todo está permitido”, decía Dostoievsky.
La ideología de género no es sino la reacción dialéctica de la postmodernidad feminista ante la modernidad machista. En palabras de Benedicto XVI, la ideología de género es la última rebelión de la criatura contra el Creador. Del mismo modo que el desmantelamiento del matrimonio hace irreconocible la institución familiar, la “deconstrucción” –en terminología postmoderna– del hombre llevada a cabo por la ideología de género amenaza con hacer imposible el propio reconocimiento de cada uno como ser humano, como sujeto de derechos y deberes. El paroxismo del idealismo voluntarista ha llevado a una negación de la realidad que pasa por encima de las más elementales evidencias de la biología. Nuevamente, una deformación tan radical de la antropología natural no podía dejar de tener graves consecuencias en los ordenamientos jurídicos. En este sentido, problemas como la llamada violencia de género y la respuesta legislativa que han tenido muestran la insuficiencia del Derecho en general, del penal en particular, para resolver problemas causados por la decadencia social. La realidad judicial de la aplicación de los llamados delitos de género demuestra que abandonar a un ámbito tan singular como el penal el tratamiento de una realidad cuyas raíces se hunden en una concepción errónea y disparatada del ser humano es una operación infantil encaminada, a la vista está, al fracaso.
Los juristas católicos debemos ofrecer nuestra contribución intelectual para poder reformular un orden jurídico-político justo. No basta con ofrecer soluciones parciales. Rememorando a D. Federico De Castro, se puede afirmar que cuando el Derecho se convierte en la aplicación mecánica de silogismos construidos a partir de una mala ley, el jurista pierde su alma. No hemos de cejar en la búsqueda de soluciones creativas que acerquen el Derecho a una ordenación racional respetuosa con la naturaleza de las cosas, del hombre, por el bien de la comunidad.