(Ep/InfoCatólica) El obispo de San Sebastián, monseñor Ignacio Munilla, destacó ayer que el Papa Benedicto XVI ha obrado ante los escándalos “sin miedo a la manipulación que se puede hacer por actuar con el corazón abierto”, pues lo que le importa al Sumo Pontífice, según afirmó, es “la fe, y que seamos santos, ya que del resto se encargará el Señor providente”.
El prelado guipuzcoano, que cursó sus estudios en el Seminario de Toledo y comenzó con un recuerdo al cardenal emérito Monseñor Marcelo González, “por su concepción de la Iglesia Universal”, basó su conferencia en palabras del Papa Benedicto XVI, del que dijo que su reflexión teológica tiene “una gran riqueza”.
Ante medio centenar de asistentes, Munilla destacó que el Sumo Pontífice cerró el Año Jubilar con la emblemática frase “el sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús”, una concesión al reconocimiento que Cristo otorgó a la orden del sacerdocio, y que a juicio del prelado, da pie para reconocer la “importancia que el sacerdocio tiene no solo para la Iglesia, sino para la humanidad”.
El obispo de San Sebastián afirmó que al sacerdocio, uno se puede acercar desde tres ángulos, que son el “ascético”, desde el que se aborda el celibato de los sacerdotes, perspectiva a su juicio “bastante corta”; y desde el ángulo de la “mística", que perfila al sacerdocio como una llamada personal de Cristo. Sobre esta llamada, Munilla precisó que no debe verse como una “renuncia” del hombre que decide hacerse sacerdote, sino como un encuentro, porque en el fondo “no nos desprendemos de nada”.
El sacerdocio como respuesta a la llamada personal de Cristo
Dicho esto, el obispo al hablar de ese tercer ángulo desde el que se puede divisar el sacerdocio, retomó de nuevo palabras de Benedicto XVI que en la clausura del Año Jubilar habló del sacerdocio como la "audacia de Dios que nos llama a su servicio”
Tal y como señaló el Papa, Munilla resaltó la entrega de los sacerdotes “ante tanta incomprensión”, poniendo como ejemplo la crisis que sufren los misioneros cuando regresan a Europa “y dejan de ser queridos y admirados”, algo que a su juicio es una “oportunidad de autenticidad del sacerdocio, y de compartir con Cristo el no ser correspondido”.
Como ejemplo de esa entrega, el obispo de San Sebastián señaló haber recibido cartas de dos jóvenes sacerdotes, uno de Colombia y otro de México, que querían desarrollar su labor sacerdotal en el País Vasco, donde le dijeron “no vamos a ser queridos ni aplaudidos”, y donde “quieren compartir la amargura que sintió Jesús al no ser aceptado”.
Asimismo, el prelado, en un tono más personal, afirmó qué cuando le preguntan qué es lo que es lo que más le cuesta de ser sacerdote, el celibato o la obediencia a Cristo, confesó que lo más le cuesta es “esta desproporción de llevar este tesoro en la vasija de barro".