Palabras del Papa a sacerdotes, religiosos, diáconos y seminaristas

Benedicto XVI: «Somos libres para ser santos, pobres, castos y obedientes»

El Santo Padre dedicó su homilía en la celebración de las Vísperas con los sacerdotes, religiosos, seminaristas y diáconos a la fidelidad, a la lealtad a la propia vocación, que debe tener cada cristiano, como discípulo que quiere seguir al Señor. El Papa manifestó a los consagrados y a los miembros de movimientos y comunidades eclesiales reunidos en la Iglesia de la Santísima Trinidad en Fátima, «el aprecio y reconocimiento de la Iglesia» por su testimonio «a menudo silencioso y nada fácil» y pidió al Señor para que los recompense en su camino de entrega a Cristo y a su Iglesia.

(RV/InfoCatólica) Benedicto XVI explicó que "en este camino de fidelidad, amados sacerdotes y diáconos, consagrados y consagradas, seminaristas y laicos comprometidos, nos guía y acompaña la Bienaventurada Virgen María. Con Ella y como Ella somos libres para ser santos; libres para ser pobres, castos y obedientes; libres para todos, porque estamos desprendidos de todo; libres de nosotros mismos para que en cada uno crezca Cristo, el verdadero consagrado al Padre y el Pastor al cual los sacerdotes, siendo presencia suya, prestan su voz y sus gestos; libres para llevar a la sociedad moderna a Jesús muerto y resucitado, que permanece con nosotros hasta el final de los siglos y se da a todos en la Santísima Eucaristía".

El Papa subrayó que la "fidelidad es el nombre del amor, de un amor coherente verdadero y profundo a Cristo Sacerdote". Por ello, invitó a los sacerdotes y consagrados, especialmente en este Año sacerdotal que está por concluir, a vivir "una auténtica intimidad con Cristo en la oración", a dedicarse a la ascesis, al progreso en la vida espiritual, a la acción apostólica y a la misión, tendiendo siempre a la Jerusalén celeste, en la contemplación amorosa del Dios Amor.

"Este testimonio es muy necesario en el momento presente. Muchos de nuestros hermanos viven como si no existiese el más allá, sin preocuparse de la propia salvación eterna. Todos los hombres están llamados a conocer y a amar a Dios, y la Iglesia tiene como misión ayudarles en esta vocación. Sabemos bien que Dios es el dueño de sus dones, y que la conversión de los hombres es una gracia. Pero nosotros somos responsables del anuncio de la fe, en su integridad y con sus exigencias". 

Nuevamente, el Santo Padre puso como ejemplo a seguir la figura del Cura de Ars porque "hizo todo lo posible por sacar a las personas de la tibieza y conducirlas al amor", pero también estaba conciente de la necesidad de una solidaridad profunda entre todos los miembros del Cuerpo de Cristo, porque “no es posible amarlo sin amar a sus hermanos". "La fidelidad a la propia vocación –afirmó el Papa– exige arrojo y confianza, pero el Señor también quiere que sepan unir sus fuerzas; muéstrense solícitos unos con otros, sosténganse fraternalmente".

"¡Qué importante es que se ayuden mutuamente con la oración, con consejos útiles y con el discernimiento! Estén particularmente atentos a las situaciones que debilitan de alguna manera los ideales sacerdotales o la dedicación a actividades que no concuerdan del todo con lo que es propio de un ministro de Jesucristo. Por lo tanto, asuman como una necesidad actual, junto al calor de la fraternidad, la actitud firme de un hermano que ayuda a otro hermano a permanecer en pie".

Benedicto XVI reiteró la necesidad de trabajar para suscitar nuevas vocaciones, colaborando con la gracia del Espíritu Santo, que ayudará a discernir el carisma vocacional en aquellos que Dios llama. Y dirigiéndose en particular a los seminaristas el Papa los animó a ser conscientes de la gran responsabilidad que tendrán que asumir, invitándolos a examinar bien las intenciones y motivaciones y dedicándose a su formación con entusiasmo y espíritu generoso.

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