Entrevista al postulador de la causa de beatificación del primer obispo getafense

«Monseñor Francisco Pérez y Fernández Golfín destacó por su amor al sacerdocio»

Ha sido el responsable de presentar ante Roma la petición de la diócesis de Getafe de la apertura del proceso de beatificación de su primer obispo, Monseñor Francisco Pérez y Fernández Golfín. Ahora que la Congregación para la Causa de los Santos ha accedido a abrir dicha causa, el padre Alberto Royo Mejía concede una entrevista en exclusiva a InfoCatólica, en la que nos da las claves que pueden llevar a don Francisco a los altares. De él destaca su amor por el sacerdocio, su capacidad de promover vocaciones, su simpatía y su humildad. Don Alberto anuncia incluso la posible existencia de un milagro obtenido por la intercesión de Monseñor Pérez y Fernández Golfín, que estaría siendo estudiado por un grupo de médicos.

(Luis F. Pérez/InfoCatólica) Alberto Royo Mejía, sacerdote y vicario judicial de la diócesis de Getafe, es el postulador de la causa de beatificación del primer obispo de la diócesis madrileña

–¿Cuáles han sido sus primeros sentimientos al saber que la Sede Apostólica daba vía libre a la posible beatificación de Monseñor Francisco Pérez y Fernández Golfín?

Hay que decir que hasta una posible Beatificación queda mucho… Estamos en los inicios. Sin duda he dado gracias a Dios pues este Nihil Obstat nos permite empezar a trabajar a ritmo pleno. Yo, como Postulador, solamente intento coordinar un equipo de sacerdotes y seglares de la diócesis que llevamos ya muchos meses preparando el Proceso, y ahora podemos ponernos en marcha con todo el material que hemos ido recopilando.

–¿Qué tiene que ofrecer la figura de don Francisco a los cristianos de hoy y de futuras generaciones?

Antes de decidirnos a dar el paso de recomendar a nuestro obispo don Joaquín el comienzo de la Causa, varios sacerdotes hemos preguntado a mucha gente qué pensaban sobre don Francisco y todos han destacado su amor al sacerdocio: Como sacerdote, director espiritual de Seminario de Madrid, párroco, y después vicario episcopal, obispo auxiliar de Madrid y finalmente obispo de Getafe, siempre puso como prioridad ese amor, manifestado en su propio ejercicio ministerial, pero sobre todo en el fomentar la fraternidad sacerdotal, según lo indicado por el Vaticano II, y por supuesto las vocaciones. Ayudó a muchos jóvenes a discernir la vocación, y hoy son sacerdotes, obispos y arzobispos. De hecho, un buen número de ellos están en la lista de testigos del futuro proceso de beatificación. Este mensaje y testimonio de santidad sacerdotal son fundamentales, quizás incluso más ahora que llegan noticias tan tristes sobre sacerdotes en distintos países.

Por otro lado, trabajo mucho con los seglares, los jóvenes y los niños. Lo hizo siendo párroco y dejó una parroquia floreciente, y lo hizo después según sus posibilidades cuando era vicario y obispo.

–Usted tuvo a Monseñor Pérez y Fernández Golfín como obispo, ¿qué puede decirnos de él como cristiano, como sacerdote y como pastor?

Precisamente yo soy de los que menos puedo hablar sobre ello, pues le conocí poco. Yo llegué a la diócesis en agosto del 2003 y el falleció en febrero del 2004. Hablé con él solamente 3 o 4 veces, pero me llamó mucho la atención su sabiduría pastoral, la facilidad con la que discernía los espíritus y, aunque parezca que me repito, su amor paterno a los sacerdotes. Yo mismo pude experimentar dicho amor y comprensión, y me dejaron muy impresionado. De hecho, su ejemplo me ha animado desde entonces a tratar a mis hermanos sacerdotes con todo el cariño posible. También me dejó una gran huella su sentido del humor, su alegría que desbordaba.

–Los primeros meses tras la creación de la diócesis de Getafe no fueron especialmente fáciles para don Francisco, ¿cómo se las arregló para convertirse en un obispo querido prácticamente por todo el mundo?

Decir “querido por todo el mundo” son palabras mayores. Cierto es que fue muy querido, pero que todos compartieran dicho sentimiento parece más difícil. Es verdad que con el tiempo se fue ganando el afecto de muchos que, al principio, no le querían bien, quizás por su línea pastoral, quizás porque en alguna de sus primeras decisiones pastorales alguno se puedo sentir más incómodo, o también –porqué no– algunos por prejuicios pues le acompañaba una cierta fama de conservador que no a todos gustaba. En muchos casos, su simpatía y su humildad consiguieron vencer la animadversión o simple frialdad de muchos.

–El seminario de Getafe destaca por su alto número de seminaristas. ¿Qué papel jugó el primer obispo de la diócesis para que la pastoral vocacional resultara un éxito?

Por lo que me han contado los sacerdotes jóvenes que más le trataron en el seminario, don Francisco era un padre auténtico para los seminaristas: Su presencia era habitual y cualquiera se podía acercar a hablar con él y, si era el caso, contarle sus penas o pedirle consejo. Como el médico le había recomendado que hiciera ejercicio, se dedicaba en sus pocos ratos libres a la jardinería y cuidaba él mismo todos los jardines del seminario, lo que daba oportunidad a los seminaristas a ayudarle o hablar con él. Les conocía bien y seguía su formación de cerca, pero de modo delicado, sin entrometerse en la labor de los formadores.

–Usted, Vicario judicial de su diócesis, recibió de su actual obispo, Monseñor Joaquín María López de Andújar y Cánovas del Castillo, el encargo de presentar ante la Santa Sede el proceso. ¿Ha sido difícil el camino recorrido hasta estos momentos para logar la aprobación de Roma al proceso de beatificación del primer obispo getafense?

Más que como Vicario judicial fue por haberme especializado en las Causas de los Santos, en las que llevo años trabajando. El camino ha sido fácil porque lo hemos hecho entre varios: Unos han recogido los escritos publicados de don Francisco, otros buscan los escritos no publicados, otros se han dedicado a interrogar a posibles testigos, otros a responder a las cartas que nos llegan, etc. Cuando se trabaja en equipo todo es más fácil. De todas formas, lo gordo viene ahora y en eso la carga del trabajo va a caer sobre el Juez delegado, el Promotor de justicia y los Actuarios.

–¿Cuáles fueron las primeras palabras de don Joaquín María tras conocer la noticia?

Fueron, como siempre, muy cariñosas, de agradecimiento a los que habíamos trabajado hasta ahora y de ánimo para seguir trabajando.

–¿Cuáles son los pasos necesarios a partir de ahora para que Monseñor Pérez y Fernández Golfín llegue a los altares?

Con toda probabilidad, en la segunda semana de junio se celebrará la solemne apertura del Proceso: Hubiésemos querido hacerlo antes, pero el calendario diocesano está lleno de cosas y no podremos hasta entonces. A partir de entonces, tenemos una lista de más de 80 testigos que hay que interrogar, además de un buen número de archivos que visitar. Acabado el trabajo diocesano, se mandan dos copias de todo lo recopilado a Roma, donde la Congregación de los Santos tiene que decretar la “validez” del proceso realizado, para así empezar la elaboración de la Positio, el dossier que algún día, Dios mediante, deberán estudiar los consultores, arzobispos y obispos miembros de la Congregación de los Santos. Si todo ello va bien, se presentaría el parecer al Santo Padre, para la declaración de Venerable. Esto contado así, conlleva años, y después faltaría el milagro…

–¿Se sabe ya de alguna gracia o milagro obtenidos por su intercesión?

Noticias acerca de gracias tenemos bastantes, de distintos países. Un posible milagro lo están estudiando un grupo de médicos, veremos qué dicen…

3 comentarios

Yolanda
Qué ganas teníamos de leer esta nocticia.

Yo también tuve a Monseñor Pérez y Fernández Golfín como obispo, lo traté poco pero suficiente para saber que era alguien fuera de lo común.

Sus dos visitas a mi pueblo y parroquia dejaron huella. Sobre todo en los niños de catequesis que, cuando se fue el obispo, todas las semanas querían que volviera.

Mi hijo mayor fue su monaguillo en las dos misas que celbró en nuestra parroquia y ese recuerdo tampoco se borra.

Fue tan llorado como es difícil que lo sea un obispo.
18/03/10 8:58 PM
Esteban
Qué alegría tener estos ejemplos tan cercanos a nosotros, por lo menos para contrarrestar otros mucho menos edificantes...
19/03/10 11:47 AM
Juan
Yo traté mucho a D. Francisco entre 1978 y 1988. Era como un padre para mí. Pasé horas, muuuuuchas horas a su lado, trabajando en carpintería, en jardinería, ayudándole a misa,... y más tarde fue mi director espiritual. Cuando he sabido de la apertura del proceso me ha parecido de lo más natural. Era un hombre santo, llegue o no a los altares. Y además muy cariñoso, divertido, y un pastor como la copa de un pino, con un corazón eclesial gigantesco
20/10/10 5:57 PM

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