(CNA/InfoCatólica) En un artículo de opinión publicado en Angelus News, medio gestionado por la archidiócesis, Mons. Gómez -nacido en México y ciudadano estadounidense naturalizado- aboga por un enfoque más matizado y humano que permita valorar cada caso de forma individual.
El arzobispo reclama «un nuevo debate nacional sobre inmigración» que sea «realista y que haga las necesarias distinciones morales y prácticas sobre quienes se encuentran en el país sin documentos legales». El prelado ha expresado su inquietud por las actuaciones de agentes federales que detienen a personas en lugares públicos sin mostrar órdenes judiciales ni pruebas de su situación irregular, lo que estaría provocando «pánico en nuestras parroquias y comunidades».
«La gente está dejando de asistir a misa y al trabajo, los parques y tiendas están vacíos, y muchas calles permanecen en silencio. Las familias viven encerradas por miedo», ha escrito. Aunque ha reconocido que «podemos estar de acuerdo en que la anterior administración fue demasiado laxa en el control fronterizo», ha criticado que la política actual «no va más allá del objetivo declarado de deportar a miles de personas cada día».
Para el arzobispo, una gran nación debe «tomarse el tiempo y la atención necesarias para hacer distinciones y juzgar cada caso en sus méritos». Apoya las deportaciones de «terroristas conocidos y criminales violentos», y cree que se debe reforzar la seguridad en la frontera y ayudar a los empresarios a verificar el estatus legal de sus empleados.
Asimismo, pide una reforma del sistema de inmigración legal que garantice tanto la incorporación de trabajadores cualificados como la reunificación familiar. Ha instado al Gobierno a restaurar el compromiso moral con los refugiados genuinos y las poblaciones en peligro.
El arzobispo destaca que dos tercios de los inmigrantes sin papeles llevan más de una década en el país y muchos llegaron siendo niños. «La gran mayoría de los ‘extranjeros ilegales’ son buenos vecinos, personas trabajadoras y de fe», ha afirmado, señalando su contribución a sectores clave de la economía estadounidense como la agricultura, la construcción, la hostelería o la sanidad.