(InfoCatólica) El Santo Padre recibió ayer en la Sala del Consistorio a los participantes en la escuela de verano de astrofísica promovida por la Specola Vaticana. Provenientes de distintas partes del mundo, los estudiantes e investigadores fueron alentados por el Pontífice a que esta experiencia de vida y estudio no solo enriquezca su formación personal, sino también favorezca amistades y colaboraciones en beneficio del progreso científico.
El tema de la escuela de este año gira en torno al telescopio espacial James Webb. León XIV calificó este momento como «apasionante para ser astrónomos», y destacó:
«Gracias a ese instrumento verdaderamente extraordinario, por primera vez podemos escrutar en profundidad la atmósfera de exoplanetas donde podría desarrollarse la vida, y estudiar las nebulosas donde se forman los propios sistemas planetarios. Con el Webb podemos incluso rastrear la luz antigua de galaxias lejanas, que nos habla del mismo origen de nuestro universo».
El Papa recordó la visión poética de los autores bíblicos sobre la creación, citando el libro de Baruc: «Las estrellas brillan desde sus puestos de guardia y se alegran; él las llama y responden: "¡Aquí estamos!", y brillan gozosas para el que las creó». A partir de ahí, invitó a reconocer en las imágenes captadas por el Webb una fuente de asombro y alegría espiritual.
Señaló también que el trabajo con el telescopio es fruto del esfuerzo conjunto de científicos, ingenieros, matemáticos y del apoyo de familias y amigos. En este sentido, instó a los jóvenes a no olvidar que su labor está destinada a beneficiar a toda la humanidad y les animó a ser generosos en compartir lo que descubren.
Citando a san Agustín, el Papa habló de las «semillas» que Dios ha esparcido en la armonía del universo, y concluyó expresando su gratitud por la visita, asegurando su oración por todos los presentes, sus familias y su trabajo. Finalmente, impartió su bendición e invocó los dones divinos de sabiduría, comprensión, alegría y paz sobre los asistentes.
Discurso del santo padre Leone XIV a los participantes en la escuela de verano de astrofísica promovida por la Specola Vaticana
Sala del Consistorio
Lunes, 16 de junio de 2025
Buenos días y bienvenidos.
Me alegra tener esta oportunidad de saludaros a todos vosotros, estudiantes e investigadores de diversas partes del mundo que participáis en la escuela de verano de la Specola Vaticana. Os ofrezco mis orantes buenos deseos para que esta experiencia de vida y estudio compartidos no sea solo un enriquecimiento académico y personal, sino que también contribuya a forjar amistades y formas de colaboración que no pueden sino favorecer el progreso de la ciencia al servicio de nuestra única familia humana.
La escuela de verano de este año está dedicada —o eso me dicen— al tema «Explorar el universo con el telescopio espacial James Webb». ¡Sin duda debe de ser un momento apasionante para ser astrónomos! Gracias a ese instrumento verdaderamente extraordinario, por primera vez podemos escrutar en profundidad la atmósfera de exoplanetas donde podría desarrollarse la vida, y estudiar las nebulosas donde se forman los propios sistemas planetarios. Con el Webb podemos incluso rastrear la luz antigua de galaxias lejanas, que nos habla del mismo origen de nuestro universo.
Los autores de las Sagradas Escrituras, que escribieron hace tantos siglos, no pudieron beneficiarse de este privilegio. No obstante, su imaginación poética y religiosa reflexionó sobre cómo pudo haber sido el momento de la creación, cuando «Las estrellas brillan desde sus puestos de guardia y se alegran; él las llama y responden: “¡Aquí estamos!”, y brillan gozosas para el que las creó» (Baruc 3, 34). ¿Acaso no nos llenan hoy de asombro y, en efecto, de una alegría misteriosa las imágenes del James Webb al contemplar su sublime belleza?
El equipo científico del Telescopio Espacial ha trabajado arduamente para poner estas imágenes a disposición del público, algo por lo que todos podemos estar agradecidos. Pero de forma especial, todos vosotros que participáis en la escuela de verano habéis recibido las competencias y la formación que pueden permitiros utilizar este instrumento extraordinario para ampliar nuestro conocimiento del cosmos, del que somos una parte minúscula pero significativa.
Naturalmente, ninguno de vosotros ha llegado hasta aquí por sí solo. Cada uno de vosotros forma parte de una comunidad mucho más amplia. Pensad en todas las personas que en los últimos treinta años han trabajado para construir el Telescopio Espacial y sus instrumentos, y en quienes se han dedicado a elaborar las ideas científicas cuya verificación motivó su creación. Además de la aportación de vuestros colegas científicos, ingenieros y matemáticos, ha sido también gracias al apoyo de vuestras familias y de tantos amigos que habéis podido apreciar y participar en esta empresa extraordinaria, que nos ha permitido ver de un modo nuevo el mundo que nos rodea.
Por ello, no olvidéis nunca que lo que hacéis está destinado a beneficiar a todos nosotros. Sed generosos al compartir lo que aprendéis y lo que experimentáis, al máximo de vuestras capacidades y por todos los medios que podáis. No dudéis en compartir la alegría y el asombro nacidos de vuestra contemplación de las «semillas» que, con palabras de san Agustín, Dios ha esparcido en la armonía del universo (cf. De Genesis ad litteram, V, 23, 44-45). Cuanta más alegría compartáis, más alegría generaréis, y así, mediante vuestra búsqueda del conocimiento, cada uno de vosotros podrá contribuir a construir un mundo más justo y pacífico.
Con estas reflexiones, amigos míos, os doy nuevamente las gracias por vuestra visita y os aseguro mis oraciones por vosotros, vuestras familias y vuestro trabajo; e invoco gustosamente sobre todos vosotros las bendiciones de Dios de la sabiduría y la comprensión, de la alegría y la paz.
Que Dios os bendiga.