(Zenit/InfoCatólica) La noticia del hallazgo arqueológico en una tumba de Jerusalén de un lienzo mortuorio de la época de Jesucristo, difundida por la publicación “PloS ONE Journal”, se ha presentado como un argumento que cuestiona la autenticidad de la Sábana Santa de Turín. Se ha llegado a decir que “los autores del estudio concluyen que esta última no data de aquellos años”.
“Sólo una interpretación muy tendenciosa y sesgada puede llegar a difundir esa idea –explica a Zenit César Barta Gil, físico del Centro Español de Sindonología–. Si se ofrecen los datos objetivos, la realidad es más bien la contraria ya que confirma la autenticidad de la Sábana Santa en vez de cuestionarla”.
Los autores del artículo titulado “Molecular Exploration of the First-Century Tomb of the Shroud in Akeldama, Jerusalem” son de Canadá, Israel, Australia, Inglaterra y Estados Unidos y no mencionan en ningún momento la Sábana de Turín. El objetivo principal del artículo es dar a conocer su éxito en demostrar por medios experimentales que tres de los difuntos de la tumba familiar tenían tuberculosis y uno de ellos, además, era leproso. El mérito aumenta al considerar el deterioro de los restos arqueológicos encontrados.
“No se puede sino imaginar la sorpresa que invadirá a los autores al ver que su artículo ha servido para que el público hable de lo que no han descubierto en vez del progreso conseguido mediante los análisis de ADN antiguo y procesos moleculares”, subraya César Barta. Si la noticia se ha prestado a esa desviación, explica el físico, es porque a la excavación la denominan “la tumba de la sábana” (the Tomb of the Shroud). El nombre le viene de lo excepcional que resulta haber encontrado un tejido que había envuelto un cadáver en una tumba judía.
La costumbre judía era acudir al sepulcro aproximadamente un año después de haber enterrado al difunto cuando las partes blandas ya habían desaparecido y sólo quedaban los huesos. Estos eran colocados en cajas de piedra u osarios y los dejaban de nuevo en la tumba. Por esta razón los arqueólogos han encontrado habitualmente cientos de tumbas en las que no había ningún tejido.
La idea de que Jesucristo hubiese sido envuelto en un lienzo como parte de una costumbre judía no había sido corroborada por ningún hallazgo. Sin embargo en “la tumba de la sábana” el leproso fallecido fue colocado en una cámara del sepulcro que sellaron para evitar el contagio del resto de difuntos de la familia. Esto conllevó que no fuese modificada al cabo del tiempo, y que haya llegado a nuestros días con los restos de la primera disposición del entierro.
Por tanto, el hallazgo permite confirmar la utilización de lienzos en las prácticas funerarias judías, reforzando el supuesto uso de la Sábana Santa. Además, los autores, en las pocas líneas que dedican al tejido, informan de que han encontrado porciones de tejido a lo largo de toda la losa con restos orgánicos, deduciendo que le cubría todo el cuerpo. Y, más particularmente, encontraron restos de cabellos en el tejido y por tanto el lienzo le cubría la cabeza. Esta es una confirmación muy especifica de la forma en que se utilizó la Sábana Santa para envolver al crucificado, cubriéndole la cabeza.
“Una interpretación ecuánime de estos datos apoyaría más bien la autenticidad de la reliquia de Turín. Sin embargo, el profesor Shimon Gibson, uno de los autores ha declarado a National Geographic que, en su opinión, el tejido hallado en la tumba indica la falsedad de la Sábana de Turín porque tiene otro tipo de confección. En efecto, la de Turín es en sarga de gran valor y la de la tumba es en tafetán, una disposición más sencilla”, afirma César Barta.
“Pero este argumento –concluye– carece de consistencia ya que no era de esperar que se encontrase una sarga como la de la Sábana Santa en cada tumba judía. Y no era de esperar porque un tejido como el de Turín en sarga de 1 a 3 en lino es un ejemplar único y no se conoce otro ni de la época de Cristo, ni de la Edad Media”.