«Toda la fecundidad de la Iglesia y de la Santa Sede depende de la cruz de Cristo. De lo contrario, es apariencia»

«La fecundidad de la Iglesia es la misma fecundidad de María»

«Toda la fecundidad de la Iglesia y de la Santa Sede depende de la cruz de Cristo. De lo contrario, es apariencia»

El Papa León XIV presidió este lunes, 9 de junio, la celebración del jubileo de la Santa Sede en la basílica de San Pedro, coincidiendo con la memoria litúrgica de María, Madre de la Iglesia. En su homilía, el Papa aseguró que «la mejor manera de servir a la Santa Sede es procurar ser santos».

(InfoCatólica) El Pontífice subrayó que esta jornada jubilar está marcada por un clima de gracia, reforzado por la efusión del Espíritu Santo sobre el Pueblo de Dios. Y señaló que se trata de un momento especial, vivido tanto en la meditación previa como ahora, en la celebración de la Palabra y la Eucaristía.

En su predicación, León XIV explicó que la liturgia de este día permite comprender mejor el misterio de la Iglesia —y en ella el de la Santa Sede— a partir de dos pasajes bíblicos: uno del Evangelio de san Juan y otro de los Hechos de los Apóstoles, ambos leídos como iconos inspirados por el Espíritu Santo.

El Papa inició su reflexión a partir del relato evangélico de la muerte de Jesús, subrayando la presencia de María al pie de la cruz. Recordó que san Juan, «el único de los Doce presente en el Calvario», fue testigo de las palabras del Crucificado: «Mujer, aquí tienes a tu hijo» y «Aquí tienes a tu madre». Según el Pontífice, estas palabras marcan un giro decisivo:

«La maternidad de María, a través del misterio de la cruz, dio un salto impensable».

A partir de ese momento, explicó, María es asociada al sacrificio redentor de Cristo y se convierte en la nueva Eva, madre de todos los vivientes. En este contexto, León XIV destacó el tema de la fecundidad espiritual, presente en toda la liturgia del día. «La fecundidad de la Iglesia es la misma fecundidad de María», afirmó, y añadió que esta se realiza «en la existencia de sus miembros en la medida en que estos reviven, en pequeño, lo que vivió la Madre».

Insistió en que la vitalidad de la Iglesia y de la Santa Sede brota únicamente de la cruz de Cristo: «Toda la fecundidad de la Iglesia y de la Santa Sede depende de la cruz de Cristo. De lo contrario, es apariencia, si no algo peor». Para ilustrar esta idea, citó al teólogo Hans Urs von Balthasar: «Este árbol está a su vez destinado a llevar granos de mostaza; frutos, por tanto, que repiten la forma de la cruz, porque se deben a ella».

Ser santos para servir

La santidad, dijo el Papa, está inseparablemente unida a esta fecundidad. «La mejor manera de servir a la Santa Sede es procurar ser santos», afirmó, destacando que la santidad personal fortalece a la Iglesia desde dentro. Puso como ejemplo a sacerdotes y laicos que, en medio de dificultades, siguen cumpliendo con fidelidad sus responsabilidades. «Ese sacerdote participa y contribuye a la fecundidad de la Iglesia», aseguró, y añadió que lo mismo vale para «un padre o una madre de familia» que afrontan problemas con dedicación y fe.

A continuación, León XIV se refirió al segundo icono bíblico del día: María en el Cenáculo con los apóstoles. Este pasaje, dijo, muestra la «maternidad arquetípica» de la Virgen para con la Iglesia naciente, fruto del misterio pascual. Subrayó que el Espíritu que desciende en Pentecostés es «el mismo que Jesús entregó con su último aliento», y que la fecundidad de la Iglesia «está siempre ligada a la gracia que brota del Corazón traspasado de Jesús».

En ese contexto, el Papa señaló que María actúa como «memoria viviente de Jesús» y como punto de unidad:

«Es el polo de atracción, por así decirlo, que armoniza las diferencias y hace que la oración de los discípulos sea unánime».

Finalmente, al mencionar la figura de Pedro en el relato, destacó que incluso el primer apóstol «es sostenido por María en su ministerio». De ahí que, según explicó, la Santa Sede viva de forma particular la «co-presencia» de los polos mariano y petrino:

«Y es el polo mariano el que asegura la fecundidad y la santidad del petrino, con su maternidad, don de Cristo y del Espíritu».

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Jubileo de la Santa Sede

Homilía del Santo Padre León XIV

Basílica de San Pedro
Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia - Lunes, 9 de junio de 2025

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy tenemos la alegría y la gracia de celebrar el jubileo de la Santa Sede en la memoria litúrgica de María, Madre de la Iglesia. Esta feliz coincidencia es fuente de luz y de inspiración interior en el Espíritu Santo, que ayer, Pentecostés, se ha derramado en abundancia sobre el Pueblo de Dios. Y en este clima espiritual nosotros hoy gozamos de una jornada especial, en primer lugar, con la meditación que hemos escuchado y ahora, aquí, en la Mesa de la Palabra y de la Eucaristía.

La Palabra de Dios en esta celebración nos hace comprender el misterio de la Iglesia, y en ella el de la Santa Sede, a la luz de dos iconos bíblicos escritos por el Espíritu en la página de los Hechos de los Apóstoles (1,12-14) y en la del Evangelio de san Juan (19,25-34).

Partimos de la más fundamental, que es el relato de la muerte de Jesús. Juan, de los Doce el único presente en el Calvario, vio y dio testimonio de que, al pie de la cruz, junto a otras mujeres, estaba la madre de Jesús (v. 25). Y escuchó con sus propios oídos las últimas palabras del Maestro, entre las cuales, estas: «Mujer, aquí tienes a tu hijo», y después, dirigiéndose a él: «Aquí tienes a tu madre» (vv. 26-27).

La maternidad de María, a través del misterio de la cruz, dio un salto impensable. La madre de Jesús se convirtió en la nueva Eva, porque el Hijo la asoció a su muerte redentora, fuente de vida nueva y eterna para todo ser humano que viene a este mundo. El tema de la fecundidad está muy presente en esta liturgia. La oración “colecta” lo pone de manifiesto al hacernos pedir al Padre que la Iglesia, sostenida por el amor de Cristo, sea «cada día más fecunda en el Espíritu» (Misal italiano, colecta de la memoria).

La fecundidad de la Iglesia es la misma fecundidad de María; y se realiza en la existencia de sus miembros en la medida en que estos reviven, “en pequeño”, lo que vivió la Madre, es decir, que aman con el amor de Jesús. Toda la fecundidad de la Iglesia y de la Santa Sede depende de la cruz de Cristo. De lo contrario, es apariencia, si no es que algo peor. Un gran teólogo contemporáneo escribió: «Si ella [la Iglesia] es el árbol que sale del granito de mostaza, este árbol está a su vez destinado a llevar granos de mostaza; frutos, por tanto, que repiten la forma de la cruz, porque se deben a ella» (H. U. Von Balthasar, La seriedad de las cosas, Salamanca 1967, 44).

En la colecta también pedimos que la Iglesia «se regocije por la santidad de sus hijos». De hecho, esta fecundidad de María y de la Iglesia está inseparablemente vinculada a su santidad, es decir, a su conformación con Cristo. La Santa Sede es santa como lo es la Iglesia, en su núcleo originario, en la fibra de la que está tejida. Así, la Sede Apostólica custodia la santidad de sus raíces mientras es custodiada por ella. Pero no es menos cierto que también vive de la santidad de cada uno de sus miembros. Por ello, la mejor manera de servir a la Santa Sede es procurar ser santos, cada uno según su estado de vida y la tarea que se le ha confiado.

Por ejemplo, un sacerdote que personalmente lleva una cruz pesada a causa de su ministerio, y sin embargo cada día va a la oficina y trata de hacer su trabajo lo mejor posible, con amor y con fe, ese sacerdote participa y contribuye a la fecundidad de la Iglesia. Y lo mismo un padre o una madre de familia, que en casa vive una situación difícil —un hijo que da preocupaciones, un padre enfermo— y lleva adelante su trabajo con empeño: ese hombre y esa mujer son fecundos con la fecundidad de María y de la Iglesia.

Pasemos ahora al segundo icono, el que escribe san Lucas al inicio de los Hechos de los Apóstoles, donde representa a la madre de Jesús junto a los apóstoles y discípulos en el Cenáculo (1,12-14). Nos muestra la maternidad de María para con la Iglesia naciente, una maternidad “arquetípica”, que permanece actual en todo tiempo y lugar. Y, sobre todo, es siempre fruto del misterio pascual, del don del Señor crucificado y resucitado.

El Espíritu Santo, que desciende con poder sobre la primera comunidad, es el mismo que Jesús entregó con su último aliento (cf. Jn 19,30). Este icono bíblico es inseparable del primero: la fecundidad de la Iglesia está siempre ligada a la gracia que brota del Corazón traspasado de Jesús, junto con la sangre y el agua, símbolo de los Sacramentos (cf. Jn 19,34).

María, en el Cenáculo, gracias a la misión materna que recibió al pie de la cruz, está al servicio de la comunidad naciente: es la memoria viviente de Jesús y, en cuanto tal, es el polo de atracción, por así decirlo, que armoniza las diferencias y hace que la oración de los discípulos sea unánime.

Los apóstoles, también en este texto, son enumerados por nombre, y como siempre, el primero es Pedro (cf. v. 13). Pero él mismo, de hecho, en primer lugar, es sostenido por María en su ministerio. De manera análoga, la Madre Iglesia sostiene el ministerio de los sucesores de Pedro con el carisma mariano. La Santa Sede vive de manera muy particular la co-presencia de ambos polos: el mariano y el petrino. Y es el polo mariano el que asegura la fecundidad y la santidad del petrino, con su maternidad, don de Cristo y del Espíritu.

Queridos amigos, alabemos a Dios por su Palabra, lámpara que ilumina nuestros pasos y también nuestra vida cotidiana al servicio de la Santa Sede. Así, iluminados por esta Palabra, renovemos nuestra oración: «Concede, oh Padre, que tu Iglesia, sostenida por el amor de Cristo, sea cada vez más fecunda en el Espíritu, se regocije por la santidad de sus hijos y acoja en su seno a toda la familia humana» (Misal italiano, colecta de la memoria). Amén.

13 comentarios

Agape
Cristo, por años desterrado, ha vuelto a su Iglesia.
Dios sea bendito.
9/06/25 5:10 PM
Mikel
Edificante homilía. Las palabras de León XIV son un bálsamo para el alma, estábamos sedientos de ellas. ¡Gracias, Santo Padre!
Y siempre gracias, InfoCatólica, por la cumplida información sobre cada intervención del Papa.
9/06/25 6:04 PM
Tomás Bertrán
Título de una charla Cuaresmal de D. Marcelo,, arzobispo de Barcelona y Primado de España.
"Cristanismo sin Cruz, la gran tentación".
9/06/25 6:05 PM
Vladimir
La Iglesia es Eucarística, Mariana y Petrina.
9/06/25 7:18 PM
Diego
Qué preciosidad! Qué alivio...
9/06/25 7:33 PM
anawim
¡Por fin llegó la cruz a los sermones!!!

Y con la cruz, la Gracia de la cruz!

Echábamos de menos en los sermones nuestro leño, el leño en el que Dios se abaja al hombre porque el hombre no puede subir a Dios.

La cruz es como la lluvia mañanera en un día de verano.
9/06/25 8:17 PM
Alejandro
La homilía es muy buena. Lleva el sello de Hans Urs von Balthasar, no solo por la cita directa, sino porque fue ese teólogo (si no me equivoco) quien señaló que en la Iglesia hay dos princpios: uno petrino y otro mariano (la homilía los llama polos, pero alude a lo mismo).
9/06/25 11:20 PM
WALDEMIR
"La madre de Jesús se convirtió en la nueva Eva, porque el Hijo la asoció a su muerte redentora, fuente de vida nueva y eterna para todo ser humano que viene a este mundo".

9/06/25 11:40 PM
JUAN NADIE
Estoy sorprendidisimo. El Papa lleva ya unas cuantas declaraciones y homilías y... habla de religión...y no dice herejías. Como diría Bisbal, eetoo ehh increíble...
9/06/25 11:55 PM
Feligres
Gracias Santo Padre , mil gracias , Dios lo bendiga . Me ha llegado al alma con esta homilìa , Dios toca corazones con sus palabras y ejemplos tan acertivos y de la vida diaria que nos presenta donde podemos hacer vida el evangelio.
Gracias por hablarnos de Jesús , de nuestra madre , de la cruz redentira , de llevar nuestras las cruces de cada dìa , gracias por hablarnos de ls gracis , por motivarnos a ser santos cumpliendo con amor y fe nuestras responsabilidades.
Gracias Santo Padre Leon XIV por hablarnos de Dios , del Espiritu Santo y de la iglesia. Dios encienda muchos corazones a travez de su palabra.
Gloria a Dios que ha escuchado el clamor de su pueblo .
10/06/25 12:32 AM
Nicolás
Decir que María fue asociada por el Hijo a su muerte redentora y que por esto dió un salto impensable su maternidad convirtiéndose en nueva Eva, es decir, en madre de la nueva humanidad engendrada en la Gracia, es lo mismo que afirmar que María es Corredentora y como fruto de esa Corredención, Mediadora de Gracia.
No solo esta doctrina no se predicó en el pontificado anterior sino que directamente se la despreció, en palabras ligeras que duele recordar.
Si ante eso reaccionabamos con dolor y resistencia filial justa, ahora tengamos paz y regocijo por esta honra y reparación a nuestra dulce Madre por parte de León XIV.
10/06/25 12:57 AM
javidaba
Esta homilía me confirma en la Fe que me enseñaron.
... maternidad fecunda de Dios por su Iglesia Madre, al estilo de Santa María en la Cruz...
- Luz que penetra las almas
- Fuente del mayor consuelo
- gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos...
Parece que estamos en la Octava de Pentecostés...
10/06/25 8:15 AM
pipo
Espero que haya un mariólogo de peso que haga notar el inconveniente de esta homilía. Incluso ya en estos comentarios se hace patente. Primero, el que toma la parte de la "Nueva Eva" y de allí deduce la alusión a la Corredención mariana, en lo cual consuerdo. Pero está la otra parte, la del principio Petrino y el principio Mariano de von Balthasar, citado expresamente en la homilía, difícilmente conciliable con el anterior. Es decir, en unos pocos renglones de una misma homilía León complació tanto a unos como a otros. Su antecesor frecuentemente tenía ese problema, la ambiguedad, si se quiere buscar la unidad en la Iglesia, a la cual apeló desde el inicio del pontificado, no se puede estar complaciendo a todo el mundo.
10/06/25 2:07 PM

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