(InfoCatólica) El cardenal William Goh Seng Chye, primer purpurado en la historia de Singapur, es una de las voces más respetadas del episcopado asiático. Nacido en la ciudad-Estado el 25 de junio de 1957, fue ordenado sacerdote en 1985 y nombrado arzobispo coadjutor de Singapur en 2012. Asumió la titularidad de la archidiócesis al año siguiente, el 18 de mayo de 2013.
En agosto de 2022, el papa Francisco lo creó cardenal, reconociendo su fidelidad doctrinal, su celo pastoral y su compromiso con la liturgia y la evangelización en contextos multiculturales. Formado en los seminarios mayores de Penang y Singapur, completó estudios teológicos en Roma.
Antes de volver a su país, ha concedido dos entrevistas a medios de comunicación católicos: EWTN y La Nuova Bussola Quotidiana:
EWTN: Bueno, aquí estamos, con la elección del Papa León XIV. ¿Cuándo llegó usted a Roma?
El 22 de abril. Sí, uno o dos días después de que escuchamos los anuncios del fallecimiento del Papa Francisco.
¿Cómo fue esa experiencia, llegar justo después de la muerte del Santo Padre y luego estar aquí tanto tiempo? Seguramente lo extrañan en su archidiócesis.
Desde luego que sí. Pero creo que esta estancia ha sido una experiencia muy enriquecedora para mí como cardenal. También porque es la primera vez que los cardenales nos reunimos a diario en la Congregación General. Y no solo yo, sino todos nosotros nos hemos enriquecido con lo que hemos compartido. Eso nos ayuda de verdad a comprender los desafíos y preocupaciones de la Iglesia universal. Era algo que la mayoría de nosotros esperábamos con ilusión. Así que fue una gran oportunidad para conocer a muchos otros cardenales, incluidos también los que no son electores, y escuchar sus puntos de vista.
Como miembro del Colegio Cardenalicio, usted también viene de Asia. ¿Tuvo la oportunidad de pasar tiempo aquí con sus colegas cardenales de Asia?
Sí, por supuesto. Porque hubo muchos días. Y tuvimos tiempo después de la Congregación General; nos reunimos para comer, compartir nuestras aspiraciones y ayudarnos a discernir qué tipo de Papa necesita la Iglesia hoy.
Cuando llegó y entró en las Congregaciones Generales, ¿qué buscaba usted? ¿Cuáles eran algunas de las prioridades clave para la Iglesia, pero también para un posible sucesor del Papa Francisco?
Bueno, he dicho a menudo que el Papa Francisco ha sido realmente un gran Papa. Ha aportado mucha riqueza a la Iglesia, sobre todo por su atractivo popular hacia personas de todas las razas, religiones y nacionalidades, por su gran compasión hacia los marginados, los más vulnerables y quienes atraviesan dificultades en su fe. Creo que ese es realmente su punto fuerte en el ámbito misionero. Ha continuado lo que sus predecesores sentaron: las bases para la nueva evangelización. Pero al mismo tiempo, nadie es perfecto. Aunque el Papa Francisco reconoció la necesidad de fortalecer nuestra comunión en la misión, se necesita unidad si la misión ha de tener éxito. Impulsó la sinodalidad, que es una inspiración del Espíritu Santo. Pero en su deseo de llegar a todos, hubo ambigüedad en algunas enseñanzas, como Amoris Laetitia o la comunión a los divorciados. Esos temas dividían a la Iglesia. Incluso los obispos y cardenales estábamos confundidos.
Algunos anuncios nos llegaron directamente a través de la prensa, sin el contexto necesario. Nos costaba explicar con claridad cuál era la postura de la Iglesia. Por eso, creo que el Papa León puede encontrar ese equilibrio entre ortodoxia y progreso. Ser tradicional no está mal. Pero tampoco se trata de caer en el legalismo. Hay que ser compasivos, sí, pero también claros. Nunca debemos reducir el Evangelio para hacerlo más aceptable. El Evangelio es el camino, la verdad y la vida. Debemos transmitirlo de forma que el mundo reconozca su verdad y acompañar a quienes encuentren dificultades. Pero sin comprometer la enseñanza. Si lo hacemos, estaremos engañando al mundo.
¿Cuándo se enteró por primera vez del entonces Cardenal Prévost? ¿Lo conocía antes?
La verdad es que no había oído hablar de él. Hasta que llegué aquí. Ni siquiera recordaba su intervención. Fue en los últimos dos o tres días antes del cónclave que empecé a oír su nombre. Leí algo, pero una vez en el cónclave no teníamos acceso a internet. Leímos lo que había en los libros que nos dieron. Así que lo asumí como un acto de fe, un don de Dios. Y basándome en sus discursos, en su insistencia en la sinodalidad —no solo convocarla, sino vivirla— veo que escuchó muy atentamente a los cardenales. Es un buen comienzo. Habrá más colaboración y más diálogo. Pero la sinodalidad no puede existir sin unidad doctrinal. La unidad no puede basarse en un amor superficial o meramente afectivo. Debe fundarse en la verdad expresada con caridad.
¿Cuáles son las preocupaciones que usted trae de Asia que el Santo Padre necesita conocer y con las que tendrá que lidiar?
En Asia, y creo que también en África, en el Sur Global, somos personas con una fe fuerte. No queremos comprometerla. Hemos renunciado a la antigua fe para abrazar la verdadera, y ahora se nos sugiere que podemos recuperar elementos de esa antigua religión. Es confuso. Queremos seguir el Evangelio y lo que la Iglesia nos ha enseñado. También tenemos desafíos con el diálogo interreligioso. En Singapur estamos bien, pero en otros países hay discriminación. En nuestro país hay respeto entre religiones. Nuestros problemas son más del primer mundo: ideología de género, materialismo, búsqueda de sentido.
También creemos que es importante que el Papa hable inglés. Muchos cardenales asiáticos no hablamos italiano con soltura. Ahora, con un Papa que habla inglés, español, francés e italiano, podrá escucharnos mejor. Con eso puede comunicarse con buena parte del mundo.
Y será una nueva experiencia tener a un Papa hablando inglés con acento americano.
Al menos cuando hablamos, no es a través de un traductor. A veces, con un traductor, el significado no se transmite correctamente.
Entrevista en La Nuova Bussola Quotidiana
En una segunda entrevista, el cardenal Goh ha vuelto a insistir en la necesidad de claridad doctrinal como antídoto contra las divisiones internas. Ha señalado que las ambigüedades percibidas durante el pontificado anterior, especialmente en temas de moral y doctrina, han debilitado la unidad eclesial y han generado confusión entre los fieles. Ha subrayado que la inclusión no puede basarse en el relativismo, sino en la verdad vivida con caridad:
«Ser realmente inclusivos significa acompañar, sin diluir la enseñanza de la Iglesia».
Ha reiterado su confianza en León XIV, destacando no solo su formación agustiniana y su experiencia pastoral en América Latina, sino también su sensibilidad prudente en sus primeras intervenciones públicas:
«Es consciente de que cada palabra suya puede ser interpretada con peso, y por eso actúa con mesura».
El purpurado ha mostrado una postura favorable hacia quienes participan de la Misa tridentina, siempre que no se opongan a los principios del Concilio Vaticano II. Ha destacado que en su diócesis este grupo está formado mayoritariamente por jóvenes profesionales, atraídos por una espiritualidad contemplativa: «¿Por qué habría de detenerlos si eso los acerca a Dios?».
También ha abordado de nuevo la cuestión de la libertad religiosa en Asia, afirmando que la situación varía mucho de un país a otro, y que los mayores problemas surgen cuando religión y política se confunden. Ha explicado que en Singapur, donde existe una separación clara entre Iglesia y Estado, se goza de una amplia libertad. En cambio, en naciones con religión oficial, los cristianos enfrentan restricciones serias por intereses políticos ligados al poder religioso.
Finalmente, el cardenal ha remarcado que la elección del Papa no debe estar basada en criterios culturales o geográficos, sino en la convicción de que el elegido es un verdadero instrumento del Espíritu Santo para guiar a la Iglesia en unidad y verdad. En ese sentido, ha reafirmado: «No me importa si el Papa es asiático, europeo o de cualquier otra parte. Me importa que sea el hombre que Dios ha elegido para este tiempo».