(InfoCatólica) El Papa ha mostrado su alegría por celebrar su primera audiencia general y ha querido reaunudar «el ciclo de las Catequesis Jubilares, sobre el tema «Jesucristo, nuestra esperanza», iniciado por el Papa Francisco».
El Santo Padre ha reflexionado sobre la parábola del sembrador
«En cierto modo, en este relato podemos reconocer el modo de comunicar de Jesús, que tiene mucho que enseñarnos para el anuncio del Evangelio hoy».
La misma «habla precisamente de la dinámica de la palabra de Dios y de los efectos que produce», tanto en los fieles como en el mundo:
«En el capítulo 13 del Evangelio de Mateo, la parábola del sembrador introduce una serie de otras pequeñas parábolas, algunas de las cuales hablan precisamente de lo que sucede en la tierra: el trigo y la cizaña, el grano de mostaza, el tesoro escondido en el campo. ¿Cuál es, pues, esta tierra? Es nuestro corazón, pero también es el mundo, la comunidad, la Iglesia. En efecto, la Palabra de Dios fecunda y provoca todas las realidades.
La palabra de Dios «fascina e intriga. Entre la gente hay, evidentemente, situaciones muy diversas. La palabra de Jesús es para todos, pero actúa en cada uno de manera diferente»
El Papa ha recordado que el sembrador de la parábola hace su trabajo en todas partes.
Un sembrador bastante original sale a sembrar, pero no le importa dónde caiga la semilla. Siembra las semillas incluso donde es poco probable que den fruto: en el camino, entre las piedras, entre las zarzas. Esta actitud asombra al oyente y le lleva a preguntarse: ¿cómo es posible?
Y eso es imagen del amor de Dios, que se siembra en todos los corazones de los hombres:
«Estamos acostumbrados a calcular las cosas -y a veces es necesario-, ¡pero esto no se aplica en el amor! La forma en que este sembrador «derrochador» siembra la semilla es una imagen de la forma en que Dios nos ama».
El Papa ha indicado que «Jesús nos dice que Dios siembra la semilla de su palabra en todo tipo de terrenos, es decir, en cualquiera de nuestras situaciones: a veces somos más superficiales y distraídos, a veces nos dejamos llevar por el entusiasmo, a veces estamos agobiados por las preocupaciones de la vida, pero también hay momentos en que estamos disponibles y acogedores».
Y ha señalado que el Señor tiene paciencia:
«Dios confía y espera que tarde o temprano la semilla florezca. Así es como nos ama: no espera a que seamos la mejor tierra, siempre nos da generosamente su palabra. Tal vez al ver que Él confía en nosotros, nazca en nosotros el deseo de ser mejor tierra. Esta es la esperanza, fundada sobre la roca de la generosidad y la misericordia de Dios.ˆ
Jesús mismo es la semilla que cae en la tierra y muere para producir frutos de salvación:
«Al contar cómo la semilla da fruto, Jesús está hablando también de su vida. Jesús es la Palabra, es la Semilla. Y la semilla, para dar fruto, debe morir. Así pues, esta parábola nos dice que Dios está dispuesto a «consumirse» por nosotros y que Jesús está dispuesto a morir para transformar nuestras vidas».
El Papa ha mencionado el cuadro El sembrador al atardecer de Van Gogh como símbolo de esperanza: el grano ha madurado, aunque no sepamos cómo. Destaca que el sol, más que el sembrador, domina la escena, recordándonos que es Dios quien hace crecer la semilla, incluso cuando parece ausente.
El Santo Padre ha acabado con la siguiente exhortación a los fieles:
«Pidamos al Señor la gracia de acoger siempre esta semilla que es su palabra. Y si nos damos cuenta de que no somos una tierra fecunda, no nos desanimemos, sino pidámosle que nos trabaje de nuevo para hacer de nosotros una tierra mejor».
Gaza
En su mensaje tras la catequesis, León XIV ha querido acordarse de la situación en Gaza:
La situación en la Franja de Gaza es cada vez más preocupante y dolorosa. Renuevo mi más sincero llamamiento para que se permita la entrada de ayuda humanitaria decente y se ponga fin a las hostilidades, cuyo desgarrador precio están pagando los niños, los ancianos y los enfermos.
Texto completo de la catequesis del Papa
León XIV
Audiencia GeneralPlaza de San Pedro
Miércoles 21 de mayo de 2025Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de Jesús. Las parábolas. 6. El sembrador. Les hablaba de muchas cosas en parábolas (Mt 13,3a)
Queridos hermanos y hermanas
Me alegra acogeros en esta mi primera audiencia general. Hoy reanudo el ciclo de las Catequesis Jubilares, sobre el tema «Jesucristo, nuestra esperanza», iniciado por el Papa Francisco.
Hoy seguimos meditando sobre las parábolas de Jesús, que nos ayudan a redescubrir la esperanza, porque nos muestran cómo actúa Dios en la historia. Hoy quisiera detenerme en una parábola un poco especial, porque es una especie de introducción a todas las parábolas. Me refiero a la del sembrador (cf. Mt 13,1-17). En cierto modo, en este relato podemos reconocer el modo de comunicar de Jesús, que tiene mucho que enseñarnos para el anuncio del Evangelio hoy.
Cada parábola cuenta una historia tomada de la vida cotidiana, pero quiere decirnos algo más, remitirnos a un significado más profundo. La parábola suscita en nosotros preguntas, nos invita a no detenernos en las apariencias. Ante la historia que se me cuenta o la imagen que se me ofrece, puedo preguntarme: ¿dónde estoy yo en esta historia? ¿Qué dice esta imagen a mi vida? De hecho, el término parábola procede del verbo griego paraballein, que significa lanzar delante. La parábola lanza ante mí una palabra que me provoca y me incita a cuestionarme.
La parábola del sembrador habla precisamente de la dinámica de la palabra de Dios y de los efectos que produce. En efecto, cada palabra del Evangelio es como una semilla que se siembra en la tierra de nuestra vida. Muchas veces Jesús utiliza la imagen de la semilla, con distintos significados. En el capítulo 13 del Evangelio de Mateo, la parábola del sembrador introduce una serie de otras pequeñas parábolas, algunas de las cuales hablan precisamente de lo que sucede en la tierra: el trigo y la cizaña, el grano de mostaza, el tesoro escondido en el campo. ¿Cuál es, pues, esta tierra? Es nuestro corazón, pero también es el mundo, la comunidad, la Iglesia. En efecto, la Palabra de Dios fecunda y provoca todas las realidades.
Al principio, vemos a Jesús salir de la casa y una gran multitud se reúne a su alrededor (cf. Mt 13,1). Su palabra fascina e intriga. Entre la gente hay, evidentemente, situaciones muy diversas. La palabra de Jesús es para todos, pero actúa en cada uno de manera diferente. Este contexto nos permite comprender mejor el sentido de la parábola.
Un sembrador bastante original sale a sembrar, pero no le importa dónde caiga la semilla. Siembra las semillas incluso donde es poco probable que den fruto: en el camino, entre las piedras, entre las zarzas. Esta actitud asombra al oyente y le lleva a preguntarse: ¿cómo es posible?
Estamos acostumbrados a calcular las cosas -y a veces es necesario-, ¡pero esto no se aplica en el amor! La forma en que este sembrador «derrochador» siembra la semilla es una imagen de la forma en que Dios nos ama. En efecto, es verdad que la suerte de la semilla depende también de la manera en que el terreno la acoge y de la situación en que se encuentra, pero ante todo en esta parábola Jesús nos dice que Dios siembra la semilla de su palabra en todo tipo de terrenos, es decir, en cualquiera de nuestras situaciones: a veces somos más superficiales y distraídos, a veces nos dejamos llevar por el entusiasmo, a veces estamos agobiados por las preocupaciones de la vida, pero también hay momentos en que estamos disponibles y acogedores. Dios confía y espera que tarde o temprano la semilla florezca. Así es como nos ama: no espera a que seamos la mejor tierra, siempre nos da generosamente su palabra. Tal vez al ver que Él confía en nosotros, nazca en nosotros el deseo de ser mejor tierra. Esta es la esperanza, fundada sobre la roca de la generosidad y la misericordia de Dios.
Al contar cómo la semilla da fruto, Jesús está hablando también de su vida. Jesús es la Palabra, es la Semilla. Y la semilla, para dar fruto, debe morir. Así pues, esta parábola nos dice que Dios está dispuesto a «consumirse» por nosotros y que Jesús está dispuesto a morir para transformar nuestras vidas.
Tengo en mente ese hermoso cuadro de Van Gogh: El sembrador al atardecer. Esa imagen del sembrador bajo el sol abrasador me habla también del trabajo del agricultor. Y me llama la atención que, detrás del sembrador, Van Gogh represente el grano ya maduro. Me parece una imagen de esperanza: de un modo u otro, la semilla ha dado fruto. No sabemos cómo, pero lo ha hecho. Sin embargo, en el centro de la escena no está el sembrador, que permanece de pie a un lado, sino que todo el cuadro está dominado por la imagen del sol, quizá para recordarnos que es Dios quien mueve la historia, aunque a veces parezca ausente o distante. Es el sol el que calienta los terrones y hace madurar la semilla.
Queridos hermanos y hermanas, ¿en qué situación de la vida de hoy nos llega la palabra de Dios? Pidamos al Señor la gracia de acoger siempre esta semilla que es su palabra. Y si nos damos cuenta de que no somos una tierra fecunda, no nos desanimemos, sino pidámosle que nos trabaje de nuevo para hacer de nosotros una tierra mejor.