(InfoCatólica) Durante su intervención, León XIV expresó su gratitud por la presencia y cercanía de los representantes de otras Iglesias, Comunidades eclesiales y religiones, a quienes saludó fraternalmente. En particular, recordó con afecto al patriarca ecuménico Bartolomé, al patriarca Teófilo III y a Mar Awa III, patriarca de la Iglesia Asiria de Oriente.
Francisco, el papa de la Fratelli tutti
El Papa destacó el impulso dado por su predecesor, Francisco, a la fraternidad universal, recordando que fue «el papa de la Fratelli tutti».:
«El Papa de Fratelli Tutti promovió tanto el camino ecuménico como el diálogo interreligioso, y lo hizo sobre todo cultivando las relaciones interpersonales, de modo que, sin quitar nada a los vínculos eclesiales, se valorara siempre el aspecto humano del encuentro. ¡Que Dios nos ayude a atesorar su testimonio!»
También reconoció los avances realizados en este ámbito desde san Juan XXIII hasta el presente.
El discurso coincide con el 1700 aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea, acontecimiento que León XIV consideró «fundamental» para la elaboración del credo compartido por las Iglesias cristianas. Reafirmó que uno de los deberes prioritarios del Obispo de Roma es trabajar por el restablecimiento de la plena comunión entre todos los cristianos:
«Mientras caminamos hacia el restablecimiento de la plena comunión entre todos los cristianos, reconocemos que esta unidad sólo puede ser unidad en la fe. Como Obispo de Roma, considero que uno de mis principales deberes es buscar el restablecimiento de la comunión plena y visible entre todos aquellos que profesan la misma fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo».
Sinodalidad y ecumenismo
El Santo Padre citó su lema episcopal In Illo uno unum, tomado de san Agustín, para recordar que la unidad cristiana se logra en la medida en que todos convergen en Cristo. «Cuanto más le somos fieles y obedientes, más unidos estamos entre nosotros», afirmó, animando a orar y trabajar juntos en esta tarea que considera obra del Espíritu Santo.
Además, subrayó la estrecha relación entre sinodalidad y ecumenismo, comprometiéndose a proseguir con el impulso dado por Francisco en favor de una Iglesia católica más sinodal, también en el contexto de las relaciones ecuménicas:
«Consciente, además, de que la sinodalidad y el ecumenismo están estrechamente vinculados, deseo asegurar mi intención de continuar el compromiso del Papa Francisco de promover el carácter sinodal de la Iglesia católica y de desarrollar formas nuevas y concretas para una sinodalidad cada vez más intensa en el ámbito ecuménico».
Importancia del documento de Abu Dhabi
Dirigiéndose a los representantes de otras religiones, el Papa agradeció su presencia como signo de fraternidad humana y de búsqueda común de Dios. Recordó los pasos dados por su predecesor en el campo del diálogo interreligioso, especialmente mediante el «Documento sobre la fraternidad humana» firmado en Abu Dabi en 2019. Agradeció también al Dicasterio para el Diálogo Interreligioso por su labor en la promoción de encuentros y relaciones constructivas entre religiones.
León XIV dedicó un saludo especial a los hermanos y hermanas judíos y musulmanes. Subrayó la relación particular del cristianismo con el judaísmo y reafirmó la importancia del diálogo teológico judeo-cristiano. En cuanto al islam, reconoció los vínculos con quienes «adoran al único Dios, viviente y subsistente», y apostó por continuar un diálogo basado en el respeto mutuo y la libertad de conciencia.
No a la guerra
El Papa concluyó expresando su deseo de que todas las tradiciones religiosas trabajen unidas por la paz, la justicia y el bien común. «Si estamos unidos y libres de condicionamientos ideológicos y políticos, podremos ser eficaces al decir “no” a la guerra y “sí” a la paz», afirmó. Finalmente, invocó la bendición de Dios sobre todos los presentes, exhortando a vivir como hermanos y hermanas para que crezca la esperanza en el mundo.
Discurso a las delegaciones ecuménicas e interreligiosas convenidas para el inicio del ministerio petrino del papa León XIV
Sala Clementina
Lunes, 19 de mayo de 2025
Queridos hermanos y hermanas:
Con gran alegría les dirijo mi cordial saludo a todos ustedes, representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como también a los de otras religiones, que han querido participar en la celebración inaugural de mi ministerio como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro. Mientras expreso mi afecto fraterno a Su Santidad Bartolomé, a Su Beatitud Teófilo III y a Su Santidad Mar Awa III, les hago llegar también mi más sentido agradecimiento a cada uno de ustedes. Su presencia y su oración me sirven de gran consuelo y aliento.
Uno de los puntos clave del pontificado del papa Francisco ha sido el de la fraternidad universal. En este tema, de verdad que el Espíritu Santo lo ha «impulsado» a dar grandes pasos hacia adelante en las aperturas e iniciativas que ya habían comenzado a asumir los Pontífices precedentes, sobre todo desde san Juan XXIII. El papa de la Fratelli tutti promovió tanto el camino ecuménico como el diálogo interreligioso, y lo hizo sobre todo cultivando las relaciones interpersonales de modo que, salvaguardando los vínculos eclesiales, se valorizara siempre el aspecto humano del encuentro. Que Dios nos ayude a atesorar su testimonio.
Mi elección ha tenido lugar mientras se conmemora el 1700 aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea. Ese Concilio representa una etapa fundamental para la elaboración del credo compartido por todas las Iglesias y Comunidades eclesiales. Conforme estamos caminando hacia el restablecimiento de la plena comunión entre todos los cristianos, reconocemos que esta unidad debe ser unidad en la fe. En cuanto Obispo de Roma, considero uno de mis deberes prioritarios la búsqueda del restablecimiento de la plena y visible comunión entre todos aquellos que profesan la misma fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En realidad, la preocupación por la unidad ha sido siempre una constante en mí, como atestigua el lema que he elegido para mi ministerio episcopal: In Illo uno unum, una expresión de san Agustín de Hipona que recuerda que también nosotros, aun siendo muchos, «en Aquel uno —o sea en Cristo—, somos uno» (Enarr. in Ps., 127,3). Nuestra comunión se realiza, en efecto, en la medida que convergemos en el Señor Jesús. Cuanto más le somos fieles y obedientes, más unidos estamos entre nosotros. Por eso, como cristianos, estamos llamados a orar y trabajar juntos para alcanzar paso a paso esta meta, que es y será siempre obra del Espíritu Santo.
Consciente, además, de que sinodalidad y ecumenismo están estrechamente relacionados, deseo asegurar mi intención de proseguir el compromiso del papa Francisco en la promoción del carácter sinodal de la Iglesia católica y en el desarrollo de formas nuevas y concretas para una sinodalidad cada vez más intensa en el ámbito ecuménico.
Nuestro camino común puede y debe entenderse también en un sentido amplio, que involucra a todos, según el espíritu de fraternidad humana al que me refería antes. Hoy es tiempo de dialogar y de construir puentes. Y por eso me alegra y agradezco la presencia de los representantes de otras tradiciones religiosas, que comparten la búsqueda de Dios y de su voluntad, que es siempre y únicamente voluntad de amor y de vida para los hombres y mujeres y para todas las criaturas.
Ustedes han sido testigos de los notables esfuerzos realizados por el papa Francisco en favor del diálogo interreligioso. A través de sus palabras y acciones, ha abierto nuevas perspectivas de encuentro, para promover «la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio» (Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi, 4 de febrero de 2019). Y agradezco al Dicasterio para el Diálogo Interreligioso por el papel esencial que desempeña en esta labor paciente de alentar los encuentros y los intercambios concretos, orientados a construir relaciones basadas en la fraternidad humana.
Deseo dirigir un saludo especial a los hermanos y hermanas judíos y musulmanes. Debido a las raíces judías del cristianismo, todos los cristianos tienen una relación particular con el judaísmo. La declaración conciliar Nostra aetate (cf. n. 4) subraya la grandeza del patrimonio espiritual común entre cristianos y judíos, alentando al conocimiento y la estima mutuos. El diálogo teológico entre cristianos y judíos sigue siendo siempre importante y es muy valioso para mí. Incluso en estos tiempos difíciles, marcados por conflictos y malentendidos, es necesario continuar con entusiasmo este diálogo tan valioso.
Las relaciones entre la Iglesia católica y los musulmanes han estado marcadas por un compromiso creciente con el diálogo y la fraternidad, favorecido por el aprecio hacia estos hermanos y hermanas «que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres» (íbid., 3). Este enfoque, basado en el respeto mutuo y en la libertad de conciencia, representa una base sólida para construir puentes entre nuestras comunidades.
A todos ustedes, representantes de las demás tradiciones religiosas, les expreso mi gratitud por su participación en este encuentro y por su contribución a la paz. En un mundo herido por la violencia y los conflictos, cada una de las comunidades aquí representadas aporta su sabiduría, su compasión y su compromiso con el bien de la humanidad y el cuidado de la casa común. Estoy convencido de que, si estamos unidos y libres de condicionamientos ideológicos y políticos, podremos ser eficaces al decir «no» a la guerra y «sí» a la paz, «no» a la carrera armamentista y «sí» al desarme, «no» a una economía que empobrece a los pueblos y a la tierra y «sí» al desarrollo integral.
El testimonio de nuestra fraternidad, que espero podamos manifestar con gestos concretos, sin duda contribuirá a construir un mundo más pacífico, como lo desean en lo más profundo de su corazón todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Queridos amigos, gracias nuevamente por su cercanía. Invoquemos en nuestros corazones la bendición de Dios: que su infinita bondad y sabiduría nos ayude a vivir como hijos suyos y como hermanos y hermanas entre nosotros, para que crezca la esperanza en el mundo. Les agradezco de corazón.