(Aleteia/InfoCatólica) El santuario de Lourdes acoge, del 16 al 18 de mayo, la 65ª edición del Peregrinaje Militar Internacional. Testimonios, encuentros, actividades deportivas… se han programado numerosos momentos de fraternidad y reflexión, pero la misa en la que 210 militares recibirán el bautismo y 503 serán confirmados promete ser especialmente conmovedora.
La cita está marcada desde hace tiempo en los calendarios… y en las almas. Sin embargo, lejos de desvanecerse con los años, sigue floreciendo. El Peregrinaje Militar Internacional (PMI), que se inaugura este viernes 16 de mayo en Lourdes, no es un rito estático: es un soplo de vida, una respiración profunda, una subida hacia lo esencial.
Para esta 65ª edición, el tema elegido, «Militares, peregrinos de la esperanza», resuena profundamente con el Jubileo de la Esperanza convocado por el papa Francisco. Una esperanza que se vuelve aún más vital para aquellos que han elegido servir a su patria, a veces hasta el sacrificio supremo de su propia vida.
Se espera que más de 15.000 militares, procedentes de unos cuarenta países, lleguen hasta el domingo a la ciudad mariana, entre ellos 7.100 militares franceses. «Este encuentro único recuerda que, a pesar de las diferencias y los conflictos, la fe y la esperanza pueden unir a las naciones en torno a un mensaje de paz», recuerda el obispado castrense.
Este año, además, un momento especialmente emotivo marcará la peregrinación. Durante la misa del sábado por la mañana, 210 militares recibirán el bautismo y 503 serán confirmados. Esto representa un aumento del 17% en los bautismos y de aproximadamente un 33% en las confirmaciones con respecto al año anterior.
Estas cifras confirman la tendencia que la Iglesia en Francia ha observado a nivel nacional: este año, 10.000 adultos recibieron el bautismo durante la Vigilia Pascual, lo que supone un incremento del 45% en solo un año. En la última década, el número de catecúmenos adultos en Francia ha pasado de 3.900 en 2015 a 10.384 en 2025, un aumento de más del 60%.
Entre estos nuevos creyentes está Rémy, un cazador alpino de la caballería ligera, quien compartió con Aleteia el camino discreto pero constante por el que Cristo conquistó su corazón a lo largo de sus misiones: «En Malí, siempre llevaba mi cruz en el uniforme. En los momentos más difíciles, la tomaba en mi mano y la apretaba con fuerza».
«La vida militar es una vocación marcada por el don de uno mismo, el sentido del deber y una búsqueda constante de paz y justicia en un mundo convulso», explica el obispo castrense, Mons. Antoine de Romanet. «Pero también es un camino lleno de desafíos: la lejanía de los seres queridos, los riesgos inherentes a la misión y, con frecuencia, el peso de las pruebas. En esos momentos de duda y fragilidad, la esperanza cristiana se convierte en un faro, en una luz que guía y orienta».
En Lourdes, lugar de silencio, de sanación y de nuevos comienzos, los militares —ya sean catecúmenos o peregrinos en busca de consuelo— vienen a depositar su cansancio, sus luchas interiores y sus cargas.
A los pies de María, encuentran algo más que descanso: hallan una dirección. Y regresan más ligeros, con la mirada alzada al Cielo y el corazón dispuesto al servicio de los demás, ya no solo por deber, sino también por amor.
