(Ecclesia/InfoCatólica) Durante el año 2024, la Ruta Atlántica —que conecta las costas de África Occidental con las Islas Canarias— se consolidó como la más letal del mundo para los migrantes, con un balance trágico de 9.757 fallecidos. Ante esta situación, la Conferencia Episcopal Española ha intensificado su compromiso con la causa migratoria a través del 'Proyecto de Hospitalidad Atlántica', una iniciativa que busca salvar vidas ofreciendo rutas más dignas, información veraz y acompañamiento pastoral a quienes emprenden el camino migratorio.
En este contexto, una delegación de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y la Movilidad Humana se ha desplazado hasta Dakar (Senegal) para desarrollar diversas acciones vinculadas al proyecto. La comitiva ha estado encabezada por Mons. Fernando García Cadiñanos, obispo de Mondoñedo-Ferrol y presidente de dicha subcomisión, quien ha podido conocer de primera mano las condiciones en que se gestan muchos de estos viajes. Durante su estancia, visitó una de las playas desde donde parten habitualmente las barcazas rumbo a las Islas Canarias.
La mitad se queda en el mar
En una entrevista concedida a Mediodía COPE, el prelado describió así el ambiente en la costa:
«Una playa llena de vida porque había muchos pescadores que llevaban el pescado para comer en esa jornada, mujeres que se acercan a las barcas, niños que pululan por allí, pero nos dijeron que por las noches salen barcas, barquitas, barcazas. Se mezclaba la esperanza de la vida del trabajo de muchos senegaleses en torno al mar, pero también la esperanza de muchos migrantes que salen hacia la ruta canaria buscando una vida mejor».
Sin embargo, esa esperanza convive con una realidad dramática. Según explicó el obispo, muchas de esas embarcaciones no logran alcanzar su destino:
«El número de fallecidos es desconocido porque nunca se sabe cuántas barcas salen, pero se sabe que la mitad de las barcazas quedan en el mar».
Durante su visita, Cadiñanos también pudo comprobar el grado de desesperación que lleva a muchas familias a arriesgarlo todo para enviar a un miembro a Europa: «Muchas familias senegalesas venden todo para que su hijo o nieto cruce la ruta atlántica, y volver con las manos vacías es un fracaso social». Mostró además un billete que recibió un migrante antes de embarcarse en un cayuco: «Cuando uno ve ese billete lleno de colorido, con fotografía de hoteles, parece que es un crucero, pero realmente es un cayuco, una imagen demoledora».
Frente a esta desinformación y falsas promesas, la Iglesia propone una guía elaborada en el marco del 'Proyecto de Hospitalidad Atlántica'. Este material ofrece información sobre recursos e iniciativas para «proteger, integrar, promover y acoger a personas migrantes», con el objetivo de que puedan llevar a cabo su proyecto migratorio «con libertad y seguridad». Según Cadiñanos, se trata de un instrumento para «salvar vidas» y para «descubrir medios e iniciativas que se ofrecen a lo largo del proyecto para llevar una vida más próspera».
En relación con la dimensión espiritual de los migrantes, el obispo subrayó que su fe representa un valor añadido para las comunidades occidentales: «La espiritualidad siempre ayuda a personas en momentos de dificultad para afrontar la vida. Por eso percibimos que los migrantes tienen una dimensión religiosa muy importante que hay que cuidar y que nos enriquece a nuestra sociedad secularizada de Occidente, que nos hemos apartado de Dios. Ellos son una pieza vital, regeneran nuestras comunidades y nos ayudan a percibir lo que Dios aporta a la vida humana».
Senegal, país emergente
Para entender algo mejor la situación a la hora de hacer un juicio de valor, cabe indicar que Senegal vive una etapa de cambios profundos tras la llegada al poder del presidente Bassirou Diomaye Faye, cuyo gobierno impulsa reformas institucionales con mayoría parlamentaria y un marcado enfoque soberanista. A nivel económico, el país espera un crecimiento del 10,1% en 2025 gracias al desarrollo del sector energético, aunque enfrenta una grave crisis fiscal tras descubrirse que su deuda supera el 100 % del PIB. En el plano social, persisten tensiones: la sobrepesca ha provocado una crisis en las comunidades costeras, aumentando la emigración hacia Europa, y aunque se ha firmado un acuerdo de paz parcial en Casamance, el conflicto aún no se considera resuelto.