(InfoCatólica) Han pasado diez años desde que los obispos católicos de Estados Unidos hicieran pública una de sus declaraciones más contundentes sobre el fenómeno de la pornografía. En 2015, bajo el título «Create in Me a Clean Heart» («Crea en mí un corazón limpio»), el documento supuso un llamado pastoral urgente ante una realidad social que comenzaba a revelar dimensiones preocupantes.
Una década más tarde, la situación, lejos de mejorar, ha empeorado. Por ello, la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. (USCCB) ha decidido lanzar en 2025 una nueva edición revisada y ampliada del texto, rebautizado como «Create in Me a Pure Heart» («Crea en mí un corazón puro»), en la que reitera y actualiza su mensaje a la luz de los cambios culturales, tecnológicos y espirituales ocurridos desde entonces.
Estructura de pecado
El texto, desarrollado por el Comité sobre Laicos, Matrimonio, Vida Familiar y Juventud de la USCCB, no solo analiza los efectos nocivos de la pornografía sobre quienes la consumen, producen o difunden, sino que también traza un panorama preocupante sobre su omnipresencia en la cultura contemporánea, su capacidad adictiva, y sus vínculos con delitos como la trata de personas, la explotación infantil y la violencia sexual. La pornografía, afirma el documento, no es un mero entretenimiento: es una «estructura de pecado» que distorsiona el sentido de la sexualidad humana, rompe vínculos afectivos, debilita la comunión familiar, y contribuye a una cultura del descarte.
En su prefacio, los obispos señalan con preocupación cómo, desde la primera edición del documento, el rechazo social hacia la pornografía ha disminuido. En 2015, solo el 34 % de los estadounidenses la consideraba moralmente aceptable; en 2022, ese número había subido al 41 %. El documento atribuye esta creciente aceptación al debilitamiento de los vínculos comunitarios, el aislamiento provocado por el uso intensivo de redes sociales, y la falta de formación moral, especialmente entre los más jóvenes. En este sentido, alerta del impacto del consumo de pornografía en menores, cuya edad media de primer contacto se sitúa en los 12 años, con consecuencias duraderas para su desarrollo psicológico y afectivo.
Uno de los aportes más relevantes de esta segunda edición es el análisis de los nuevos desafíos que plantean las tecnologías emergentes. Los obispos denuncian el uso de inteligencia artificial para generar imágenes pornográficas hiperrealistas o falsas, incluyendo deepfakes que utilizan rostros de personas reales sin su consentimiento, lo que agrava aún más la deshumanización de las víctimas. También se advierte sobre las estrategias de las grandes plataformas digitales, que, mediante algoritmos y presiones sociales, inducen a menores y jóvenes a producir y consumir contenidos sexuales, a menudo sin que siquiera lo hayan buscado activamente.
Educar en la castidad
El documento ofrece además un conjunto de recomendaciones concretas dirigidas a diversos actores sociales: padres, educadores, pastores, líderes laicos y responsables políticos. A las familias se les exhorta a educar en la castidad de forma progresiva y positiva, establecer normas de uso para los dispositivos digitales, fomentar actividades no tecnológicas y crear espacios de diálogo abierto sobre la sexualidad y los riesgos de Internet. A los sacerdotes y religiosos se les pide predicar sobre el daño que causa la pornografía, crear espacios de acompañamiento pastoral y promover el acceso a recursos de sanación espiritual. A los legisladores, los obispos les reclaman medidas concretas como leyes de verificación de edad en sitios pornográficos, regulación del uso de inteligencia artificial, y políticas que protejan el papel de los padres en el entorno digital.
Amor verdadero versus pornografía
Desde el punto de vista teológico, el texto recuerda que toda persona humana está llamada al amor verdadero y a la comunión con Dios y con los demás. La pornografía, explican los obispos, contradice radicalmente esa vocación al reducir al otro a un objeto de placer. Frente a esta cultura del uso, la Iglesia proclama una visión de la sexualidad humana basada en la dignidad del cuerpo, el don de sí, y la virtud de la castidad como camino de libertad y plenitud. Esta enseñanza, que bebe de la teología del cuerpo de san Juan Pablo II y del Magisterio reciente, se ofrece como alternativa luminosa a una industria que degrada al ser humano en nombre del deseo.
«Create in Me a Pure Heart» culmina con un mensaje de esperanza: la liberación es posible, y la misericordia de Dios está al alcance de todos. A través del acompañamiento pastoral, la gracia de los sacramentos y el compromiso comunitario, los hombres y mujeres atrapados por la pornografía pueden recuperar su libertad interior y redescubrir el verdadero significado del amor humano. Como subraya el documento: «Nadie necesita librar esta batalla solo». A diez años de su primera publicación, el mensaje sigue siendo el mismo, pero ahora resuena con mayor urgencia: es tiempo de sanar, de educar, y de reconstruir la cultura desde la pureza del corazón.
Puntos destacados de los capítulos del documento «Create in Me a Pure Heart»
Capítulo I – Una introducción que interpela a todos: nadie queda al margen
Cuando en 2015 la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos publicó su declaración pastoral sobre la pornografía, lo hizo impulsada por un creciente clamor: el de familias rotas, jóvenes heridos, confesores desbordados y profesionales atónitos ante una realidad que no cesaba de extenderse. Diez años después, ese clamor no ha disminuido; al contrario, se ha hecho más urgente.
En esta nueva edición, titulada «Create in Me a Pure Heart» («Crea en mí un corazón puro»), los obispos no disimulan su preocupación. En el primer capítulo, exponen el objetivo del documento: dar esperanza y consuelo a los afectados por la pornografía y al mismo tiempo denunciar su poder destructivo sobre personas, familias y comunidades.
«Todos sufrimos consecuencias negativas de la visión distorsionada de la persona humana y la sexualidad que difunde la pornografía».
La pornografía no es un tema secundario. Se la describe como un problema transversal, cultural, espiritual y pastoral que requiere un esfuerzo colectivo por parte de padres, pastores, educadores, líderes sociales y legisladores.
Capítulo II – La belleza del cuerpo y la vocación al amor: una propuesta alternativa
Frente a la lógica que reduce el cuerpo a objeto de consumo, el segundo capítulo se erige como un canto a la dignidad del cuerpo humano como expresión del amor de Dios. Inspirado en la teología del cuerpo de san Juan Pablo II, el texto recuerda que hombre y mujer han sido creados para el amor y no para el uso.
«Nuestros cuerpos no están hechos para ser usados, sino para ser amados».
Los obispos insisten en que la respuesta cristiana no es el puritanismo, sino la castidad vivida como integración plena del deseo, la afectividad y la verdad del amor.
«La castidad no es una represión, sino una virtud que permite hacer lo que es justo, bueno y verdaderamente amoroso en las relaciones humanas».
Capítulo III – La pornografía, un pecado que rompe la comunión
El tercer capítulo entra de lleno en el juicio moral. La pornografía —afirman los obispos— no es un asunto privado, ni un pasatiempo inocente, sino un pecado grave que destruye la capacidad de amar, daña el alma y deshumaniza a todos los implicados.
«Toda pornografía es inmoral y dañina».
Uno de los aspectos más novedosos del texto es la explicación de cómo este pecado afecta tanto a la intención como a la conducta.
«La pornografía no puede justificarse ni siquiera dentro del matrimonio».
El texto también aborda las consecuencias sociales de la pornografía: no solo daña a quienes la consumen, sino que alimenta otras formas de pecado.
«La pornografía participa de lo que el papa Francisco ha llamado la “cultura del descarte”».
Capítulo IV – Una cultura saturada: la pornografía como sistema
Lo que hace una década parecía una amenaza creciente, hoy se ha consolidado como una cultura global de cosificación, anonimato y adicción. El documento denuncia la normalización progresiva de la pornografía en todos los niveles.
«Las imágenes pornográficas están más presentes en la sociedad estadounidense que nunca».
Se recuerda que la edad media de exposición inicial es de 12 años, y que muchos menores acceden sin buscarlo.
«Muchos niños no buscan contenido ilícito: el contenido los busca a ellos».
Capítulo V – Heridas profundas: el rostro humano del daño
El quinto capítulo aporta una mirada cercana a las víctimas. En el caso de los hombres, suele causar aislamiento, dependencia y dificultades para establecer relaciones auténticas. En las mujeres, inseguridad y presión estética. Para los niños, el daño es devastador.
«Los niños expuestos a pornografía son víctimas de un robo de su inocencia».
En el matrimonio, la pornografía introduce una tercera presencia destructiva. También se aborda el tema de la adicción como un proceso real.
«El uso de la pornografía por cualquier miembro del hogar priva al hogar de su papel como refugio seguro».
Capítulo VI – La Iglesia como hospital de campaña: misericordia, sanación y esperanza
Este capítulo describe el papel de la Iglesia como comunidad de acogida, perdón y acompañamiento. La gracia de Dios no solo perdona, sino que transforma.
«Ninguna herida es tan profunda como para quedar fuera del alcance de la gracia redentora de Cristo».
Se dirigen mensajes pastorales concretos a víctimas, productores, consumidores, cónyuges heridos, padres y sacerdotes.
«Jesús está contigo, y la Iglesia te ofrece amor y apoyo».
Capítulo VII – Conclusión: «El Señor es rico en misericordia»
El documento concluye con un mensaje de esperanza y un llamado a la conversión. Nadie está condenado a la oscuridad.
»Nadie está destinado a vivir atrapado en la oscuridad. Dios llama a todos a la luz.
Crea en mí un corazón puro, oh Dios. Y renueva en mi interior un espíritu firme. (Sal 51,12)»
Recomendaciones finales – Educar, proteger, sanar: una tarea compartida
Para los padres
- Formarse en temas de sexualidad y afectividad.
- Hablar con los hijos con lenguaje adaptado a su edad.
- Establecer límites digitales claros y zonas sin pantallas.
- Fomentar relaciones sanas y actividades fuera del entorno digital.
Para el clero
- Predicar con caridad y claridad sobre la castidad y la sexualidad.
- Facilitar la confesión y el acompañamiento espiritual.
- Organizar programas como el “Domingo del Refugio Seguro”.
Para los laicos
- Dar testimonio público de una vida limpia y comprometida.
- Apoyar a personas heridas y crear redes de acompañamiento.
Para los educadores
- Educar en la castidad con lenguaje positivo.
- Tratar el tema como un problema de salud pública.
- Evitar la normalización de contenidos sexuales en el aula.
Para los legisladores
- Exigir verificación de edad en sitios pornográficos.
- Regular el uso de IA en la creación de imágenes sexuales falsas.
- Fortalecer el papel de los padres en el ámbito digital.
Un compromiso que no termina: la Iglesia ofrece no solo una crítica, sino una propuesta de renovación cultural basada en el amor, la castidad, la comunidad y la misericordia.