(Oriol Domingo/La Vanguardia/InfoCatólica) El cardenal Lluís Martínez Sistach confiesa sobre la ministra Bibiana Aído: "La conozco muy poco, pero lamento que haya preparado la reforma de la ley del aborto". Por otro lado, respecto a la Cope, asegura que la oye poco pero piensa que sus programas ya respetan el ideario de la cadena.
–¿El episcopado propone su postura contra esta ley y el aborto, o más bien la impone?
Proponer el mensaje gozoso y positivo de la fe y del humanismo cristiano no es ninguna imposición. La verdad de su contenido se impone por sí misma. Nuestra propuesta obedece al convencimiento de que su contenido es un bien para la persona humana y la sociedad. Esta propuesta apela al valor trascendente de la persona y salva la sociedad del riesgo de un pensamiento único. Nuestro amor a los demás nos impele a hacerles participantes de lo que da sentido pleno a nuestra vida.
–Usted plantea proponer la fe con "palabras y obras". ¿Alude a la manifestación del 17 de octubre en Madrid impulsada por algunas entidades católicas?
No necesariamente. Significa que el hombre contemporáneo da más importancia a las obras que a las palabras. Hay que evitar el divorcio entre lo que los cristianos creemos y vivimos. Este divorcio, según el Vaticano II, es una de las causas del ateísmo y del agnosticismo de hoy. La fe y la antropología cristianas valoran la vida humana desde el primer momento de su concepción hasta la muerte natural como un don precioso de Dios. En coherencia, los cristianos hemos de defender y proteger la vida con todos los medios éticos y legítimos. Un medio legítimo es, sin duda, la manifestación del día 17.
–Otros sectores católicos no van a estas manifestaciones.
Los cristianos defendemos la vida humana. Puede defenderse de muchas maneras. La manifestación del día 17 convocada por asociaciones cristianas es una forma que tienen los ciudadanos de defender la vida humana y mostrar el desacuerdo con el proyecto de ley de reforma de la regulación del aborto. Ante opciones legislativas que afectan a los derechos humanos, toda la sociedad debe manifestar su parecer y emplear todos los mecanismos de reflexión y decisión que tiene una sociedad democrática. Tratándose de la defensa de la vida, esta manifestación está abierta a creyentes y no creyentes. El Gobierno, que ha de buscar el bien común, ha de escuchar estas voces con atención y valorar debidamente todos los pareceres, mucho más cuando está en juego la vida humana, el primero de los derechos fundamentales.
–¿Cuál es su agenda para el próximo día 17?
Desde hace mucho tiempo tengo llena mi agenda para este 17 de octubre con diversos actos pastorales. Entre ellos, está la conmemoración, en Barcelona, del primer aniversario de la muerte de monseñor Joan Carrera, que fue mi obispo auxiliar.
–Se ha referido a la antropología cristiana. ¿Por qué sectores que no la comparten tienen que aceptar sus postulados?
Pero, ¿por qué no han de aceptar estos postulados si su contenido es de pleno respeto, defensa y tutela de la vida humana? Está en juego la vida, el contenido más capital del bien común de la sociedad. El derecho a la vida es un derecho previo al Estado, que éste ha de respetar. De lo contrario caemos en un positivismo jurídico que no ofrece ninguna garantía para el reconocimiento y la defensa de los derechos fundamentales de la persona. Hoy se redescubre el valor y la función de la ley natural objetiva inscrita en el corazón del hombre y en la naturaleza de las cosas, punto de referencia normativa para la legislación. Aquellos postulados en defensa de la vida y contra el aborto armonizan plenamente con la Constitución que proclama que "todos tienen derecho a la vida".
–Qué postura adoptará el episcopado si la ley es definitivamente aprobada?
Si se da esta lamentable y dolorosa realidad, la Iglesia continuará proclamando el valor incondicional y la grandeza de la vida humana y, en consecuencia, el rechazo del aborto. Esta ha sido una práctica constante. El mensaje del Evangelio de Jesús es un canto a la vida, al amor y a la libertad auténtica. La Iglesia es madre y maestra. Como maestra, recuerda el mensaje maravilloso de que la vida es de Dios, que él nos da el mandato de "no matarás" y que el nasciturus desde el primer momento de su concepción es un ser humano con la dignidad de la persona, amado por Dios y que tiene el derecho a nacer.
–Una mujer que aborta ¿ha de ser objeto de condena o de misericordia por parte de la Iglesia?
Ha de ser objeto de misericordia y de acogida maternal por parte de la Iglesia. Los psiquiatras conocen bien el trauma que queda para toda la vida en la mujer que ha decidido abortar, ya que contradice su innato sentido maternal como fuente de vida. Decía antes que la Iglesia es madre y continuará perdonando y acogiendo maternalmente a las mujeres que han abortado. Ayudará a las embarazadas para que no se vean obligadas a abortar por falta de medios y de acogida. Hay congregaciones religiosas y ONG que realizan un trabajo encomiable en este sentido.
–¿No puede la nueva ley reducir los abortos y controlar mejor los clandestinos?
Con este proyecto no cabe esta posibilidad. Todo lo contrario. Si el número de abortos en España es muy elevado con la actual regulación –seguramente mucho más de lo que dicha regulación vigente permite–, de aprobarse este proyecto aumentará muchísimo el número de abortos. Porque dicho proyecto concede la libertad de abortar hasta las 14 semanas de embarazo. Es el reconocimiento legal del derecho al aborto, lo cual es una aberración, porque sería el derecho a impedir el nacimiento del aún no nacido, a quitarle la vida. Esto no es ni puede ser un derecho. Además, este proyecto permite abortar hasta las 22 semanas si se dan unos supuestos de hecho e, incluso, a partir de este periodo. Es incomprensible que se permita abortar a una adolescente de 16 años sin autorización de sus padres.
–Pero se quiere dar respuesta a un problema humano y social.
Este proyecto contribuye a la deshumanización de la sociedad al no dar la protección debida a seres inocentes e indefensos. Ante la realidad de los embarazos no deseados, la sociedad y la legislación han de ofrecer una auténtica y sólida formación sexual a los adolescentes y jóvenes y toda la ayuda y protección necesarias a las mujeres embarazadas.
–¿Con actuaciones del Gobierno, como esta, se incrementa el anticlericalismo?
Es difícil contestar. Quizás, sí. Algunas reformas legislativas tocan aspectos muy importantes para la vida de las personas y la configuración de la sociedad. El episcopado da su juicio crítico y puede parecer a la opinión pública que dificultamos el progreso.
–Otro punto de fricción en el pasado fue la Cope. Usted pidió cambios. ¿Cómo lo contempla ahora?
Por lo poco que puedo oírla, pienso que sus programas respetan hoy el ideario de esta cadena.