(Zenit/InfoCatólica) La senadora mostró su preocupación sobre cómo su país da así un nuevo paso atrás en materia de defensa de la vida, después de que hace 30 años fue aprobada la ley 194 en Italia que despenaliza el aborto en algunos casos.
-¿Que consecuencias tanto morales como legales trae el consumo de este fármaco?
El consumo de la RU486 no es otra cosa que un aborto que como tal tiene siempre las siguientes características: siempre es un drama, no es nunca un derecho, implica la pérdida de una criatura humana.
Hay siempre una alianza muy estrecha que se establece entre la madre y el hijo en cada embarazo. Que la mujer aborte quirúrgicamente o que aborte farmacológicamente, desde el punto de vista moral, no trae diferencias sustanciales.
La diferencia puede ser el hecho de que se está haciendo una política de comercialización del RU 486 que como generalmente ocurre, tiende a maximizar las ventajas de la píldora y a minimizar los aspectos más problemáticos. Entre las las ventajas que propagan está la de la sencillez en el uso. Hay de alguna manera un “progreso tecnológico” que te hace pensar que abortar de esta manera puede ser menos doloroso, más discreto. Pero los hechos son muy diferentes.
La mujer que aborta ingiriendo la RU 486 hasta ahora se ha regido siempre de esta manera: va al hospital, recibe la receta y la medicina, el médico acepta que asume las consecuencias cuando la mujer regrese a su casa.
El mecanismo del aborto proporciona la separación del niño de la pared del útero y luego la eliminación a través de la hemorragia. En algunos casos, cuando la suministración ha superado la séptima semana, las mujeres describen que tanto la intensidad como la duración de los dolores es superior a la del aborto quirúrgico que es más rápido y controlado.
-¿Cuáles son las manipulaciones que hay detrás de este lobby anti vida?
Se hace un marketing con una serie de ventajas que no son ciertas. De hecho, practicado de otra maneras, puede ser más prolongado el tiempo del aborto menos doloroso pero no se debe de ningún modo, pensar que quien ataca la RU 486 lo hace porque sostiene el aborto quirúrgico. Lo que queremos es desmontar una especie de mito y una especie de atmósfera que se ha creado en torno al aborto farmacológico que dice “la mujer puede hacerlo en casa” y esto puede hacer caer en una menor conciencia de la gravedad de lo que se está haciendo.
La preocupación de la Iglesia no es porque este aborto sea más grave que el otro, porque graves son todos de la misma manera, sino porque este tipo de aborto puede reducir en la mujer la conciencia de que el aborto es cuestión de la vida humana.
Desde hace 30 años cuando Italia aprobó la ley 194 para la “interrupción voluntaria del embarazo” nada se ha hecho para tutelar la maternidad a través de esta responsabilidad social y mientras tanto se ha hecho mucho para hacer la interrupción voluntaria del embarazo en cierto sentido más segura, rápida, etc.
-¿A qué sector de la población cree que afecta más esta ley?
Paola Binetti: Creo que a las mujeres inmigrantes, porque las italianas tienen un mayor recurso a la anticoncepción. En Italia la natalidad es bajísima. Por cada pareja nacen 1,4 niños. Un riesgo que afecta más fácilmente a las mujeres inmigrantes para quienes la condición en la que se está la maternidad es muy difícil desde el punto de vista económico, desde el punto de vista de la seguridad del puesto de trabajo, el acceso a servicios, sobre todo si se trata de inmigrantes no regulares.
Pero lo que más preocupa es la difusión de la mentalidad abortiva. Por ejemplo, en China el aborto ha sido utilizado por mucho tiempo como control de la natalidad y han sido abortadas sobretodo las niñas. Tenemos ahora una generación totalmente descompensada.
-Usted en varios de sus escritos habla de la vocación de toda mujer a la maternidad sea física como espiritual. ¿Cómo cree que el aborto hiere esta vocación?
Es la mentalidad abortiva la que hiere esta vocación. Creo personalmente que un exceso de concentración sobre sí misma, una mentalidad excesivamente individualista, es una antesala directa de la mentalidad abortiva. La maternidad es un dato que consagra, de alguna manera, el cuerpo de la mujer en su más alta, extraordinaria y única capacidad de transmitir la vida.
Hasta ahora no se ha encontrado ninguna otra. Incluso cuando se piensa en la fecundación asistida, el cuerpo de la mujer se convierte en un hábitat natural, emotivo y también físico del bebé. La mujer que pierde esta sensibilidad no sólo pierde la sensibilidad de generar lazos, de generar relaciones, de crear redes y de construir un ambiente más humano y más rico. Esto es un empobrecimiento grandísimo para toda nuestra sociedad.
-¿Qué consecuencias psicológicas puede generar en la mujer el uso de esta píldora y la difusión de una mentalidad anti vida?
Todos nosotros conocemos con estudios realizados por psiquiatras y picoterapeutas lo que se llama el síndrome post aborto que tiene varias características similares a un síndrome post traumático de estrés. Para una mujer consciente, la pérdida del hijo queda como una herida para toda la vida y este hijo ausente se convierte en un acto irremediable que condiciona también la relación con los otros hijos. Siempre hay un hijo que no está más aquí. Permanece en la mujer la conciencia de que esto que ha hecho es algo grave.
Ciertamente después se da la argumentación que se da, que no podemos juzgar, que las condiciones de vida era muy difíciles pero lo que es claro es que nunca habrá razones suficientes para suprimir una vida. Es la misma persona quien conserva la idea de que si no hubiera ocurrido aquel aborto, quizás algunas cosas habrían sido diferentes. Esto altera la relación con sus compañeros, con sus hijos, con los hijos ausentes.
-¿Cómo cree que la lucha de los movimientos provida puede ser entendida no sólo como una lucha ideológica sino como la defensa de un derecho fundamental?
Paola Binetti: El instinto materno pertenece a la madurez de la mujer. De cualquier manera define el paradigma de que siempre hay una predisposición a la relación de cuidado. Incluso la mujer desde muy pequeña muestra en sus gestos una sensibilidad particular hacia las relaciones de cuidado. Desde que nace muestra una mayor atención a los lazos, al valor de la amistad, con esta mayor sensibilidad y riqueza emotiva que se traduce en una necesidad de estar con el otro.
No se puede banalizar ni reducir a una ideología. Dios confía el hombre a la mujer. Cuando la mujer da la espalda a esta misión, no es sólo el hombre, es toda la humanidad que pierde esta dimensión de fragilidad experimentada y aceptada propiamente desde el interior de la esperanza de quien cuida de nosotros.