(AsiaNews/Buhardilla/InfoCatólica) Se refiere, sin mencionar sus nombres, a monseñor Su Zhimin, obispo de Baoding, Hebei, secuestrado hace décadas, y a monseñor Jia Zhi Guo, obispo de Zhengding, secuestrado el pasado marzo. El purpurado sugiere también al gobierno de Pekín “sentarse con sinceridad a la mesa de las negociaciones con la Santa Sede para encontrar modos de consultarse recíprocamente, aceptables para ambos, y así coexistir en armonía”.
En el mensaje, el cardenal Zen elogia algunas palabras de Hu Jintao que le han suscitado un “hilo de esperanza”. Hablando frente al National Committee of the Chinese People’s Political Consultative Conference (CPPCC), el pasado 20 de septiembre, Hu dijo que la función de este organismo es “promover la democracia, reforzar la solidaridad, coordinar las relaciones, resolver las contradicciones”.
El purpurado comentó que esto es precisamente “lo que el pueblo espera del Estado”. Él dijo que no ha podido más que aplaudir cuando escuchó afirmar a Hu que “el CPPCC debe comprometerse en promover… el desarrollo armonioso en las relaciones con las religiones…, con los connacionales en la patria y en el exterior”. Y que el CPPCC “debe preservar el principio de poner al hombre en el centro, escuchar la voz del pueblo…, hacer conocer la situación social y la opinión pública, ofreciendo consejos y sugerencias”.
Y a propósito de la armonía “en las relaciones con las religiones”, el cardenal Zen hace notar que lo expresado por Hu Jintao es “precisamente lo que Benedicto XVI desea cuando dice `espero que los fieles en China puedan vivir en paz su vida de fe y contribuir al desarrollo de su patria´”.
Según el cardenal Zen, el programa expresado por Hu Jintao es “un desafío sin precedentes… pero también una gran oportunidad”.
Lamentablemente, continúa el obispo emérito de Hong Kong, en China hay “algunos que sólo buscan el interés inmediato (oportunistas) y no quieren abandonar el protagonismo y el poder”. Éstos “se preocupan solamente por mantener el propio poder y sus intereses sin tener en cuenta los verdaderos interesantes y la política del Estado”. Todo esto lleva a un “punto muerto” y a demoras que provocan “daños”.
El cardenal se refiere, en forma genérica, a personalidades “de la ultra-izquierda” que continúan oponiendo la fe cristiana al patriotismo. No es difícil ver en estas personalidades (no nombradas) a los jefes de la Asociación Patriótica y del ministerio de los asuntos religiosos.
“La fe –concluye el cardenal Zen– no está, de ningún modo, opuesta al amor por la Patria”.