El Papa vuelve a oponer la misericordia y el perdón a los cánones de la Iglesia
Encuentro del Papa Francisco con los Misioneros de la Misericordia

«Pero, el canon tal dice esto, que lo otro, no puedo…. Cállate»

El Papa vuelve a oponer la misericordia y el perdón a los cánones de la Iglesia

Como Misioneros de la Misericordia «perdonen siempre» con generosidad, no guarden «el perdón en el bolsillo» y procuren que quienes se encuentren con ustedes «cambien sus sentimientos» hacia Dios, exhortó el papa Francisco a los mil misioneros reunidos en el Aula Pablo VI por tercera vez desde su creación en 2016 en el marco del Jubileo de la Misericordia.

(Aica/InfoCatólica) Tengan «siempre a mano el manto de la misericordia» como los hijos para Noé, «para envolver con su calor a todos los que se acerquen a ustedes para ser perdonados», sepan «ofrecer consuelo a los que están tristes y solos» como Isaías y sean «generosos como Rut, porque sólo así el Señor los reconocerá como sus fieles ministros», les dijo el Papa.

Francisco, reiteró a los misioneros que su ministerio es el «más cercano a mi corazón: ser un instrumento eficaz de la misericordia de Dios». Y que su número aumenta cada año, pero espera que pueda crecer más, e invita a los obispos a «identificar a los sacerdotes santos, misericordiosos, dispuestos a perdonar, para que se conviertan en auténticos misioneros de la Misericordia».

El pontífice explicó que quiso incluir a los Misioneros en la nueva constitución apostólica sobre el Praedicate Evangelium de la Curia Romana, «porque son un instrumento privilegiado en la Iglesia de hoy, y no sois un movimiento que existe hoy y no existirá mañana» y porque «la evangelización se lleva a cabo en particular mediante el anuncio de la misericordia divina». 

El Papa como inspiración para el ministerio de los misioneros, la figura bíblica de Rut, «la mujer moabita que, a pesar de venir de un país extranjero, entra de lleno en la historia de la salvación», por su generosidad desinteresada y su misericordia hacia su anciana suegra Noemí. También destacó la gran lección para nosotros: «Rut no es hija de Abraham por sangre», sigue siendo «todavía moabita y así se llamará siempre», pero «su fidelidad y generosidad le permiten entrar con todos los derechos en el pueblo de Israel. En efecto, Dios no abandona a los que se confían a Él, sino que sale a su encuentro con un amor que recompensa más allá de todo deseo».

«Rut revela los rasgos de la misericordia cuando no deja sola a Noemi, sino que comparte con ella su futuro; cuando no se contenta con permanecer cerca de ella, sino que comparte su fe y la experiencia de formar parte de un nuevo pueblo; cuando está dispuesta a superar todos los obstáculos para seguir siendo fiel. Lo que obtenemos es realmente el rostro de la misericordia manifestado en la compasión y el compartir».

La figura de Ruth, explicó el Papa, «es un icono de cómo podemos superar las muchas formas de exclusión y marginación que acechan a nuestro comportamiento». En los cuatro capítulos del breve libro emerge «la confianza en el amor de Dios que alcanza a todos» y se revela «que Dios conoce la belleza interior de las personas» aunque no tengan todavía la fe del pueblo elegido, está atento «a sus sentimientos, especialmente a la fidelidad, la lealtad, la generosidad y la esperanza» que hay en el corazón de las personas «cuando son puestas a prueba».

Ser generoso, subrayó Francisco, «se manifiesta como la opción justa y valiente que nunca debe fallar en nuestra existencia sacerdotal».

Misioneros, sean el rostro de la Misericordia Divina

El pontífice señaló también que «en el libro de Rut Dios nunca habla», sino que «se comunica precisamente a través» de la joven viuda. «Cada gesto de bondad hacia Noemí, que se consideraba 'amargada por Dios', se convierte en el signo tangible de la cercanía y la bondad del Señor». A través de su figura, para el papa Francisco, «también nosotros estamos invitados a captar la presencia de Dios en la vida de las personas». No es un camino fácil, pero «Dios se pone en marcha para revelar su amor».

«Nos corresponde a nosotros, a través de nuestro ministerio, dar voz a Dios y mostrar el rostro de su misericordia».

«No olvidemos nunca -subrayó- que Dios no actúa en la vida cotidiana de las personas» con actos impactantes, sino «de manera silenciosa, discreta y sencilla», y se manifiesta «a través de personas que se convierten en sacramento de su presencia». La invitación del Papa a los Misioneros de la Misericordia es «alejar de ustedes toda forma de juicio» y anteponer siempre «la voluntad de comprender a la persona que tenéis delante»:

«Nunca te detengas en un solo detalle, sino que mira la totalidad de su vida. ¡Es una vida que se arrodilla para pedir perdón! ¿Y quién soy yo para no perdonar? Pero, el canon tal dice esto, que lo otro, no puedo.... Cállate. Tienes a una mujer o a un hombre frente a ti pidiendo perdón, y ustedes tienen el perdón en el bolsillo. ¿Se quedará en el bolsillo? ¿O lo darán con generosidad?».

«Dios no se detiene en las apariencias», recordó Francisco, «y si juzgara sólo por las faltas, probablemente nadie se salvaría. Porque, ¿quién de nosotros no tiene alguna? No es así como se expresa la misericordia. Sabe mirar en el corazón de una persona, donde se esconde el deseo, el anhelo de volver al Padre y a su casa».

Y la exhortación con la que Francisco se despide es: «Tengan siempre a mano el manto de la misericordia, para envolver con su calor a quienes se acerquen a ustedes para ser perdonados». Luego ofrece consuelo «a los que están tristes y solos». Y, por último, «sean generosos como Ruth, porque sólo así el Señor los reconocerá como sus fieles ministros».

 

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