(Fides/InfoCatólica) La Carta se inserta en un esfuerzo concreto de sensibilización y de formación en la vida política y en la presencia activa en la sociedad que la Iglesia filipina desea llevar adelante a partir de hoy, para culminar en junio del 2010, cuando el pueblo será llamado a las urnas para las elecciones presidenciales, momento crucial para el futuro de la nación.
El periodo junio 2009–junio 2010 fue proclamado “año de oración y de compromiso por la construcción de la paz”, para promover con ello la “participación de los laicos en el cambio de la sociedad”. Los fieles católicos han sido invitados a recitar todos los domingos una oración con particular intención por el futuro de la sociedad y por el delicado paso electoral del 2010.
El documento subraya la urgencia de restituir una moralidad en la política, contaminada por la búsqueda del interés personal, del cinismo, de la apatía, la corrupción, la deshonestidad y las “estructuras de pecado” que perjudican el bien de la nación y la realización del Reino de Dios.
El texto, citando diversos pasajes de varios documentos y encíclicas sobre la enseñanza social de la Iglesia Católica, especifica modalidades y líneas de acción de la Iglesia Filipina en este delicado sector.
En primer lugar, los laicos son exhortados a ser testigos de la fe en el campo de la política, cumpliendo de esta manera una auténtica misión dirigida al bien común. Además, los Obispos hacen un llamado a las parroquias, a los institutos escolásticos católicos y al voluntariado, pidiendo su plena colaboración, a fin de que se preserve la integridad y la libertad del voto. Está presente además el llamado a todos los ciudadanos a saber cuidar, tanto durante como después de la votación, el secreto y la transparencia en los escrutinios, así como la correcta utilización de las cédulas.
En el texto, los Obispos toman posición rechazando algunas hipótesis que han circulado en la escena política: la posibilidad de atrasar la cita electoral del 2010 o la transformación de la Cámara de Representantes en una suerte de “asamblea constituyente” justo en la vigilia de las elecciones, lo que tendría el mismo efecto de trasladar a una fecha posterior el voto popular.
Se afronta además el dramático tema del respeto de los derechos humanos (con la firme condena de asesinatos extrajudiciales, raptos, extorsiones, torturas) y de la paz, citando la situación de violencia y conflicto que sigue presente en el sur de las Filipinas.
Finalmente, se hace un llamado al gobierno para que haga respetar las leyes, proteja a los débiles, vuelva a negociar con los movimientos de guerrilla para llegar a una paz auténtica, afirmado que el camino de la paz necesita de “arrepentimiento, perdón y reconciliación”.