Deriva de la certeza de que el Señor está cerca

Papa Francisco: la alegría cristiana no es «superficial y efímera, sino profunda y estable»

El papa Francisco rezó ayer domingo la oración del ángelus ante los miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. El Santo Padre acababa de llegar desde la catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán, donde poco antes había abierto la Puerta Santa de la diócesis romana. El Papa hizo referencia a las lecturas bíblicas del día, que hablaban del gozo de ser cristiano y de la necesidad de la conversión, predicada por san Juan Bautista antes de que Cristo diera comienzo su ministerio público.

(Zenit) Discurso completo del Santo Padre en el ángelus dominical:

«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el evangelio de hoy hay una pregunta realizada bien tres veces: «¿Qué debemos hacer?». La dirigen a Juan el Bautista tres categorías de personas: una, la multitud en general; segundo, los publicanos, o sea los exactores de los impuestos; y tercero algunos soldados.

A cada uno de estos grupos el profeta les pregunta qué deben hacer para obtener la conversión que él está predicando. A la pregunta de la multitud Juan responde que compartan los bienes de primera necesidad: Al primer grupo, a la multitud, le dice que compartan los bienes de primera necesidad. Y les dice así: «Quien tiene dos túnicas, dé una a quien no tiene, y quien tiene para comer, haga lo mismo».

Después, al segundo grupo, al de los exactores de los impuestos les dice que no exijan nada más que la suma debida; ¿Qué quiere decir esto? No pedir sobornos. Es claro.

Y al tercer grupo, a los soldados les pide no extorsionar a nadie y de acontentarse con su salario.

Son las respuestas, tres respuestas para un idéntico camino de conversión que se manifiesta en empeños concretos de justicia y de solidaridad. Es el camino que Jesús indica en toda su prédica: el camino del amor que actúa en favor del prójimo.

De estas advertencias de Juan Bautista entendemos cuales eran las tendencias generales de quien en aquella época tenía el poder, bajo las formas más diversas. Las cosas no han cambiado tanto ¿eh?

Entretanto ninguna categoría de personas está excluida de recorrer el camino de la conversión para obtener la salvación, ni siquiera los publicanos considerados pecadores por definición.

Ni siquiera ellos están excluidos de la salvación. Dios no excluye a nadie de la posibilidad de salvarse. Él está, se puede usar esta palabra, 'ansioso' de usar misericordia hacia todos y acoger a cada uno en el tierno abrazo de la reconciliación y del perdón.

A esta pregunta: ¿Qué debemos hacer?, la sentimos también nuestra. La liturgia de hoy nos repite con las palabras de Juan, que es necesario convertirse, es necesario cambiar dirección de marcha y tomar el camino de la justicia, de la solidaridad, de la sobriedad: son los valores imprescindibles de una existencia plenamente humana y auténticamente cristiana.

¡Conviértanse!, es la síntesis del mensaje del Bautista. Y la liturgia de este tercer domingo de Adviento nos ayuda a descubrir nuevamente una dimensión particular de la conversión: la alegría. Quien se convierte y se acerca al Señor siente la alegría.

El profeta Sofonías nos dice «Alégrate hija de Sion», dirigido a Jerusalén; y el apóstol Pablo exhorta así a los cristianos filipenses: «Estén siempre alegres en el Señor».

Hoy es necesario tener coraje para hablar con alegría, es necesario sobre todo fe. El mundo está asechado por tantos problemas, el futuro está gravado de incógnitas y temores. Y entretanto el cristiano es una persona alegre y su alegría no es algo superficial y efímera, sino profunda y estable, porque es un don del Señor que llena la vida. Nuestra alegría deriva de la certeza de que «el Señor está cerca». Está cerca con su ternura, con su misericordia, con su amor y perdón.

Que la Virgen María nos ayude a reforzar nuestra fe, para que sepamos acoger al Dios de la alegría, que siempre quiere habitar en medio de sus hijos. Y nuestra Madre nos enseñe a compartir las lágrimas con quien llora, para poder compartir también la sonrisa».

 

3 comentarios

Juan Carlos
"¡Conviértanse!, es la síntesis del mensaje del Bautista"

bien dicho! Pero a la fe de Cristo por supuesto
14/12/15 5:32 PM
Jovenzuelo
Gracias, hermano Juan Carlos. No llega a ser por esa matización tuya e igual los cristianos ingenuos -pobres de nosotros- pensamos al leer este discurso que el Papa estaba refiriéndose a que nos convirtiéramos a una extraña tradición religiosa sumeroacadia perdida en las noches de los tiempos... y no a la fe de Aquel a quien él mismo representa.

[/ironíaOff].

"Que sean uno, Padre, como tu y yo somos uno".

Nunca entenderé ese apuntillar las palabras del Papa. Dejemos al Papa ser Papa...

En los tiempos recios, no hay acto más limpio, noble, valiente y seguro para un católico que estar, a morir, con el Papa. Y más si ese Papa es... un regalo, y un hombre que conoce muy bien al Señor.

Paz y bien
14/12/15 9:58 PM
Juan Carlos
Estimado jovenzuelo: pido a Dios ser yo el que este equivocado y que tus valoraciones sean las correctas.
14/12/15 11:47 PM

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