(Alfa y Omega/Antonio Moreno) Recién casada y esperando su primer hijo, Ester Moncayo es una joven de la parroquia de San Patricio de Málaga, a quien, según explica, el rezo del rosario ha aportado «alegría en lugar de tristeza y esperanza en lugar de desesperación».
El rezo de las 50 avemarías ha sido un apoyo clave para ella y su familia en los momentos duros, como la enfermedad de su madre, y por eso Ester es uno de los muchos jóvenes españoles (cada vez más), que han incorporado a su vida diaria el rezo del rosario, recuperando su sentido espiritual profundo, y sacudiéndose los estereotipos de oración anticuada, mecánica y vacía.
El primer contacto de Ester con el rosario se remonta a su infancia: «Cuando era pequeña e iba a casa de mis abuelos, recuerdo verles rezándolo, con mis tíos», explica. En su casa también ha sido costumbre rezarlo de forma puntual junto a su familia, «por ejemplo en la carretera, cuando íbamos de viaje; o si alguno de mis hermanos o yo estábamos mal. Entonces nos reuníamos en familia en el salón, y lo rezábamos juntos».
Hoy, ya casada y con 25 años, lo sigue rezando. «Hace dos años –relata– empecé a rezar el rosario por unos amigos que me contaron que estaban regular en su matrimonio. Lo rezaba por ellos cada noche, y vi que su matrimonio se iba arreglando. Después encontré otro motivo aún mayor, cuando a mi madre le diagnosticaron cáncer. Lo rezaba para que ni yo ni mi familia nos alejásemos de Dios en esos momentos. Fue un año entero rezando cada noche por mi madre y por la familia, y nos ayudó muchísimo».
El rosario, explica, «nos hizo ver que Dios estaba con nosotros aun cuando mi madre nos dejó y subió al cielo, a unas semanas de mi boda. No se trataba de rezarlo para que mi madre se curase, sino para que aceptásemos la voluntad de Dios, y así ha sido. Echo de menos a mi madre, pero sé que está en el cielo, y esa certeza la tengo porque he visto cómo ha actuado Dios, a través del rosario y de la oración de muchos hermanos que rezaban por nosotros».
Eso sí: esta oración no es solo recomendable en los momentos de angustia, sino también para el día a día, dice Ester. «Rezarlo me aporta muchísima paz y me hace patente que Dios y la Virgen están conmigo», añade.
Para Ester, que pertenece al Camino Neocatecumenal, los estereotipos sobre el rosario como oración aburrida y para personas mayores están muy alejados de la realidad. «A quien piense eso –contesta– le animaría a rezarlo de corazón, sabiendo que no se trata de que Dios haga nuestra voluntad, sino de pedir ayuda a la Virgen para aceptar la voluntad de Dios. La oración no es de jóvenes o viejos, es del alma. Es una oración para los que son conscientes de que necesitan que la Virgen les ayude, que esté en su casa, en su vida. Para descubrir eso no hay que tener una edad determinada, sino querer que una madre interceda, y tener la certeza de que va a estar conmigo como Madre mía».
En las tiendas de aplicaciones para móviles hay decenas de apps para rezar el rosario. También las redes sociales ofrecen cauces para que jóvenes y no tan jóvenes se acerquen a una devoción que cuenta con siglos de historia.
Es el caso de Tania Bentum, que tiene 18 años y pertenece a la parroquia malagueña del Santo Ángel. «Empecé a rezar el rosario a los 12 años –relata–. Me lo enseñaron las Hermanas de la Cruz, porque yo estaba en un internado que tienen en Morón de la Frontera. Allí las niñas lo rezábamos todos los sábados en la capilla y los días en los que se celebraba alguna fiesta de la Virgen. Lo que pasa es que, entonces, para mí el rosario carecía de sentido. Dejé de rezarlo y apenas me acordaba de la Virgen, aunque sentía que faltaba algo en mi vida».
Un día, como por casualidad, «estaba en YouTube y me salió recomendado un vídeo de May Feelings, en el que salían jóvenes dando razones de por qué rezaban el rosario. Y yo me acordé de María y de cuando lo rezaba». Desde entonces, «intento rezarlo, si no todos los días, al menos todas las semanas. Hacerlo me ayuda a seguir a Jesús en mi día a día, teniendo como ejemplo a María, que ha sido la mejor y más fiel seguidora de Dios en toda la historia», dice.
Para Tania, «rezarlo es regalarle 50 flores a María, nuestra Madre. Todos queremos a nuestras madres y, de vez en cuando, les regalamos cosas. Si queremos seguir a Jesús, ¿cómo mejor que de la mano de su Madre? Cualquier cosa que le pidamos a nuestra Madre no nos la va a negar. A Jesús, siempre por María».