(InfoCatólica) El P. Juan Masiá explica su propuesta:
Estas parejas, por ser creyentes, desean ver bendecida su unión, aunque las circunstancias (adquisición del piso, consolidación del empleo, situaciones familiares) aconsejen retrasar la formalización de su unión.
Vale para estos casos la misa de esponsales como promesa mutua de contraer matrimonio. En ella reciben la bendición sobre el comienzo del proceso de su unión, que culminará más tarde en la celebración de la boda canónica.
Y añade:
Sobre la cohabitación no debe entrometerse quien acompaña pastoralmente, respetando las decisiones en conciencia de los "cónyuges en camino hacia el matrimonio".
El sacerdote jesuita indica que esa práctica pastoral supondría:
- Una teología del matrimonio como proceso; distinguir entre una boda, que dura un momento, y la comunión de vida y amor, que dura años.
- Una revisión de la moral sexual; más bien una moral de las relaciones (recíprocas, amorosas, justas, respetuosas), centrada en el reconocimiento y promesa mutua para unirse y crecer de modo auténticamente humano (unio consummatur modo humano: la unión se consuma de manera apropiada al ser humano).
El sacerdote pone un caso práctico con nombres ficticios:
Satoru y María (nombres ficticios de dos jóvenes creyentes: japonés y extranjera) se conocieron al asistir a celebraciones en el centro de acogida a inmigrantes. María es empleada del hogar y ahorra dinero para enviar a la familia en su país. Satoru es alumno de postgrado; para costearse sus estudios, hace horas como repartidor eventual; frecuenta además el voluntariado.
Tomando café con ambos después de la misa, me comentan que se han instalado en un estrecho apartamento de aquel barrio. “Asómese a verlo, padre, y de paso nos bendice la casa”, dice María. “Con gusto, le digo, pero bendecir solo la casa, sabe a poco. Mejor bendeciros a vosotros”. Se miran los dos sonrientes, y María me dice: “Para dentro de un año ya podrá ser la boda, pero ahora no estamos en condiciones”. “No me refiero a la boda, le contesto, sino al comienzo del camino hacia el matrimonio. Puesto que ya convivís, es natural como creyentes que sois, que queráis ver bendecida vuestra unión, con mucho mayor motivo que ver bendecida vuestra casa”.
“¿Y eso se puede hacer?”, pregunta Satoru. “Pues claro, si bendecimos el agua para el bautismo, y bendecimos el óleo para rezar con los enfermos, y bendecimos la cosecha en septiembre, y bendecimos a los animales de compañía, y bendecimos a los peregrinos al empezar su viaje... ¿qué nos impide bendecir el comienzo de la convivencia de una pareja que se quiere y que empieza a recorrer el camino hacia su matrimonio? Ya sabéis que la boda es un momento, pero el matrimonio es un camino. Ese camino de la unión matrimonial empieza antes de la boda, continúa después y dura mucho, confiamos en que dure toda la vida. Por eso me habréis oido decir en la homilía de la boda de vuestros amigos (y lo repetiré también en la vuestra cuando llegue el día) que Dios os bendice para que sigáis juntos “hasta que esa vida juntos os termine de unir” (que, dicho así, es mucho mejor que decir: “hasta que la muerte os separe”).
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