(Luis F. Pérez/InfoCatólica) Los prelados aseguran que «si la dirigencia política y social no toma medidas urgentes costará mucho tiempo y mucha sangre erradicar estas mafias que han ido ganando cada vez más espacio. Es cierto que el desafío es enorme y el poder de corrupción y extorsión de los grupos criminales es grande. Pero no es verdad que «nada se puede hacer».
Al mismo tiempo constatan que «muchos centros educativos, clubes barriales y diversas ONG colaboran en la educación, prevención y asistencia a las víctimas» y reconocen con gratitud «la ardua tarea que se desarrolla desde la Iglesia implementando en las diócesis la pastoral de adicciones, promoviendo la contención de familias, el acompañamiento y la reinserción social de los adictos. Valoramos de corazón el esfuerzo, la dedicación y la entrega de tanta gente generosa que colabora en comunidades terapéuticas».
Mea culpa
Los prelados entonan un mea culpa al reconocer que «como obispos somos conscientes de que no hemos sido suficientemente eficaces en promover una pastoral que convoque y contenga a los adolescentes y jóvenes. A su vez, seguimos alentando la creación de centros de asistencia para quienes sufren la esclavitud de la adicción y les cuesta salir».
Esperanza
Los pastores de la Iglesia en Argentina alientan «en la esperanza a todos los que buscan una respuesta sin bajar los brazos»: madres, padres y amigos de los drogadictos; comunicadores, docentes sacerdotes, consagradas, consagrados y laicos que trabajan con ellos; miembros de fuerzas de seguridad y funcionarios del Estado que aun a costa de su vida no se desentienden de los que sufren; y, por último, a los que resisten la extorsión de las mafias.
Los obispos lanzan a los que han caído en la droga el mismo mensaje que les dirigió el papa Francisco:
«Puedes levantarte, puedes remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad lo quieres. Tú eres el protagonista de la subida, esta es la condición indispensable. Encontrarás la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero nadie puede subir por ti».
Por último, piden a todos:
«No dejemos que nos roben la esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes. Cuidémonos los unos a los otros. Estemos particularmente cerca de los más frágiles y pequeños. Trabajemos por una cultura del encuentro y la solidaridad como base de una revolución moral que sostenga una vida más digna».