(ACI/InfoCatólica) «Y que habría puesto en su transmisión de la moral cristiana un tinte oscuro sobre la problemática conyugal o sexual, sobre la vida afectiva, etc. Bueno esa crítica es absolutamente infundada».
«En realidad, pienso que se nos quiere infundir una especie de complejo de culpa sobre este campo. Y es un complejo de culpa que ha dado resultado, porque muchas veces no se habla, aún en la predicación o en la catequesis, de esa área de la vida moral. No es la más importante, y no es la única evidentemente, pero se ha desplazado el foco de atención a otros ámbitos morales como, por ejemplo, las relaciones de justicia. La justicia es evidentemente una virtud fundamental, pero también hay otras virtudes que hacen a la constelación moral del cristiano; todas tienen, además, su base en una concepción acerca de la persona humana».
Tras este introito monseñor Aguer se introdujo de lleno en el comentario de los mencionados estudios: uno de ellos «refiere que cuatro mil universitarios han sido investigados por diez universidades norteamericanas acerca de las consecuencias del sexo casual, impensado, imprevisto, sin compromiso emocional ni expectativas de futuro. Las conclusiones tratan de vincular ese tipo de relaciones con la problemática de la salud mental con consecuencias emocionales muy serias especialmente en las mujeres jóvenes. Dice el estudio que provoca estrés, sentimiento de culpa, arrepentimiento y displacer en las jóvenes después de un encuentro sexual con un desconocido».
Indicó que estos estudios señalan «que el contacto sexual con extraños es más habitual en quienes tienen baja autoestima, y que «los estudiantes universitarios que habían participado en encuentros sexuales casuales presentaron niveles más bajos de autoestima, de satisfacción y de felicidad que aquellos estudiantes que no habían tenido relaciones ocasionales. El sexo casual también fue asociado con angustia, ansiedad y depresión».
Al respecto reflexionó que los datos «se refieren a la relación sexual irresponsable, sin vínculo afectivo estable y sin una perspectiva de futuro, que para nosotros, cristianos, es obviamente el matrimonio y la fundación de una familia».
«Dicen que sobre todo ocurre eso en los jóvenes asociado al consumo social de alcohol y de drogas que especialmente se combinan en las «previas», en las que los jóvenes consumen en exceso, y que en ese estado es previsible que se descontrolen. Al otro día se acuerdan de lo que pasó, se enteran por el relato de otros y se sienten mal».
Además destacó que «los psicólogos que intervienen en este tipo de estudios y de apreciaciones brindan algunos consejos que tienen una buena cuota de razonabilidad, pero que son también muy imperfectos y, desde el punto de vista de una antropología completa e integral, son deficientes. Están proponiendo que el camino hacia la madurez sexual implica el fortalecimiento de la autoestima, el autocuidado con el control de los impulsos, el diálogo entre padres e hijos, el diálogo con la pareja y la protección adecuada».
Monseñor Aguer explicó que «llaman protección adecuada a tratar de evitar el embarazo no deseado y la transmisión de una enfermedad de las que se propagan por vía de la relación sexual, pero no dicen nada del verdadero cuidado que tiene que ver también con la autoestima y con la madurez plena de la personalidad: es la virtud de la castidad, una de las virtudes del ámbito de la templanza. Implica que el hombre es un ser racional, y que por tanto tiene que orientar, y orientar desde dentro, hacia un orden acorde con su naturaleza y con su condición de persona, los impulsos básicos fundamentales».
«Como decía al principio, nos han acomplejado con que siempre estamos hablando de la castidad y puede ser que haya habido en otras épocas algunas tintas fuertes y excesos en ese campo, pero ahora no se habla de la castidad, como si hubiera desaparecido de la constelación de las virtudes humanas y cristianas. Pero de eso se trata: ¿cómo se llega a la madurez personal sin autocontrol, sin una disciplina personal, sin la búsqueda de un orden, sin que la razón, en todo caso, oriente los impulsos más básicos y los haga servir a la plena realización del hombre?».
Nosotros sabemos, por otra parte, por la predicación cristiana, por los mandamientos de la Ley de Dios, que la relación sexual tiene su pleno sentido y su justificación moral en el matrimonio. Aquí estamos hablando del extremo opuesto, precisamente, a lo que llaman sexo casual, que habría que llamar de modo apropiado «promiscuidad».
Hacia el final de su reflexión, Monseñor Aguer manifestó que «desgraciadamente, parece que esta conducta es frecuente entre los jóvenes en todo el mundo, pero estos estudios que relacionan este descontrol sexual con problemáticas psicológicas muy concretas y con una alteración y un detenimiento del proceso de maduración de una personalidad, es muy significativo desde el punto de vista de la educación».
«Entonces, aquí, la conclusión es que hay que volver a considerar las virtudes humanas y cristianas y, entre ellas, en el lugar que corresponde, también la virtud de la castidad que hace que las fuerzas que Dios ha puesto en el varón y en la mujer estén orientadas a aquello para lo cual lo pensó el Creador: la pareja estable, consagrada en el matrimonio, que es un bien social y el ámbito adecuado para la comunicación de la vida humana», concluyó el Arzobispo.