Las catorce estaciones fueron escritas por jóvenes libaneses

El primer Via Crucis del Papa Francisco

Instaurado en 1741, en 1964 el Papa Pablo VI fue al Coliseo para presidir el rito y, desde entonces, todos los años acude el Santo Padre. Como novedad, este año las meditaciones que acompañaron a las catorce estaciones del Via Crucis que discurrió por el Coliseo y la colina del Palatino de Roma, fueron escritas bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca de la Iglesia Maronita por jóvenes libaneses, tal como solicitó Benedicto XVI tras el viaje que realizó a Líbano el pasado año.

(La Gaceta/InfoCatólica) Fue el segundo gran acto del Viernes Santo y, también, el primer Via Crucis de Jorge Mario Bergoglio como Papa.

Como novedad, este año las meditaciones que acompañaron a las catorce estaciones del Via Crucis que discurrió por el Coliseo y la colina del Palatino de Roma, fueron escritas bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca de la Iglesia Maronita por jóvenes libaneses, tal como solicitó Benedicto XVI tras el viaje que realizó a Líbano el pasado año.

En la estación Jesús es condenado a muerte, los jóvenes denunciaron que en el mundo actual muchos son los «pilatos» que tienen en las manos los resortes del poder y los usan «al servicio de los más fuertes» y muchos los que, «débiles y viles ante estas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida». «No permitas que los fuertes se complazcan en el mal, en la injusticia y en el despotismo. No permitas que la injusticia lleve a los inocentes a la desesperación y a la muerte. Ilumina la conciencia de aquellos que tienen autoridad en este mundo, de modo que gobiernen con justicia», escribieron.

También denunciaron que en todas las épocas el hombre ha creído poder sustituir a Dios y se ha sentido omnipotente, capaz de excluir a Dios de su propia vida y de la de sus semejantes, en nombre de la razón, el poder o el dinero.

También hoy «se pretende expulsar a Dios de la vida del mundo» y psieronn como ejemplo «el laicismo ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre; o el fundamentalismo violento que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos».

Los jóvenes libaneses pidieron a Dios por los pueblos «humillados y que sufren», especialmente los de Oriente Medio, y en esa línea exigen libertad religiosa e imploraron la unidad de los cristianos para anunciar juntos el Evangelio.

En una región donde los cristianos son una exigua minoría, frente al Islam mayoritario, imploraron al Señor en el texto que les dé fuerza para permanecer en sus países, a pesar, incluso, de las persecuciones que sufren. Los jóvenes también analizaron el terrorismo, el homicidio y el odio y señalaron que «parece como si nada pudiera suprimir el mal en el mundo».

«Oremos por las víctimas de las guerras y la violencia que devastan en nuestro tiempo varios países de Oriente Medio, así como otras partes del mundo. Oremos para que los refugiados y los emigrantes forzosos puedan volver lo antes posible a sus casas y sus tierras», pidieron.

En esa línea abogaron por un Oriente Medio más fraterno, pacífico y justo, que recupere el esplendor de su vocación de ser «cuna de la civilización y de los valores espirituales y humanos». En las meditaciones pidieron que se proteja a las familias y se dignifique a los que sufren.

«Señor, tú nos enseñas que una persona herida y olvidada no pierde ni su valor ni su dignidad. Ayúdanos a lavar de su rostro las marcas de la pobreza y la injusticia, de modo que tu imagen se revele y resplandezca en ella», imploraron.

También tuvieron palabras de consuelo para las mujeres heridas en su dignidad, «violentadas por las discriminaciones, la injusticia y el sufrimiento y piden a Cristo que sea el bálsamo de sus heridas.

Los jóvenes no olvidaron a los muchachos que son víctimas de la droga, las sectas y las perversiones y piden, asimismo, «a los que promueven el aborto, que tomen conciencia de que el amor sólo puede ser fuente de vida».

Todos los años el Papa encarga las meditaciones del Vía Crucis a personalidades de la Iglesia católica e, incluso, de otras religiones, entre ellos el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.

El Vía Crucis fue instaurado en 1741. En 1964 Pablo VI fue al Coliseo para presidir el rito y, desde entonces, todos los años acude el pontífice.

Como es tradición, varias familias, religiosos y jóvenes portarán la cruz durante el rito. Este año serán dos muchachos de Brasil, donde se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud en julio próximo.

Al concluir el Via Crucis alrededor del Coliseo de Roma en el que participaron miles de personas, el Papa Francisco pronunció un breve discurso en el que señaló que la Cruz es la palabra, la respuesta de Dios –que es todo amor y perdón– ante el mal en el mundo.

A continuación el texto completo del Santo Padre:

Queridos hermanos y hermanas.

Les agradezco por su numerosa participación en este momento de oración intensa. Agradezco también a quienes se han unido a nosotros a través de los medios de comunicación, en particular a los enfermos y los ancianos.

No quiero agregar muchas palabras, porque en esta noche tiene que permanecer una sola palabra, que es la misma Cruz. La Cruz de Jesús es la palabra con la que Dios ha respondido al mal en el mundo.

A veces nos parece que Dios no responde al mal y se queda en silencio. En realidad, Dios ha hablado y respondido; y su respuesta es la Cruz de Cristo. Una a palabra que es amor, misericordia, perdón.

Y es también Juicio. Dios nos juzga amándonos, Dios nos juzga amándonos: si recibo su amor me salvo, si lo rechazo me condeno. No por Él sino por mí mismo, porque Dios no condena sino que ama y salva.

La palabra de la Cruz es la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y alrededor nuestro. Los cristianos tienen que responder al mal con el bien tomando sobre sí mismos la Cruz como Jesús.

Esta noche hemos escuchado el testimonio de nuestros hermanos del Líbano, quienes han escrito estas hermosas meditaciones. Les agradecemos por este servicio y sobre todo por este testimonio que nos han dado. Vimos cuando el Papa Benedicto fue al Líbano, hemos visto la belleza y la fuerza de la comunión de los cristianos de esas tierras y la amistad de tantos hermanos musulmanes y de tantos otros.

Fue un signo para Medio Oriente y para el mundo entero. Un signo de esperanza. Entonces, continuemos este Vía Crucis en la vida cotidiana de todos los días, caminemos juntos en la vía de la Cruz, caminemos llevando en el corazón esta palabra de amor y de perdón. Caminemos esperando la resurrección de Jesús que nos ama tanto, que es todo amor.

1 comentario

Tony de New York
Oremos por la iglesia en Libano.
30/03/13 2:45 PM

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