Fabio Nones, director del centro iconográfico de Trento

Aprender el arte de los iconos es aprender el arte de la oración

Fabio Nones, doctor en teología y director de un centro iconográfico en Trento (Italia) concluyó el 28 de febrero un curso avanzado para un grupo selecto de artistas, en el Centro Rusia Ecuménica, situado junto al Vaticano, que permite descubrir el misterio de los iconos. En una entrevista a Zenit, Nones, quien es miembro de la Comisión diocesana de Trento para el ecumenismo, explica la diferencia entre un artista, en el sentido común de la palabra, y el pintor de iconos. Aprender el arte de los iconos, según don Fabio, es aprender el arte de la oración que lleva a la comunión con Dios

(Zenit) "El artista que crea una obra de arte busca comunicar sus sentimientos, su visión del mundo. Mientras que el pintor de iconos se llama iconógrafo y es una vocación que busca expresar a través de los colores no tanto lo que siente, sus sentimientos, sino la fe de la Iglesia, de la comunidad cristiana que lleva dentro".

La pintura iconográfica agrega el maestro, que en su laboratorio realiza iconos, pergaminos, frescos y mosaicos, invita a la oración porque "la oración es comunión con Dios, no es necesariamente sólo recitar fórmulas sino vivir en comunión a su presencia y entonces ciertamente al pintar un icono rezo para tener una comunión muy fuerte con Dios".

Este tipo de pintura, explica el doctor Nones, no es sólo para expertos sino que es una invitación a todos, porque “el arte está muy empobrecido a nivel espiritual y la gente busca lo sagrado más que el arte religioso, como instrumento para la comunión con Dios para llegar a Dios".

"Y el icono es un instrumento muy fuerte, fascinante desde este punto de vista”, por lo tanto “todos pueden acercarse a la técnica de los iconos, al menos en un primer nivel. Y después, claramente, durante el camino, poco a poco, hay quien comprende que está siendo llamado a convertirse en un verdadero iconógrafo, otros muchos no continúan".

"A través de la pintura de iconos uno llega a descubrir el fundamento de la fe y, entonces, aunque no sirva desde un punto de vista artístico, servirá desde un punto de vista espiritual”.

Ahora bien, no sólo constituye una gran ayuda espiritual para el que pinta el icono, sino también para el que lo contempla, explica el maestro de iconografía canónica cristiana.

"Esto es muy hermoso porque en el cristianismo es Dios que sale al encuentro del hombre, es Dios que se encarna y asume un rostro, por este motivo nosotros lo podemos pintar. No somos nosotros quienes inventamos un rostro para Dios, sino que lo reproducimos, hacemos uso de él de una posibilidad que Dios mismo nos da, al haber asumido un rostro".

"Es decir —explica el maestro—, Dios nos sale al paso y el icono expresa eso: Dios nos encuentra, él nos contempla más de lo que nosotros le contemplamos, y claro está después las miradas se entrelazan”.

El arte iconográfico no es una reproducción de la naturaleza en sí misma, obedece a una lógica de colores y matices que permiten al observador ir más allá de lo evidente.

En los iconos, el fondo es dorado, por ejemplo, "porque expresa la gloria de Dios. El fondo puede ser dorado claro o incluso rojizo para expresar que el icono está fuera del tiempo, no hay un paisaje o ilusión óptica de la lejanía, es atemporal".

"Y el fondo quiere decir que el icono trata de ofrecer una mirada del mundo divino, el mundo sensible de lo alto. No repite las formas terrenas, no busca copiar la naturaleza como es sino que busca verla transfigurada a la luz de Dios".

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