Publicadas en internet

Nuevas pruebas sobre la autenticidad del Santo Grial que se custodia en Valencia

El investigador italiano Alfredo Barbagallo acaba de publicar en internet un documento de medio millar de páginas en el que resume las principales tesis después de tres años de investigación. La primera y menos novedosa es que el cáliz que se conserva en la capilla del Santo Grial de la catedral de Valencia procede de Oriente y pudo ser usado por Jesucristo en la Última Cena. Tanto Bargallo como la norteamericana Janice Bennett coinciden en que esta pieza sólo puede proceder del tiempo de Jesús.

(Santiago Mata/Gaceta.es) Otras dos hipótesis se refieren al camino por el que esta y otras reliquias llegaron a Roma y, desde allí, a Italia. Respecto al Cáliz valenciano, Barbagallo afirma que no llegó a España en los años inmediatos a la muerte de San Lorenzo (258), sino en torno a 590, como regalo del papa San Gregorio al rey Recaredo. Además, todas o parte de las reliquias halladas en la tumba de San Lorenzo procederían, pasando por la ciudad italiana de Arezzo, de la India, donde predicó el apóstol Santo Tomás.

El diácono san Lorenzo, cuyos padres eran de Huesca aunque quizá él naciera en Valencia, era administrador de los bienes de la Iglesia en Roma. Fue martirizado pocos días después que el papa Sixto II, el 10 de agosto de 258 (en la persecución de Valeriano), tras presentar a unos pobres cuando le exigían entregar al Estado los bienes de la Iglesia. Dentro del reparto de bienes materiales que se supone que organizó, habría dispuesto que el Grial se enviara a España.
Regalo papal

Frente a esta tesis de una traslación temprana, Barbagallo parece haber encontrado pruebas de una transmisión más tardía del Grial, en torno al año 590, cuando el papa san Gregorio Magno envió a varios países reliquias encontradas durante la construcción de la Basílica romana de San Lorenzo Extramuros. Es posible que las reliquias y tesoros almacenados bajo el patrocinio del santo español incluían muchos efectos de la primitiva Iglesia que no necesariamente tendrían relación con San Lorenzo. De hecho, en el mismo lugar hay enterrados tres papas. Según Barbagallo, ese tesoro incluye objetos enviados a Italia desde el lugar de martirio de Santo Tomás en la India.

La reliquia más importante enviada por San Gregorio Magno habría sido el Cáliz de la Última Cena, regalado al rey visigodo Recaredo, como enhorabuena por su reciente conversión al catolicismo (589).

El cáliz de vidrio

Barbagallo inició sus trabajos después de ver la imagen de un cáliz en un mosaico de la época (finales del siglo VI) en que se construyó la Basílica de San Lorenzo. Indagando, descubrió que al excavar en la basílica de San Lorenzo en 1863, el arqueólogo Giovanni Battista De Rossi encontró un cáliz de vidrio, que se conserva en la Biblioteca Apostólica Vaticana.

En torno a la basílica, hay yacimientos arqueológicos etruscos procedentes de Arezzo (Arretium), cuidad que conserva la leyenda de un obispo, San Donato, mártir en los primeros años del siglo IV, y que habría sido famoso por un milagro protagonizado precisamente por un cáliz de vidrio. Por otra parte, la arquelogía constata la presencia de elementos de la cultura propia de Arretium en la ciudad india de Arikamedu, donde fue martirizado Santo Tomás apóstol. Barbagallo concluye que desde Arikamedu se transportó a Arezzo un tesoro con reliquias de Santo Tomás, entre las que se contaría el cáliz de vidrio, y que ese legado pasó luego al yacimiento de la Basílica de San Lorenzo.

Canon Romano

Según Barbagallo, tanto el cáliz de vidrio como el Grial podrían proceder de Santo Tomás y haber llegado a Roma vía Arezzo, dado que las fechas en que vivió San Donato son inciertas, y no hay que descartar que pudiera haber sido coetáneo de San Sixto II y San Lorenzo.

En opinión de Barbagallo, el cáliz de vidrio podría haber sido usado por Cristo después de la Resurrección, y así se explicaría que se lo llevara el apóstol que había sido incrédulo. En todo caso, el cáliz solemne de bendición usado para celebrar la Pascua sólo pudo ser el de piedra, es decir, el Grial de Valencia. Su presencia en Roma, además, es muy temprana, pues a ella parece hacer referencia la expresión de que Jesús tomó “este mismo cáliz”, que aparece en el texto de la misa que sólo se empleaba en la Iglesia de la Ciudad Eterna (Canon Romano). El que el Canon Romano use el adjetivo “preclaro” de origen semítico precisamente para calificar al Cáliz, indica que entre quienes lo usaban había cristianos judíos, y por tanto es fechable en la segunda mitad del siglo I o como máximo en el II después de Cristo. Por tanto, si procediera de Arikamedu (cuya relación con Italia se interrumpe a mediados del siglo I), habría debido pasar casi directamente de Arezzo a Roma.

Jorge Manuel Rodríguez Almenar, profesor de la Universidad de Valencia y director del Centro Español de Sindonología, dijo a LA GACETA que la investigación de Barbagallo “es muy interesante y abre una línea que habrá que continuar, porque la falta de documentación no permite seguir el rastro del Cáliz en los primeros siglos. En todo caso, corrobora que el único que puede ser auténtico es el de Valencia”.

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