Una misionera española relata a La Razón el drama de los cristianos en la India

"Arrasaron los hospitales; creímos que nos iban a matar"

La hermana María Ruah habla deprisa y casi en un susurro, como si temiera molestar a alguno de los trescientos enfermos que viven en la leprosería de Santinagar, a cinco horas de Calcuta. Hace nueve años dejó su Madrid natal dispuesta a ejercer su vocación lejos de casa con las Misioneras de la Caridad, una congregación que vive aterrorizada por los últimos ataques violentos de los fundamentalistas hindúes. Tras describir los horrores que ha tenido que vivir, María asegura no tiene miedo: "El martirio es una forma de dar testimonio de nuestra fe. Y, a pesar de todo, tenemos que aprender a perdonar y seguir viviendo», concluye.

(Mar Velasco/La Razón) "Los del VHP (Vishwa Hindú Parishad, el partido más radical del Gobierno) acusaron a los cristianos de la muerte de un líder extremista hindú en el estado de Orissa el pasado mes de agosto", relata. "En realidad, los autores del asesinato han sido los miembros de una secta maoísta, pero lo hemos pagado los cristianos", explica.

"Nos acusan de proselitismo", asegura la hermana María. "¡Pero si todos nuestros enfermos son de otras religiones, sólo un uno por ciento es católico; si incluso el otro día en nuestro dispensario atendí a uno de los terroristas!", se lamenta. "La misma noche del asesinato, lanzaron un mensaje en el que decían que nos iban a eliminar en dos días", recuerda. "La amenaza se extendió como la pólvora y las hermanas de Orissa tuvieron que salir corriendo y refugiarse en la jungla. A algunas no les dio tiempo ni de ponerse el hábito", relata. "Rodearon los conventos y les prendieron fuego. Una de ellas pudo llamar por el móvil a la casa regional: `¡Nos van a matar!´, decía. Mientras, los fanáticos rompían los crucifijos, los hospitales y dispensarios, y dispersaban a los enfermos. A otras hermanas que iban con cuatro bebés en un tren les dijeron que habían bautizado a los niños y les empezaron a pegar. ¡Pero si jamás bautizamos a un niño porque no sabemos qué religión profesarán sus padres adoptivos!", explica. "Se hizo un llamamiento a todas las casas para que hiciéramos todo el día, por turno, hermanas y enfermos, adoración eucarística. Era la única manera de pararlo". La secta maoísta confesó, pero los ataques no cesan. "No tengo miedo. El martirio es una forma de dar testimonio de nuestra fe. Y, a pesar de todo, tenemos que aprender a perdonar y seguir viviendo", concluye.

"¡Padre, quieren quemarme viva..!"

En su camino de destrucción, los fanáticos hindúes dieron con un orfanato regentado por el padre Edward Sequeira. Le ataron, le torturaron durante más de una hora, le encerraron en su habitación y le prendieron fuego. Milagrosamente, el padre Edward logró salvarse encerrándose en el baño y respirando por una rendija. Antes de perder el sentido, oyó los gritos de Rajni Majhi, una joven que le ayudaba a cuidar a los demás niños, que había sido arrojada a las llamas. Rajni murió carbonizada. El padre Edward no puede reprimir las lágrimas: "Todavía oigo en la cabeza sus gritos: `¡Padre, quieren quemarme viva!´ Luego perdí la conciencia... Su muerte es la herida más profunda de todas las que tengo", relata a Asianews. El padre Edward, que se recupera en un hospital de Bombay, ha pedido sanciones para los terroristas.

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