Viudo, padre de dos hijos y abuelo de dos nietos

Un argentino se ordena sacerdote a los 75 años

Un viudo de 75 años fue ordenado ayer sacerdote en la ciudad de Río Cuarto durante una ceremonia en la que participaron su hijo, que también es sacerdote, y su nieto, que leyó las Escrituras, y presidió el titular de la Diócesis, monseñor Eduardo Martín. La particular y emotiva ordenación de Raúl Arturo Vera se ofició en la Iglesia de la Merced de barrio Alberdi de esa ciudad, 230 kilómetros al sur de la capital cordobesa, donde también estuvo el obispo de San Francisco, Carlos Tisera, su profesor en el diaconado que culminó con su hijo, hace 18 años.

(El Comercial) Demasiada emoción para Raúl Arturo Vera, quien para afrontar la prueba confió en su esposa muerta: "La tengo siempre presente y desde el cielo me va a estar dando un poco más de fuerza", dijo poco antes de comenzar la ceremonia. "El sueño de ser sacerdote nace cuando muere mi esposa hace un año", relató Vera.

En un caso único en el país con dos generaciones seguidas trabajando en nombre de Dios, la diócesis de Río Cuarto cuenta con dos sacerdotes del mismo nombre, Raúl Arturo y su hijo Raúl Vera, de 42 años.

"Nos van a diferenciar por padre-padre y padre-hijo" dijeron, unidos no sólo por el parentesco sino también por una profunda fe, que en el mayor de los Vera se manifestó ya en la norteña ciudad de Deán Funes, donde nació el 18 de mayo de 1933.

La historia de vocación religiosa que culminó con la ordenación sacerdotal es relatada por el mismo padre Raúl: "cuando hice la primera comunión me interesé por la parroquia y cada vez más por el Evangelio y Jesús", evocó.

"Gracias a Dios mi señora (Graciela) también se encontraba en la misma situación que yo, ya que era catequista. Formamos un hogar cristiano. Le rogamos a Dios que nos diera un hijo sacerdote y nos dio a Raúl", recuerda agradecido el cura.

Luego relató que comenzó a trabajar en el Correo. En el año 73 "me ascendieron -dijo- y fui enviado a distintos pueblos, primero a Ticino y después a Canals, donde estudié para diácono en la escuela del ministerio, y mi hijo para sacerdote en el seminario". Recibieron juntos el sacramento del orden en el grado del diaconado y el 1 de diciembre de 1990 el hijo fue ordenado sacerdote.

En tanto, al padre le llegó la jubilación después "de haber prestado 46 años de servicio. Me fui a La Carlota donde trabajé en la parroquia junto a mi mujer". Pero su compañera de tantos años, tras una larga enfermedad, murió el 7 de agosto del año pasado.

"Y allí fue cuando tomé esta decisión. Le comuniqué a mi hijo mi intención de hablar con el obispo para llegar al presbiterado. El señor obispo me aceptó y comencé a estudiar. Este año rendí una materia que habilita para confesar", detalló.

Para Raúl hijo, ya veterano en el camino que hoy inicia su padre, no hubo sorpresas: "sin que él me lo dijera, de algún modo siempre me imaginé que lo haría", manifestó.

"Mamá estuvo mucho tiempo delicada y más de una vez hablamos sobre qué sería de papá, y que si se daba el caso, que habláramos con el obispo para que sea sacerdote. Cuando falleció -dijo- le comentamos a monseñor Martín, y le pareció bien".

Tras la muerte de Graciela, su esposo reunió a sus dos hijos, Raúl y Daniel, padre de sus dos nietos -uno de ellos Pablo, de 11 años, participó en la ceremonia de ordenación-, y les planteó la posibilidad de tomar los hábitos.

El padre, abuelo y reciente cura, recreó ese momento: "viendo que ya tenía la última etapa de mi vida, le dije a los chicos de hablar con el obispo para ver si podía llegar al prebisterado".

Al obtener la aprobación, se fue a Río Cuarto para estudiar en el seminario y completar los estudios que por cinco años realizó para llegar a diácono.

"En julio aprobé Teología Moral y Derecho Canónico y quedé habilitado para confesar", resume el flamante cura Raúl su paso por aulas para transmitir el mensaje del Dios, al que hoy consagró su vida. -

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