(UPSA) El portugués Peter Stilwell, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Lisboa, pronunció su conferencia «Lectura de los signos de los tiempos: un desafío a la nueva evangelización». Comenzó su intervención afirmando que «más que hablar de la recepción del Concilio, prefiero subrayar la idea de que el Concilio aparece en la historia como un momento de recepción y de síntesis». Analizó la expresión «signos de los tiempos» como una de las más significativas del Concilio Vaticano II. Pero «en el magisterio posterior la expresión cayó rápidamente en desuso», reconoció.
Se trata de una expresión cuyo origen está en el Nuevo Testamento, en las palabras de Jesús a los fariseos, y en la que hay que rastrear también la herencia de la lectura de la realidad de la Acción Católica (método ver-juzgar-actuar). Stilwell analizó la presencia de este concepto en los textos conciliares y en otros documentos del magisterio de la Iglesia, en la clave de la apertura al mundo y a la esperanza por la acción de Dios en la realidad creada.
Una eclesiología para la Doctrina Social de la Iglesia
El segundo ponente de la mesa fue el jesuita Ildefonso Camacho, catedrático de Teología Moral en la Facultad de Teología de Granada, con una ponencia titulada «La moral social». El ponente afirmó que «hay una continuidad significativa entre la etapa de Pablo VI y la etapa de Juan Pablo II, y la contestación que se produce en torno al Concilio por la doctrina social no se refiere tanto a los contenidos como a los presupuestos, y en concreto a la relación de la Iglesia con la sociedad que subyace a los documentos».
Esta crisis, este debate interno «supuso una revitalización del pensamiento social de la Iglesia, y a una nueva identidad del discurso y de la praxis social de los cristianos», afirmó Camacho. Y aludió a la eclesiología del Concilio Vaticano II, que define a la Iglesia como sacramento, como «signo de algo que plenamente sólo será realidad al final de los tiempos», y que habla de la Iglesia como pueblo de Dios, subrayando la vocación cristiana y la misión como algo común a todos sus miembros. Por eso «desde la eclesiología del Vaticano II hay ya bases importantes para el desarrollo postconciliar de la doctrina social de la Iglesia».
Con los papas Pablo VI y Juan Pablo II
Las tareas pendientes para la doctrina social de la Iglesia respondiendo a los planteamientos del Concilio son, para el ponente: resituar la doctrina social de la Iglesia, avanzar en una doctrina teológica que permita formular aquello en lo que el cristianismo coincide con otras visiones a la vez que lo distintivo, avanzar en la clarificación del papel que le corresponde a los laicos, y asumir el pluralismo social y el respeto a la conciencia individual.
El profesor afirmó que «Pablo VI asumió de forma explícita los dos grandes retos que dejó abiertos el Concilio, en Populorum progressio y Octogesima adveniens», y también destacó su asunción del «diálogo como la mejor manera de configurar las relaciones de la Iglesia con el mundo». Este Papa también se refirió al reto de las desigualdades socioeconómicas, «situando el tema en dimensiones planetarias, y aquí radica la novedad: las diferencias Norte-Sur en el mundo». Una cuestión fundamental del postconcilio fue, según Ildefonso Camacho, «cómo incorporar en la misión de la Iglesia la lucha por la justicia en el mundo, a lo que respondió el Sínodo de 1971».
El pontificado de Juan Pablo II «vino marcado por dos coordenadas: su procedencia geográfica, de Polonia, y 1989, con la caída del Muro de Berlín como cambio del escenario mundial, en el que se desarrolla el proceso de globalización». Una cosa que llama la atención en este Papa es «su atención a los sistemas económicos, que se hace evidente en Centessimus Annus, cuando explica el fracaso del colectivismo y del capitalismo, haciendo un juicio cristiano de este último».
Juan Pablo II, según el ponente, «reconduce los problemas siempre hacia el mundo de los valores», como se ve en Sollicitudo rei socialis al hablar de las estructuras de pecado como criterios espontáneos de actuación opuestos a la solidaridad como clave de bóveda de un sistema alternativo. Así, la doctrina social de la Iglesia no es sólo una versión cristiana de la sociología, sino que «su fuente es la revelación, lo que la aparta del enfoque de la ley natural, poniéndola en el ámbito de la teología moral. Por eso en ella no hay que buscar modelos alternativos a los vigentes, sino grandes orientaciones para criticar los actuales y orientar la búsqueda de otros mejores».
Este enfoque bien entendido «garantiza la libertad de la Iglesia, la libertad en la Iglesia y la autonomía de los laicos en las cuestiones temporales», y también «la doctrina social de la Iglesia se entiende como una tarea de evangelización, no como una parcela particular».
En cuanto al pontificado del Benedicto XVI, el profesor Camacho señaló una estrategia concreta en el pensamiento social del pontífice alemán. «Caritas in veritate es una encíclica social de un Papa teólogo, que decepcionó a algunos, porque esperaban otra cosa. Su aportación principal es la integración de la doctrina social de la Iglesia en la teología y la antropología. De una concepción de Dios nace una concepción del ser humano, y esto sirve para iluminar la sociedad y toda la realidad». Así, responde a los dos retos de la sociedad contemporánea: la injusticia y la secularización, en el marco de la secularización y de la crisis actual. Dando importancia a la categoría de relacionalidad e introduciendo la lógica del don.
