El Santo Cristo, el mejor testigo y más solícito protector


Estuve en La Laguna, como algunos sabéis, predicando cinco días antes a la celebración de las fiestas del Santo Cristo, cuya foto veis aquí. Escribí la semana pasada un resumen de mis meditaciones allí. Pero voy a compartir con vosotros, profundizando más, lo que allí prediqué, porque creo que este tema, que es uno de los misterios de nuestra fe, es de interés aquí como allí, ahora y siempre actual.

Se acabaron los tiempos de la frivolidad religiosa, se acabaron los tiempos en que era fácil, quizás demasiado fácil, ser cristiano. Estamos viviendo tiempos en los que quienes queramos ser cristianos, tenemos que quererlo de verdad, desafiando los poderes de este mundo, desafiando las modas y soportando el desprecio y la marginación de quienes pretenden ser más sabios y más poderosos que el Dios del Cielo.

Mientras preparaba los temas para estas predicaciones, me preguntaba ¿y que les puedo decir yo a mis hermanos de La Laguna para animarles a celebrar con hondura y con provecho sus fiestas del Santo Cristo? Al leer la historia gloriosa de vuestra Ciudad he visto que esta imagen admirable de Cristo en la Cruz os acompaña desde los tiempos de la evangelización de las islas. Con la fe cristiana llegó hasta vosotros esta imagen admirable que os acompaña desde entonces. Es obligado pensar que esta presencia no ha ocurrido sin una intención de la divina Providencia. Esta imagen venerable es, por cierto, una joya cultural y artística, pero es sobre todo un signo elocuente de la providencia de Dios hacia vosotros. Y aquí encontré la respuesta a mi pregunta y el alivio de mi inquietud. No tengo que inventar nada, basta con que sepamos escuchar el mensaje de Jesucristo.

¿Qué quiere decirnos hoy este Santo Cristo, tan callado y tan elocuente, que lleva siglos siendo el mejor testigo y el más solicito protector de la vida de vuestra Ciudad?

Entiendo que la primera palabra de esta imagen conmovedora y dramática al mismo tiempo es remitirnos a la verdad del hecho original. Tenemos ante nosotros este Santo Cristo porque un día la malicia de los dirigentes de su pueblo y la ambición condescendiente y cobarde de los gobernantes del momento condenaron al suplicio de la Cruz a aquel hombre santo y bueno que hablaba de Dios y curaba a los enfermos. No podemos quedarnos en la imagen, tenemos que trasladarnos a la verdad del hecho, a la muerte real y verdadera de Jesucristo en la Cruz, por nuestros pecados, por los pecados del mundo, por la ambición de unos y la soberbia de otros, por la malicia y la ignorancia de todos. Tenemos que pensar en la historia completa, porque este hombre desgraciado, maltrecho, rechazado y maltratado como el más grande malhechor, al tercer día fue resucitado gloriosamente por el poder de Dios. Y resucitándolo Dios lo constituyó Señor y Salvador del mundo. Resucitándolo Dios lo presentó ante el mundo entero como Señor del Mundo, verdadero camino y fuente de salvación. Era verdad que El era el Hijo de Dios, era verdad que El es el verdadero camino de la salvación, era verdad que El es la verdad profunda de nuestra vida, el terreno firme de nuestra vida.

Antes de morir, desde el trono de la Cruz, y con la seriedad que pone la muerte en las palabras de un hombre agonizante, Jesús nos dejó el mensaje de su vida resumido en dos palabras, una palabra de perdón, de fraternidad, y una palabra de piedad y de adoración. “Padre perdónalos”… “En tus manos Dios mío pongo mi vida”. Una primera palabra de perdón y de fraternidad. Con sus brazos abiertos en la Cruz, El ruega por todos los hombres, del norte del sur, del este y del oeste, del pasado, del presente y del futuro. El es el Hermano universal, El quiere que todos vivamos como hermanos verdaderos, que nadie se sienta despreciado y excluido. Su corazón es la Casa de todos, no una caridad selectiva, no una caridad de meras palabras.

Es un verdadero sarcasmo que ahora lo quieran quitar de los espacios públicos diciendo que el crucifijo puede ser causa de tensiones y de conflictos. El, que murió por todos, El, que murió perdonándonos a todos, El que murió para que todos fuéramos hermanos. Después de haberlo crucificado como un malhechor fuera de la Ciudad, ahora quieren borrar su recuerdo de las mentes del los niños y de los jóvenes. No lo vamos a permitir. Si lo quitan de los lugares públicos, lo llevaremos bien a la vista sobre nuestro corazón, lo pondremos en la puerta de nuestras casas, para que todo el mundo sepa que este Jesús de la Cruz es el Rey de nuestros corazones y que tenemos puesta en Él la esperanza de nuestra vida.

Más hondamente todavía, el Cristo colgado de la Cruz es el símbolo definitivo del amor de Dios, el llegó a la Cruz por cumplir la voluntad de su Padre que le había enviado al mundo para que fuese nuestro Salvador. Tanto amo Dios al mundo que nos dio a su Hijo, y nos lo dio a pesar de que nosotros lo rechazáramos, nos dio aunque nosotros lo lleváramos al patíbulo de la Cruz. Este Jesús colgado de la Cruz es el Hijo eterno de Dios, la segunda persona de la Trinidad, que se ha dejado matar para que nos convenciéramos de que podemos contar con el amor de Dios. Jesús ha vivido y ha muerto para convencernos de que no estamos solos en el mundo, no somos hijos de la tierra, sino que somos hijos de Dios, nacidos de su corazón de Padre, creados por El a su imagen y semejanza, ciudadanos del cielo y llamados a la vida eterna. De esta manera nos enseña a vivir como hijos de Dios, practicando la oración y las obras de misericordia, la justicia, la caridad. Qué contraste con lo que escuchamos por nuestro alrededor, cuánta necesidad de fortalecer junto a la Cruz de Cristo nuestras convicciones.

Hagamos el proposito de acercarnos a Cristo crucificado, de dejar que nos llegue su palabra, oración. Entremos en el corazón de Cristo para que Él entre en el nuestro. El Hijo de Dios murio por un mundo nuevo, de piedad y de amor. Que nos conceda la gracia de vivir con El en su mundo, el mundo de los hijos de Dios, el mundo de la fe y de la santidad de vida. Queremos ser habitantes, testigos y misioneros de este mundo de salvacion y de paz.

10 comentarios

  
Marco
Gracias Don Fernando,

Ya era hora de que alguien hablara en esta web del amor de Dios, y no tanto de la doctrina, catequismo, herejes y apóstatas, infiernos y demonios, como si fueran fariseos obsesionados con las leyes. Como bien dice usted; "El quiere que nadie se sienta despreciado y excluido". En esta web, en demasiadas ocasiones, se utilizan los blogs para despreciar a un sifín de sinceros católicos.

Gracias por decir que "El Hijo de Dios murió por un mundo nuevo ,de piedad y amor". En los comentarios de esta web se aprecia tan poco amor y tan poca piedad...
22/09/09 8:18 AM
  
Luis López
Maravilloso artículo Monseñor: "Sólo me gloriaré en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo” (Gál. 6, 14).

Carlo, lea bien el Catecismo, que parece no enterarse. Si alguien por sus circunstancias particulares no ha podido conocer a Cristo, no ha tenido la oportunidad de conocerlo pero en su vida adora al verdadero Dios con coherencia puede salvarse -se admite como mera posibilidad-. La afirmación de que no hay salvación fuera de la Iglesia no se refiere a los que, sin culpa suya no conocen a Cristo y a la Iglesia por El fundada.

Pero no se salvará el que tenga oportunidad de conocer a Cristo, y no quiera hacerlo. O el que conociendo a la Iglesia se salga voluntariamente de ellas o prescinda conscientemente de los Sacramentos. "No se nos ha dado en el cielo y en la tierra otro nombre que el de Jesús debajo del cual podamos salvarnos" (Hch. 4,12); "Quien cree en Él, no es condenado; pero el que no cree ya está condenado" (Jn. 3,18). "En verdad, en verdad os digo que si no comiereisla Carne del Hijo del Hombre y no bebieseis su Sangre no tebndréis vida en vosotros" (Jn.6,52)

Es necesario en todo caso buscar a Dios; no ser creyente y "no perseverar hasta el final" en la búsqueda de Dios impide la salvación, pues como dice el Catecismo: "los que buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna".

Pero en todo caso queda claro que es contrario a la fe católica considerar que la Iglesia Católica sería un camino más de salvación que vendría a ser complementado por otras religiones.
22/09/09 11:07 AM
  
Carlo
Señor Lopez:

Judios y cristianos esperamos el mismo Reino de Dios.Esperamos la resurreccion de los muertos en una Tierra renovada por el Creador.
22/09/09 3:08 PM
  
Almudena
Valiosísima reflexión Monseñor, mirar el crucifijo sin quedarse en ese momento, sino trascender al antes y al después del Hombre que ahí yace.
Hay que ser humilde para ser cristiano, la envidia y la soberbia no soportan que haya habido nadie superior. El que así siente, se cree asímismo dios, actúa como si fuera dios, y necesariamente tiene que borrar del mapa todo aquello que le recuerde que el no es Dios.
22/09/09 4:46 PM
  
Luis López
Carlo, por una vez -a ver si no es la última- estamos de acuerdo: "Vi un nuevo cielo y una nueva tierra, porque el primer cielo y la primera tierra han desaparecido; y el mar ya no existe. Y vi a la ciudad santa, a las Jerusalen celeste, que bajaba del cielo al lado de Dios como una esposa ataviada para su esposo. Y oí venir del trono una gran voz, que decía: "He aquí la morada de Dios con los hombres; Él habitará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo morará con los hombres. Se enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá más muerte, ni luto, ni clamor ni pena, porque el primer mundo ha desaparecido" (Ap. 21, 1-4)

Unos versículos éstos no muy diferentes a los que usa el profeta Isaías (pe. 60, 66...) para describir el reino mesiánico. ¡Adveniat regnum tuum!
22/09/09 6:39 PM
  
Marco
Me produce mucha tristeza que este artículo que describe la esencia de nuestra fé en Jesu Cristo nuestro Señor. Que describe nuestra esencia como cristianos católicos, haya recibido tan pocos comentarios.
Más todavía, viendo la cantidad de comentarios que reciben y las alabanzas que reciben aquellos artículos (y articulistas) en los que se habla de decálogos, apostasías, herejías, infiernos, Obispos vascos, Jesuitas...
22/09/09 10:52 PM
  
Conchi
Tienes razón,Marco.Yo creo que los cristianos somos un poco irreflexivos de lo que es el Cristo en la cruz.Será por la costumbre de verlo y no pensar en que así sucedió.Pero diré con el Papa Juan Pablo II,cuando se criticaba la película "la Pasión",de Mel Gibson,de demasiada crueldad..."Y SIN EMBARGO PASÓ".Creo que es fuerte, para estas épocas que corren;la Fe está corriendo el riesgo de difuminarse.Estemos alertas.
24/09/09 7:05 PM
  
Juan
Querido Don Fernando: ¡Muchas gracias!. He leído y releído su artículo y le digo sinceramente que me ha puesto contra las cuerdas... me ha ayudado a reflexionar sobre lo esencial y también a comprometerme sin miedo: Sólo Dios basta y El nos da la fuerza para amar al prójimo, para afrontar las dificultades de la vida, para hacer brotar las mejores cualidades del ser humano para el bien.¡Muchas gracias!
12/10/09 6:20 PM
  
naftul
el "rabino" carlo debería escribir sus mamonadas en otro sitio, por ejemplo en " judios despistados.com" vamos digo yo.A mi el dialogo interreligioso no me interesa, y no hay nada cierto en su exposición.Recemos por su conversión a Jesucristo el Hijo de Dios. Si no se convierte este tipo no se salva, esta claro.
14/10/09 10:54 PM
  
jasp
La imagen del Cristo de la Humildad está –aún- en lugar público.

La vendimia de este año he podido estar en el pueblo donde nací. Los primeros días de septiembre durante la mañana y la tarde el sol era abrasador. Por la noche algunos vecinos acudíamos, a veces, a un paseo de álamos y otros árboles a tomar el fresco. Entre cotilleos, chascarrillos y recuerdos pasábamos unas dos horas, de diez a doce de la noche. Llegada la hora de retirarse, con toda naturalidad, nos acercábamos al final del paseo, para rezar ante la imagen del Cristo de la Humildad, que está situada en una hornacina, en la pared exterior de un antiguo convento. No sólo íbamos los contertulios, sino que también lo hacían madres jóvenes con sus hijos; vecinos –más vecinas-, que había en otros corros, y que se habían formado en la calle para charlar; mujeres y hombres, que salían a pasear, y aprovechaban la ocasión de pasar cerca para ir a rezar ante el Cristo.
-Señor mío, buenas noches. Dales una buena vendimia a todos los del pueblo y a los forasteros que han venido para trabajar en el campo. Amén.

Estos días de recolección Cristo no sólo se presenta en sus imágenes, sino que, creo, ha querido hacerlo a través de uno de los emigrantes rumanos.
A los pocos días de empezar la recolección llegó una familia rumana, formada por el matrimonio joven y los padres de uno de ellos. Habían llegado la noche anterior, en un viaje que había durado cuatro días, pero como no tenían alojamiento durmieron a la intemperie.
Durante la mañana estuvieron esperando a ver si un familiar mío, que a aquellas horas no estaba en el pueblo, les facilitaba alojamiento, como otras veces. La muchacha joven hacía de intérprete: nos dijo que aún no habían comido, y que esperaban la contestación a su petición sentados en la acera de una plaza cercana.
Cuando llegó mi familiar les dijo que esta vez no podía ser. Tuvieron que buscarse otra casa para dormir.
A la mañana siguiente de su llegada, por mediación de una señora, nos pidieron una bombona de gas. Accedí. Además para mí era sacarme un estorbo de casa.
Al poco rato llamó a la puerta el hombre mayor para recoger lo pedido. Este hombre no hablaba español. Cogió la mercancía: Se marchó sin decir nada: Ni se giró.
Yo que esperaba un “gracias”; no se lo oí. Y ya que no hablaba español, al menos, nos podía haber sonreído; ni siquiera eso. Él se fue con su bombona adelante, sin mirarnos.
La primera impresión que tuve fue: ¡qué soso!
Después me di cuenta que el que había tenido que dar gracias y sonreír era yo. Aquel hombre me había dado la oportunidad de haber servido a Cristo, o al menos me había quitado un cacharro de en medio.
25/10/09 11:26 AM

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