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20.05.14

El encanto de la vida misionera cotidiana

Ushetu, Tanzania, 20 de mayo de 2014.

Queridos todos:

Espero que estén muy bien. Al fin puedo escribirles desde Ushetu, nuestra querida misión, luego del mes en Musoma, por el estudio del swahili, y de otro mes mas en Dar es Salaam, debido al accidente del P. Johntin. Hoy he podido regresar… y sentirme en casa nuevamente. Aquí mirando por la ventana de mi cuarto, recibiendo el aire fresco de la noche, y escuchando el silencio apacible del campo… que tanto extrañaba. La verdad que la llegada ha sido de lo más agradable, con una gran cantidad de niños y gente que estaba en la parroquia debido a actividades de distintos grupos… salieron a recibir, saludar efusivamente, y con mucha alegría. Se ha notado que extrañaban la presencia de los sacerdotes, y eso hace ver que hay un verdadero clima de familia.

Aprovecho a enviarles esto, son relatos de algunos meses atrás, que se me habían traspapelado, con la intención de publicarlos en algún momento. Creo que por más que haya pasado el tiempo, no dejan de tener interés. Podrían ser sucesos de noviembre o mayo, y en cualquiera de esos meses tendría su encanto la vida misionera cotidiana.

Apostolado con los niños

Algunos recordarán la crónica del Día del Niño en la misión que escribí el año pasado. La verdad que uno se pone a acordar y realmente estuvo muy bueno, muy gratos recuerdos. Aunque mi modo de predicar, y más en aquéllos meses (hace casi ocho meses atrás), sólo se limitaba a estar presente, estar con sotana, sacarles fotos a los chicos y grandes, y jugar un rato a alguna cosa… No podía hablarles, pero se predica con la sotana en medio de ellos. Les cuento una anécdota de aquél día, por poner un ejemplo. En la procesión veía a dos nenas que estaban jugando y se mataban de risa, y hablaban fuerte, y distraían a los demás. Me acerqué como para decirles algo, retarlas… y una de ellas, me agarró la mano y siguió la procesión así… ¡me desarmó! No le pude decir nada… así son los chicos acá. Se ve que lo hacían sin darse cuenta, no tenían ni idea. Pero lo admirable, fue que tuviera esa confianza para darme la mano, ya que acá a los “blancos” los ven como algo raro, y muchos chicos se asustan… pero ahí pude ver lo bueno que es que ellos se acostumbren a vernos en medio de ellos, que les sea natural ver al misionero, ver la sotana. Se acercan, y no nos tienen miedo… nos ven como sus amigos.

De paso, que en la escuela, por ejemplo, toda la educación es con el palo. Les pegan por cualquier cosa, por llegar tarde, por tener la ropa sucia, por ir descalzos, por no llevar una tarea, por no llevar las cosas que les piden los maestros. Es decir, que siempre está la distancia con la autoridad, con los maestros… en cambio los niños mas chicos, a nosotros ya nos ven de otra manera. Es algo muy bueno, y veremos los frutos cuando estos niños vayan creciendo.

Domingo 17 de noviembre

La providencia dispuso un domingo muy especial en la misión. En primer lugar, tuvimos la misa parroquial, a la hora acostumbrada, pero un abuelo de la parroquia, de unos 80 años mas o menos, que vive muy cerca de nosotros, se casó en segundas nupcias. Había quedado viudo hace algunos meses atrás, y verdaderamente no podía continuar viviendo solo, se le hacía muy difícil. El asunto resultó que se casó, para gran ejemplo de los fieles presentes, ya que deseaba hacer el casamiento por iglesia como condición indispensable. El casamiento fue rodeado de alegría, en la ceremonia y en la fiesta. El abuelo Clemente había llegado muy bien preparado con su traje, pero la novia no había tenido medios como para disponerse con ropas mejores. Ella es de una aldea bastante alejada, y no acostumbran a tener vestidos de fiesta. Así que cuando llegó a la iglesia, las hermanas se la llevaron mientras comenzaba la misa, y le pusieron un vestido de novia que han traído precisamente para estas ocasiones. Cuando la novia entró en la iglesia parecía otra … tanto que la gente aplaudía y daba sus clásicos “gelegeles”.

Luego de la misa, el padre Johntin fue a la aldea de Kangeme. En éste último lugar esperaban con una fiesta para cerrar el “Año de la Fe”, y habían preparado nada menos que 84 bautismos. Luego vinieron los festejos, y el padre estuvo recorriendo algunas de las casas como es costumbre. Llegó a la misión ya entrada la noche.

En el caso mío, Filipo (nuestro catequista de Ibelanzuha) me había invitado a ir a una aldea donde pedían la bendición de las semillas. Es una muy buena costumbre que tienen, que antes de sembrar traen las semillas a la iglesia. Y como ya cayeron las primeras lluvias, están listos para comenzar a sembrar, apenas caiga un poco mas de agua. Esta aldea, Mkwangulwa, es aquella de la que les contaba en una crónica, que no tenía capilla, porque se había caído, al quedar medio abandonada la atención por parte del catequista anterior. Así es que Filipo se comprometió a ir todos los domingos, después de la misa acá en el centro parroquial. Y como la vida de un kigango (aldea–capilla) depende mucho del catequista, es admirable ver cómo han crecido estos católicos en tan poco tiempo. Filipo les va trasmitiendo su entusiasmo por las cosas de la fe. La mayoría están preparándose para recibir el bautismo. Incluso el catequista ayudante, que Filipo está preparando para que quede luego a cargo, es un catecúmeno… que debe también casarse y recibir los demás sacramentos.

Se agregaban más motivos para ir, porque la otra oportunidad habíamos bendecido el terreno donde había estado la anterior capilla, que se cayó y quedó reducida a nada. Pero resultó que ese terreno ya lo había adquirido otra persona, y no sé qué dificultades más, que decidieron a los fieles a juntar dinero y comprar otro terreno (acá la tierra no es cara). Lo bueno fue que compraron un terreno bien cerca de donde está el grupo de casas (no me animo a decir “el centro”, no llega a tanto). No hay mal que por bien no venga.

Cuando llegamos a la escuelita donde se celebra la misa por ahora, hasta tener capilla, ya habían algunos fieles esperando. Mientras iban llegando algunos más, comenzamos con pequeñas enseñanzas, ya que están necesitados de escuchar y aprender. Comenzamos con la señal de la cruz, que casi ninguno la sabía. Luego las oraciones del cristiano. Hay que decir que la gran mayoría entiende swahili, pero mucho mas entienden su dialecto sukuma, que es de su “kabila” (tribu). Así que en mi pobre swahili les hablaba, y Filipo traducía al sukuma, pero me causaba gracia… porque veía que Filipo mas bien “entendía” lo que yo quería decir… y él lo expresaba mejor… y en su idioma. Me llenaba de satisfacción verlo a Filipo “traduciendo”.

Luego de la misa, fuimos cantando en procesión hasta el terreno nuevo, para bendecirlo. Ya han llevado algunas piedras para los cimientos, y han hecho los ladrillos, que ahora estaban quemando en la casa de uno de los fieles. Ya se viene la construcción de la capilla. Le he pedido a Filipo que me avise cuando comiencen, porque quiero ir a ver cómo trabajan en comunidad, y si puedo, tratar de dar una mano. Me imagino que debe dar mucha alegría construir una capilla en África… en una pequeña aldea… y ante la mirada sorprendida de los vecinos.

Luego de la bendición, retornábamos a la escuelita, pasando antes por la casa de uno de los fieles, para bendecirla. Pero fuimos todos. Eso es algo muy lindo, porque los fieles católicos en estos lados, forman una verdadera familia. Todos se conocen, saben donde viven los otros, y cada miércoles se juntan a rezar en una casa distinta, y todos van allí. Cuando se convierte un pagano o un musulmán… entra a ser parte de ése “jumuiya” (familia). Cada jumuiya tiene su catequista, su líder, su secretario… los van eligiendo cada tres años, hay todo un reglamento.

“Sungusungu”

Aquí llegamos a un punto que merece ser contado. Cuando pasábamos por el medio de la aldea, cantando cantos a la Virgen, encontramos un nutrido grupo de gente reunida. Primero pensé que había algún velatorio… pero no, me respondieron que era un “sungusungu”. Es decir, un juicio. El sistema de los juicios locales es tan interesante y novedoso para nosotros que necesitaría dedicarle una crónica sólo a ése tema. Resumiendo, podemos decir que antes de ir al juicio del gobierno, y al sistema punitivo oficial, tienen sus tradiciones de juicios locales, que el gobierno respeta. Así, por ejemplo cuando hay un robo (suelen ser sobre todo estos casos los que juzgan), se hace la denuncia, las investigaciones, y se llama a la comunidad al “sungusungu”. Allí hay uno que dirige el juicio, que hace las preguntas y llama a los testigos.

Hay otros que son miembros, no recuerdo la cantidad. Éstos deben acudir obligatoriamente, so pena de recibir castigos en multas (pagar un chivo, por ejemplo), o castigos corporales (palos). Así es que se logra una buena asistencia e interés, como verán. Nunca se suspenden por “falta de quórum”. Luego, pueden participar todos los que deseen. Se llena de curiosos, ya que en estos lados no hay televisión ni nada, todo toma el clima de una trama policial. En fin, que en varios momentos del juicio le pueden pegar al acusado con palos, para que confiese. Cuando recibe la pena puede ser golpeado nuevamente. Y si ha robado cosas de mucho valor, o ya es un reincidente, se puede llegar hasta la pena de muerte, que ejecutan sin dudar, en el momento. De echo así lo hacen cuando están seguros, y de esa manera se adelantan para que no intervenga el gobierno.

Lamentablemente muchas veces es con castigos muy desproporcionados, como la semana pasada, que encontraron a uno robando, y como fue encontrado in fraganti, le prendieron fuego, junto con su motocicleta. Pero les digo que debo contarles con mas detalles cómo funciona esto.

El asunto fue que teniendo en cuenta la seriedad de todo esto, y como están tan prontos a “ejecutar”… cometí la inocente falta de sacar dos fotos cuando pasábamos. Algunos de ellos se ponían a posar… pero otros se molestaron y comenzaron a gritarme. Yo guardé la máquina e hice un gesto de disculpas… pero no sé si será distinto a lo que se acostumbra aquí, porque no dejaron de elevar la voz. En eso Filipo me dice que sigamos…

y como se escuchaba un silbato detrás de nosotros, le dije que comenzáramos un canto. Inmediatamente todos comenzaron a cantar con fuerza, mientras nos alejábamos… Pienso que nosotros también éramos muchos (mas de cincuenta), y que nuestros fieles me hubieran defendido… bueno, eso creo. Claro, no voy a dejar de mandarles esas dos fotos que me costaron tanto, mírenlas con atención, porque no volveré a sacar otras.

Luego del almuerzo que nos brindó el líder a los catequistas y a mí, regresamos en la moto con Filipo, pasando por el lugar para ver cómo iban los ladrillos para la capilla. Llegamos a una casa, que en realidad era un grupo de casas… habían cerca de ocho en el mismo terreno, como un pequeño barrio. Me dice Filipo que es una familia propiamente sukuma, que les gusta vivir a toda la familia junta. Yo pregunté si era un hombre casado con una sola mujer, ya que en esta zona, debido al paganismo, se suele dar mucho el que tengan mas de una mujer, y viven todos en el mismo terreno, pero con casas separadas. Me dijo que en este caso era un hombre con una sola esposa, pero que todos los hijos estaban casados y vivían en el mismo lugar. Muy lindo ver esto de la familia viviendo junta. Estaban en ese momento la abuela, junto con las hijas y nueras, comiendo como es costumbre, sentados en el suelo, con las ollas en el medio, de la que se van sirviendo con la mano.

Oratorio

Luego de ver los ladrillos, y de tomarnos unas fotos, hicimos el breve recorrido de regreso, pasando por senderos en medio del “porini” (monte-bosquecito). Muy hermoso, sobre todo ahora que se empieza a poner todo verde.

Por la tarde me esperaba el oratorio. Ya les he contado de esto un poco. Pero para no alargarme mas, dejo para otra ocasión el hacer un relato exclusivo sobre el oratorio y el buen clima que allí se vive.

Me gustaría despedirme dejándoles unas hermosas palabras del Beato Allamano, fundador de los misioneros de la Consolata, que han sido grandes misioneros en África:

“Amar al prójimo más que a nosotros mismos ha de ser el programa de la vida de un misionero. Si no se llega a amar las almas de aquellos paganos más que la propia vida, tendréis el nombre, pero no la realidad, la sustancia del hombre apostólico. También en el confesonario acortamos la vida, pero ¿qué importa?… Nosotros debemos tener como voto el servicio a las misiones incluso a costa de la vida; debemos estar contentos de morir en la brecha. Cuando hagáis los votos y cuando los renovéis, acordaos que entra también esto.” «Habría que dejar de ser sacerdote para no sentir celo por las almas».

¡Firmes en la brecha!… y ¡Contentos de morir en la brecha!

P. Diego Cano, IVE

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