25.02.10

El martirio de la coherencia

El martirio de la coherencia es una expresión que se la escuche por primera vez a Juan Pablo II, mejor dicho se la leí en la red. Sucedió que asesinaron a una monja de un país del Próximo Oriente y cuando fueron a visitarle las autoridades religiosas de aquella nación, tras las palabras de consuelo, el Santo Padre les dijo: “Y a partir de ahora tienen que aprender a vivir el martirio de la coherencia que será el martirio del siglo XXI“. Y cuando le volví a escuchar esta misma expresión, repetidas veces, me salió el historiador que uno lleva dentro y llegué a la conclusión de que en los últimos veinte siglos los católicos han sufrido toda una serie de persecuciones, que pueden ser agrupadas en una triple tipología martirial. Vaya por delante que tan característico de los cristianos es la caridad como la persecución, porque como ya dijo el Señor no va a ser el discípulo distinto que el maestro. Por eso sería incomprensible la actitud de un cristiano que en medio de un ambiente descristianizado prefiriera hacerse el graciosote y se mimetizase en un paisaje de pecado, en lugar de jugársela y trabajar para cristianizar todas las estructuras temporales como nos pide el Concilio Vaticano II.

El primer tipo de martirio se caracteriza porque el perseguidor no conoce la verdadera naturaleza espiritual de la religión católica. Este es el caso de los emperadores romanos que arrojaron a los cristianos a las fieras, el de los liberales del siglo XIX que organizaron las matanzas de frailes o el de los comunistas que masacraron a miles de católicos por haber cometido el delito de “oler a cera“. En este caso, ya que los perseguidores se habían propuesto exterminar a la Iglesia Católica, bien puede decirse que les salió el tiro por la culata, porque la sangre de los mártires fue semilla de más cristianos. Sin duda, que al lado de miles de mártires hubo también casos de cristianos que no quisieron responder y cedieron ante el martirio. En su juicio particular Dios les habrá pedido cuentas y habrá sopesado su comportamiento.

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18.01.10

María Dolores Vila-Coro: In memoriam

Ante todo quiero agradecer a cuantos amigos de esta página han rezado por mi padre, recientemente fallecido: ¡Rezar por los difuntos es un gran consuelo y a la vez una obligación, derivada de la Comunión de los Santos! Muchas gracias. Y pocos después de enterrar a mi padre, recibí la noticia del fallecimiento de María Dolores Vila-Coro. En su memoria, reproduzco a continuación mi artículo publicado en el semanario Alba:

María Dolores Vila-Coro fue una de las primeras colaboradoras de Interconomía. Cuando este grupo de comunicación tenía una décima parte de la plantilla actual, la profesora Vila-Coro tenía un espacio fijo en el programa “De las Artes y las Letras” que yo dirigía. No se ahorró ni un solo esfuerzo, por eso prefería venir al estudio a intervenir por el teléfono, porque pensaba –y estaba en lo cierto- que una entrevista radiofónica tiene más fuerza si se hace cara a cara. Ella se consideraba suficientemente pagada con dar a conocer su doctorado en Biojurídica y Bioética que impartía desde su cátedra de la UNESCO. Son muchos los recuerdos que guardo a lo largo de tantos años, desde que descubrí su libro “Huérfanos biológicos”. Todo su pensamiento, limpio y valiente, queda custodiado en sus publicaciones. Además del anteriormente citado, cabe mencionar “La Bioética en la encrucijada”, a lo que hay que añadir sus artículos en revistas especializadas y en periódicos. Pero de todos los recuerdos, nunca he escrito el coherente y ejemplar comportamiento que María Dolores Vila-Coro tuvo con motivo de la inicua ley de Ana Pastor que abrió la investigación con embriones.

Precisamente porque era bien conocida la postura de Vila-Coro, una auténtica pro vida, ajena al “malminorismo” por lo que nunca se vendió al sistema, fue convocada al despacho de la entonces ministra del PP junto con otras personalidades de la Bioética para apoyar la ley Pastor. En esa reunión, deslumbradas por el poder, con gran escándalo se cayeron algunas torres tan altas, como las columnas de incienso que emitieron desde la prensa elogiando semejante ley. Cuando me comentaba todos aquellos dolorosos acontecimientos para la causa pro vida, yo los recibía como un impresionante ejemplo para no ceder en lo que no se puede ceder, aunque uno se quede prácticamente solo. Porque de las personas que acudieron al despacho de Ana Pastor, las que no se plegaron al poder se pueden contar con los dedos de una mano y sobran tres. Por eso y por muchas cosas que guardo para mí, cuando supe de su fallecimiento, parafraseando uno de sus libros, me dije: los pro vida de España nos hemos quedado “huérfanos bioéticos”.

Javier Paredes

24.11.09

Católicos y vida pública

Católicos y Vida Pública

Los sé de buena tinta, porque mi informador no tiene necesidad engañarme. Mi buen amigo me contó con todo lujo de detalles cómo surgió hace once años lo de los Congresos de Católicos y Vida Pública. La verdad de la historia es que ni el lujo era tanto ni muchos los detalles: sólo había unas tazas de café y aunque era por las mañanas, ni siquiera había bollos ni churros madrileños. Porque fue en una cafetería de la Castellana donde a los remolinos que hacían las cucharillas en las tazas, en movimiento concéntrico, se le empezó a dar vueltas a una idea, a una buena idea.

Por entonces las fechorías de algunos católicos en la vida pública, su doble vida no se justificaba todavía con el recurso del mal menor. Hace once años la coartada era muy tosca. Hace poco más de una década la esquizofrenia moral se justificaba estableciendo esta distinción: existía una vida pública y otra privada. Por eso en aquel café, presidido por Alfonso Coronel de Palma, cuando alguien dijo que no, que sólo había una vida cuajada de unidad y de publicidad, porque la vida de los cristianos no se puede ocultar debajo del celemín, el presidente del CEU de entonces expuso la necesidad de convocar a unas sesiones bajo el lema “Católicos y Vida Pública”. No era fácil poner en marcha la iniciativa, pero para eso ya estaba Carla Díaz de Rivera, que además de patas y ruedas para que echase a andar la idea de Alfonso, le puso alma, vida, y las oraciones que mendigó por muchos conventos de clausura. Y así año tras año hasta hoy, en que Alfredo Dagnino y Francisco Serrano han cogido el testigo de Alfonso, de Carla y de cuantos detrás de ellos han trabajo tanto para hacer posible estos congresos.

Y contra esta iniciativa, el sistema que cobija el mal de la hipocresía y de la doble vida ha sabido protegerse al perfeccionar la mentira sobre la que se asienta con un doble recurso. En primer lugar hizo creer a la sociedad que el bien no existe y que sólo es posible actuar en la vida pública guiados por el mal menor, que les permite a los rectores de la vida publica en cualquier momento hacer de mangas capirotes. Y en segundo lugar convenció a gran parte de la sociedad de que España era un jardín florido y hermoso, y un buen día, cuando llegó Zapatero al poder, todas las flores se marchitaron; por eso, el día que se entronice a Rajoy en la Moncloa, el jardín volverá a florecer, con más rosas incluso de las que había antes.

Lo que sorprende es que a pesar de la simpleza y la brutalidad del argumento anterior, esté tan generalizada la aceptación de la muerte y la regeneración floral. Y lo está por lo que de comodidad ofrece, porque si Zapatero tiene la culpa de todo entonces nadie tiene nada que rectificar. Y además, si todas las soluciones de nuestros males se resuelven llevando a Rajoy a la Moncloa, no es necesario que nadie mueva un solo dedo. De manera que por este camino sobran todas las soluciones que no sean las políticas, y de este modo se eleva a dogma el lema totalitario de que fuera del PP no hay salvación, auténtica apoteosis de la esquizofrenia moral que convierte a la vida pública y la vida privada en dos líneas paralelas que jamás se juntan. Y como el sistema no va a permitir que le destruyan su coartada, en consecuencia se deduce que en un futuro, el éxito moral de los Congresos de Católicos y Vida Pública será inversamente proporcional a la presencia de los peperos en los mismos.

Javier Paredes

27.10.09

El significado de la bandera de Europa

Arsene Heitz es un artista de la ciudad de Estrasburgo. Aunque su nombre no es muy conocido, sin embargo una de sus creaciones se despliega al viento como símbolo de todos los europeos. En efecto en 1950 el Consejo de Europa convocó un concurso de ideas para confeccionar la bandera de la recién nacida Comunidad Europea. Heitz, entre otros muchos diseñadores, presentó varios proyectos, y uno de ellos resultó ser el elegido, ése que hoy todos conocemos: doce estrellas sobre fondo azul.

Recientemente, Heitz ha desvelado a una revista francesa cuál fue el motivo de su inspiración. En aquellas fechas, dice él, leía la historia de las apariciones de la Santísima Virgen en la Rue du Bac de París, que hoy es conocida como la Virgen de la Medalla de la Milagrosa. Y según el testimonio del artista, concibió las doce estrellas en círculo sobre un fondo azul, tal como la representa la iconografía tradicional de esta imagen de la Inmaculada Concepción. En principio Heitz lo tomó como una “ocurrencia", entre las muchas que fluyen en la imaginación del artista; pero la idea despertó su interés, hasta el punto de convertirse en motivo de su meditación.

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22.10.09

La España confesional de San Simón de Rojas

San Simón de Rojas nació en Valladolid (28-X-1552). A los doce años, ingresó en el convento trinitario de su ciudad natal, en el que hizo la profesión religiosa en 1572. Cursó los estudios en la universidad de Salamanca entre 1573 y 1579. Enseñó filosofía y teología en Toledo desde el año 1581 hasta el 1587. A partir de 1588, hasta su muerte, ejerció como superior en varios conventos. El 14 de abril de 1612 fundó la Real Congregación de los Esclavos del Dulce Nombre de María, el Ave María como se le conoce popularmente en Madrid. En 1619 fue nombrado preceptor de los Infantes de España. El 12 de mayo de 1621 fue elegido como confesor de la Reina Isabel de Borbón. Muy pronto se hizo conocer en la capital como el fraile entregado a aliviar a los más pobres y necesitados. También fue puesto al frente del Real Oratorio Caballero de Gracia, donde predicó sobre la Eucaristía durante años y de donde viene que se le represente con una custodia en la mano. El 5 de junio de 1622, pidió a la Santa Sede la aprobación de un texto litúrgico por él compuesto en honor del Dulcísimo Nombre de María, texto que más tarde el Papa Inocencio XI extendió a toda la Iglesia. Murió el 29 de septiembre de 1624.

La biografía de Pedro Aliaga es excelente porque el biógrafo a través de su biografiado describe la época que le tocó vivir. Por esta razón Simón de Rojas comparte protagonismo en el libro con reyes, príncipes e infantes, validos, políticos, cardenales y obispos, nobles, burgueses y militares, sacerdotes y monjas y, sobre todo con los hijos de predilectos de la Virgen: los pobres. Ahora bien, Simón de Rojas se relacionó con los hombres de su época sin diluirse en ella, vivó ante todo como cristiano en el Siglo de Oro y se comportó como un santo en la Corte y en el palacio de los Austrias.

El autor, Pedro Aliaga, cumple la regla de oro que estableciera el gran historiador Jesús Pabón para que una biografía sea considera como una obra de historia de pleno derecho. Decía en la introducción de su biografía de Cambó, que el “libro mayor” no podía ocultar al “libro menor” y tampoco a la inversa, de manera que el personaje y su época guarden un equilibrio. Y esto se cumple en este libro en el que queda meridianamente claro que la sociedad española del siglo XVII era una sociedad cristiana, con defectos y bajezas, pero cristiana, con una visión trascendente de los quehaceres terrenales. Y así se comportaban –insisto, con sus limitaciones y pecados- todos, desde el último vasallo al rey.

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