16.05.15

Psicología de cierta tentación diabólica

Clive Staples Lewis (1898-1963), mejor conocido como C. S. Lewis fue un notable autor británico que trabajó como crítico literario, como profesor y hasta como locutor de radio, pero especialmente se lo recuerda por algunas novelas que escribió, como las Cartas del diablo a su sobrinoLas crónicas de Narnia y la Trilogía cósmica, y también por sus ensayos apologéticos (mayormente en forma de libro) como Mero CristianismoMilagros y El problema del dolor.

 En el presente post, queremos compartir con nuestros lectores un interesante fragmento de la obra Cartas del diablo a su sobrino (1942)la cual trata de un demonio que instruye a su joven sobrino Orugario en el arte de la tentación al género humano. La penetrante psicología de Lewis es, como se ve este texto, asombrosa a la hora de captar las artimañas del diablo en su deseo de apartarnos del camino de la gracia. Esperamos que sea de provecho.


Las negritas y cursivas del texto son nuestras. 


 Mi querido Orugario:

 Por supuesto, había observado que los humanos estaban atravesando un respiro en su guerra europea — ¡lo que ingenuamente llaman “La Guerra"!—, y no me sorprende que haya una tregua correlativa en las inquietudes del paciente. ¿Nos conviene estimular esto, o mantenerle preocupado?

 Tanto el temor torturado como la estúpida confianza son estados de ánimo deseables. Nuestra elección entre ellos suscita cuestiones importantes. Los humanos viven en el tiempo, pero nuestro Enemigo les destina a la Eternidad. 

Él quiere, por tanto, creo yo, que atiendan principalmente a dos cosas: a la eternidad misma y a ese punto del tiempo que llaman el presente. Porque el presente es el punto en el que el tiempo coincide con la eternidad.

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3.05.15

Sobre la lucha de la carne y del diablo contra el hombre espiritual y sobre la utilidad de la oración

San Bernardo (1090-1153), De los sermones de Cuaresma, sobre los tres modos de oración,

El amor que os tengo, hermanos, me obliga a hablar. Apremiado por él, os hablaría con más frecuencia, sino me lo impidiesen mis múltiples ocupaciones. No es nada extraño que me preocupe de vosotros, pues también encuentro en mí mismo muchos motivos y ocasiones de preocuparme. Cuando advierto mi propia miseria y mis muchos peligros, me asalta la tristeza. Mi desvelo por vosotros no puede ser menor si os amo como a mí mismo. El que sondea los corazones sabe muy bien cuántas veces mi diligencia por vosotros prevalece en mi corazón a mi propio cuidado.

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20.04.15

Santa Matilde de Hackeborn, “ruiseñor de Dios”

Reproducimos ahora la preciosa Audiencia General del Papa Emérito Benedicto XVI sobre Santa Matilde de Hackenborn.

Santa Matilde de Hackeborn

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy quisiera hablaros de santa Matilde de Hackeborn, una de las grandes figuras del monasterio de Helfta, que vivió en el siglo XIII. Su hermana religiosa santa Gertrudis la Grande, en el VI libro de la obra Liber specialis gratiae (El libro de la gracia especial), en el que se narran las gracias especiales que Dios otorgó a santa Matilde, afirma así: “Lo que hemos escrito es bien poco en comparación con lo que hemos omitido. Únicamente para gloria de Dios y utilidad del prójimo publicamos estas cosas, porque nos parecería injusto mantener el silencio sobre tantas gracias que Matilde recibió de Dios no tanto para ella misma, en nuestro parecer, sino para nosotros y para los que vendrán después de nosotros” (Mechthild von Hackeborn, Liber specialis gratiae, VI, 1).

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6.04.15

Homilía de Pascua, la crucifixión de Cristo en la historia

La resurrección de Fra Angelico, 1440

 

 «Scimus Christus surrexisse a mortuis vere: tu nobis victor Rex, miserere» (Secuencia de Pascua)

 

En la Vigilia de anoche, con el canto del Pregón Pas­cual, exultamos de alegría con los ángeles y con toda la tierra por la victoria definitiva de Cristo sobre el de­monio, el pecado, la muerte, la mentira y el dolor. Con su Sangre, el Cordero nos ha «comprado» para Dios, y en adelante vivimos solo para El, gustando ya de su eterna bienaventuranza. Por este motivo la Sagra­da Liturgia nos ha envuelto en un ambiente jubiloso, manifestándonos con palabras, símbolos y cantos el verdadero motivo de nuestra alegría. «¡Cristo, nues­tro Cordero Pascual, ha sido inmolado!» (Versículo del Aleluya), «¡El Cordero ha redimido a las ovejas, ha re­conciliado con el Padre a los pecadores!» (Secuencia) «¡Este es el Día que ha hecho el Señor, alegrémonos y regocijémonos!» (Gradual).

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27.03.15

La inmolación de la inteligencia de María en la Cruz

Diego Velázques, 1632

Compartimos hoy con nuestros lectores un breve fragmento de la bella obra del Padre Marie-Dominique Philippe, dominico fundador de la Congregación de los hermanos de Saint Jean, Mystère de Marie (IV,3). La tradución del original francés es nuestra:

En el misterio de la cruz, la fe de María conoce un modo doloroso que inmola de una manera intensa su inteligencia. Esta fe contempla el misterio de Cristo crucificado. En este misterio hay como ciertas contradicciones aparentes en María: ¿No es Jesús para ella el Hijo de Dios que debe reinar eternamente sobre la casa de David, como el ángel Gabriel se lo había dicho? Ella guarda en su corazón esta palabra de la Anunciación, y ahora Jesús se presenta a ella como el Crucificado, el maldito de Dios y de los hombres. ¿No está dicho en la Escritura: maldito aquél que cuelga del madero? Jesús aparece entonces como el rechazado de Dios y no solamente aparece como tal sino que Él mismo lo declara: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?. Él, el Hijo amado, en quién el Padre se complace, es ahora el abandonado y el que debe vivir en este estado de anatema, de separado. Hay allí una oposición brutal que quiebra hasta en su fondo más íntimo la inteligencia de María, puesto que esta cuasi contradicción apunta a Aquél que es a la vez para ella su Verdad, su Camino, su Vida y su Hijo bienamado. Si María escuchara las exigencias de su inteligencia humana, apartaría inmediatamente una parte de esta contradicción aparente; o bien se abandonaría a la desesperación, pensando que el ángel la ha engañado; o bien se rehusaría a aceptar la Cruz, no queriendo guardar ni considerar sino la palabra del ángel. En estas condiciones, habría una elección humana, habría una herejía, dividiendo humanamente lo que está unido en la sabiduría de Dios. En nombre de las exigencias de la razón humana, ella haría una división, ya no guardaría íntegramente el mensaje de Dios.

Adhiriendo en toda su pureza a la voluntad infinitamente amable del Padre sobre su Hijo y sobre ella, María penetra mucho más adentro todavía en su intimidad. Pues la unidad se hace entonces en esta voluntad del Padre, en el Espíritu Santo. María coopera activamente en la obra de su Jesús. La Cruz se apodera de su inteligencia que, en este acto heroico de fe, es como enteramente ofrecida, enteramente inmolada. Recordemos el holocausto de Elías, prefiguración maravillosa del de la Cruz. ¡El fuego del cielo se apodera de las víctimas, del altar y del agua! Se trata verdaderamente de la fe de la esposa que cree en el amor del Esposo por ella misma, aun cuando las circunstancias exteriores parezcan negarlo, parezcan oponerse. Esta fe es totalmente silenciosa, pues implica el holocausto incluso de la inteligencia. Esta no puede decir nada más, no comprende nada, ya no puede comprender nada más. Es por eso que ya no hay ni siquiera el quomodo de la Anunciación. María debe permanecer totalmente pasiva, entregada a la voluntad del Esposo.