InfoCatólica / Schola Veritatis / Archivos para: Octubre 2017

30.10.17

Para guardar la paz del alma

San Doroteo de Gaza, ícono de autor desconocido

San Doroteo de Gaza o de Palestina, también conocido como Doroteo el eremita (505-565) fue un monje y archimandrita palestino. Tradicionalmente se le considera discípulo de Juan de Gaza, llamado el Profeta, que le curó de una enfermedad que sufrió durante años. Ingresó en el monasterio basilio de Abba Serid, cerca de Gaza, bajo la tutela de Barsanufio de Palestina y Juan. Hacia el 540 fundó un monasterio propio, ejerciendo el cargo de abad. Escribió una regla para los monjes, conservadas en parte con el título Directrices de aprendizaje espiritual. Fue maestro de Dositeo de Gaza.

Entre sus obras, destacan las llamadas “Conferencias” acerca de los grandes temas de la espiritualidad monástica. De la VII conferencia titulada “De la acusación de sí mismo”, copiamos para nuestros lectores el siguiente pasaje, que aunque ciertamente está muy asociado al camino de perfección propiamente “monástico”, no deja de ser enriquecedor meditarlo y vivirlo en el contexto de cualquier otra vocación, que siempre es una vocación a la santidad.


De las conferencias de San Doroteo de Gaza:

“¡Qué alegría, qué paz disfrutará donde sea que vaya, aquel que se acusa a sí mismo, como lo ha dicho abba Poimén! Cualquiera fuere el daño, la ofensa o la pena que le infieran, si a priori se juzga merecedor de ella, no se sentirá perturbado nunca. ¿Hay algún estado que esté más exento de preocupación que este?

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5.10.17

La utilidad y el gozo divino de la soledad

San Bruno, Jean-Antoine Houdon (1741-1828)

En estas primeras Vísperas de San Bruno (+1101), Solemnidad para nosotros, miembros de Schola Veritatis, reproducimos aquí una de las 2 cartas que se conservan de este gran santo fundador de la Cartuja, la carta a su amigo Raúl le Verd, el cual habiendo hecho con él voto de vida monástica, no lo complía retenido por sus cargos eclesiásticos.  


Al venerable señor Raúl, preboste de Reims, envía Bruno sus saludos, con un espíritu de caridad muy puro.

   Brilla en ti la fidelidad a una antigua e inquebrantable amistad, tanto más admirable y digna de elogios cuanto más rara es encontrarla entre los hombres. A pesar de la distancia y el tiempo que han separado nuestros cuerpos, jamás tu afecto se ha separado de su amigo. Lo atestigua la extrema amabilidad de tus cartas en las que me repites lo entrañable de tu amistad, los numerosos favores que me has prestado a mí y al hermano Bernardo por mi causa, y otras muchas atenciones. Mi agradecimiento no está, por cierto a la altura de lo que tú mereces, pero brota de la fuente límpida del amor, en pago a tanta bondad.

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