Oración imprescindible para el día de la Santísima Trinidad

 Rublev, la Trinidad, 1422

Es costumbre en los Monasterios, y desde hace mucho tiempo, rezar después de la hora de Prima del día de la Santísima Trinidad la famosa y antigua oración del “Quicumque” (llamada así por la palabra latina con que comienza), también conocido como el Símbolo Atanasiano. Es una magnífica oración teológica y un acto de fe en el misterio de la Santísima Trinidad y la Encarnación redentora, atribuida al gran defensor de la fe, San Atanasio de Alejandría.

Para quienes desconocen a este magnífico apologeta y doctor de la Iglesia, San Atanasio fue el gran luchador de la ortodoxia en los tiempos de la herejía arriana, que negaba tanto la divinidad como la humanidad de Jesucristo. A pesar de su joven edad, su papel fue clave durante el Concilio de Nicea (325). La defensa de la verdadera fe le significó sufrir cinco crueles destierros bajo distintos emperadores, no siendo sino hasta después de su muerte cuando la fe verdadera fue asumida en el Imperio. Tocar en la sacrosanta persona de Jesús, tal como había sido adorada por la Iglesia desde el tiempo de los Apóstoles, era herir el alma del venerable prelado en lo más profundo de su ser. Así, no solo tuvo que luchar contra la herejía de Arrio sino también contra quien había sido su amigo, Apolinar de Laodicea. Como dice de él un biógrafo, el ya “anciano obispo no podía ver desfigurada, ni siquiera por un amigo, la santa fisonomía de su Dios” (Paul Barbier, vida de San Atanasio).

Los invitamos entonces a unirse a la oración de los monjes mediante esta infaltable y magnífica oración trinitaria. Y amemos la figura de estos grandes mártires de la ortodoxia católica, que supieron abrazar la defensa íntegra de la verdad como Nuestro Señor, a costa de su propia vida.

Símbolo Atanasiano (va en formato español-latín):

 

1. Todo el que quiera salvarse, es preciso ante todo que profese la fe católica:

Quicúmque vult salvus esse, ante ómnia opus est, ut téneat cathólicam fidem:

2. Pues quien no la observe íntegra y sin tacha, sin duda alguna perecerá eternamente.

Quam nisi quisque íntegram in­vio­la­támque serváverit, absque dúbio in ætérnum períbit.

3. Y ésta es la fe católica: que veneremos a un solo Dios en la Trinidad santísima y a la Trinidad en la unidad.

Fides autem cathólica hæc est: ut unum Deum in Trinitáte, et Trinitátem in unitáte venerémur.

4. Sin confundir las personas, ni separar la sustancia.

Neque con­fun­déntes persónas, neque sub­stán­tiam separántes.

5. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo.

Alia est enim persóna Patris, ália Fílii, ália Spíritus Sancti.

6. Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola divinidad, les corresponde igual gloria y majestad eterna.

Sed Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti una est divínitas, æquális glória, coætérna maiéstas.

7. Cual es el Padre, tal es el Hijo, tal el Espíritu Santo.

Qualis Pater, talis Fílius, talis Spíritus Sanctus.

8. Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.

Increátus Pater, increátus Fílius, increátus Spíritus Sanctus.

9. Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo.

Imménsus Pater, imménsus Fílius, imménsus Spíritus Sanctus.

10. Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.

Ætérnus Pater, ætérnus Fílius, ætérnus Spíritus Sanctus.

11. Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno.

Et tamen non tres ætérni, sed unus ætérnus.

12. De la misma manera, no tres increados, ni tres inmensos, sino un increado y un inmenso.

Sicut non tres increáti, nec tres imménsi, sed unus increátus et unus imménsus.

13. Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo.

Simíliter omnípotens Pater, omnípotens Fílius, omnípotens Spíritus Sanctus.

14. Y, sin embargo, no tres om­ni­po­tentes, sino un omnipotente.

Et tamen non tres om­ni­po­téntes, sed unus omnípotens.

15. Del mismo modo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios.

Ita Deus Pater, Deus Fílius, Deus Spíritus Sanctus.

16. Y, sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios.

Et tamen non tres Dii, sed unus est Deus.

17. Así, el Padre es Señor, el Hijo es Señor, el Espíritu Santo es Señor.

Ita Dóminus Pater, Dóminus Fílius, Dóminus Spíritus Sanctus.

18. Y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor.

Et tamen non tres Dómini: sed unus est Dóminus.

19. Porque así como la verdad cristiana nos obliga a creer que cada persona es Dios y Señor, la religión católica nos prohíbe que hablemos de tres Dioses o Señores.

Quia, sicut sin­gi­llátim unam­quám­que persónam Deum ac Dóminum confitéri christiána veritáte compéllimur: ita tres Deos aut Dóminos dícere cathólica religióne prohibémur.

20. El Padre no ha sido hecho por nadie, ni creado, ni engendrado.

Pater a nullo est factus: nec creátus, nec génitus.

21. El Hijo procede solamente del Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado.

Fílius a Patre solo est: non factus, nec creátus, sed génitus.

22. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente.

Spíritus Sanctus a Patre et Fílio: non factus, nec creátus, nec génitus, sed procédens.

23. Por tanto hay un solo Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.

Unus ergo Pater, non tres Patres: unus Fílius, non tres Fílii: unus Spíritus Sanctus, non tres Spíritus Sancti.

24. Y en esta Trinidad nada hay anterior o posterior, nada mayor o menor: pues las tres personas son coeternas e iguales entre sí.

Et in hac Trinitáte nihil prius aut pos­térius, nihil maius aut minus: sed totæ tres persónæ coætérnæ sibi sunt et coæquáles.

25. De tal manera que, como ya se ha dicho antes, hemos de venerar la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad.

Ita ut per ómnia, sicut iam supra dictum est, et únitas in Trinitáte, et Trínitas in unitáte veneránda sit.

26. Por tanto, quien quiera salvarse, es necesario que crea estas cosas sobre la Trinidad.

Qui vult ergo salvus esse, ita de Trinitáte séntiat.

27. Pero para alcanzar la salvación eterna es preciso también creer firmemente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo.

Sed ne­ce­ssárium est ad ætérnam salútem, ut In­car­na­tiónem quoque Dómini nostri Iesu Christi fidéliter credat.

28. La fe verdadera consiste en que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y Hombre.

Est ergo fides recta, ut credámus et con­fi­teámur quia Dóminus noster Iesus Christus, Dei Fílius, Deus et homo est.

29. Es Dios, engendrado de la misma sustancia que el Padre, antes del tiempo; y hombre, engendrado de la sustancia de su Madre santísima en el tiempo.

Deus est ex substántia Patris ante sǽcula génitus: et homo est ex substántia matris in sǽculo natus.

30. Perfecto Dios y perfecto hombre: que subsiste con alma racional y carne humana.

Perféctus Deus, perféctus homo: ex ánima rationáli et humána carne subsístens.

31. Es igual al Padre según la divinidad; menor que el Padre según la humanidad.

Æquális Patri secúndum di­vi­ni­tátem: minor Patre secúndum hu­ma­ni­tátem.

32. El cual, aunque es Dios y hombre, no son dos Cristos, sino un solo Cristo.

Qui, licet Deus sit et homo, non duo tamen, sed unus est Christus.

33. Uno, no por conversión de la divinidad en cuerpo, sino por asunción de la humanidad en Dios.

Unus autem non conversióne di­vi­ni­tátis in carnem: sed assumptióne humanitátis in Deum.

34. Uno ab­so­lu­tamente, no por confusión de sustancia, sino en la unidad de la persona.

Unus omníno, non confusióne substántiæ: sed unitáte persónæ.

35. Pues como el alma racional y el cuerpo forman un hombre; así, Cristo es uno, siendo Dios y hombre.

Nam sicut ánima rationális et caro unus est homo: ita Deus et homo unus est Christus.

36. Que padeció por nuestra salvación: descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos.

Qui passus est pro salúte nostra: descéndit ad ínferos: tértia die resurréxit a mórtuis.

37. Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre to­do­poderoso: desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Ascéndit ad cælos, sedet ad déxteram Dei Patris om­ni­po­téntis: inde ventúrus est iudicáre vivos et mórtuos.

38. Y cuando venga, todos los hombres resucitarán con sus cuerpos, y cada uno rendirá cuentas de sus propios hechos.

Ad cuius advéntum omnes hómines resúrgere habent cum corpóribus suis: et redditúri sunt de factis própriis ratiónem.

39. Y los que hicieron el bien gozarán de vida eterna, pero los que hicieron el mal irán al fuego eterno.

Et qui bona egérunt, ibunt in vitam ætérnam: qui vero mala, in ignem ætérnum.