Solzhenitsyn III: La esperanza ante un fracaso universal

II Guerra Mundial

Según lo anunciado , continuamos en el presente post con la tercera parte del discurso de Aleksandr Solzhenitsyn en la entrega del premio Templeton. Los destacados en negrita y cursiva son nuestros.

Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008), es recordado como un eminente novelista, escritor e historiador ruso.

Para una breve biografía suya puede consultarse el siguiente enlace:

http://creyentesintelectuales.blogspot.com/2013/09/alexander-solzhenitsyn-los-hombres-han.html

Aquí va la segunda parte del discurso:


Presionado por la necesidad de unir todas las fuerzas de Rusia contra Hitler , Stalin halagó en forma cínica a la Iglesia, y ese juego equivoco, prolongado por la espectacular propaganda brezneviana, Occidente lamentablemente lo ha tomado por la verdad auténtica. Pero hasta qué punto el odio a la religión es inseparable del comunismo, podéis juzgarlo por el ejemplo del más liberal de sus jefes, Kruchev: él, que dio pasos decisivos hacia la liberación, volvió a encontrar el mismo celo furioso de Lenin en la persecución de la fe religiosa.

Y sin embargo, contra lo que era de espera - en un país despojado de Iglesias, donde el ateísmo ha triunfado desde hace dos tercios de siglo, donde los obispos son rebajados hasta privárseles de toda voluntad, donde los vestigios de la Iglesia se toleran nada más que con fines de propaganda dirigidos a Occidente, donde hoy todavía la fe es un delito castigado con campos de concentración, donde incluso en los campos se arroja al calabozo a los que se reúnen a rezar el día de Pascua- la tradición cristiana ha resistido al aniquilamiento comunista.

Sí. Entre nosotros el ateísmo impuesto por el poder ha destruido y pervertido a millones de fieles reducidos hoy al silencio , pero –como ocurre con frecuencia en la persecución y en el sufrimiento- el sentido de Dios ha alcanzado en mi patria una penetración muy profunda.

Vemos aquí la primera luz de una esperanza : en vano el comunismo está erizado de cohetes y de tanques. En vano obtiene éxitos en la conquista del planeta: está condenado a no triunfar jamás sobre el cristianismo.

Occidente no ha sufrido todavía la invasión comunista ; la religión aquí es libre. Pero su itinerario histórico ha desembocado en un agostamiento del sentimiento religioso. Ha sufrido también cismas desgarradores, enfrentamientos y sangrientas guerras religiosas.

Y –casi no hay necesidad de decirlo- desde la baja Edad Media, Occidente ha sido invadido de forma progresiva por el secularismo. Para la fe, esta amenaza –no de un exterminio exterior sino de una anemia interna- puede ser todavía más grave.

Imperceptiblemente en Occidente el sentido de la vida se ha desgastado en el curso de los años hasta reducirse a la sola “conquista” de la felicidad, que se inscribe incluso en las Constituciones. No es solo en este siglo que se han desvalorizado las nociones del bien y del mal, hábilmente sustituidas por argucias sin fundamento, ya sean éstas de clase o de partido. Desde entonces se tiene vergüenza en apelar a conceptos inmutables. Se tiene vergüenza en admitir que el mal anida en el corazón del hombre antes de penetrar en los sistemas políticos; pero nadie tiene vergüenza de ceder habitualmente al mal integral. Y sobre la pendiente de estas concesiones, en el espacio de una generación, Occidente está a punto de deslizarse sin remedio en el abismo. Las sociedades occidentales pierden cada vez más su sustancia religiosa, y abandonan alegremente su juventud al ateísmo. ¿Es necesario dar ejemplo de impiedad? ¡Ved a los Estados Unidos que pasa sin embargo por ser una de las naciones más religiosas del mundo, pero donde se proyecta una película injuriosa para Cristo, y donde un diario de circulación nacional publica en forma desvergonzada una caricatura de la Madre de Dios! Cuando todos los derechos formales están de vuestra parte, ¿por qué privarse voluntariamente de cometer una acción indecente?

¿Por qué en estas condiciones habría de moderarse el ardor del odio , sea este racial, clasista o ideológico? Este odio corroe muchas almas hoy día. Los maestros ateos educan a la juventud en el odio hacia la sociedad en la que viven. En su permanente actitud crítica, pierden de vista el hecho de que los vicios del capitalismo son vicios inherentes a la naturaleza humana, a los que se les ha dado libre curso siguiendo la huella de los otros derechos del hombre ; que, bajo el comunismo (y éste apremia a las demás formas de socialismo que no son nada sólidas) estos mismos vicios no conocen ni freno ni control en todos aquellos que poseen una migaja de poder (en cuanto al resto de la población, efectivamente ha conquistado la igualdad pero en la esclavitud y en la miseria).

Este odio, atizado sin cesar, impregna hoy toda la atmósfera del mundo libre ; la extensión de las libertades personales; el auge de las conquistas sociales e incluso del confort no hacen paradojalmente otra cosa que acrecentar este odio ciego. Las sociedades desarrolladas de Occidente prueban hoy día que la salvación del hombre no está en la abundancia material ni en el éxito económico.

Este odio, atizado sin cesar, se extiende a todo lo viviente, a la vida en sí misma , a sus colores, a sus sonidos, a sus formas, al cuerpo humano; y el arte exacerbado del siglo XX se muere de este odio monstruoso, porque el arte sin amor es estéril.

En Oriente, el arte ha decaído porque ha sido aplastado y pisoteado; en Occidente ha decaído por sí mismo , al convertirse en una búsqueda cerebral y pretensiosa en la cual el hombre no pretende manifestar a Dios sino sustituirlo.

Una vez más constatamos el desenlace común de un fracaso universal , la convergencia de resultados en Oriente y en Occidente. Y nuevamente, hay una sola razón para todo esto: los hombres se han olvidado de Dios.