16.09.19

LXVI. El castigo eterno

744. –¿Las diferencias en la bondad y en la maldad de los actos humanos, ya indicados, hacen que también sean distintos los correspondientes premios y castigos?

–El capítulo cuarto de los ocho, que Santo Tomás dedica, en la Suma contra los gentiles, a los castigos, que se siguen al infringir la ley de Dios, comienza con la siguiente argumentación: «Como la justicia divina exige que, para mantener la igualdad en las cosas, se castiguen las culpas y se premien los actos buenos, es preciso, si hay grados en los actos virtuosos y en los pecados, como se ha demostrado (III, c. 139), que los haya también en los premios y las penas».

Debe admitirse la gradación en las retribuciones y en los castigos, porque: «de otra manera no se observaría la igualdad si no se diese al mayor pecador una pena mayor y al más virtuoso un premio mayor; pues parece corresponder a una misma razón el retribuir de distinta manera según la diferencia del bien y del mal y según la de lo bueno y lo mejor, lo malo y lo peor».

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2.09.19

LXV. Los castigos divinos

731. –En los siguientes ocho capítulos de la Suma contra los gentiles, el Aquinate se ocupa de las sanciones que comporta el incumplimiento de la ley de Dios. ¿Cómo comienza a tratar esta importante cuestión?

–En el primero de estos capítulos, Santo Tomás presenta la siguiente inferencia de lo establecido en los anteriores: «no todas las obras buenas ni todos los pecados son iguales». Se concluye respecto a los actos buenos, porque, por un lado: «no se da consejo sino de un bien mejor» (III, c. 130); por otro: «en la ley divina se dan consejos de pobreza, castidad y otros. Estas virtudes son mejores que el uso del matrimonio y la posesión de bienes temporales. aunque, guardando el orden de la razón, se puede obrar virtuosamente en estas cosas, como se probó (III, cc, 133, 136 y 137). Por tanto, no todos los actos virtuosos son iguales».

Queda confirmada esta parte de la conclusión con varias razones. La primera es la siguiente: «Los actos humanos son buenos en cuanto son regulados por la razón. Más sucede que unos actos se acercan a la razón más que otros, en cuanto que los actos propios de la misma razón participan más del bien de la razón que los actos de las facultades inferiores imperados por ella. Luego unos actos humanos son mejores que otros».

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16.08.19

LXIV. Castidad perfecta y voto de obediencia

720. –Terminada su defensa sobre el «bien de la pobreza», el Aquinate se ocupa de hacerlo con el «bien de la continencia»[1]. ¿Qué entiende por continencia?

–En la Suma teológica, explica Santo Tomás que: «según Aristóteles y varios Santos Padres: «la continencia hace que el hombre resista los malos deseos que se dan en él con fuerza». En este sentido es una virtud, derivada de la templanza, cuya acción es la de contener o refrenar los malos deseos vehementes de las pasiones.

El término continencia puede tener otro sentido, porque: «otros llaman continencia a la libre abstención de todo placer sexual, así San Pablo une continencia y castidad (Gal 5, 23)»[2]. Continencia significaría la castidad, una virtud que: «tiene como sujeto el alma, pero su materia es el cuerpo, ya que es propio de ella que mediante el juicio de la razón y la elección de la voluntad, el hombre haga uso moderado de los órganos corporales»[3].

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1.08.19

LXIII. La pobreza voluntaria

711. –Después del capítulo sobre los consejos evangélicos, el Aquinate dedica otros cinco al de la pobreza. ¿Por qué se ocupa, en el primero de ellos, a presentar los argumentos, que se dan contra la pobreza voluntaria?

–Unos pocos años antes de su redacción, Santo Tomás había participado, en París, en la defensa de los ataques contra las ordenes mendicantes. Su manera de vivir la pobreza era uno de los puntos criticados por los enemigos de dominicos y franciscanos. Por ello, conocía muy bien todas las impugnaciones a la pobreza voluntaria, que vivían, y las respuestas que había de dar a las mismas. En el primer capítulo, presenta todo el compendio de las objeciones.

La primera es el siguiente: «Los hombres necesitan para la conservación de su vida muchas cosas que no pueden hallar en todo tiempo. Luego es natural que el hombre reúna y conserve lo que le es necesario. Es, por lo tanto, contra la ley natural el desparramar mediante la pobreza las cosas acumuladas»[1].

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17.07.19

LXII. Los consejos evangélicos

699. –¿Por qué, después de la exposición de los diez mandamientos, el Aquinate se ocupa, en la «Suma contra los gentiles», de los llamados consejos evangélicos?

–Comienza el capítulo de inicio del estudio de los consejos evangélicos, con la siguiente justificación de su existencia: «Lo mejor para el hombre es unirse con la mente a Dios y a las cosas divinas, y es imposible que se ocupe con intensidad en diversas cosas, por ello, para que con mayor desembarazo vuele su mente hacia Dios se dan, en la ley divina, consejos».

Gracias a estos consejos divinos: «los hombres se apartan de las ocupaciones de la vida presente, en cuanto es posible al que vive una vida terrena». Sin embargo, su cumplimiento no es imprescindible como lo es el de los mandamientos. El alejamiento que supone un consejo divino: «no es tan necesario para su justicia, que sin eso no la tenga, porque no se pierde ni la virtud ni la justicia, por usar conforme al orden de la razón de las cosas corporales y terrenas». Ello explica que: «esas advertencias de la ley divina se llamen consejos y no preceptos, por persuadir al hombre a que deje lo menos bueno por lo mejor»[1].

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