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2.01.16

XXXII. Los cuatro momentos de la Predestinación

Fundamento de las ciencias divinas

            De todo lo que está en la eternidad –lo que ha existido en el pasado, existe en el presente y existirá en el futuro–, y, por tanto, de lo que tiene existencia actual y de lo que no la tiene, Dios posee ciencia de visión. Hay una ciencia de simple inteligencia que tiene Dios de lo que es meramente posible, de aquello que no está en la eternidad –ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro–, porque aunque, conocido por la ciencia divina, su voluntad no ha querido crearlo.

            A la ciencia divina, por ser causa de las cosas o causa dirigente, y en cuanto lleva adjunta la voluntad, que es causa ejecutora, se la llama ciencia de aprobación. A su vez puede decirse que es de las cosas que ha determinado que existan porque son buenas, y, por tanto, es ciencia positiva o propiamente aprobativa; y ciencia permisiva, porque recae sobre lo malo, que desagrada a Dios.

            La división de la ciencia divina en ciencia de simple inteligencia, ciencia de aprobación y ciencia de visión, se puede fundamentar en el poder divino, u omnipotencia de Dios, que permite distinguir tres aspectos en su objeto. Puede diferenciarse, de modo análogo a todo sujeto de poder, entre: lo que puede hacer; lo que quiere hacer; y lo que realmente hace.

            Los tres distingos no coinciden en Dios, por lo menos de modo total. Son distintas las cosas que Dios puede hacer, que son infinitas; las que quiere hacer, ya que no quiere hacer las infinitas cosas que podría hacer; y las que hace de hecho, pues no hace algunas cosas que quiere verdaderamente hacerlas.

Un ejemplo de este último caso es el futuro contingente condicionado de la llamada voluntad de beneplácito de Dios, el querer que todos los hombres hagan el bien o se salven, pero con la condición de que lo hagan libremente, que es lo que permite que puedan amarle. Este querer divino puede no cumplirse, y, por tanto, puede que no siempre se realice la salvación, por culpa de la voluntad libre de las criaturas. Este verdadero querer es de la voluntad antecedente, querer que no se cumple por el impedimento de la criatura.

            La distinción en Dios del poder, el querer y el hacer fundamenta la triple ciencia divina, porque a cada una de las tres distintas acciones, les corresponde una ciencia de Dios. De lo que Dios puede hacer, tiene ciencia de simple inteligencia, independientemente de que lo quiera y también de que lo quiera y  haga, es decir, de lo posible en si mismo.  De lo que Dios quiere hacer, aunque no se haga realmente, ciencia de aprobación. Y de lo que Dios realmente hace, y que, por tanto, está en el pasado, en el presente o en el futuro, y, por ello, en la eternidad de Dios, tiene ciencia de visión.

 

Otros fundamentos en los atributos divinos         

            La distinción de la ciencia divina se puede fundamentar en otros dos atributos operativos, no transeúntes, como el poder divino, sino en los inmanentes de la inteligencia y de la voluntad.  De manera que se distinguen claramente la inteligencia divina, la voluntad divina y la existencia del ente creado contingente. No solamente son distintas, sino que en las ciencias divinas están separadas. Hay una ciencia en la que sólo actúa la inteligencia, otra que en la que entran la inteligencia y la voluntad; y otra en la que están ellas dos junto con la existencia actual de lo entendido y querido por Dios.

Desde esta distinción, se diferencian, en segundo lugar, las tres ciencias, porque la ciencia de simple inteligencia requiere sólo la inteligencia divina. La ciencia de aprobación, la inteligencia y la voluntad con sus decretos. La ciencia de visión, la inteligencia, la voluntad y la existencia actual de la criatura.

            Puede indicarse un tercer fundamento de la división de la ciencia divina en el hecho de la creación. Debe distinguirse entre la causalidad potencial, olo que puede ser causado por Dios; la causalidad actual, o lo que tiene además el orden actual de la causa al efecto, pero todavía como movimiento hacia el término de la causalidad y, por tanto, tal como también se denomina, con una causalidad dispositiva o vial; y el efecto perfecto, o término de la causalidad.

Esta nueva distinción implica que no es lo mismo lo que puede ser causado, o antes de empezar a ser causado, sólo con potencia para ello; lo que está siendo causado o en camino hacia el término, en una causalidad vial o dispositiva;  y lo ya causado, o cuando la acción causal ha llegado a su término.Lo causado no es siempre lo mismo, porque lo causado, en cuanto todavía está en movimiento por el poder del motor y, por tanto, aún no ha conseguido el fin de la acción, no es lo causado como ya efecto terminado. Se diferencian como el orden de la causa al efecto y el efecto mismo.

La distinción se ve muy clara en el movimiento local. Una flecha antes de ser disparada hacia el blanco, antes de entrar en movimiento, tiene sólo potencia para moverse y ser lanzada hacia su objetivo. La misma flecha ya disparada, puesta en movimiento por el motor, y mientras está en movimiento, está en acto en movimiento y dirigida hacia su término, pero todavía no lo ha alcanzado. Una cosa distinta es también la flecha que ha llegado al blanco, a la consecución de su movimiento.

De estas formas de causalidad, sesigue que la causalidad potencial permite que se dé la ciencia de simple inteligencia, por versar sobre ella; la causalidad actual, la que ya implica el orden de la causa al efecto, la ciencia de aprobación, por referirse a ella; la del efecto perfecto o del término de la causalidad, la ciencia de visión, que a su vez la tiene por objeto.

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