16.03.12

Revista "Fe y Razón" (Nº 66 - Marzo de 2012)

Para acceder a todo el contenido de la revista, por favor presione este enlace: www.feyrazon.org/Revista/FeyRazon66.htm

A continuación reproduzco el artículo editorial.


Conviértanse y crean en el Evangelio

Equipo de Dirección

Este número de Fe y Razón contiene dos noticias “de la casa”. En primer lugar recordamos que en abril y mayo el Ing. Daniel Iglesias Grèzes y el Lic. Néstor Martínez Valls dictarán un cursillo sobre “Darwinismo, Diseño Inteligente y Fe Cristiana”. Los detalles del cursillo (días, horas, lugar, etc.) figuran en la noticia correspondiente.

En segundo lugar anunciamos la publicación del título Nº 9 de la Colección “Fe y Razón”: el nuevo libro de Daniel Iglesias Grèzes, Soy amado, luego existo. Reflexiones sobre el darwinismo, el diseño inteligente y la fe cristiana. En la noticia correspondiente se explica cómo se puede adquirir este libro.

En este número incluimos también una conferencia de Daniel Iglesias titulada “Escatología y Apologética”, dictada el 2/12/2011 en Buenos Aires, en el XIV Encuentro de Formación Católica, organizado por el Círculo de Formación San Bernardo de Claraval.

En la sección “Familia y Vida” incluimos el artículo “¿MYSU o Briozzo?” del Lic. Néstor Martínez, que aborda un tema de mucha actualidad en la lucha pro-vida en el Uruguay.

En la sección Iglesia incluimos una notable entrevista que InfoCatólica realizó en 2011 a Monseñor Xavier Novell, Obispo de Solsona (Cataluña, España). Destacamos la gran lucidez y franqueza con que este Obispo plantea varios de los principales problemas que sufre hoy la Iglesia Católica, no sólo en España, sino también en muchos otros países.

En la sección Conversiones, tema que quizás hemos descuidado demasiado, publicamos un aporte de Carlos Caso-Rosendi, colaborador de nuestra revista que reside en los Estados Unidos.

En la sección dedicada al Magisterio de la Iglesia incluimos una reciente lectio divina del Papa Benedicto XVI, dirigida a los seminaristas de Roma. Comentando un texto de la Carta de San Pablo a los Romanos, el Papa nos da un mensaje muy apropiado para el tiempo litúrgico de Cuaresma, que es un tiempo de conversión. Ante todo debemos dejar que la Palabra y el Espíritu de Dios transformen nuestras mentes y renueven nuestra manera de pensar, para transformar todo nuestro ser, cuerpo y alma, en un sacrificio vivo, una liturgia espiritual agradable de Dios. Así rendiremos culto a Dios en espíritu y en verdad.

Por último, el Salmo 129 nos enseña a esperar con confianza el perdón de nuestras culpas y la redención de parte de Dios, Padre rico en misericordia.

4.03.12

Nueva datación del Nuevo Testamento (1)

Comentario de: John A. T. Robinson, Redating the New Testament, 1976.
Edición en línea: www.preteristarchive.com/Books/1976_robinson_redating-testament.html

Al comienzo del Capítulo I (“Fechas y datos”) el autor explica que, como en la arqueología, la cronología del Nuevo Testamento (NT) está basada en una combinación de fechas absolutas y relativas. Hay un número limitado de puntos más o menos fijos, y los fenómenos restantes son fechados de acuerdo con los supuestos requerimientos de dependencia, difusión y desarrollo. Las nuevas fechas absolutas obligan a reconsiderar las fechas relativas. Eventualmente las antiguas hipótesis sobre los patrones de dependencia, difusión y desarrollo pueden ser perturbadas o incluso radicalmente cuestionadas.

Robinson muestra cómo esto ocurrió en el caso del estudio del origen y el desarrollo de la civilización en Europa. A partir de 1949 se produjo la “revolución del carbono radioactivo”, que obligó a extender de 500 a 1.500 años el período en cuestión. Y en 1966, debido a la dendro-cronología, se produjo una segunda “revolución”. Esta vez no sólo hubo que extender de nuevo el período analizado, sino que el patrón de relaciones entre los fenómenos cambió profundamente.

Robinson afirma que la cronología del Nuevo Testamento depende más de supuestos que de hechos. No se trata de que en este caso hayan aparecido nuevos hechos, nuevas fechas absolutas que no puedan ser cuestionadas –ellas aún son extraordinariamente escasas. Se trata de que ciertos cuestionamientos obstinados me han llevado a preguntar simplemente qué base hay en verdad para ciertas hipótesis cuyo cuestionamiento parecería haberse vuelto arriesgado o incluso impertinente, según el consenso predominante de la ortodoxia crítica. Sin embargo uno toma coraje al ver cómo, en su propio campo o en otro cualquiera, las posiciones establecidas, súbita o sutilmente, pueden llegar a ser vistas como las precarias construcciones que son. Las que parecían ser dataciones firmes basadas en la evidencia científica se revelan como deducciones que se apoyan sobre otras deducciones. El patrón es coherente pero circular. Si se cuestiona alguna de las hipótesis incorporadas, el edificio entero parece mucho menos seguro.” (p. 6).

Luego el autor presenta una visión sintética de la historia de la cronología del NT, indicando las posiciones predominantes a intervalos de 50 años. En general, hacia 1800 se consideraba que la composición del NT había abarcado un período de 50 años: del año 50 al año 100. Hacia 1850 ese período se había más que duplicado, extendiéndose ahora entre los años 50 y 170. Hacia 1900, aunque el período considerado seguía siendo aproximadamente el mismo, cambió la datación de los distintos libros del NT, quedando con dataciones tardías sólo unos pocos, generalmente algunas de las cartas. Hacia 1950 la brecha entre las posiciones radicales y conservadoras se había achicado bastante, alcanzándose un grado notable de consenso. El período de composición se redujo a unos 60 años (50-110), con la única excepción de 2 Pedro (ca. 150).

Robinson opina que “lo que uno busca en vano en gran parte de los estudios recientes es cualquier lucha seria con la evidencia interna o externa para la datación de los libros individuales… más que un patrón apriorístico del desarrollo teológico dentro del cual luego se los hace encajar.” (p. 11).

Para el autor, la pieza clave fue el Evangelio de Juan. Por diversas razones, poco a poco Robinson se convenció de que ese Evangelio fue escrito en Palestina y antes del año 70, lo que contradice la tesis predominante de que fue escrito en Asia Menor y hacia fines del siglo I. Pero la re-datación de Juan lleva necesariamente a replantear la cronología de todo el NT.

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3.03.12

Nueva datación del Nuevo Testamento (0)

Desde la época apostólica, la tradición eclesiástica sostuvo que los cuatro Evangelios fueron escritos poco después de la muerte y resurrección de Cristo, con base en el testimonio de testigos oculares de los hechos narrados en esos mismos libros. Éste es uno de los motivos principales de la multisecular confianza de la Iglesia Católica en el valor histórico de los Evangelios. Algo análogo puede decirse sobre los restantes escritos del Nuevo Testamento (NT). La más antigua tradición afirma que también ellos fueron redactados tempranamente por distintos apóstoles, algunos de los cuales (como Pedro y Juan) formaron parte del grupo de los Doce que acompañaron a Jesús durante su vida pública.

A partir del siglo XVIII el estudio crítico de la Biblia desafió estas convicciones tradicionales, negando en muchos casos que los autores de los libros del NT fueron los apóstoles a los que son atribuidos, y asignando a dichos libros fechas de redacción tardías, en general. De este modo, durante el siglo XIX muchos estudiosos de tendencia racionalista sostuvieron que los Evangelios y los demás libros del NT habían sido compuestos en el siglo II, e incluso en la segunda mitad de ese siglo. Así se puso en duda la historicidad de los Evangelios, para sostener diversas tesis sobre el origen de la fe cristiana a partir de mitos, de fraudes o de la creatividad de las comunidades cristianas primitivas.

En el siglo XX el estudio histórico-crítico del NT descartó las críticas más extremas y revirtió parcialmente la tendencia anterior, regresando a dataciones más tempranas, pero (en general) sin volver del todo a la visión tradicional. Desde 1950 hasta hoy la mayoría de los expertos sitúa la composición del Evangelio de Marcos en torno al año 70, la de los Evangelios de Mateo y Lucas en torno al período 80-90 y la del Evangelio de Juan en torno al año 95. Se podría describir este consenso mayoritario actual como una especie de “empate”, que debilita algo los argumentos apologéticos a favor de la historicidad del NT, sin destruirlos en absoluto.

No obstante, en las últimas décadas varios estudios exegéticos, filológicos y papirológicos, desarrollados independientemente unos de otros, han convergido en un resultado inesperado para muchos: un fuerte cuestionamiento del citado consenso, en el sentido de un regreso integral a las tesis de la antigua tradición cristiana.

Tal vez el primer hito de ese proceso fue dado en 1976 con la publicación del libro Redating the New Testament (Nueva datación del Nuevo Testamento) del teólogo inglés John A. T. Robinson (1919-1983), ex obispo anglicano de Woolwich (Inglaterra). En ese libro Robinson defendió la tesis de que todo el NT fue escrito antes del 70 DC, año de la destrucción de Jerusalén por parte de los romanos.

Lo que contribuyó a hacer aún más sorprendente esta tesis de Robinson fue que él era un teólogo ultra-liberal, que se había hecho famoso en 1963 mediante su libro Honest to God (Sincero para con Dios), donde expuso una teología afín al secularismo: el rechazo de la noción de un Dios trascendente, la propuesta de un cristianismo sin Iglesia, etc. Paradójicamente, después la publicación de Redating the New Testament, muchos pasaron a considerar a Robinson como un teólogo ultra-conservador.

Lo que yo destaco de esto es que Robinson tuvo la honestidad y el coraje de superar sus prejuicios acerca del importante tema de la datación del Nuevo Testamento y la lucidez de reutilizar observaciones hechas por estudiosos anteriores a él para formar un argumento nuevo y poderoso a favor de la datación temprana.

Me propongo, con la ayuda de Dios, resumir y comentar Redating the New Testament a lo largo de una nueva serie de posts. Me basaré en la siguiente edición on-line:
http://www.preteristarchive.com/Books/1976_robinson_redating-testament.html
Cuando cite textos de ese libro, lo haré según mi traducción del inglés e indicando los números de página de esa edición. El libro tiene once capítulos. Presentaré un capítulo por post.

Daniel Iglesias Grèzes


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28.02.12

Nuevo libro de Daniel Iglesias Grèzes: Soy amado, luego existo. Reflexiones sobre el darwinismo, el diseño inteligente y la fe cristiana

El Centro Cultural Católico “Fe y Razón” se complace en anunciar la publicación del noveno título de su Colección “Fe y Razón”. Se trata de una obra del Ing. Daniel Iglesias Grèzes: Soy amado, luego existo. Reflexiones sobre el darwinismo, el diseño inteligente y la fe cristiana.

Este libro de 166 páginas, cuya edición estuvo a cargo del propio autor, contiene un prólogo, diez capítulos y un epílogo. A continuación reproducimos los títulos de los capítulos:

1. Introducción al darwinismo – 2. Introducción a la crítica científica del darwinismo – 3. Críticas científicas al darwinismo. Proceso a Darwin – 4. Críticas científicas al darwinismo. La caja negra de Darwin – 5. Introducción a la teoría del diseño inteligente – 6. El debate sobre el diseño inteligente – 7. La doctrina católica sobre la creación y la evolución – 8. El debate teológico sobre la evolución – 9. El Big Bang y la creación del universo – 10. El diseño inteligente del universo. El planeta privilegiado


El libro puede ser adquirido, usando una tarjeta internacional, en Lulu, el mayor sitio de auto-publicación del mundo, en las siguientes direcciones:

Como libro electrónico: http://www.lulu.com/product/ebook/soy-amado-luego-existo/18921025
Como libro impreso: http://www.lulu.com/product/paperback/soy-amado-luego-existo/18920997

Allí se permite ver la tapa y algunas páginas del libro.

El libro electrónico cuesta US$ 5. Es descargado inmediatamente por el comprador en formato Adobe Digital Editions. Bajar ese programa excelente y gratuito, siguiendo las instrucciones de Lulu, es fácil y rápido.

El libro impreso cuesta US$ 10 más el costo de envío desde Estados Unidos. Lulu ofrece varios modos de envío, que difieren entre sí por su costo, rapidez y grado de seguridad. Es recomendable utilizar una forma de envío “rastreable” (garantizada por Lulu). Se puede comprar cualquier cantidad de ejemplares (de uno en adelante). Lulu imprime la cantidad de ejemplares pedida y los envía al comprador.

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25.02.12

Cristo y Mitra

Una de las múltiples objeciones esgrimidas por los críticos anticristianos en contra de la fe de la Iglesia se basa en el supuesto influjo del mitraísmo sobre el cristianismo. La tesis que queremos analizar y refutar aquí es ésta: el cristianismo ha surgido fundamentalmente del mito de Mitra, transmutado mediante algún proceso psico-sociológico en el Cristo de la fe.

En primer lugar se debe notar que las “soluciones mitológicas” al problema de Jesucristo son muy numerosas: Hay quienes sostienen que las primitivas comunidades cristianas transfirieron a Jesús “su fe en un mito solar (Dupuis), o las creencias del alegorismo alejandrino (Bauer) o un culto oriental de la crucifixión como acto litúrgico (Du Jardin). O, no es sino la caricatura del dios indio Agni o del héroe babilónico Gilgamesh o del dios del sol de Canaán” (Vittorio Messori, Hipótesis sobre Jesús, Ediciones Mensajero, Bilbao 1978, p. 90). Agrego que otros “expertos” sostienen que Jesús fue un extraterrestre o un hongo alucinógeno o un fakir formado en la India o… mil disparates más.

En segundo lugar subrayo que, a pesar de que todas esas soluciones mitológicas son incompatibles entre sí, sus proponentes las presentan habitualmente como resultados definitivos de la investigación científica. He aquí un caso flagrante de deshonestidad intelectual. Alfred Loisy (famoso teólogo católico disidente de principios del siglo XX) ironizó sobre las “alborotadas conjeturas de los mitólogos” y escribió: “Las presuntas conclusiones definitivas de estos señores no hay necesidad de tomarlas muy a lo trágico” (o.c., pp. 105 y 97). Y Loisy era uno de ellos…

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22.02.12

Arqueólogos encuentran la tumba del Apóstol Felipe

Un grupo de arqueólogos italianos de la Universidad del Salento-Lecce encontró en 2011 la tumba del Apóstol San Felipe, uno de los Doce que acompañaron a Jesús. La tumba fue encontrada en Hierápolis de Frigia (la actual Pamukkale de Turquía), la ciudad donde, según la tradición, el Apóstol murió como mártir. Ésta es una nueva prueba de la solidez histórica del Nuevo Testamento y de la tradición apostólica.

Más información (en italiano) sobre esta noticia en los siguientes enlaces:

http://www.uccronline.it/2011/08/14/archeologi-italiani-trovano-la-tomba-dellapostolo-filippo/

http://www.uccronline.it/2011/08/23/le-conseguenze-della-scoperta-della-tomba-dellapostolo-filippo/


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17.02.12

26.01.12

El socialismo según Juan Pablo II

1. Crítica del socialismo

En este numeral resumiré lo que el Papa Juan Pablo II, en la encíclica Centesimus annus, nn. 12-15, enseña sobre la crítica del socialismo hecha por el Papa León XIII en la encíclica Rerum novarum.

León XIII previó de un modo sorprendentemente justo las consecuencias negativas del ordenamiento social propuesto por el socialismo. La estatización de los medios de producción reduciría al ciudadano a una pieza en el engranaje de la máquina estatal. El remedio vendría a ser peor que el mal, perjudicando a quienes se proponía ayudar.

El error fundamental del socialismo es de carácter antropológico. Considerando al hombre como un simple elemento del organismo social, subordinado a éste, se lo reduce a un mero conjunto de relaciones sociales, desapareciendo el concepto de persona como sujeto autónomo de decisión moral. La socialidad del hombre no se agota en el Estado, sino que se realiza en diversos grupos intermedios, comenzando por la familia.

La causa principal del error antropológico del socialismo es el ateísmo: la negación de Dios priva a la persona de su fundamento. Esta forma de ateísmo tiene estrecha relación con el racionalismo iluminista, que concibe la realidad humana y social de manera mecanicista.

De la raíz atea del socialismo brota la elección de la lucha de clases como medio de acción. Se debe reconocer el papel positivo del conflicto cuando se configura como lucha por la justicia social. Lo condenable en la doctrina de la lucha de clases es su carácter de guerra total, de conflicto no limitado por consideraciones éticas ni jurídicas. La lucha de clases en sentido marxista y el militarismo tienen las mismas raíces: el desprecio de la persona humana, que hace prevalecer la fuerza sobre la razón y el derecho.

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23.01.12

El liberalismo según Juan Pablo II

1. Crítica del liberalismo

En este numeral resumiré lo que el Papa Juan Pablo II, en la encíclica Centesimus annus, nn. 15-17, enseña sobre la crítica del liberalismo hecha por el Papa León XIII en la encíclica Rerum novarum.

León XIII critica una concepción del Estado que deja la esfera de la economía totalmente fuera del propio campo de interés y de acción. Existe una legítima esfera de autonomía de la actividad económica, donde no debe intervenir el Estado. Sin embargo, al Estado le corresponde salvaguardar las condiciones fundamentales de una economía libre, que presupone una cierta igualdad entre las partes.

La Rerum novarum señala las vías de las justas reformas que devuelven al trabajo su dignidad de libre actividad del hombre. Históricamente esto se logrado de dos modos convergentes: con políticas económicas dirigidas hacia el crecimiento equilibrado y el pleno empleo, y con seguros contra el desempleo y políticas de capacitación profesional. Por otra parte, la sociedad y el Estado deben asegurar unos salarios mínimos adecuados y buenas condiciones de trabajo. Para conseguir estos fines el Estado debe participar indirectamente (según el principio de subsidiariedad) y directamente (según el principio de solidaridad).

En el fondo el error del liberalismo consiste en una concepción de la libertad humana que la aparta de la obediencia de la verdad y, por tanto, también del deber de respetar los derechos de los demás hombres. Así la libertad se transforma en afianzamiento ilimitado del propio interés.

2. La propiedad privada y el destino universal de los bienes

En este numeral resumiré el Capítulo IV de la carta encíclica Centesimus annus de Juan Pablo II (nn. 30-43), titulado “La propiedad privada y el destino universal de los bienes”.

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19.01.12

La caja negra de Darwin (13) – Consideraciones finales

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

La edición del décimo aniversario de “La caja negra de Darwin” (del año 2006) contiene un nuevo Epílogo (titulado “Diez años después”). Al comienzo de ese epílogo, el autor sostiene que, a pesar del gran progreso de la bioquímica en los diez años transcurridos, de cientos de comentarios críticos a su libro y de la oposición implacable de algunos científicos muy influyentes, hay muy pocas cosas del texto original que cambiaría si lo volviera a escribir. En cambio hay mucho que podría agregar. A medida que la ciencia avanza, el fundamento molecular de la vida se está revelando exponencialmente más complejo; y así el argumento del diseño inteligente de la vida se vuelve exponencialmente más fuerte.

A continuación el autor analiza las principales críticas a su libro. Sostiene que las mayores fuentes de confusión son los malentendidos sobre el concepto de complejidad irreducible y sobre la naturaleza del argumento a favor del diseño. Con respecto al primero de estos dos puntos, Behe refuta detalladamente las críticas de tres autores: el filósofo de la ciencia Robert Pennock, el bioquímico Ken Miller y el biólogo Allen Orr. En pocas palabras, Pennock y Miller tergiversan la definición de complejidad irreducible, volviendo la tesis de Behe lo más frágil posible para poder refutarla fácilmente. Por su parte, Orr pretende resolver el problema de la evolución darwinista de los sistemas irreduciblemente complejos de un modo abstracto, con una explicación vaga e hipotética, sin ninguna referencia concreta a los problemas bioquímicos reales.

El argumento a favor del diseño ha sido caricaturizado por muchos críticos como un “argumento basado en la ignorancia”. Behe responde que los sistemas bioquímicos irreduciblemente complejos permiten desarrollar dos argumentos, uno negativo y otro positivo. El argumento negativo muestra que tales sistemas resisten una explicación darwinista (que requeriría una evolución mediante pasos pequeños). El argumento positivo es que sus partes aparecen ordenadas para cumplir un propósito, lo cual es exactamente la forma en que detectamos un diseño. Según Richard Dawkins, esta apariencia de diseño forma parte de la mismísima definición de la biología: “La biología es el estudio de cosas complicadas que dan la apariencia de haber sido diseñadas para un propósito.” (p. 264). Más aún, Dawkins admite que esa apariencia de diseño es abrumadora: “Los resultados vivientes de la selección natural nos impresionan abrumadoramente con la apariencia de diseño como por un maestro relojero, nos impresionan con la ilusión de diseño y planificación.” (p. 264).

A continuación el autor afirma que, después de diez años, el darwinismo sigue siendo tan especulativo como siempre. “Todas las ciencias comienzan con la especulación; sólo el darwinismo termina rutinariamente en ella.” (p. 268). Behe revisa las críticas a sus capítulos de ejemplos de sistemas bioquímicos irreduciblemente complejos y muestra la invalidez de esas críticas. En 1996 el microbiólogo James Shapiro declaró: “No hay explicaciones darwinistas detalladas de la evolución de ningún sistema bioquímico o celular fundamental, sólo una variedad de especulaciones ilusionadas.” (p. 271). Behe agrega: “Diez años después, nada ha cambiado. Llámenlas especulaciones ilusionadas o escenarios plausibles –ambos sólo significan una falta de respuestas reales.” (p. 271).

Behe concluye el epílogo afirmando que las perspectivas futuras para la hipótesis del diseño inteligente son excelentes y que estudiantes avanzados y destacados de disciplinas científicas demuestran mucho interés en el diseño inteligente.

El libro termina con un Apéndice (“La química de la vida”) que es una breve introducción a la bioquímica.

En mi opinión, a través de la noción de “complejidad irreducible”, Behe ha hecho un aporte fundamental al debate entre el darwinismo y el diseño inteligente. “La caja negra de Darwin” demuestra sobradamente que los abundantes sistemas bioquímicos irreduciblemente complejos representan un obstáculo formidable para la teoría darwinista de la evolución; un obstáculo que no hay razón para suponer que ésta pueda superar algún día.

En cuanto al argumento positivo de Behe a favor del diseño, pienso que, aunque es esencialmente correcto, necesita ser reforzado por medio de una formulación matemática. En este sentido, los aportes de los dos principales exponentes del movimiento del diseño inteligente (Michael Behe y William Dembski) se complementan entre sí: la teoría matemática de Dembski sobre la información con complejidad especificada da una forma más rigurosa a la inferencia de diseño. (Fin).

Daniel Iglesias Grèzes

Nota: Las citas han sido traducidas por mí.

18.01.12

La caja negra de Darwin (12) – Ciencia, filosofía y religión

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

En el Capítulo 11 (“Ciencia, filosofía y religión”) el autor se plantea la siguiente cuestión: después de 40 años de grandes esfuerzos acumulados para investigar la vida en el nivel molecular, el resultado es un grito fuerte y claro de “¡diseño!” Este resultado debería ser considerado como uno de los mayores logros de la historia de la ciencia. Sin embargo, en lugar de la gran celebración colectiva que cabría esperar, un silencio embarazoso rodea la espantosa complejidad de la célula. ¿Por qué la mayoría de la comunidad científica se resiste a admitir una teoría bien fundada (el diseño inteligente) con posibles consecuencias teológicas? Behe analiza cuatro razones.

La primera razón es de orden sociológico: una especie de patrioterismo científico que se manifiesta en una lealtad exagerada o desordenada hacia las ideas predominantes en el ámbito científico.

La segunda razón es de orden histórico. Algunos científicos y algunos teólogos o creyentes se han enfrentado acerca de la teoría de la evolución de Darwin, y de allí muchos han sacado la errónea conclusión de que existe o debe existir una guerra entre la ciencia y la religión.

Los sentimientos o emociones relacionados con estos dos primeros factores no tienen en sí mismos un valor intelectual y no deberían interferir con el debate científico sobre el diseño inteligente. En cambio los dos factores filosóficos que examinaremos a continuación afectan directamente a la cuestión en el nivel intelectual.

La tercera razón es la concepción naturalista de la ciencia. El autor ofrece una cita de Richard Dickerson, un prominente bioquímico, que es representativa de esta concepción: “La ciencia, fundamentalmente, es un juego. Es un juego con una regla primordial y definitoria: Regla Nº 1: Veamos cuán lejos y hasta dónde podemos explicar el comportamiento del universo físico y material en términos de causas puramente físicas y materiales, sin invocar lo sobrenatural.” (p. 238). Behe subraya que esta regla no es científica sino filosófica y responde que la ciencia no es un juego, sino un vigoroso intento de hacer afirmaciones verdaderas acerca del mundo físico, por lo que la ciencia debería seguir la evidencia física a dondequiera que ella conduzca, sin restricciones artificiales. Behe responde a algunas objeciones, afirmando que el temor a una proliferación de lo sobrenatural en la ciencia es una pomposa exageración, y destacando que, aunque el diseñador inteligente no puede ser objeto de observación o experimentación directa, podemos estudiar sus efectos, de forma análoga al caso del meteorito que destruyó a los dinosaurios hace millones de años.

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17.01.12

La caja negra de Darwin (11)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

Hacia el final del Capítulo 10 el autor analiza la objeción más frecuente contra el diseño inteligente: el argumento basado en la imperfección. Este argumento tiene la siguiente forma silogística (que expresaré de un modo más general que Behe):

• Premisa mayor: Un diseñador no habría hecho la especie X con la característica Y.
• Premisa menor: La especie X tiene la característica Y.
• Conclusión: La evolución darwinista produjo la especie X con la característica Y.

Podemos hacer dos objeciones a este razonamiento. La objeción menos importante es que este silogismo es una falacia lógica conocida como non sequitur, porque la conclusión no se deduce de las premisas. La conclusión correcta sería: “La especie X con la característica Y no fue hecha por un diseñador”.

La objeción principal consiste en cuestionar la premisa mayor. Ésta no es un hecho (como la premisa menor), ni una verdad evidente por sí misma, sino una mera opinión subjetiva. Hay argumentos a favor del diseño inteligente que son débiles precisamente por la misma razón que hace ineficaces a los argumentos contra el diseño inteligente basados en las imperfecciones: es decir, porque se basan en meras opiniones o sentimientos sobre cómo deberían ser las cosas.

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16.01.12

La caja negra de Darwin (10)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

En el Capítulo 10 (“Cuestiones acerca del diseño”) el autor presenta el debate sobre el diseño inteligente, siguiendo un enfoque histórico.

Hasta el tiempo de Darwin, el argumento de que el mundo era diseñado era un lugar común tanto en filosofía como en ciencia. En el ámbito anglosajón, el argumento del diseño alcanzó su punto más alto de influencia a través del libro “Teología Natural” del clérigo anglicano William Paley, publicado en 1802. Behe reproduce el párrafo introductorio de ese libro, donde Paley ofrece su ejemplo más famoso de inferencia de diseño: si un caminante encontrara un reloj en el suelo y lo examinara, llegaría fácilmente y con certeza a la conclusión de que fue diseñado y fabricado por un agente inteligente, un relojero. Behe sostiene que, como suele suceder, el argumento de Paley habría sido más fuerte si hubiera escrito menos, porque en su libro, junto a algunos buenos ejemplos de diseño, incluye también muchos ejemplos mediocres o malos. Paley cayó en descrédito por sus malos ejemplos y sus discusiones teológicas fuera de tema. “Pero exactamente dónde –pregunta Behe– ha sido refutado Paley? ¿Quién ha respondido su argumento? ¿Cómo fue producido el reloj sin un diseñador inteligente? Es sorprendente pero verdadero que el argumento principal del desacreditado Paley no ha sido nunca refutado realmente. Ni Darwin ni Dawkins, ni la ciencia ni la filosofía, han explicado cómo un sistema irreduciblemente complejo como un reloj podría ser producido sin un diseñador.” (p. 213). “Pobre Paley. Sus oponentes modernos se sienten justificados en asumir puntos de partida enormemente complejos (tales como un reloj o una retina) si piensan que entonces pueden explicar una simple mejora (tales como una cobertura de reloj o la curvatura del ojo). No se argumenta nada más; no se da ninguna explicación de la complejidad real, la complejidad irreducible. Incluso los que deberían saber más afirman que la refutación de las extralimitaciones de Paley son una refutación de su punto principal.” (p. 216).

A continuación el autor analiza dos argumentos del filósofo David Hume contra el diseño inteligente. En su primer argumento, Hume sostiene que los relojes y los organismos son muy diferentes entre sí, por lo que es absurdo inferir que los organismos tienen una propiedad determinada porque los relojes la tienen. Sin embargo, el argumento de diseño basado en la analogía es válido. Este argumento no dice que los organismos son diseñados porque los relojes son diseñados, sino que ambos son diseñados porque comparten una propiedad determinada (la complejidad irreducible) que exige un diseño inteligente. En su segundo argumento, Hume sostiene que para tener una buena razón para pensar que los organismos de nuestro mundo son productos de un diseño inteligente, tendríamos que haber visitado muchos otros mundos y haber observado allí a diseñadores inteligentes produciendo organismos. Hume critica aquí el diseño como un argumento inductivo; pero en realidad el argumento de diseño no es una inducción, sino una inferencia basada en la mejor explicación. Es decir que, si se consideran el diseño inteligente y la evolución “ciega” (en honor a la verdad y por respeto a los ciegos, sería mejor decir “evolución sin inteligencia”) como explicaciones que compiten entre sí, el diseño inteligente es por lejos la explicación más probable. Además, añade Behe, hoy tenemos experiencia directa de miles de diseños inteligentes de sistemas bioquímicos, a través de la ingeniería genética.

Luego el autor refuta una analogía de Richard Dawkins que, a pesar de ser patentemente falsa, ha convencido a filósofos de la ciencia como Michael Ruse, Daniel Dennett y Elliott Sober. Behe la presenta según la versión de Sober. Imaginen una cerradura de combinación compuesta de 19 discos. En el borde de cada disco figuran las 26 letras del idioma inglés. Los discos pueden girar separadamente de forma que en una ventana aparecen secuencias de 19 letras. La probabilidad de que aparezca una secuencia determinada es bajísima: uno en 26^19. Pero ahora imaginen que un disco se bloquea si en la ventana sale una letra que coincide con el mensaje elegido como blanco. Repitiendo este proceso el mensaje elegido aparecerá al cabo de un número sorprendentemente pequeño de pasos. Dawkins establece esta analogía con la evolución darwinista: los giros de los discos representan a las mutaciones aleatorias, pero la selección natural entre las variantes (representada por el bloqueo de los discos) no es aleatoria. La falla garrafal de esta analogía es evidente: ¿Quién decide cuáles letras bloquear y por qué? ¿Por qué la selección natural habría de seleccionar una combinación errónea? Si tu vida dependiera de que una combinación aleatoria de letras abriera la cerradura, no te serviría de nada acertar la primera letra. Aunque acertaras 18 de las 19 letras, pronto estarías mirando a las flores desde abajo. La analogía de Dawkins es en realidad un excelente ejemplo de diseño inteligente. El agente inteligente “tiene la frase deseada en mente y guía el resultado en esa dirección tan seguramente como un adivino guía una tabla ouija. Esto difícilmente parece un fundamento firme sobre el cual construir una filosofía de la biología.” (p. 221).

En las secciones subsiguientes del Capítulo 10 el autor analiza la objeción más frecuente contra el diseño inteligente: el argumento basado en la imperfección. (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

Nota: Las citas han sido traducidas por mí.

15.01.12

La caja negra de Darwin (9) – Diseño inteligente

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

Tras haber demostrado la impotencia de la teoría darwinista para dar cuenta de la base molecular de la vida, el autor se pregunta lo siguiente: si los sistemas bioquímicos complejos contenidos en las plantas y animales no surgieron de un modo darwinista, ¿entonces cómo surgieron? En el Capítulo 9 (“Diseño inteligente”), Behe analiza tres posibles respuestas: la teoría de la simbiosis (propuesta por Lynn Margulis), la teoría de la complejidad (propuesta por Stuart Kauffman) y el diseño inteligente.

En lugar de la visión darwinista del progreso por medio de la competencia y la lucha, Margulis propuso el avance por medio de la cooperación y la simbiosis. Su teoría sobre el origen bacteriano de las mitocondrias de las células eucariotas, inicialmente ridiculizada, fue ganando aceptación a regañadientes y actualmente goza de amplia aceptación. Margulis y otros científicos han propuesto que también otros componentes de la célula son el resultado de simbiosis. Estas otras propuestas son más discutidas. No obstante, supongamos que la simbiosis hubiera ocurrido con frecuencia a través de la historia de la vida. Aun así, la simbiosis no podría explicar el origen de sistemas bioquímicos complejos, por una razón muy sencilla: la simbiosis es la unión de dos células o sistemas separados, tales que ambos estaban funcionando antes de esa unión. La simbiosis requiere la preexistencia de sistemas bioquímicos complejos funcionales.

La teoría de la complejidad afirma que los sistemas con un gran número de componentes interactivos se auto-organizan espontáneamente en patrones ordenados. Kauffman propuso que las sustancias químicas de la sopa prebiótica se auto-organizaron en caminos metabólicos complejos y que también el cambio entre distintos tipos de células es un resultado de la auto-organización. La teoría de la complejidad comenzó como un concepto matemático para describir el comportamiento de algunos programas de computadora. Sus proponentes aún no han logrado conectarla a la vida real. Kauffman sostiene que su teoría podría explicar no sólo el origen de la vida y el metabolismo, sino también las formas corporales, las relaciones ecológicas, la psicología, los patrones culturales y la economía. La vaguedad de la teoría de la complejidad ha comenzado a decepcionar a algunos de sus defensores. El número de Junio de 1995 de la revista Scientific American preguntó en su portada: “¿La complejidad es un engaño?” Adentro estaba un artículo titulado “De la complejidad a la perplejidad” que hacía la siguiente observación irónica: “La vida artificial, un sub-campo importante de los estudios de la complejidad, es una “ciencia libre de hechos”, de acuerdo con un crítico. Pero sobresale en la generación de gráficos de computadoras.” (p. 191).

Sin embargo, supongamos que la teoría de la complejidad fuera verdadera. Aun así, esa teoría no explicaría los sistemas bioquímicos complejos discutidos en este libro. Behe lo explica así: “La esencia de la vida celular es la regulación: la célula controla cuánto y qué tipos de sustancias químicas produce; cuando pierde el control, muere. Un ambiente celular controlado no permite las interacciones casuales entre sustancias químicas (nunca especificadas) que Kauffman necesita.” (p. 191). Behe concluye: “La teoría de la complejidad puede todavía hacer contribuciones a la matemática e incluso modestas contribuciones a la bioquímica. Pero no puede explicar el origen de las estructuras bioquímicas complejas que apuntalan la vida. Ni siquiera lo intenta.” (p. 192).

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14.01.12

La caja negra de Darwin (8)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

El autor se pregunta lo siguiente: si los sistemas bioquímicos complejos, como los ejemplos analizados en los Capítulos 3-7, no han sido explicados por nadie, ¿qué tipos de trabajos bioquímicos han sido publicados bajo el rótulo de “evolución”? En el Capítulo 8 (“Publica o perece”), Behe muestra qué ha sido estudiado en esta área y qué no.

El autor comienza su relevamiento por una revista especializada de mucho prestigio, el Journal of Molecular Evolution (JME), dedicada exclusivamente a la investigación orientada a explicar el origen de la vida en el nivel molecular. Durante la década anterior, el JME había publicado alrededor de mil artículos científicos. Esos artículos pueden ser clasificados fácilmente de la siguiente manera:

• Más del 80% corresponde a comparaciones de secuencias de ADN o de proteínas.
• Alrededor del 10% corresponde a la síntesis química de moléculas consideradas necesarias para el origen de la vida.
• Alrededor del 5% corresponde a modelos matemáticos de la evolución molecular o métodos matemáticos para comparar e interpretar datos de secuencias.

Una comparación de secuencias es una comparación de dos proteínas diferentes, aminoácido por aminoácido; o una comparación de dos porciones diferentes de ADN, nucleótido por nucleótido. Aunque útil para determinar posibles líneas de descendencia, lo cual es una cuestión interesante por sí misma, comparar secuencias no puede mostrarnos cómo un sistema bioquímico complejo logró su función, la cuestión principal tratada en este libro. Behe explica esto con una analogía: los manuales de dos modelos diferentes de computadoras producidos por la misma compañía pueden tener muchas palabras, frases o incluso párrafos idénticos, sugiriendo un origen común (quizás el mismo autor escribió los dos manuales), pero comparar las secuencias de letras de los manuales nunca nos dirá si una computadora puede ser producida paso a paso comenzando con una máquina de escribir (y, agrego yo, cambiando piezas en forma aleatoria).

Por otra parte, los modelos matemáticos de la evolución molecular, aunque útiles para entender cómo los procesos graduales se comportan en el tiempo, asumen como hipótesis que la evolución en el mundo real es un proceso gradual y aleatorio; no lo demuestran ni pueden demostrarlo.

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13.01.12

La caja negra de Darwin (7)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

En los Capítulos 3-6 el autor describe en detalle varios sistemas bioquímicos irreduciblemente complejos, mostrando que no pueden ser formados de un modo gradualista. Los ejemplos de complejidad irreducible podrían multiplicarse sin mayores dificultades, incluyendo aspectos de la replicación del ADN, el transporte de electrones, la síntesis de telómeros, la fotosíntesis, la regulación de la transcripción, etc. En el Capítulo 7 (“Atropello en la ruta”) Behe muestra que también hay sistemas que, pese a no ser irreduciblemente complejos, son inexplicables desde una perspectiva darwinista. Incluso sistemas que a primera vista parecen dóciles a un enfoque gradualista resultan ser problemas insolubles dentro del marco darwinista, porque las probabilidades de que algo salga mal son abrumadoras. Behe sostiene que muchos de los procesos metabólicos que sintetizan aminoácidos, proteínas, nucleótidos o ácidos nucleicos dentro del organismo son sistemas de ese tipo.

Como introducción a esta idea, el autor presenta esta situación imaginaria. Un gran grupo de marmotas intenta cruzar una autopista de 2.000 carriles, llenos de vehículos que se mueven a la velocidad máxima permitida. En abstracto, no parece haber ningún límite que las marmotas no puedan superar, pero en la práctica la mayoría muere atropellada en el primer carril, algunas alcanzan el segundo carril, y unas pocas llegan hasta el tercer carril, o excepcionalmente hasta el cuarto; ninguna más allá.

Behe describe detalladamente la biosíntesis del monofosfato de adenosina (AMP), una de las muchas sustancias químicas complejas necesarias para la vida, a partir de la ribosa 5-fosfato (pp. 142-149). Una molécula de AMP contiene 33 átomos: diez de carbono, once de hidrógeno, siete de oxígeno, cuatro de nitrógeno y uno de fósforo. La síntesis de una molécula de ATP insume trece pasos (es decir, trece reacciones químicas sucesivas) y requiere doce enzimas, dos grupos formilo, cinco moléculas de ATP, una de GTP, una de dióxido de carbono, dos de glutamina, una de glicina y dos de ácido aspártico. Las moléculas obtenidas en los pasos intermedios no sirven para nada a la célula excepto para hacer AMP o GMP. La síntesis aleatoria de AMP es absolutamente improbable. Si disolviéramos en agua todas las sustancias requeridas no obtendríamos AMP aunque esperáramos un millón de años.

A continuación Behe analiza la explicación darwinista típica de los caminos metabólicos. Supongamos que el compuesto A es transformado en el compuesto D a través de los compuestos intermedios B y C. ¿El camino A-B-C-D podría haber evolucionado gradualmente? Depende. Si A, B y C son útiles para la célula y si B, C y D no son esenciales desde el principio, quizás un desarrollo lento y gradual es posible. Empero, ¿qué ocurre si (como en el caso del AMP) D es necesario desde el principio y A, B y C sólo sirven como precursores de D? En ese caso, ¿para qué le sirve al organismo producir A? ¿O, si produce A, para qué le sirve producir B? La respuesta darwinista típica es ésta: D estaba ya disponible en la sopa primordial; a medida que D se volvió escaso, los organismos aprendieron a sintetizar D a partir de C; luego, a medida que C se acababa, produjeron C a partir de B; y cuando la escasez amenazó otra vez, produjeron B a partir de A.

En los libros de texto, nadie ha puesto nombres químicos reales sobre las míticas letras A, B, C, D, porque al hacerlo uno tiene que mostrar reacciones químicas reales que las producen. Los problemas graves de la teoría A-B-C-D son muy numerosos. Behe detalla tres de ellos. Primero, los experimentos de síntesis prebiótica no han producido ninguna de las sustancias intermedias de la biosíntesis del AMP, excepto una. Segundo, hay buenas razones para pensar que las reacciones químicas intermedias sólo pueden ocurrir bajo la cuidadosa guía de las enzimas. Tercero, algunas de las sustancias intermedias son químicamente inestables. Behe concluye: “El cuento A-B-C-D es una vieja idea que ha sido transmitida irreflexivamente… Nadie tiene idea de cómo se desarrolló el camino del AMP. Aunque unos cuantos investigadores han observado que el camino en sí mismo presenta un severo desafío al gradualismo, nadie ha escrito sobre el obstáculo planteado por la necesidad de regular el camino metabólico de una célula inmediatamente desde su comienzo. No es de extrañar –nadie quiere escribir sobre el atropello en las rutas” (pp. 154 y 159). (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

Nota: Las citas han sido traducidas por mí.

12.01.12

La caja negra de Darwin (6)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

En el Capítulo 6 (“Un mundo peligroso”) Behe examina el sistema inmunológico del cuerpo humano, describiendo cuatro de sus principales características: diversidad, reconocimiento, destrucción y tolerancia.

1. Diversidad

Los enemigos microscópicos (bacterias, virus y hongos) del ser humano son muy abundantes y muy diferentes entre sí. Para enfrentarlos, el cuerpo humano produce miles de millones de anticuerpos de distintas formas. En el óvulo fecundado hay cuatro grupos de genes que contribuyen a hacer anticuerpos: el grupo 1 contiene unos 250 segmentos de genes, el grupo 2 contiene diez segmentos, el grupo 3 contiene seis más y el grupo 4 otros ocho. Cuando el feto crece, comienza a producir células B, que son las “fábricas de anticuerpos”. Durante la construcción de células B, ocurre algo extraño: el genoma del ADN es reordenado y parte del mismo es descartado. Tres segmentos de los grupos 1, 2 y 3 son elegidos, aparentemente al azar, y unidos entre sí. Esto, unido a otros efectos que aumentan el número de variaciones posibles, permite fabricar unos diez mil millones de tipos diferentes de anticuerpos. Esta cantidad es tan grande que es casi seguro que al menos un tipo de anticuerpo se unirá a casi cualquier molécula, incluso las sintéticas.

2. Reconocimiento

Cada anticuerpo está formado por cuatro cadenas de aminoácidos: dos cadenas livianas idénticas y dos cadenas pesadas idénticas. El conjunto tiene una forma simétrica semejante a una letra Y. La base de la Y está unida a la membrana de la célula B y el resto de la Y sobresale hacia afuera de esa célula, para tratar de detectar a los invasores. Los dos extremos superiores de la Y contienen los “sitios de unión”. Cada tipo de anticuerpo tiene sitios de unión con diferentes características: por ejemplo, un anticuerpo puede tener un sitio de unión con una pieza que sobresale aquí, un agujero más allá y un parche aceitoso en el borde; otro anticuerpo puede tener una carga positiva a la izquierda, una hendidura en el medio y un bulto a la derecha; etc. Si la forma de un sitio de unión es exactamente complementaria a la forma de una molécula de la superficie de un invasor, entonces el anticuerpo se unirá a esa molécula. Enseguida el anticuerpo, a través de un mecanismo muy complicado, enviará una señal hasta el núcleo de la célula B. Al recibir esta señal, la célula B comienza a reproducirse rápidamente, pero ahora los anticuerpos ya no están pegados a la membrana celular, sino que quedan libres para moverse en el fluido extracelular, buscar a los invasores y unirse a ellos.

Incluso en un esquema muy simplificado, este sistema de reconocimiento de enemigos consta de al menos tres componentes esenciales: la forma del anticuerpo unida a la membrana de la célula B, el mensajero y la forma libre o exportada del anticuerpo. Este sistema es irreduciblemente complejo. Una célula que tratara de desarrollar este sistema en pasos darwinistas (graduales) estaría en un grave dilema. ¿Qué debería hacer primero? Ninguno de los tres componentes tiene utilidad alguna sin los otros dos. Behe afirma: “Somos conducidos inexorablemente a la conclusión de que incluso esta selección clonal muy simplificada no podría haberse originado en pasos graduales.” (p. 125).

3. Destrucción

Los anticuerpos no destruyen por sí mismos a los virus o bacterias enemigos, sino que sólo ofician como señales para otros sistemas que destruyen a los objetos así marcados. Gran parte de la matanza real de enemigos es hecha por el “sistema complementario”, llamado así porque complementa la acción de los anticuerpos. El sistema complementario consta de unos veinte tipos de proteínas que forman dos caminos relacionados, llamados el “camino clásico” y el “camino alternativo”. Estos caminos son notablemente complejos y recuerdan en varios sentidos a la cascada de la coagulación de la sangre discutida en el Capítulo 4. El camino clásico comienza cuando un gran conjunto de proteínas (llamado C1) se une a un anticuerpo que a su vez está unido a la superficie de una célula extraña. C1 está compuesto por 22 cadenas de proteínas. En este camino intervienen nueve conjuntos de proteínas (de C1 a C9), varios de ellos con más de una variante, que interactúan de diversos modos entre sí. Al final de un complejísimo proceso, una forma tubular pincha y agujerea la membrana de la bacteria invasora. La presión osmótica hace que el agua se precipite hacia adentro y destruya a la bacteria. El camino alternativo es tan complejo como el camino clásico y ambos caminos son sistemas irreduciblemente complejos.

4. Tolerancia

El sistema inmunológico tiene que discriminar entre el cuerpo humano y el resto del mundo. Por ejemplo, no se deben generar anticuerpos contra los glóbulos rojos que circulan permanentemente por la sangre. Cuando el cuerpo produce anticuerpos contra sí mismo, generalmente ocurre un desastre. Es lo que pasa, por ejemplo, en la esclerosis múltiple o en la diabetes juvenil. Cómo el cuerpo adquiere tolerancia a sus propios tejidos es todavía algo oscuro, pero sea cual sea el mecanismo, sabemos una cosa: un sistema de auto-tolerancia tuvo que estar presente desde el comienzo del sistema inmunológico.

Behe concluye: “Diversidad, reconocimiento, destrucción, tolerancia –todos estos y más interactúan los unos con los otros. Hacia cualquier lado que nos volvamos, una explicación gradualista del sistema inmune está bloqueada por múltiples requisitos entretejidos. Como científicos anhelamos entender cómo este magnífico mecanismo vino a la existencia, pero la complejidad del sistema condena a todas las explicaciones darwinistas a la frustración. El mismo Sísifo se apiadaría de nosotros.” (p. 139). (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

Nota: Las citas han sido traducidas por mí.

11.01.12

La caja negra de Darwin (5)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

En el Capítulo 5 (“De aquí para allá”) Behe examina el sistema de transporte intracelular utilizando varias analogías. Una de ellas es la de una sonda espacial no tripulada ficticia que explora el espacio interestelar y está dotada de mecanismos automáticos para fabricar nuevas piezas y llevarlas hasta el lugar donde se necesitan. En el ejemplo considerado la nueva pieza requerida es una trituradora de baterías.

“Todas las máquinas fantásticas de nuestra sonda espacial tienen contrapartes directas en la célula. La sonda espacial misma es la célula, la biblioteca es el núcleo, el plano es el ADN, la copia del plano es el ARN, la ventana de la biblioteca es el poro nuclear, las máquinas principales son los ribosomas, el área principal es el citoplasma, el adorno es la secuencia de señales, la trituradora de baterías es la hidrolasa lisosomal, la guía es la partícula de reconocimiento de señal (PRS), el sitio de recepción es el receptor de PRS, la sala de procesamiento 1 es el retículo endoplásmico (RE), las salas de procesamiento 2-4 son el aparato de Golgi, la antena es un carbohidrato complejo, las sub-salas son vesículas recubiertas de clatrina, y varias proteínas desempeñan los roles de recortador, transportista, codificador de entrega, marcador de puerto y puerta de entrada. La sala de tratamiento de basura es el lisosoma. (…)

“La sonda espacial ficticia es tan complicada que aún no ha sido inventada, ni siquiera de una manera burda. El sistema celular auténtico ya está en su lugar, y cada segundo de cada día este proceso ocurre incontables miles de millones de veces en tu cuerpo. La ciencia es más extraña que la ficción.”
(pp. 106-108).

Se puede distinguir tres métodos que la célula usa para introducir las proteínas en compartimientos. Dos de esos métodos se parecen, porque ambos usan portales en una membrana que seleccionan a las proteínas que permiten entrar. Behe llama a estos dos métodos “transporte por puerta” y compara a éste con un garage de estacionamiento que está reservado a automóviles con placa diplomática. Este sistema requiere tres componentes básicos: una etiqueta de identificación, un escáner para leer la etiqueta y una puerta que es activada por el escáner. Cada uno de estos tres componentes es imprescindible. Por lo tanto el sistema es irreduciblemente complejo.

El tercer método usado en la célula es aún más complejo. Es el transporte vesicular, en el que la carga de proteína es cargada en contenedores para el envío. En nuestra analogía, es como si los diplomáticos tuvieran que entrar sus autos en un gran camión de remolque, el camión entrara al garage especial y luego los autos salieran del camión y estacionaran. Este sistema requiere un mínimo de seis componentes distintos, por lo que es irreduciblemente complejo.

Los sistemas irreduciblemente complejos no pueden evolucionar de un modo darwinista, paso a paso. Un sistema de transporte vesicular con uno o dos de los seis componentes mínimos requeridos no sirve para nada. Es todo o nada: o se tienen los seis componentes de entrada o el sistema no funciona. Además, es extremadamente improbable que componentes usados para otros propósitos se adapten fortuitamente a nuevos roles en un sistema complejo.

Behe analiza la enfermedad de las células I. “Un niño puede morir a causa de este solo defecto en una de las muchas máquinas necesarias para llevar proteínas al lisosoma. Una sola falla en el laberíntico camino de transporte de proteínas de la célula es fatal. A menos que el sistema entero estuviera inmediatamente en su lugar, nuestros ancestros habrían sufrido un destino similar. Los intentos de evolución gradual del sistema de transporte de proteínas son una receta para la extinción.” (p. 114).

Behe concluye: “El transporte vesicular es un proceso alucinante, no menos complejo que la entrega completamente automatizada de vacunas de un área de almacenamiento a una clínica a mil millas de distancia. Los defectos en el transporte vesicular pueden tener las mismas consecuencias letales que el fracaso en entregar una vacuna requerida en una ciudad atacada por una enfermedad. Un análisis muestra que el transporte vesicular es irreduciblemente complejo, y por lo tanto su desarrollo resiste firmemente las explicaciones gradualistas, como las que la evolución darwinista requiere. Una búsqueda en la literatura bioquímica profesional y en los libros de texto muestra que nadie ha propuesto jamás una ruta detallada por medio de la cual tal sistema podría haber venido a la existencia. De cara a la enorme complejidad del transporte vesicular, la teoría darwinista está muda.” (pp. 115-116). (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

Nota: Las citas han sido traducidas por mí.

10.01.12

La caja negra de Darwin (4)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

En el Capítulo 4 (“Rube Goldberg en la sangre”) Behe examina el sistema de coagulación de la sangre humana utilizando como analogía las excéntricas máquinas de las caricaturas de Rube Goldberg, un famoso dibujante humorístico norteamericano.

La investigación bioquímica ha descubierto que la coagulación de la sangre es un sistema complejísimo, compuesto por más de 30 piezas de proteínas interdependientes. Los componentes principales del sistema son el fibrinógeno, la fibrina y la trombina. El fibrinógeno está compuesto de seis cadenas de proteínas. La trombina corta algunas de esas cadenas en pequeños trozos de fibrina. La fibrina forma el coágulo inicial, una red que atrapa las células de la sangre. El resto de las proteínas son proenzimas y enzimas que controlan el proceso de coagulación a través de una intrincada serie de pesos y contrapesos cuidadosamente balanceados, a fin de que la coagulación se inicie sólo cuando y donde se necesita, cubra toda la herida y luego se detenga. Así se evitan normalmente las dos fallas principales (ambas potencialmente letales): el defecto y el exceso de coagulación. El sistema de coagulación es irreduciblemente complejo. Un problema en uno cualquiera de sus muchos componentes puede causar la falla del sistema completo.

Behe analiza el intento de explicación darwinista del origen del sistema de coagulación de la sangre ofrecido por Russell Doolittle, el científico que había hecho el mayor esfuerzo en esa área. Doolittle propuso una serie de pasos hipotéticos en los que las proteínas de la coagulación aparecen una tras otra. Behe concluye que esa explicación es muy inadecuada porque no se dan razones para las apariciones de las proteínas, no se intenta calcular la probabilidad de esas apariciones y no se intenta estimar las propiedades de las nuevas proteínas. “En ningún paso –ni siquiera uno– Doolittle da un modelo que incluya números o cantidades; sin números, no hay ciencia. Cuando se pinta un cuadro meramente verbal del desarrollo de un sistema tan complejo, no hay absolutamente ninguna manera de saber si realmente funcionaría.” (p. 95).

“El escenario de Doolittle reconoce implícitamente que la cascada de la coagulación es irreduciblemente compleja, pero trata de empapelar el dilema con una plétora de referencias metafóricas al yin y el yang. La conclusión es que los grupos de proteínas deben ser insertados todos a la vez en la cascada. Esto puede hacerse sólo postulando un “monstruo esperanzado” que afortunadamente consigue todas las proteínas de una sola vez, o por la guía de un agente inteligente… El hecho es que nadie en la tierra tiene la más vaga idea de cómo la cascada de la coagulación llegó a existir” (pp. 96-97). (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

Nota: Las citas han sido traducidas por mí.

8.01.12

La caja negra de Darwin (3)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

En el Capítulo 3 (“Rema, rema, rema tu bote”) Behe examina dos ejemplos de sistemas biológicos con complejidad irreducible (el cilio y el flagelo bacteriano) utilizando como analogía principal los sistemas de nado. Algunas células nadan usando un cilio, mientras que algunas bacterias nadan rotando sus flagelos.

El cilio es un sistema de nado basado en un remo. Los sistemas de ese tipo constan de tres partes básicas: una paleta para ponerse en contacto con el agua, un motor o fuente de energía y un conector para unir a ambos. En el cilio, los remos son los microtúbulos (hechos de una proteína llamada tubulina), cuya superficie está en contacto con el medio acuoso y empuja contra él; los motores son los brazos de dineína (una proteína que impulsa el movimiento mecánico); y los conectores son los brazos de nexina (otra proteína), que transmiten la fuerza del motor desde un microtúbulo hasta su vecino. Si falta cualquiera de esas tres partes principales, el cilio no cumple su función. Por lo tanto, el cilio es un sistema irreduciblemente complejo. No obstante, esta descripción es una gran simplificación: un cilio contiene más de 200 tipos diferentes de proteínas. Revisando la enorme literatura científica sobre los cilios, Behe constató que en las dos décadas anteriores se habían publicado sólo dos artículos que intentaron siquiera sugerir un modelo para la evolución del cilio teniendo en cuenta consideraciones mecánicas reales. Peor aún, los dos artículos estaban en grave desacuerdo entre sí y ninguno de ellos discutía detalles cuantitativos cruciales. Los proponentes de ambos modelos discutieron entre sí, señalando exitosamente los enormes problemas del modelo ajeno. En líneas generales la comunidad científica había ignorado ambas contribuciones. En resumen, nadie sabe cómo evolucionó el cilio.

El flagelo bacteriano es similar a un sistema de nado basado en una hélice giratoria. Los sistemas de esa clase constan de tres componentes fundamentales: un elemento rotatorio (el rotor), un elemento estacionario (el estator) y una hélice. En el flagelo bacteriano, la “hélice” es un filamento externo compuesto de una proteína llamada “flagelina”; el motor giratorio, localizado en la base del flagelo, consta de un rotor y un estator, identificados respectivamente con las estructuras llamadas “anillo M” y “anillo S”. También esta descripción es una simplificación. El flagelo bacteriano está formado por más de 40 proteínas, cuyas funciones son en muchos casos desconocidas.

Behe concluye: “En resumen, cuando los bioquímicos comenzaron a examinar estructuras aparentemente simples como los cilios y los flagelos, descubrieron una complejidad asombrosa, con docenas o incluso cientos de partes precisamente ajustadas entre sí. Es muy probable que muchas de las partes que no hemos considerado aquí sean requeridas para que cualquier cilio funcione en una célula. A medida que el número de partes requeridas se incrementa, la dificultad de armar gradualmente el sistema completo se dispara, y la probabilidad de escenarios indirectos se desploma. Darwin luce cada vez más perdido. Una nueva investigación de los roles de las proteínas auxiliares no puede simplificar el sistema irreduciblemente complejo. La intransigencia del problema no puede ser aliviada; sólo se volverá peor. La teoría darwinista no ha dado ninguna explicación del cilio o el flagelo. La abrumadora complejidad de los sistemas de nado nos impulsa a pensar que podría no dar nunca una explicación. (p. 73). (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

Nota: Las citas han sido traducidas por mí.

7.01.12

La caja negra de Darwin (2)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

Darwin desconocía cuál era el mecanismo que generaba las variantes biológicas. El neodarwinismo identificó ese mecanismo con las mutaciones genéticas aleatorias. Fieles al darwinismo ortodoxo, los neodarwinistas defienden una visión de la evolución producida por una enorme sucesión de micromutaciones, cada una de las cuales produce un pequeño cambio por vez.

Al comienzo del Capítulo 2 (“Tuercas y tornillos”) Behe presenta sintéticamente las principales críticas científicas al darwinismo. Durante más de un siglo, siempre ha habido científicos bien informados y respetados que han encontrado inadecuado al darwinismo. En 1871, St. George Mivart resumió sus críticas al darwinismo de la siguiente manera, sorprendentemente actual: “Que la “selección natural” es incompetente para dar cuenta de las etapas incipientes de estructuras útiles. Que no armoniza con la coexistencia de estructuras muy similares de orígenes diversos. Que hay razones para pensar que las diferencias específicas podrían desarrollarse súbitamente en vez de gradualmente. Que la opinión de que las especies tienen límites definidos, aunque muy diferentes, a su variabilidad es aún sostenible. Que ciertas formas fósiles de transición, que se habría esperado que estuvieran presentes, están ausentes… Que hay muchos fenómenos notables en las formas orgánicas sobre los cuales la “selección natural” no arroja ninguna luz.” (p. 30).

A lo largo de los años los matemáticos se han quejado de que los números del darwinismo simplemente no cuadran. En 1967 el matemático M. P. Schützenberger sostuvo lo siguiente: “Hay una brecha considerable en la teoría neodarwinista de la evolución, y creemos que esta brecha es de tal naturaleza que no puede ser salvada con la actual concepción de la biología.” (p. 29).

En 1992 el profesor de biología Jerry Coyne, de la Universidad de Chicago, dio este veredicto inesperado: “Concluimos… que hay poca evidencia de la visión neodarwinista: sus fundamentos teóricos y la evidencia experimental que la apoyan son débiles.” (p. 29).

En opinión de Lynn Margulis, proponente de la teoría de la endosimbiosis (mecanismo no darwinista que habría originado las células eucariotas a partir de células procariotas), la historia en última instancia juzgará al neodarwinismo como “una secta religiosa menor del siglo XX dentro de la extensa creencia religiosa de la biología anglosajona” (p. 26).

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6.01.12

La caja negra de Darwin (1)

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

En 1996, la primera edición de este libro (“La caja negra de Darwin”) ayudó a consolidar el Movimiento del Diseño Inteligente (MDI), planteando los enormes desafíos de la bioquímica a la teoría darwinista de la evolución. Desató un gran debate científico que continúa intensificándose. El concepto de “complejidad irreductible” propuesto por Behe en esta obra es uno de los principales aportes del MDI.

En el prefacio, el autor explica:

“La ciencia moderna ha aprendido que, en última instancia, la vida es un fenómeno molecular: todos los organismos están hechos de moléculas que actúan como las tuercas y tornillos, engranajes y poleas de los sistemas biológicos. Ciertamente hay características biológicas complejas (tales como la circulación de la sangre) que emergen a niveles superiores, pero los rasposos detalles de la vida son la provincia de las biomoléculas. Por ende la ciencia de la bioquímica, que estudia esas moléculas, tiene la misión de explorar el mismo cimiento de la vida.

Desde mediados de los años 1950 la bioquímica ha dilucidado esmeradamente las obras de la vida en el nivel molecular. Darwin ignoraba la razón para la variación dentro de una especie (uno de los requisitos de su teoría), pero la bioquímica ha identificado su base molecular. La ciencia del siglo XIX no podía siquiera adivinar el mecanismo de la visión, la inmunidad o el movimiento, pero la bioquímica moderna ha identificado las moléculas que permiten esas y otras funciones.” (p. X).

El libro está dividido en tres partes. La Parte I (“Se abre la caja”) introduce las nociones básicas y muestra por qué ahora la evolución debe ser explicada en el nivel molecular. La Parte II (“Examinando los contenidos de la caja”) contiene cinco capítulos, en cada uno de los cuales se examina un sistema biológico irreductiblemente complejo. La gran mayoría de los detalles técnicos están concentrados en esos cinco capítulos. Behe hace gala de maestría pedagógica al presentar esos sistemas tremendamente complejos: primero usa analogías con objetos de la vida cotidiana y sólo después se sumerge en descripciones técnicas detalladas de los sistemas bioquímicos. En la Parte III (“¿Qué nos dice la caja?”) el autor argumenta que los descubrimientos de la bioquímica tienden a apoyar la hipótesis del diseño inteligente de los seres vivos, en detrimento de la visión darwinista de la evolución como un proceso natural no planificado ni guiado por inteligencia alguna.

En el Capítulo 1 (titulado “Biología liliputiense”) Behe narra una muy breve historia de la biología, presenta “la química de la vida” y explica por qué los descubrimientos de la bioquímica revelan los límites de la evolución darwinista.

Se ha dado en llamar “cajas negras” a los dispositivos conocidos sólo desde un punto de vista externo (en términos de entradas y salidas, o insumos y productos), pero cuyo funcionamiento interno se desconoce. En tiempos de Darwin, la célula era una caja negra; pero la bioquímica ha abierto esa caja negra. Después de la segunda guerra mundial, cuando se volvió práctico el uso del microscopio electrónico, el conocimiento de la estructura interna de la célula creció espectacularmente.

Al final del Capítulo 1, Behe plantea con algún detalle el ejemplo de la visión. Para Darwin, la visión era una caja negra. Él desestimó la cuestión del origen último del ojo de la siguiente manera: “Cómo un nervio se vuelve sensible a la luz difícilmente nos concierne más que cómo se originó la vida misma” (p. 18). Sin embargo, la bioquímica actual se aproxima a resolver el problema de la visión.

“Uno de los principales defensores de la teoría de la generación espontánea durante mediados del siglo XIX fue Ernst Haeckel, un gran admirador de Darwin y un vehemente divulgador de la teoría de Darwin. Con base en la visión limitada de las células que suministraban los microscopios, Haeckel creía que la célula era un “simple bultito de una combinación albuminosa de carbono”, no muy diferente de un trozo microscópico de gelatina. Por lo tanto le parecía a Haeckel que una vida tan simple, sin órganos internos, podía ser producida fácilmente a partir de materia inanimada. Ahora, por supuesto, sabemos más.

He aquí una simple analogía: Darwin es a nuestra comprensión del origen de la visión lo que Haeckel es a nuestra comprensión del origen de la vida. En ambos casos científicos brillantes del siglo XIX trataron de explicar la biología liliputiense que les estaba oculta y ambos lo hicieron asumiendo que el interior de la caja negra debía de ser simple. El tiempo ha probado que estaban equivocados.” (p. 24).

El neodarwinismo o “síntesis evolutiva” es la teoría elaborada a principios del siglo XX para combinar la visión darwinista de la evolución con los conocimientos de otras ramas de la ciencia, tales como la genética, la embriología, la anatomía comparada, etc. En ese entonces la bioquímica no existía. “Así, al igual que la biología tuvo que ser reinterpretada después que se descubrió la complejidad de la vida microscópica, el neodarwinismo debe ser reconsiderado a la luz de los avances en la bioquímica… Para que la teoría darwinista de la evolución sea verdadera, debe dar cuenta de la estructura molecular de la vida. El propósito de este libro es mostrar que no lo hace.” (pp. 24-25). (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

1.01.12

Darwinismo, Diseño Inteligente y fe cristiana

1. Introducción

Mi anterior post (“Creacionismo y Diseño Inteligente”) motivó una interesante contribución de Francisco José Soler Gil (”Darwinismo y ateísmo“), que ha sido publicada en InfoCatólica. Allí el Dr. Soler, a quien mucho agradezco su valioso aporte a la actual discusión, sostiene las siguientes dos tesis principales:

• El darwinismo no es una teoría esencialmente atea ni una teoría que resulte más fácil de conjugar con una cosmovisión atea que el Diseño Inteligente.
• El Diseño Inteligente no constituye una alternativa más favorable al teísmo que el darwinismo.

2. Puntos de acuerdo

Comenzaré mi réplica enumerando mis siete principales puntos de acuerdo con el Dr. Soler en esta materia (tal como yo los veo):

• Nuestra común fe cristiana exige creer que Dios es el inteligentísimo Diseñador y el omnipotente Creador del universo y de todos los seres que hay en él: vivos o inertes, racionales o irracionales.
• En principio no existen dificultades teológicas para que el cristiano acepte la noción general de evolución, es decir la idea de que las especies proceden unas de otras, a partir de un origen común.
• Más aún, aunque la fe cristiana (en sí misma, es decir independientemente del conocimiento científico) es tan compatible con el fijismo como con el evolucionismo, podría llegar a decirse que la teoría de la evolución (en el sentido amplio ya expuesto) manifiesta más claramente la infinita inteligencia del Creador que las concepciones fijistas del origen de las especies.
• Empero, la fe cristiana es obviamente incompatible con cualquier evolucionismo materialista o naturalista; y también con cualquier teoría de la evolución que niegue la realidad del diseño inteligente de los seres vivos por parte de Dios.
• La evidencia científica disponible apoya decididamente la hipótesis de la evolución en sentido amplio: las especies han surgido las unas de las otras a través de un proceso evolutivo de miles de millones de años, que comenzó probablemente con una sola especie unicelular.
• La teoría darwinista ortodoxa (o neodarwinismo), que pretende que las mutaciones genéticas aleatorias y la selección natural dan cuenta de la complejidad y diversidad de los seres vivos, presenta importantes dificultades o puntos débiles.
• Se debe dar crédito a los principales representantes del movimiento DI (Diseño Inteligente) por plantear vigorosamente dichas dificultades, reabriendo un debate científico que muchos pretenden dar por cerrado.

3. Darwinismo y cristianismo: la cuestión histórica

A partir de nuestra base común, analicemos ahora las principales áreas de desacuerdo. El Dr. Soler sostiene que, en el fondo, el conflicto entre el darwinismo y el teísmo no es un problema de principios (o sea, de oposición sustancial entre ambos), sino que es un accidente histórico, producto de un malentendido entre ambas partes. Soler parece incluso sugerir que la responsabilidad principal de ese malentendido fue de los cristianos, por su supuestamente errónea adhesión a la “teología física” de William Paley y otros autores. En cambio, yo sostengo que el problema de fondo no es histórico sino filosófico. La tendencia manifiestamente atea de la gran mayoría de los darwinistas no es un mero accidente histórico, ni el producto de un malentendido casual, fácilmente evitable.

En primer lugar consideraré esta cuestión desde el punto de vista histórico.

El famoso argumento de Paley no es otra cosa que una reformulación de la “quinta vía” de Santo Tomás de Aquino (llamada por Kant “prueba físico-teológica” de la existencia de Dios). La quinta vía, plenamente asumida por la filosofía y la teología católicas, prueba la existencia de Dios a partir del orden del mundo o a partir de la finalidad en la naturaleza. (1)

La tesis de la mayor culpabilidad cristiana en el supuesto malentendido entre darwinismo y cristianismo omite considerar muchos hechos fundamentales, entre ellos los siguientes.

Ante todo conviene recordar la postura religiosa del propio Charles Darwin: “Los años de estudio en Cambridge fueron también el comienzo de serias y profundas dudas religiosas… Pasada la madurez acabaría siendo un completo agnóstico, incapaz ya de creer en la existencia de Dios… Cuando en octubre de 1836 regresó Darwin de su periplo a casa…, para él habían perdido toda su vigencia tanto el dogma científico-natural (constancia de las especies) como el teológico (creación). Alrededor de los cuarenta años se describía personalmente como un agnóstico… Por su hijo Francis sabemos que en la familia de Darwin jamás se habló una sola palabra sobre religión… En noviembre de 1859 (es decir, el mismo mes de la aparición de la obra de Darwin) escribía Engels a Marx: “Por lo demás, Darwin, a quien precisamente estoy leyendo, es un hombre muy famoso… La teleología (finalidad) todavía no estaba destruida. Y eso es lo que ha ocurrido ahora”.” (Adolf Haas, Darwin, en: Karl-Heinz Weger, La crítica religiosa en los tres últimos siglos. Diccionario de autores y escuelas, Editorial Herder, Barcelona 1986, pp. 78-80).

Los principales divulgadores tempranos de la obra de Darwin fueron pensadores ateos, agnósticos, deístas o panteístas caracterizados por su militancia contra el dogma cristiano, es decir contra el cristianismo ortodoxo. Piénsese por ejemplo en Thomas Huxley, “el bulldog de Darwin”, en los nueve miembros del X Club que él fundó, o en Ernst Haeckel, “el bulldog de Darwin en el Continente”.

En los siglos XX y XXI los principales representantes o divulgadores del darwinismo han sido ateos, y a menudo ateos militantes. Piénsese por ejemplo en Julian Huxley, Jacques Monod, Stephen Gould, Richard Dawkins, Daniel Dennett, etc. Las implicaciones anti-teístas de la teoría de Darwin son muy probablemente la razón principal por la que estos y otros autores (como los antes nombrados) apreciaron y respaldaron esa teoría con tanto ardor.

El neodarwinismo “metafísicamente modesto” (compatible con el teísmo) es prácticamente inexistente. De hecho casi ninguna de las versiones existentes del neodarwinismo satisface esa condición. El neodarwinismo real (el que se afirma o se sugiere en la inmensa mayoría de los libros de texto o de divulgación sobre la evolución) no tiene nada de metafísicamente modesto. Un neodarwinismo metafísicamente modesto sería una teoría tan diferente del neodarwinismo existente, que no tendría derecho a llevar el mismo nombre que él.

En el mundo real, la perspectiva darwinista es la de una evolución ciega, no planificada ni guiada por inteligencia alguna. Esta perspectiva, predominante hoy en los medios científicos más influyentes, sobre todo en América del Norte, excluye terminantemente la idea de un diseño inteligente, tanto de la vida como del universo en general.

Más aún, la perspectiva darwinista se ha convertido en una completa cosmovisión, obviamente anticristiana, por medio de una doble extrapolación, “hacia arriba” y “hacia abajo”, por así decir.

Mediante la extrapolación hacia abajo, la evolución darwinista se extiende también a la evolución prebiológica (origen de la vida por medio de reacciones químicas aleatorias en la “sopa primordial”) e incluso a la evolución cósmica (múltiples o infinitos universos que evolucionan en una especie de lucha darwinista por la supervivencia del más apto).

Y mediante la extrapolación hacia arriba, la evolución darwinista se convierte en darwinismo social: el ser humano toma el control de su propia evolución, utilizando la eugenesia para eliminar a los hombres menos aptos y obtener un mejoramiento de la especie humana, al modo de los criadores de perros o caballos. La conexión entre el darwinismo y el darwinismo social no es accidental. Charles Darwin expresó ideas racistas y eugenésicas en su libro “La descendencia del hombre”. La Sociedad Eugenésica británica se inspiró en las ideas de Darwin. Un primo y amigo de Darwin (Francis Galton) fue el fundador y el primer presidente de esa Sociedad; y su segundo presidente fue Leonard Darwin, hijo de Charles Darwin.

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29.12.11

Creacionismo y Diseño Inteligente

En este post comentaré algunos aspectos de la entrevista al P. Santiago Collado publicada anteayer (27/12/2011) por Aceprensa. Véase el texto completo de la entrevista en:
http://www.aceprensa.com/articles/no-hay-ningun-choque-entre-la-clase-de-ciencias-y-la-de-religion/

Ante todo destaco que ni el título del artículo (“No hay ningún choque entre la clase de Ciencias y la de Religión”) ni el copete con que lo introduce Aceprensa (“No hay ningún choque entre lo que puede oír un alumno en clase de religión, si se sigue lo que dice la Iglesia, y lo que oye en clase de ciencias”) se ajustan a lo dicho realmente por el P. Collado, que es algo mucho más exacto y sensato: “No hay por tanto ningún choque entre lo que puede oír un alumno en clase de religión, si se dice lo que dice la Iglesia, y lo que oye en clase de ciencias, si se enseña lo que dice la ciencia y no se rebasan sus límites enseñando, por ejemplo, doctrinas de carácter materialista o ateo”.

A continuación citaré algunas expresiones de Santiago Collado (SC), intercalando mis comentarios.

SC: “Hay que distinguir, según mi opinión, entre el creacionismo y el diseño inteligente. En el primer caso se sostiene una cosmovisión que está supeditada a una lectura particular de la Biblia. Por este motivo no hay un único creacionismo. No obstante su diversidad, tienen en común el defender tesis, diversas según el tipo de creacionismo, que son abiertamente contrarias a lo que hoy sabemos por las ciencias naturales: por ejemplo la errónea estimación de la edad del universo y la oposición a las teorías evolutivas. Si por pseudocientífico entendemos una doctrina que, desde una instancia que no es científica, hace afirmaciones que caen dentro del ámbito metódico de alguna ciencia, entonces el creacionismo es efectivamente pseudocientífico.”

Como decían los escolásticos, “las definiciones no se discuten”. En otras palabras, las cuestiones terminológicas son de segundo orden con respecto a las cuestiones de fondo o de contenido. A pesar de esto, plantearé dos discrepancias con la terminología de SC.

La definición del término “creacionismo” usada por SC no me agrada porque tiende a asociar una idea falsa a la noción legítima de creación, arrojando así sobre ésta un manto de sospecha. En la terminología que yo propongo, “creacionista” es todo aquel que cree en la creación. De este modo el creacionismo es un componente esencial de la fe cristiana; y lo que el católico debe rechazar no es el creacionismo en sí mismo, sino sus versiones erróneas, como por ejemplo el “creacionismo de la Tierra joven”, sostenido por cristianos fundamentalistas.

En cuanto a la oposición creacionista a “las teorías evolutivas”, entiendo que es pseudo-científica si rechaza toda posible noción de la evolución con base en una interpretación fundamentalista de la Biblia. Esta precisión es importante, porque los darwinistas tienen una fuerte y errónea tendencia a calificar como “creacionista” (en el mal sentido del término) a toda crítica al darwinismo, que es sólo una de las posibles teorías de la evolución biológica.

Por otra parte, también discrepo con la definición del término “pseudocientífico” propuesta por SC. Por ejemplo, el cristiano, desde una instancia que no es científica sino religiosa, sostiene que el sepulcro de Jesucristo está vacío, afirmación que cae dentro del ámbito metódico de la ciencia histórica. Por tanto, según la definición cuestionada, habría que decir que, en este punto capital, la fe cristiana es pseudo-científica. A mi juicio esa definición debería ser corregida de la siguiente manera: es pseudo-científica toda afirmación que pretende estar fundada en la ciencia, pero realmente no lo está; y también toda afirmación basada en una pretendida ciencia que no es tal (por ejemplo, la astrología).

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20.12.11

Darwin a juicio (10)

Comentario de: Phillip E. Johnson, Darwin on Trial, InterVarsity Press, Downers Grove – Illinois, 2010, 3rd edition; foreword by Michael Behe.

El Capítulo 7 se titula “La evidencia molecular”. A continuación citaré un párrafo de este capítulo que ayuda a distinguir los tres sentidos principales de la palabra “evolución” y que me permitirá explicar mi mayor discrepancia con Johnson.

“El propósito de esta revisión ha sido aclarar qué tendríamos que encontrar en la evidencia molecular… antes de que estuviéramos justificados para concluir que el darwinismo es probablemente verdadero. Necesitaríamos encontrar evidencia de que los ancestros comunes y los intermediarios transicionales existieron realmente en el mundo viviente del pasado, y de que la selección natural en combinación con cambios genéticos aleatorios realmente tiene el tipo de poder creativo que se le atribuye. No será suficiente encontrar que los organismos comparten una base bioquímica común, o que sus moléculas, tanto como sus características visibles, pueden ser clasificadas en un patrón de grupos dentro de grupos. La afirmación importante del darwinismo no es que las relaciones existen, sino que esas relaciones fueron producidas por un proceso naturalista en el cual las especies progenitoras fueron gradualmente transformadas en formas descendientes bastante diferentes a través de largas ramas… de intermediarios transicionales, sin intervención de ningún Creador u otro mecanismo no naturalista.” (pp. 116-117).

En este texto podemos distinguir: primero, una referencia a la evolución en sentido amplio; segundo, una referencia a la evolución darwinista; tercero, una referencia a la evolución materialista o naturalista. Estas tres nociones, según Johnson (y en esto concuerdo con él), se relacionan entre sí de la siguiente manera: la evolución materialista es una de las posibles nociones de la evolución; y la evolución darwinista es una de las formas de la evolución materialista.

Después de evaluar la evidencia molecular, Johnson mantiene su postura escéptica con respecto a estas tres formas de la teoría de la evolución. En cambio yo, aunque concuerdo con Johnson en que la evidencia molecular no proporciona una demostración estricta de la evolución en sentido amplio, pienso que permite considerarla como una hipótesis sumamente razonable; pero coincido con Johnson en que la evidencia molecular (al igual que la evidencia fósil) no otorga credibilidad a la evolución materialista ni a la evolución darwinista. Por el contrario, la inmensa (e inesperada, para Darwin y sus primeros discípulos) complejidad de los seres vivos en el nivel molecular vuelve aún menos creíble la teoría darwinista, presentándole problemas insuperables.

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17.12.11

Revista "Fe y Razón" (Nº 64 - Diciembre de 2011)

Para acceder a todo el contenido del Nº 64, presione aquí.

A continuación reproduzco el artículo editorial.


¡Feliz Navidad!

Equipo de Dirección

1. Sobre una exposición de la Comisión Nacional de Pastoral Familiar

Hace pocas semanas el Sr. Víctor Hugo Guerrero y la Dra. Gabriela López de Guerrero, en representación de la Comisión Nacional de Pastoral Familiar, dependiente de la Conferencia Episcopal del Uruguay, realizaron una exposición ante la Comisión de Salud Pública de la Cámara de Senadores, sobre el proyecto de ley que legalizaría el aborto en nuestro país. En dicha exposición denunciaron las presiones que diversas organizaciones extranjeras o internacionales efectúan sobre los países en vías de desarrollo, a fin de que éstos legalicen el aborto.

En los días subsiguientes, varios órganos de la prensa nacional, tergiversando profundamente las declaraciones del matrimonio Guerrero López, anunciaron que la Iglesia o los Obispos habían acusado a los legisladores uruguayos favorables a la legalización del aborto de estar financiados desde el exterior. Basta leer el acta de la correspondiente sesión de la Comisión de Salud Pública para convencerse de la completa falsedad de esas noticias.

En el improbable caso de que los Señores Legisladores oyeran un sermón contra el adulterio, no tendría sentido que pensaran que el predicador los acusó de ser adúlteros. Análogamente, no es razonable que ellos se sientan ofendidos cuando se menciona el hecho evidente de que existen fuertes presiones internacionales a favor de la legalización del aborto.

Ante esta situación, “Fe y Razón” declara su pleno apoyo a los fieles laicos que presentaron lealmente la posición católica en el Parlamento y denuncia la descarada manipulación de estos hechos por parte de cierta prensa, probablemente inspirada por un sentimiento anticatólico.

Además, la Comisión de Salud Pública del Senado ha procedido ya a la votación del referido proyecto de ley, sin conceder previa entrevista a asociaciones pro-vida que querían expresar su parecer sobre el mismo y habían cursado oportunamente la correspondiente solicitud. Según se dice, se quiere hacer votar el proyecto en el Senado antes de fin de año. Son lamentables la prisa por legalizar la muerte del inocente y la negativa antidemocrática a escuchar voces disidentes, favorables al derecho de todo ser humano a la vida.

2. El nuevo Obispo de Auxiliar de Montevideo

Hace pocos días se anunció que el Papa Benedicto XVI designó al R. P. Daniel Fernando Sturla Berhouet SDB como Obispo titular de Felbes y Obispo Auxiliar de Montevideo. El Padre Sturla es actualmente Inspector Salesiano en Uruguay y Presidente de la Conferencia de Religiosos del Uruguay. Con este nombramiento, nuestra arquidiócesis pasará a tener un Arzobispo (Mons. Nicolás Cotugno SDB) y dos Obispos auxiliares (Mons. Milton Tróccoli y el recién nombrado).

“Fe y Razón” felicita a Mons. Sturla y pide para él la abundante bendición del Cielo, a fin de que sea siempre un buen Pastor, a imagen de Nuestro Señor Jesucristo.

3. ¡Feliz Navidad!

“Fe y Razón” desea de todo corazón a todos sus suscriptores y lectores y a sus familias una muy santa y feliz Navidad. Que la alegría de la fiesta navideña nos impulse a ser cada vez más fieles discípulos de Nuestro Señor Jesucristo.

En enero descansaremos. Dios mediante, nos reencontraremos con ustedes a principios de febrero.

14.12.11

¡Feliz Navidad!

Hace más de dos mil años el Hijo de Dios bajó del cielo por nuestra salvación y nos reveló la verdad acerca de Dios y acerca del hombre.

Jesús de Nazaret es la imagen visible de Dios invisible, el sacramento del amor del Padre. Nadie conoce al Padre sino aquel a quien el Hijo se lo ha revelado. Jesús nos enseñó a dirigirnos a Dios llamándolo “Padre” y nos reveló que nuestro Padre Dios es rico en misericordia, nos ama de un modo infinito y entrañable y quiere la salvación de todos. En la vida de Jesús, en sus palabras y obras, en su muerte y resurrección, se manifestó insuperablemente la esencia íntima de Dios, que es amor, entrega, auto-donación, auto-comunicación. Conociendo a Jesús llegamos a conocer el misterio de Dios. En Jesucristo Dios se revela como Padre, Hijo y Espíritu Santo: un solo Dios, uno en substancia y trino en personas.

Jesús no sólo es verdadero Dios, sino también verdadero hombre, en cuerpo y alma. Más aún, Él es el hombre perfecto, el nuevo Adán, el primogénito de la nueva creación. Él nos reveló que fuimos creados para vivir eternamente en comunión de amor con la Santísima Trinidad. Al morir en la cruz, Cristo nos reconcilió con Dios, y al resucitar nos dio nueva vida, la vida de la gracia o amor gratuito de Dios. Tenemos que conservar y desarrollar esa nueva vida siguiendo a Jesucristo, cumpliendo la Ley de Cristo: el amor a Dios y al prójimo, con todas sus consecuencias. La misión que Jesús nos encomendó no es individual, sino comunitaria; por eso Él fundó la Iglesia, la asamblea de sus discípulos, a la que entregó su Espíritu y dio los sacramentos, signos eficaces de su gracia. Por medio de la Iglesia crece en la tierra el Reino de Cristo, hasta que, después del final de los tiempos, Dios sea todo en todos.

Que en esta Navidad contemplemos con gozo estos santos misterios que Dios nos reveló para nuestra salvación y que la alegría de sabernos amados por Dios como hijos nos impulse a convertirnos cada vez más en fieles discípulos de Jesús.

Deseo de corazón a todos los lectores una muy feliz y santa Navidad.

Daniel Iglesias Grèzes

9.12.11

Escatología y Apologética (5)

5. Crítica de las desviaciones heterodoxas con respecto a la escatología católica

Históricamente, las principales desviaciones doctrinales en la escatología cristiana fueron las siguientes:

• El platonismo negó la resurrección.
• El origenismo enseñó la apocatástasis, el infierno medicinal, la preexistencia de las almas y la reencarnación.
• La reforma protestante negó la existencia del purgatorio y las indulgencias. La constitución Benedictus Deus del Papa Benedicto XII (en 1336) había definido el dogma de la retribución inmediata: visión beatífica, purgatorio o penas infernales. El Concilio de Trento supuso que la existencia del purgatorio es una doctrina de fe definida.
• Algunos protestantes del siglo XX enseñaron la doctrina de la muerte total y la recreación. (12)

En la última parte de esta ponencia haré una breve referencia a tres tendencias erróneas en materia de escatología dentro de la teología católica contemporánea.

El primero de esos errores se refiere a la escatología colectiva, o sea la parte de la teología que trata acerca de la Parusía, el fin de los tiempos, el juicio final, la resurrección de los muertos, los cielos nuevos y la tierra nueva.

Creemos que todo será recapitulado en Cristo (13). La fe católica sobre la relación del mundo presente con el mundo futuro integra dos aspectos complementarios: por una parte, el mundo futuro surgirá a partir de una transformación del mundo presente; por otra parte, el mundo futuro será un mundo renovado, fruto de la acción transfiguradora de Dios. La tensión entre estos dos aspectos complementarios de nuestra fe ha dado lugar a dos corrientes de pensamiento en la escatología católica, corrientes que suelen designarse como encarnacionismo y escatologismo. El encarnacionismo subraya más la continuidad entre el mundo presente y el mundo futuro, mientras que el escatologismo subraya más la discontinuidad entre ambos mundos. Estas dos corrientes se dan tanto en formas moderadas, que permanecen dentro de la ortodoxia, como en formas radicales, heterodoxas. Hoy en día el encarnacionismo radical es más común que el escatologismo radical.

Opino que Pierre Teilhard de Chardin es el principal exponente del encarnacionismo radical. Aunque no es fácil dar un juicio definitivo sobre su pensamiento, debido a la oscuridad y ambigüedad de su forma de expresión, pienso que es justo decir que en Teilhard se puede apreciar una escatología de sabor naturalista e incluso panteísta. Casi podría decirse que, según Teilhard, la evolución cósmica, biológica y antropológica, converge finalmente en Cristo, el Punto Omega de la evolución, por su propia fuerza intrínseca. En cambio, según la Divina Revelación, la Jerusalén celestial desciende de lo alto, como un don de Dios (cf. Apocalipsis 21,2). (14)

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8.12.11

Escatología y Apologética (4)

4. Defensa de la escatología católica

La apologética tiene también otras dos funciones, que podríamos llamar “positiva” y “negativa”: promover y defender la fe cristiana y católica.

Consideremos en primer lugar la función positiva o propositiva de la apologética con respecto a los dogmas de la fe católica en general, y de la escatología en particular. En el diálogo entre católicos y no creyentes, es un error discutir sobre los dogmas de fe sin haber alcanzado antes una base de acuerdo mínima que haga posible y fructuoso ese diálogo. Sin principios comunes, dos interlocutores no llegarán a coincidir jamás, excepto por accidente. En nuestro caso, sucede que, antes de discutir sobre la verdad de los dogmas de la Iglesia Católica, es preciso ponerse de acuerdo acerca de si esa Iglesia es realmente lo que ella dice ser: el Cuerpo Místico de Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Por lo tanto, si el católico quiere mostrar a un no creyente la verdad de un dogma de fe, antes debe hacer todo el recorrido apologético, demostrando la razonabilidad y la credibilidad de la fe católica en Dios, en Cristo y en la Iglesia. Sólo después de la conversión del no creyente (si ésta ocurre) el católico podrá proponerle directamente las verdades de la teológica dogmática.

En cambio la función negativa o defensiva de la apologética permite que el católico y el no creyente discutan sobre temas dogmáticos (por ejemplo los referidos a la escatología). Pero en este caso el católico se limita a refutar racionalmente los argumentos en contra de la fe católica, sin apelar a los datos de la teología, ciencia que presupone la fe, ausente en el interlocutor.

A continuación trataré de refutar algunas de las objeciones más comunes contra la escatología cristiana.

Una primera objeción frecuente sostiene que la fe cristiana en la vida eterna sería deshumanizante, porque llevaría al cristiano a despreciar la vida terrena y este mundo, y lo apartaría así de sus obligaciones mundanas (11).

A esta objeción respondo que la fe cristiana en la vida eterna de ningún modo se opone al aprecio del cristiano por su vida mortal. Al contrario, el valor inmenso que el cristiano atribuye a esta vida está basado en que, durante el transcurso de la misma, el hombre, bajo el influjo de la gracia, va dando respuesta a la oferta divina de salvación eterna. Cuando el hombre muere, esa respuesta asume un carácter definitivo. Dios, respetando la libre respuesta del hombre, da a éste aquello que a lo largo de su vida ha elegido de hecho: la unión plena de amor con Dios y sus hermanos o la soledad completa del egoísmo.

En cambio el no creyente está mucho más expuesto que el cristiano a la tentación del nihilismo. Si nada tiene sentido y la existencia humana es absurda, no se ve claro por qué el hombre debería trabajar con entusiasmo, ni amar de todo corazón, hasta el extremo del sacrificio heroico, ni soportar el sufrimiento. Y si todo acaba con la muerte, ¿para qué esforzarse tanto en pos de un progreso social que, visto a escala cósmica, será tan efímero como la vida de cualquier individuo?

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7.12.11

Escatología y Apologética (3)

3. Crítica de la escatología del panteísmo reencarnacionista

Siguiendo el plan trazado, me corresponde ahora plantear una crítica de la escatología del panteísmo reencarnacionista. Expondré esa escatología siguiendo un análisis del documento de la Comisión Teológica Internacional del año 1990 denominado “Algunas cuestiones actuales de Escatología”. Ese documento, en su Capítulo 9, titulado “Irrepetibilidad y unicidad de la vida humana. Los problemas de la reencarnación”, sostiene que los diversos sistemas “reencarnacionistas” se pueden reducir sintéticamente a los siguientes cuatro puntos básicos (9):

1) Las existencias terrestres son numerosas. Nuestra vida actual no es nuestra primera existencia corporal ni será la última. Hemos vivido anteriormente ya y viviremos aún en varias oportunidades en cuerpos materiales siempre nuevos.

2) Existe en la naturaleza una ley que empuja hacia un continuo progreso encaminado a la perfección. Esta misma ley conduce a las almas a vidas siempre nuevas y no permite ningún retorno ni tampoco ninguna detención definitiva. Por lo mismo queda excluida la posibilidad de una condena sin fin. Después de pocos o muchos siglos todos llegarán a la perfección final de un espíritu puro. Se niega la realidad del infierno.

3) Es por méritos propios que se llega a la meta final. En toda nueva existencia el alma progresa en relación con sus esfuerzos. Todo el daño cometido será reparado por expiaciones que el espíritu padecerá a lo largo de nuevas y difíciles encarnaciones. Se niega la realidad de la redención.

4) En la medida en que el alma progresa hacia la perfección final, tomará en sus nuevas encarnaciones un cuerpo cada vez menos material. En ese sentido el alma tiene una tendencia hacia una independencia definitiva del cuerpo. A través de la sucesión de las reencarnaciones, el alma logrará un estado definitivo en el cual vivirá finalmente liberada por siempre jamás de su cuerpo e independiente de la materia. Se niega la realidad de la resurrección.

El reencarnacionismo contradice radicalmente a la fe cristiana en la resurrección de la carne; pero además contradice a muchos otros dogmas cristianos: el carácter indeleble del Bautismo, el juicio particular inmediatamente después de la muerte, el juicio final en el fin de los tiempos, la existencia del Infierno, el Purgatorio y el Cielo, etc. No hay en él lugar alguno para la doctrina cristiana sobre la Encarnación, la Redención, la Gracia, la Iglesia, los sacramentos, la oración, etc. Más aún, en general la creencia en la reencarnación supone el panteísmo, que contradice al monoteísmo bíblico. El pecado es considerado como un simple error, no como una ofensa a Dios. Esto es natural, ya que en un sistema panteísta no hay seres distintos de Dios que puedan ofenderlo.

La teoría de la reencarnación también está en total contradicción con los principios fundamentales de la moral cristiana. En efecto, en dicha teoría no existe perdón, ni arrepentimiento, ni conversión, ni siquiera opciones definitivas: toda culpa puede ser expiada en las vidas futuras. Todos tienen una eternidad feliz asegurada, hagan lo que hagan. Se trata de una simple cuestión de tiempo: algunos evolucionan más rápidamente y otros más lentamente. En este esquema la decisión moral puede ser sustituida por un cálculo o intercambio mecánico entre culpa y tiempo de purificación.

Todos los sufrimientos, fracasos, enfermedades y discapacidades son considerados como castigos merecidos por faltas cometidas en vidas anteriores. Por otra parte, todo poder, toda fama y toda gloria mundana son considerados como premios merecidos por las buenas obras realizadas en vidas anteriores. Obviamente esta ideología favorece a los poderosos. Justifica, por ejemplo, el sistema racista de las castas en la India.

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