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28.09.20

Defensa del monoteísmo cristiano

La principal creencia religiosa de los seres humanos, el monoteísmo, es considerada por muchos no creyentes como fuente de intolerancia y fanatismo.

Daniel Iglesias Grèzes0

Uno de los principales argumentos antirreligiosos de nuestra época es el que identifica al monoteísmo como una de las mayores fuentes de intolerancia. Según muchos críticos, la creencia en un solo Dios y en una única verdad en materia religiosa conduciría directamente al fanatismo y la violencia. No es bueno que esta demonización de las religiones monoteístas quede sin respuesta; por eso me propongo realizar aquí una breve defensa del monoteísmo en general y del monoteísmo cristiano en particular, en seis puntos.

1. Ante todo descarto una solución falsa del problema, que tienta a algunos cristianos: conceder que el monoteísmo es violento o incluso que toda religión es violenta, pero negar que el cristianismo sea monoteísta o que sea una religión. No puedo detenerme a demostrarlo, pero esa tesis es absurda. El cristianismo es una religión monoteísta.

2. El monoteísmo está sostenido por muchas pruebas filosóficas de la existencia de un único Dios. Es imposible que yo las resuma aquí. Se han escrito bibliotecas enteras al respecto. En este punto sólo diré que sería muy liviano rechazar de un modo apriorístico o prejuicioso la reflexión multisecular de gigantes de la filosofía como Platón, Aristóteles y Plotino (paganos), Avicena (musulmán), Maimónides (judío), San Agustín, San Anselmo, Santo Tomás de Aquino, Descartes y Pascal (católicos), Leibniz (protestante), etc.

3. En sintonía con la filosofía realista y con el sentido común de la humanidad, afirmo que la verdad (o sea, la adecuación del pensamiento a la realidad) es única porque la realidad es objetiva, independiente del sujeto. Este la conoce o la desconoce, pero no la crea. Es el relativismo, no el realismo, el que incentiva la violencia entre los seres humanos. Si la verdad es objetiva, entonces siempre podemos realizar un esfuerzo común para ponernos de acuerdo descubriendo la verdad entre todos. El diálogo hace que cada uno aporte aspectos de la verdad y ayude al otro a mejorar su aprehensión de la misma, corrigiendo errores. En cambio, si cada uno tiene “su verdad” personalísima e incomunicable, una discusión no puede ser otra cosa que una lucha de poder. No pudiendo apelar a una realidad objetiva cognoscible por todos, si quiero hacer que otro se pliegue a mi punto de vista, no puedo argumentar racionalmente. Si es imposible convencer, no queda otra que vencer.

4. La Comisión Teológica Internacional publicó en 2013 un documento titulado Dios Trinidad, unidad de los hombres. El monoteísmo cristiano contra la violencia. La tesis principal del documento es que, en lo que respecta a la fe cristiana, la violencia en nombre de Dios es una herejía. Del corazón mismo del Evangelio brota la convicción de que “la verdad1 no se impone sino por la fuerza de la verdad misma.”2 “Esta es la paradoja del cristianismo: el respeto escrupuloso de la libertad religiosa no está motivado por una forma de relativismo sino que se deriva de lo que hay de más dogmático en la idea que la fe cristiana ofrece de Dios.”3

5. Por supuesto, a lo largo de la historia no siempre los cristianos y los demás monoteístas estuvieron a la altura de esta convicción religiosa, yendo a veces más allá de la legítima defensa o de la “guerra justa” (defensiva). Empero, los pecados de los monoteístas, y en particular sus actos de violencia religiosa, no proceden de la esencia del monoteísmo, sino de su negación práctica. Los pecados de los monoteístas no son un argumento válido contra la verdad del monoteísmo.

6. [Cabe cuestionar] “el mito de la tolerancia de la [antigua] religión griega: ‘maravillosa libertad en cuyo nombre mataron a Sócrates como ateo porque no creía en los dioses de la Ciudad’… El exclusivismo de las religiones politeístas generó intolerancia y violencia en cantidades abrumadoras… ‘el problema del politeísmo es que, a través de su teomaquia, la guerra entre dioses,… no consigue fundamentar el valor universal del ser humano: si no tienes mis mismos dioses, no tienes el mismo valor, no eres nada’. No es sólo Sócrates, son también los sacrificios humanos al Minotauro, o en las pirámides aztecas o en Canaán. En cuanto a la tolerancia de los paganos, ‘los cristianos la experimentaron en sus propias carnes durante tres siglos de martirio’… Es precisamente un monoteísmo, el cristiano4, el que inventó la tolerancia: ‘al contrario del politeísmo, el cristianismo es un universalismo. Concierne a todos los hombres, lo sepan ellos o no… No se les puede tratar… como sub-hombres’.”5

Notas 

0) Otros escritos del autor en: https://danieliglesiasgrezes.wordpress.com.

1) La verdad en general y la verdad religiosa en particular.

2) Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis Humanae, n. 1.

3) Serge-Thomas Bonino OP, L’Osservatore Romano, 16/01/2014.

4) Algunos dirían “judeocristiano", atendiendo a las dos grandes partes de la Biblia (Antiguo Testamento y Nuevo Testamento) y su relación mutua.

5) Abbé de Tanoüarn, en: Religión en Libertad, 18/06/2014.

15.11.15

Jihád: ¿guerra santa o lucha espiritual? (Samir Khalil Samir SJ)

22. ¿Cuál es el significado de ese término tan usado, con frecuencia de manera errónea, que es jihád?

La palabra jihád deriva de la raíz j-h-d que, en árabe, evoca la idea de esfuerzo, en general bélico. La palabra jihád se emplea siempre en el Corán con el sentido de lucha por Dios, según la expresión completa jihád fí sabíl Alláh, lucha por el camino de Dios. De ahí que se traduzca en las lenguas europeas como «guerra santa» por los mismos musulmanes.

Esta traducción ha sido puesta, recientemente, en tela de juicio por algunos investigadores, sobre todo occidentales, según los cuales el jihád no es la guerra, sino la lucha espiritual, el esfuerzo interior. Se practica también una distinción entre el jihád akbar y el jihád asghar, entre el gran jihád y el pequeño jihád. El primero sería la lucha contra el egoísmo y contra los males de la sociedad –en resumidas cuentas, un esfuerzo ético y espiritual–, mientras que el segundo sería la guerra santa destinada a combatir contra los infieles en nombre de Dios.

Todo esto es una elaboración que no se corresponde ni con la tradición islámica ni con el lenguaje moderno. Los grupos islamistas que adoptan la palabra jihád en nombre del islam no la entienden, ciertamente, en su significado místico, sino en su acepción violenta, y las decenas de libros publicados en estos últimos años sobre el jihád se refieren todos a la guerra santa. Por consiguiente, tanto en el plano histórico, desde el Corán en adelante, como en el sociológico, el significado actual de jihád es unívoco y designa la guerra islámica hecha en nombre de Dios para defender el islam.

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