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8.09.11

Un encuentro con el nuevo ateísmo (1)

Durante gran parte del siglo XX, el marxismo fue la columna vertebral del ateísmo militante en Europa y América. Después de la caída de la Unión Soviética y de sus regímenes “satélites” de Europa Oriental, se pudo pensar que el ateísmo militante iba a sufrir un gran eclipse en Occidente. Sin embargo, desde ese entonces ha resurgido bajo una forma nueva, que algunos han llamado el “nuevo ateísmo”. Las características básicas del nuevo ateísmo son su profundo desprecio y hostilidad contra toda religión (sobre todo el catolicismo) y su dependencia de la ideología cientificista.

El representante más célebre del “nuevo ateísmo” es el biólogo inglés Richard Dawkins, celoso propagandista del ateísmo. En este capítulo citaré íntegramente y comentaré detalladamente una alocución suya, titulada “¿Es la ciencia una religión?”, pronunciada en ocasión del nombramiento de Dawkins como “Humanista del Año” por la Asociación Americana de Humanismo, en 1996. La traducción de esa alocución del inglés al español es obra de Rolón Ríos, quien tuvo la gentileza de proporcionarme este texto. Citaré el texto de Dawkins en letra itálica, intercalando mis comentarios en letra normal. La división del texto en secciones y el agregado de subtítulos son obras mías.

1. La religión y la ciencia

“Están de moda los pensamientos apocalípticos sobre los peligros que se ciernen sobre la humanidad debidos al SIDA, la enfermedad de las vacas locas y otras. Pienso que podemos argüir lo mismo sobre la fe, uno de los grandes males del mundo, comparable al virus de la viruela, pero aún más difícil de erradicar. La fe, aquellas creencias que no se basan en evidencias, es el principal vicio de toda religión.”

Según Dawkins, la fe es uno de los grandes males del mundo y debe ser erradicada. Esta opinión extremista y más bien trasnochada depende de una mala definición de la fe ("creencias que no se basan en evidencias") y de una falsa asociación entre la fe y el fanatismo religioso. Mi religión católica rechaza el fideísmo –es decir una fe que desdeña todo fundamento racional– y propone una fe basada en motivos racionales de credibilidad. La verdadera fe no es irracional, sino suprarracional. Supone la razón y la perfecciona. La certeza de la fe no proviene de una evidencia, pero sí de la adhesión razonable al testimonio de otros, que a su vez proviene de una evidencia. Esta adhesión concuerda con los resultados de una reflexión sobre la realidad cósmica e histórica y sobre la propia experiencia espiritual y moral. Por lo tanto la fe tiene una garantía de verdad propia, distinta de la evidencia sensible y de la evidencia intelectual.

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24.08.11

Dos tipos de relaciones humanas

Imaginemos que dos personas se conocen en un contexto profesional, académico, comercial u otro semejante y que intercambian las direcciones de sus casillas personales de correo electrónico. Luego no se vuelven a ver. Años después, una de ellas envía a la otra un mensaje invitándola a contribuir a una causa humanitaria. El receptor del mensaje reacciona airadamente, acusando al remitente de haber violado su privacidad.

Esta anécdota, aparentemente minúscula, ofrece un punto de partida para reflexionar sobre dos formas antagónicas de concebir las relaciones humanas, formas que provienen respectivamente de la antropología individualista y la antropología cristiana.

El individualista, cuando entrega a otra persona su dirección de correo, supone que ella está firmando implícitamente un contrato invisible con una cláusula que establece: “sólo para uso profesional” (o académico, o comercial, etc.; según el contexto en que ambos se hayan conocido). Si explicitara completamente su pensamiento, el individualista diría a la otra persona más o menos lo siguiente: “No pienses que me interesa tener contigo ninguna clase de relación humana profunda. Si alguna vez llegas a escribirme, límitate a temas estrictamente profesionales (o académicos, etc.). Si no lo haces, te trataré como un abusador y un spammer.”

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27.06.11

La búsqueda de la verdad y el don de la fe

Los católicos creemos que existe una verdad religiosa, que esa verdad reside en la religión católica, y que todo hombre está moralmente obligado a buscar esa verdad y, al encontrarla, a adherirse plenamente a ella: “En primer lugar, profesa el sagrado Concilio que Dios manifestó al género humano el camino por el que, sirviéndole, pueden los hombres salvarse y ser felices en Cristo. Creemos que esta única y verdadera religión subsiste en la Iglesia Católica y Apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la misión de difundirla a todos los hombres, diciendo a los Apóstoles: “Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado” (Mt 28,19-20). Por su parte, todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla.” (Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa, n. 1b).

1. La búsqueda de la verdad

Aristóteles comienza su Metafísica diciendo que todo hombre busca naturalmente conocer la verdad. La inteligencia humana tiende naturalmente a la verdad, está hecha para conocerla.

Dios mismo es la Verdad fontal y fundamental que todos necesitamos y que la mayoría busca, aunque sea oscuramente y a tientas. Esta Verdad tiene consecuencias decisivas en nuestras vidas.

A menudo afirmaciones como éstas son desestimadas hoy en día como “lecturas religiosas de la realidad”. Esa desestimación proviene comúnmente de una ideología relativista. En una palabra, “relativista” es quien sostiene que “En este mundo traidor, / nada es verdad ni mentira. / Todo es según el color / del cristal con que se mira.” (Ramón de Campoamor, Humoradas). Si la verdad depende del tipo de lectura que se haga de la realidad, entonces se puede decir que la verdad es relativa y que cada uno tiene su verdad.

Generalmente los ateos piensan que los seres humanos somos una especie de accidente cósmico destinado a existir brevemente y desaparecer, por lo cual algunos de ellos se inclinan a buscar el mayor placer o disfrute posible en esta vida. Por el contrario, el cristiano cree en la vida eterna, lo cual le hace ver todas las realidades de esta vida desde la perspectiva de la eternidad.

Si en definitiva la verdad no se puede conocer, ¿cómo saber qué actitud tomar ante la vida? ¿Será que la fe es una opción libre pero irracional, emotiva o sentimental? ¿Qué lleva entonces a tantas personas (inclusive a grandes intelectuales) a creer en Dios? En este libro he tratado de dar respuesta a estas interrogantes. Aquí trataré de sintetizar algunos aspectos básicos de la respuesta católica.

La filosofía es una ciencia que tiene cierto grado de autonomía respecto a la teología, pero la fe cristiana tiene consecuencias muy precisas en filosofía. Dicho de otro modo, hay filosofías incompatibles con la fe cristiana. Hoy el mayor enemigo de la fe cristiana es la filosofía relativista, que ha impregnado la mentalidad de no pocos cristianos. El relativismo (filosófico, moral, religioso o cultural) es la versión moderna del escepticismo. La filosofía escéptica se manifestó por primera vez en la antigua Grecia. Gorgias, uno de los sofistas, resumió la doctrina escéptica en los siguientes tres principios: la verdad no existe; o, si existe, no puede ser conocida; o, si puede ser conocida, no puede ser comunicada a otros. En definitiva, el escepticismo y el relativismo niegan la capacidad de la razón humana para conocer y expresar la verdad.

La filosofía cristiana sólo puede ser realista. El realismo es la filosofía que sostiene que existe una realidad objetiva, independiente del sujeto, y que el ser humano puede conocer la verdad de lo real. La verdad es la correspondencia o adecuación entre el pensamiento y la realidad. Si mi pensamiento coincide con la realidad objetiva, es verdadero; si no, es falso. O sea, la verdad es absoluta o no es verdad. El realismo es la filosofía del sentido común de la humanidad. Todos somos espontáneamente realistas. Aristóteles subrayó que el escepticismo es sostenido teóricamente, pero es totalmente impracticable. Nadie es capaz de vivir escépticamente. Cualquier comunicación interhumana es una negación práctica del escepticismo. Con fuerte ironía, Aristóteles sostuvo que los escépticos, para ser coherentes, deberían convertirse en vegetales.

El hombre puede conocer la verdad y de hecho la conoce muchas veces. Pero no hay que confundir verdad absoluta (universalmente válida) con verdad total. La mente humana no puede llegar a conocer la totalidad de la verdad, pero sí aspectos parciales de la realidad, verdades parciales, interrelacionadas entre sí en forma coherente, no contradictoria.

Esta afirmación general se aplica también a la verdad religiosa y a la verdad de la existencia de Dios. Es verdad que Dios existe. Es falso que no exista. No hay una verdad para el gusto de cada uno. Cada uno tiene sus propias creencias u opiniones, pero cada una de ellas sólo puede ser verdadera o falsa (para todos). Es un gran error pensar que cada uno tiene “su verdad” y que la “verdad” de los ateos es que Dios no existe. La verdad es una sola y debe ser absoluta, independiente de lo que cada uno piense. Dios no existe o deja de existir porque creamos o no en Él, así como la Tierra no deja de ser “redonda” porque alguien crea que es plana. Obviamente, con esto no niego que los ateos puedan ser personas de buena voluntad.

Es un dogma de fe católica, definido por el Concilio Vaticano I y reafirmado por el Concilio Vaticano II, que el hombre, mediante la sola luz natural de la razón, puede conocer la existencia de Dios. O sea, existen pruebas racionales (filosóficas) de la existencia de Dios. He intentado presentar algunas de ellas en este libro.

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18.05.11

En el Bicentenario de la Batalla de Las Piedras: una reflexión

Hoy, 18 de mayo de 2011, los uruguayos celebramos el bicentenario de la Batalla de Las Piedras, la primera gran victoria militar del Gral. José Artigas, al comienzo de nuestro proceso de emancipación nacional. La ocasión se presta para una reflexión sobre las luces y las sombras de lo logrado a través de ese arduo proceso. Como punto de partida propongo la siguiente cita de Carlos Maggi, un conocido pensador uruguayo, liberal y batllista:

“En 1830 entró a regir en los papeles una Constitución de la República Oriental del Uruguay, republicana y democrática. Pero ese principio de autoridad en régimen de libertad obró como una maldición sobre los uruguayos. Hubo 71 levantamientos armados contra el poder constituido, entre 1830 y 1908.

Washington Lockhart los contó y refiere el nombre de cada uno: son 71 intentos de matar o morir por “razones”, mejor dicho por “pasiones”, en torno a tal o cual caudillo. 71 intentos en 78 años.

Lo más extraordinario de este siglo de barbarie tribal es su comparación con los trescientos años anteriores, que van del descubrimiento de América hasta la revolución de la independencia. Del 1500 al 1800 nadie se levantó en armas, en este vasto continente, contra el rey de España. Pudo haber rebeliones locales contra ciertos abusos, pero en ningún caso una revolución organizada contra el poder del monarca. La monarquía era un sistema asimilado, entendido y respetado, venía de la alta edad media.
” (Carlos Maggi, Tiempo y vigencia de un ideario memorable, en: El País, Montevideo, 16/07/2006).

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2.05.11

Plegaria por la Familia (Beato Juan Pablo II)

Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra,
Padre, que eres Amor y Vida,
haz que cada familia humana sobre la tierra se convierta,
por medio de tu Hijo, Jesucristo, «nacido de Mujer»,
y mediante el Espíritu Santo, fuente de caridad divina,
en verdadero santuario de la vida y del amor
para las generaciones que siempre se renuevan.
Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los esposos
hacia el bien de sus familias
y de todas las familias del mundo.
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia
un fuerte apoyo para su humanidad
y su crecimiento en la verdad y en el amor.
Haz que el amor
corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio,
se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis,
por las que a veces pasan nuestras familias.
Haz finalmente,
te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret,
que la Iglesia en todas las naciones de la tierra
pueda cumplir fructíferamente su misión
en la familia y por medio de la familia.
Tú, que eres la Vida, la Verdad y el Amor,
en la unidad del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.