¿Cómo es Dios?

El primer artículo del Credo de los Apóstoles, antiquísima profesión de fe, comienza con estas palabras: “Creo en Dios". Sería bueno que nos preguntáramos si conocemos a Dios, en quien creemos. A pesar del secularismo, en nuestra sociedad continúa hablándose bastante acerca de Dios; pero a menudo se da de Él una imagen falsa o distorsionada.

Aunque el misterio de Dios supera la razón humana, ésta puede, si procede rectamente, conocer no sólo la existencia de Dios sino también algunos de sus atributos. La fe en la revelación divina confirma estos conocimientos naturales y permite ahondarlos en muchos puntos que superan a la sola razón. Así, por la fe y la razón, podemos conocer muchas propiedades de la naturaleza divina: Dios es infinito, inmenso, inmutable, incomprensible, todopoderoso, eterno, etc.

Es razonable pensar que no todos los atributos divinos tienen igual jerarquía y que entre ellos hay uno o algunos que expresan más perfectamente la esencia divina. Esta cuestión es más importante de lo que aparenta a primera vista. Si pensamos que Dios es ante todo omnipotente, la idea que nos haremos de Él será muy diferente que si pensamos que es sobre todo omnisciente.

Habiéndose planteado esta pregunta, la teología escolástica respondió con claridad que Dios es el Ser absoluto y necesario, el mismo Ser subsistente. Esta respuesta encuentra apoyo en Éxodo 3,13-15. Desde una zarza que ardía sin consumirse, Dios reveló su nombre a Moisés: “Yo soy el que es". Este misterioso nombre divino expresa la trascendencia de Dios, que está infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o nombrar. No obstante, este “Dios escondido", de nombre inefable, es un Dios que está muy cerca de los hombres.

El Catecismo de la Iglesia Católica, después de reproducir esta afirmación de la teología clásica, agrega una doble afirmación de fuerte raigambre bíblica: Dios, “el que es", es Verdad y Amor.

Dios es la Verdad misma. Sus palabras no pueden engañar. Por eso sus promesas se cumplen siempre. El hombre se puede entregar con toda confianza a la verdad y la fidelidad de la palabra de Dios en todas las cosas. Esta Verdad se manifiesta en la revelación natural de la creación y sobre todo en la revelación sobrenatural cuya plenitud es la persona de Cristo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 215-217).

Sin embargo, a partir del Nuevo Testamento podemos asegurar que hay un atributo divino más importante aún que el Ser y la Verdad. Cuando San Juan tiene que expresar en una sola palabra cómo es Dios, nos dice que “Dios es Amor” (1 Juan 4,8.16). El ser mismo de Dios es una eterna comunicación de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 218-221). El misterio de Dios es un misterio de amor infinito y eterno.

De forma totalmente gratuita, Dios nos ha destinado a participar de su vida íntima. Si queremos vivir en comunión con Dios, que es Amor, debemos vivir en el Amor. He aquí el núcleo de la vida cristiana: amar a Dios y a los hombres, con el mismo amor de Cristo.

Daniel Iglesias Grèzes


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13 comentarios

  
Franco
Daniel
Tengo una duda, ¿Una jerarquía de atributos no contradice a la simplicidad divina?

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DIG: No, porque todos los atributos de Dios se identifican con su esencia.
26/01/14 3:49 PM
  
Néstor
Está muy bien, pero si no es, el mismo amor no es nada. Para amar hay que ser, y no se puede decir que para ser hay que amar, porque antes del ser está solo el no ser, que no es.

Saludos cordiales.
26/01/14 4:32 PM
  
Néstor
Corrijamos la expresión: antes del ser debería estar el no ser, que no puede, porque no es. Más importante que el ser, también debería ser el no ser, que no es. El amor y el ser de Dios son lo mismo.

Saludos cordiales.

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DIG: De acuerdo, pero también la omnipotencia y el ser de Dios son lo mismo, y sin embargo para la teología cristiana el amor de Dios es un atributo más importante que la omnipotencia de Dios, aunque no por eso esta última deja de ser real e importante. Dice San Juan que "el que permanece en el amor permanece en Dios". No dice lo mismo del que permanece en el poder.
26/01/14 4:47 PM
  
Nicolás
Daniel, personalmente creo que tu artículo está muy bueno, faltaría quizás relacionar los atributos de Ser y Verdad con el de Amor, cómo el tercero lleva a los dos primeros y entre éstos. Cómo es necesario el Amor para que algo sea y para que exista lo verdadero, por ejemplo.

Sobre este extracto: "Sus palabras no pueden engañar"; no usaría el 'no pueden', puesto que la voluntad de Dios no tiene límites, más Dios, que es libre o de lo contrario habría algo superior a Él que le manda, siempre desea por Amor decir la Verdad para que nuestra voluntad coincida con el propósito que tenemos en tanto somos algo. En definitiva, esto enseña otro atributo de Dios, Él es cognoscible, pero por medio de un retroalimentación entre Fe y Razón, la cual aun mí mente no define bien.


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DIG: No es necesario el amor para que algo sea. Al revés, para amar es necesario ser. Sin embargo, si hablamos de nosotros los hombres, no amamos para existir, sino que existimos para conocer y amar a Dios, y a los demás en Dios.

Por otra parte, el amor es un bien; más aún, es en cierto sentido el mayor bien. Y el ser, la verdad y el bien se identifican. La verdad y el bien son propiedades trascendentales del ente. Ser es ser verdadero, es ser inteligible y ser conocido por Dios; ser es también ser bueno, es ser apetecible y ser querido por Dios. Pero hay allí un orden: primero el ser, luego la verdad y finalmente el bien.

Decir que Dios no puede engañarse ni engañarnos es correcto y no supone ningún límite a la omnipotencia divina. Un Dios que engañara o se engañase no sería Dios. La omnipotencia divina abarca todo lo posible, o sea todo lo que en sí mismo no implica contradicción.
26/01/14 6:14 PM
  
Ricardo de Argentina
Hermoso artículo Daniel, conciso e iluminativo.

En referencia a las versiones distorsionadas de Dios, el idealismo que sustenta a la actual civilización democrática ha impuesto el concepto de que "dios" es una creación humana, un invento producto de nuestras angustias, ansias, ilusiones o carencias. En fin, un producto meramente imaginativo.

Esta blasfemia, tan extendida, ha provocado por un lado la epidemia del ateísmo-agnosticismo, pero por otro lado la creación de "dioses" y hasta de "jesucristos" a la medida de la propia psiquis. Porque si "dios" es un producto de la mente, entonces yo me fabrico mi "dios" y con él me entiendo. La "Iglesia y los curas" pretenden ser intermediarios en esta relación pero yo no los preciso, porque así me "siento bien".

Existen personas así, yo conozco al menos una. Me temo que además del peligro de condenación eterna, estas personas tienen cierto riesgo de perder el quicio.
26/01/14 11:05 PM
  
Luis I. Amorós
Interesante artículo, Daniel. Te voy a hacer una pregunta teológica, ya que es un campo que apenas conozco: según la teología católica ¿Dios puede hacer Mal? ¿O más bien le es imposible porque Él es el Bien, y de hecho el pecado (el mal) es la negación de Dios?

Gracias.

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DIG: Que Dios haga el mal es contradictorio y por lo tanto imposible.
27/01/14 2:22 PM
  
Néstor
En efecto, el ser abarca todo, porque lo que no es, no es nada, tampoco es amor, ni verdad, ni nada. Lo que pasa es que nuestro solo concepto de "ser" no nos permite conocer todo lo que hay incluido en él en la realidad de las cosas, por la debilidad de nuestra inteligencia, y por eso necesitamos otros conceptos, que van dándonos a conocer las riquezas del ser mismo.

Así que sólo hay el ser, es decir, en concreto, el Ser Infinito, y los seres finitos. Pero el ser tiene una riqueza que sólo podemos ir conociendo mediante los otros conceptos, entre ellos, el concepto del amor.

En realidad, hay que decir mejor el "ente", o sea, aquello que es o puede ser. El ser es el acto del ente, por el cual, precisamente, es.

Saludos cordiales.
27/01/14 2:52 PM
  
Franco
Daniel
Eso lo sé, pero si todos los atributos divinos se identifican, no sólo con la esencia divina, sino también entre sí, no veo cómo alguno es más importante que otro. Es más, yo me pregunto si es lícito al ser humano elegir algún atributo divino, e identificarlo como el más adecuado para hablar de Dios, en detrimento de los demás. Sabemos lo que eso puede provocar. Por ejemplo, en tu respuesta a Néstor escribiste que el amor de Dios es más importante que su poder. Sin embargo, es la omnipotencia lo que más confianza ha inspirado; es decir, el hecho de que para Dios nada es imposible.

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DIG: Desde el punto de vista de nuestro conocimiento de Dios, algunos atributos divinos son más importantes que otros. San Juan no escribió "Dios es Poder y el que permanece en el poder permanece en Dios", sino "Dios es Amor y el que permanece en el amor permanece en Dios". Eso es un matiz muy relevante para la teología cristiana.
27/01/14 6:55 PM
  
Franco
Daniel
En el caso del amor, no creo que se pueda hablar de una diferencia de grado con respecto al poder, sino que la diferencia se expresa en el hecho de que la relación de Dios con el hombre está basada en la gratuidad de la gracia divina, es decir, la salvación es gratis(por amor), pero Dios debe poder darla.
Hay que recordar el pasaje del camello y el ojo de la aguja(no pongo la cita por no tener una Biblia a mano), donde Jesús resalta la Omnipotencia del Padre("Para Él nada es imposible").
Saludos.

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DIG: Toda la Biblia enseña la omnipotencia de Dios. Eso no está en cuestión. Lo que digo es que para la teología cristiana tienen una importancia fundamental las siguientes nociones, por ejemplo: 1) Dios es Trino, una comunión de amor infinito entre tres personas divinas; 2) estamos llamados gratuitamente a participar de esa comunión de amor; 3) el Camino para llegar a esa meta es vivir en Cristo, cumpliendo la Ley de Cristo, que es una ley de amor; etc.
27/01/14 8:13 PM
  
JacinTonio, desde Madrid
No confundamos los atributos de Dios, lo que le atribuimos, con Dios mismo. Dios es un misterio, y el mejor comportamiento de nuestra inteligencia para con Dios, es adorar su misterio.

No es útil que con lo que nosotros atribuyamos a Dios pongamos una jerarquía. No por eso conocemos mejor a Dios.

“Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Juan, 17, 3)

Las personas tenemos el instinto de “analizar” para mejor comprender. Aparte de que Dios es “in-analizable”, porque es simple y no tiene partes ni facetas, nos volvemos luego locos para sintetizar lo que creemos haber comprendido. Creo que no es importante conocer a Dios más de lo que él se nos dé a conocer. Busquemos el “meollo” de su Evangelio. Adoremos el misterio de Dios.

Cristo ya nos dejó dicho: “Si me conocéis a mí, conoceréis también al Padre”.

El Señor de la fe no se muestra por “facetas”, aunque usemos multitud de palabras con sentido para referirnos a él. Pero le conocemos cuando le amamos, y le amamos cuando le conocemos.

Sin embargo, queremos comprender a Dios como cuando, abriendo los ojos de la carne, vemos lo que hay delante. La razón sirve a la fe, pero a la razón no se la debe sobrevalorar, y mucho menos, darle una misión que no tiene, porque no es que no se pueda empeñar en el asunto, es que siempre que lo intente quedará confundida y malparada, y no se comprenderá a sí misma.

El camino para conocer al Padre es Cristo. No hay otro camino.

Que el Señor nos bendiga

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DIG: Posiblemente en el fondo estemos de acuerdo, pero yo subrayo que podemos conocer verdades sobre Dios, tanto por la vía de la sola razón (la existencia de Dios y algunos de sus atributos) como sobre todo por la vía de la fe en la Revelación de Dios en Cristo. Dios es un misterio, pero eso no quiere decir que no podamos saber nada de Él. La palabra griega "mysterion" se traduce correctamente al latín como "sacramentum". "Misterio" es una realidad divina, trascendente y salvífica que se nos manifiesta de un modo visible (o perceptible). La empresa teológica (en sí misma) no es ni quimérica ni soberbia.
27/01/14 10:37 PM
  
Néstor
Los atributos divinos, según Santo Tomás, se identifican realmente entre sí, pero se distinguen entre sí con distinción de razón fundada en la realidad. Por eso no son sinónimos, no podemos decir que Dios perdona por justicia y castiga por misericordia, ni podemos decir que conoce mediante su Voluntad o quiere mediante su Inteligencia.

Es decir, al menos en el orden de nuestro conocimiento esas cosas no se identifican sin más, si bien en la realidad son una sola cosa con el Ser mismo.

Esto se debe a que lo que en Dios es Uno nosotros lo conocemos como múltiple, en la medida en que está participado y "fragmentado" en las criaturas, a partir de las cuales conocemos a Dios.

Por eso mismo se puede establecer una cierta jerarquía entre esos atributos, y ahí el tomismo entiende que todos derivan de la "aseidad", es decir, que Dios es y existe por sí mismo, por su propia Esencia o naturaleza.

El amor en Dios deriva del hecho de que Dios es Bueno, y por tanto, Amable, y es Bueno porque es Acto Puro de Ser y por tanto absolutamente Perfecto.

También deriva de que Dios, siendo sumamente Perfecto, tiene Inteligencia y Voluntad, y por tanto, es capaz de amar, es decir, de amar ante todo su propia Bondad infinita.

El dogma trinitario, interpretado por Santo Tomás, dice que del conocimiento que Dios tiene de Sí mismo procede el Verbo, la segunda Persona de la Trinidad, y del amor que Dios, conociéndose en el Verbo, tiene por Sí mismo procede el Espíritu Santo, la tercera Persona. Por eso el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo ("Filioque")

El amor de Dios por sus creaturas es como un libre desbordarse "ad extra" de ese amor necesario que Dios tiene eternamente por Sí mismo.

Saludos cordiales.
27/01/14 11:53 PM
  
JacinTonio, desde Madrid
Tómese como opinión todo aquello que digo que se salga de lo normal.

No es que no se pueda valorar la inteligencia para conocer a Dios, pero es limitada.

La inteligencia capta la realidad divina de su Creador, pero no ha de sobrevalorarse, porque pondría quedar confundida en un ostracismo inútil y obsesivo, en la búsqueda de un Dios que le satisfaga plenamente y que no encuentra, como creo que ocurre con muchos agnósticos, que buscan saber, pero huyen de todo lo que huela a misterio. A Dios se le busca con el corazón y la inteligencia, no sólo con la inteligencia, pero se le ama en sus misterios, los cuales son como rompeolas de razonamientos que intentan saltar por encima de sus propias limitaciones. Dicen que el hombre es un misterio, ¿no lo va a ser Dios? El Dios-misterio es lo primero que nos impresiona de él.

Los límites al conocimiento del Misterio de Dios no son los de la inteligencia creada, pues no pueden rebasarse mientras estemos en esta vida. Por el contrario, la inteligencia puede ser acertadamente utilizada, alcanzándose cotas (límites) cada vez más elevadas, pero nunca podrá alcanzar lo inalcanzable.

Por eso digo que no es importante conocer a Dios más de lo que él se nos dé a conocer, y que cada persona tiene su propia inteligencia. A Santo Tomás se le dio a conocer más que a otros, y cada uno debe aprovechar los talentos que Dios le ha dado. Pero la inteligencia en sí, es la misma en todas las personas, y todos podemos y debemos utilizarla para mejor conocer a Dios. Pero lo que sabemos o queremos saber de Dios debe resultarnos útil para caminar hacia él. Y lo primero que debemos hacer es aclararnos en qué consiste cada misterio, en el sentido de evitar “mal-definirlos” para no comulgar con ruedas de molino; y vencer la tentación de considerar concluido cualquier pensamiento sobre ellos, y poniendo, además, en cuarentena, toda conclusión sacada al margen de la fe.

Buscar a Dios con la razón, pero con sincero corazón, ya es religión. Dios se deja conocer del que le busca con sincero corazón, y se esconde del orgulloso. Se ha dicho que la Filosofía es la sierva de la Teología, y así debe ser, porque si es al revés, nos exponemos a manipular la ciencia que trata del Dios revelado, sacando conclusiones erradas. Es mucho de lo que ocurre en los tiempos que estamos viviendo, que se quiere ajustar la Doctrina Cristiana a la filosofía del mundo.

El Señor «de la fe» no se muestra por “facetas”: estas son propias de la razón, la cual no debe ser subestimada. Al Señor «de la fe» le conocemos cuando le amamos, y le amamos cuando le conocemos, a la manera de como se entendía en el Antiguo Testamento la palabra “conocer”: “Adán conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín”; “Caín conoció a su mujer; ella concibió y dio a luz a Henoc”. Etc. Pero, sobre todo, las palabras de Cristo: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Juan, 17, 3).

El Señor “de la razón” es Dios buscado cuando no tenemos fe. Se nos muestra por facetas o atributos: por las criaturas conocemos al Creador.

Hablar de las perfecciones de Dios o de sus atributos puede significar lo mismo, pero yo prefiero que Dios me comunique “perfecciones”, antes que “atributos”, toda vez que las perfecciones en Dios me sugieren algo objetivo a mi pensamiento, mientras que los atributos divinos me sugieren cualidades humanas elevadas a grado eminente e infinito para aplicárselas a Dios.

Pero, como he pedido al principio, tómese como opinión todo aquello que se salga de las enseñanzas normales. En cualquier caso, espero no haber embarullado la cuestión. Doctores tiene la Santa Iglesia.

Buen post, que puede servir para celebrar el día en que hacemos memoria de Santo Tomas de Aquino.

Que el Señor nos bendiga. Saludos.
28/01/14 6:07 PM
  
Néstor
La inteligencia y la razón son muy importantes para el católico, porque, sobre la base de la fe, es con ellas que se marca el límite entre la verdad revelada y la herejía.

Negar el valor de la razón y de la inteligencia es abrir la puerta a todas las herejías en la Iglesia.

Es parte principal del servicio que la Teología hace a la Iglesia señalar con claridad los errores que son contrarios a la fe y que muchas veces son muy sutiles y para nada se pueden detectar a fuerza de solas corazonadas.

No es católico negar la capacidad de la razón humana para conocer, imperfectamente, sin duda, algo de Dios con verdad. Tampoco es católico rechazar la Teología que es la obra de la razón del creyente que piensa y reflexiona acerca de la fe de la Iglesia, que es también la suya.

Y la Teología no puede hacerse sin una buena Filosofía que le sirva de herramienta conceptual.

Sin duda que no todos en la Iglesia tienen vocación de teólogos o de filósofos, más bien unos pocos, comparativamente hablando.

Ni hace falta ser teólogo ni filósofo para salvarse.

Pero sí es bueno que el católico sepa al menos apreciar positivamente la labor que realizan sus hermanos en la fe que han sido llamados a esto y no se deje contagiar de fideísmos que en realidad son de origen protestante.

Saludos cordiales.



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DIG: Totalmente de acuerdo. Muchas gracias, Néstor.
28/01/14 10:01 PM

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