El anticristianismo de José Batlle y Ordóñez

1. Introducción

Don José Batlle y Ordóñez (1856-1929) fue sin duda el principal político del Uruguay en el siglo XX. Fue dos veces Presidente de la República (1903-1907 y 1911-1915) y dos veces Presidente del Consejo Nacional de Administración (1921-1923 y 1927-1928). Desde 1903 hasta su muerte dominó ampliamente el escenario político del Uruguay. Durante ese período lideró al Partido Colorado (el cual estuvo en el poder en forma ininterrumpida durante 94 años: 1865-1959) y dentro de él a su propio sector (el “batllismo”). Ejerció buena parte de su influencia a través del diario “El Día”, que él fundó y dirigió. Es considerado como el constructor del Uruguay moderno. Generalmente es presentado como anticlerical. El propósito de este artículo (cuyo objetivo es de índole histórica, no política partidaria) es demostrar que en realidad fue profundamente anticatólico e incluso anticristiano e irreligioso.

Me apoyaré sobre todo en citas del siguiente libro: Carlos Manini Ríos, Anoche me llamó Batlle, 2ª edición, Montevideo 1973 (en adelante citado como CMR). Su autor (hijo de Pedro Manini Ríos, quien fue durante muchos años uno de los más íntimos colaboradores de José Batlle y Ordóñez) fue un importante político colorado y periodista uruguayo. Escribió una crónica política del Uruguay del siglo XX en varios tomos. El libro citado es el primer volumen de esa crónica y cubre un período de ocho años: 1911-1919. Durante ese período se reformó por primera vez la Constitución de la República. La Constitución de 1830 había establecido al catolicismo como la religión oficial del Estado. La nueva Constitución (que fue aprobada en 1917 y comenzó a regir en 1918) separó a la Iglesia del Estado según el modelo francés de laicismo radical. A partir de ese momento la Iglesia Católica perdió gran parte de su influencia en el ámbito público de nuestro país. Batlle y Ordóñez fue el principal impulsor de esa separación. Escuchemos pues a Carlos Manini Ríos.

2. “Anoche me llamó Batlle”

“En esta segunda presidencia (de Batlle y Ordóñez) se prosiguió con el mayor empeño lo que se llamaba “la cuestión religiosa”, y que abarcaba a un tiempo toda acción laicizante del Estado así como todo ataque al catolicismo. Este anticatolicismo agresivo, dominante en todo el ciclo batllista, fue movido e influido esencialmente por Batlle y Ordóñez, de quien era preocupación permanente en prédica, escritos y acción.” (CMR, p. 79).

“Basta señalar aquí que en el Batlle anticatólico no hubo nunca un ateo, sino un deísta; quien en muchas páginas dejó documentada una profunda religiosidad filosófica al tiempo que una resistencia intransigente a toda religión positiva. “Lo que no podía soportar, escribió Domingo Arena (otro de los principales colaboradores de Batlle), era ninguna religión positiva, sobre todo la católica, por creer que todas y especialmente la última, sólo sirven para nublar la conciencia del pueblo, envenenándola con prejuicios embrutecedores. Si se ensañaba especialmente con el catolicismo, era porque lo consideraba como el culto que había hecho más daño. La historia de la inquisición, con su masacre de herejes y de hechiceros, lo ponía fuera de sí. De ahí que malquiriese tanto a los sacerdotes, aunque admitiese que los hubiese sinceros, detestando sobre todo a los que presumían de manga ancha, a quienes miraba como a malos profesionales que abusan de sus consultorios. De ahí que consagrara buena parte de su tiempo, requerido por tantas cosas graves, para comentar la Biblia, ya que le parecía demasiado importante poner de relieve, ante el pueblo, que el llamado libro santo hace a cada rato la apología de la matanza, del incesto y de otros crímenes abominables. Tenía tal apego al estudio –que deseaba difundir en folleto para la cultura popular– que los últimos artículos –unos diez o doce– los escribió en sus días postreros y todavía están inéditos. Para un tiempo remoto, que por desgracia no tuvo, pensaba hacer el estudio de Cristo, a través de los Evangelios. Quería probar que sus principales ideas no le pertenecían; que su doctrina era, más que conservadora, retrógrada, ya que proclamaba que las bienandanzas del cielo serían para los desamparados, lo que afirmaba sobre bases inconmovibles la explotación capitalista; y que a su moral no había más remedio que considerarla absurda, al menos en cuanto sostenía que al que da una bofetada hay que presentarle la otra, desde que lo sano habría sido aconsejar que el abofeteado, siempre que pudiera, contestara con dos bofetadas, aunque más no fuera para no fomentar la reincidencia! Llegaba hasta sostener que Cristo había sido un exhibicionista, desde que para sus plegarias, en vez de encaramarse a un monte para que lo vieran todos, pudo muy bien encerrarse en la discreción de una cueva, o a lo menos de una cabaña.” (Domingo Arena, Batlle. Recuerdos, anécdotas, reflexiones. La muerte, edición 1930, pág. 16).

En 1929, cuatro meses antes de su muerte, Batlle y Ordóñez escribió las siguientes reflexiones: “Alguien ha dicho en estos días que en 1903, siendo Presidente de la República el señor Batlle y Ordóñez, se decretaron honores al papa León XIII, con motivo de su muerte; y ha querido deducir de ese hecho una contradicción en las ideas del señor Batlle y Ordóñez. …Al recuerdo del decreto relativo a León XIII se ha querido ligar el de que el señor Batlle y Ordóñez fue católico en su juventud. ¿Fue católico? Él no lo sabe, en verdad. Fue bautizado sin su consentimiento. Y luego, se halló con que en el medio social de la aldea en que vivía se creía y se aseguraban cosas estupendas: que Jesús había venido al mundo para salvar a los pecadores; que había andado por su tierra como cualquier vecino; que había resucitado a muertos y que, muerto él mismo, también se había resucitado!… Que el Paraíso!… Que el Diluvio!… Que el valle de Josafat, donde los muertos y los vivos deberían volver a verse el día del juicio final. Estas y otras muchas cosas iguales las referían en la iglesia del lugar señores sacerdotes, asegurando ser verdad. No pudo, pues, dejar de creer el señor Batlle y Ordóñez, y si esto es ser católico, él lo fue. Ignoraba que la impostura no tiene límites. No sospechaba que, detrás de todo aquello, había un negocio lucrativo que hacía posible la ignorancia de los demás, como la suya propia. Fue socio, así, del Club Católico, al que nunca concurrió, sino después, como adversario, en compañía de Vázquez y Vega, de Dufort y Álvarez, de Muñoz, de Otero, cuando el Obispo Soler invitaba a sus contrarios a discutir con él. En la edad de la reflexión había notado la falsedad de las ideas de que lo habían imbuido, aunque no se había despojado aún del respeto a Jesús, a quien creía un gran hombre, una gran luz moral, y de quien piensa ahora que no era más que un insensato.

El señor Batlle y Ordóñez piensa actualmente que el Cristianismo es una fuente de males inconmensurables
, y está seguro de que no caerá a este respecto en contradicción en el porvenir, como no ha caído en el pasado en nada de lo que se refiere al catolicismo.” (José Batlle y Ordóñez, El Día, 2 de junio de 1929).” (CMR, pp. 80-82; el destaque con letras negritas es mío).

“Quienes a Batlle y Ordóñez rodeaban entonces, eran también, en su gran mayoría, liberales y anticlericales, como la parte dominante de la “inteligencia” de la época entre los dos siglos, en el Uruguay, tanto blanca como colorada, viniera del positivismo o fuera espiritualista, idealista o materialista. (…) Había naturalmente excepciones, y entre ellas notable la del doctor Manuel E. Tiscornia, católico practicante de fe profunda. En cuanto a Domingo Arena, era espiritualista, y también espiritista.” (CMR, p. 83).

“Inicióse pues esta (segunda) Presidencia de Batlle y Ordóñez con una ofensiva anticatólica, de la cual era abanderado el joven ministro del Interior y Culto (Pedro Manini Ríos, padre del autor), quien comenzó por hacer suprimir esta última mención de su título aunque guardó la competencia del patronato sobre la iglesia oficial. (…)

En los primeros días de mayo, (Pedro Manini Ríos) presentó un nuevo proyecto de ley aboliendo los honores militares a la Iglesia Católica y a sus dignatarios. (…)

Pocos días después, el 15 de mayo, el ministro Manini Ríos lleva a la firma del presidente un decreto extensamente fundado, para poner en marcha la ley de Conventos del 14 de julio de 1885 (presidencia de Máximo Santos) y designando una comisión investigadora e informante integrada por conspicuos anticatólicos. (…)

Como consecuencia de la aplicación de la medida, un año más tarde se tomaron algunas resoluciones de menor entidad, sobre número de monjas salesas y sobre condiciones higiénicas en un colegio de capuchinos.

En junio de 1911, se plantea un asunto menor, entre el Municipio de Montevideo y la Curia, por reclamar ésta que las veredas de la Catedral sean reparadas a costa del Tesoro Público, con arreglo a las normas vigentes (…) Sube el asunto en apelación al Ministerio del Interior, y Manini advierte de inmediato la oportunidad para sentar un firme principio, resolviéndolo a favor del Arzobispado, por tratarse de bienes del Estado (…) Reacciona la Curia, pidiendo que se deje sin efecto el decreto, por sus salvedades sobre el fundamento; a lo cual contesta el Ministerio del Interior con un nuevo decreto, en cuyos “considerandos” puede leerse: “Los templos destinados al culto católico y que han sido levantados con dinero del Estado son bienes de propiedad nacional afectados a un servicio público que está desempeñado por la iglesia oficial, y en virtud del régimen de religión de Estado en que se encuentra constitucionalmente la República. La afectación legalmente obligatoria de dichos bienes no puede prolongarse más allá de la duración del servicio público que mantienen, y que es una consecuencia del régimen religioso de la Nación, sobre el cual deberá estatuirse al revisarse la Constitución de la República, razón por la cual la iglesia no puede considerarse como su verdadera propietaria, sino como su administradora o gestora, a título de encargada del desempeño de una función pública semejante a las demás que el Estado ha tomado a su cargo.” (Decretos de 26 de junio y 26 de julio de 1911). La alarma de la jerarquía y de las organizaciones católicas ante las eventuales consecuencias de la tesis abrió el camino para la transacción sobre los bienes de la Iglesia a que se llegaría en la Constituyente, en 1918, al suprimirse la religión de Estado.” (CMR, pp. 84-87).

“Todas las oportunidades, en realidad, son buenas para mover alguna iniciativa anticatólica. Cuando, al término de su mandato, Batlle y Ordóñez propone declarar feriado el 12 de octubre, en conmemoración del descubrimiento de América, de paso, para equilibrar el número de festividades, suprime la de Corpus Christi. Se volverá casi una obsesión, cuyo paradigma se encuentra en aquella inculpación primaria atribuida al diputado batllista Román Freire, quien ante cualquier catástrofe y frente a todo problema, exclamaba: “¡Es la mano del Papa!”

Tal era el clima de la época en esta materia. Los años y los tiempos fueron después suavizando actitudes. La cuestión religiosa, tan viva entonces, fue perdiendo importancia en el país, resonancia en lo político, actualidad en la polémica, vigencia en la sociedad. (…)

Hubo sí un sector del batllismo, con Batlle al frente y rodeando a “El Día”, que mantuvo intacta la irreligiosidad filosófica y el más inflexible anticlericalismo formal, lo que concluía por hacer sonreír cuando suprimía las cruces de los avisos mortuorios, escribía dios en lugar de Dios y llamaba a Pío XI el señor Ratti; prosiguiendo una agresiva y activa propaganda de divulgación anticristiana con su sección “Leyendo el Evangelio”, que redactó el mismo Batlle y Ordóñez hasta su fallecimiento.

Para que el lector pueda apreciar el estilo de su prédica, que fue permanente, recogemos en el Apéndice Documental, número I, una muestra: el artículo “La Resurrección”, publicado el domingo de Pascua de 1906 en “El Día”.” (CMR, pp. 88-89).

Dicho artículo fue publicado con la firma de Judas, seudónimo de José Batlle y Ordóñez. Sus tesis principales son las siguientes: María concibió a Jesús en una relación extramarital y engañó a José; Jesús no murió en la cruz, sino que fue enterrado vivo en el sepulcro; más tarde sus discípulos, después de hacer dormir a los guardianes por medio de una intoxicación, sacaron a Jesús del sepulcro; la resurrección de Jesús no es más que un grosero embuste; después de todo esto Jesús fue a Roma y allí vivió con un nombre supuesto, en las catacumbas, predicando su propia religión a los primeros cristianos, hasta que, al cabo de algunos años, murió tísico. (Cf. CMR, pp. 387-390).

Los argumentos de Batlle y Ordóñez en ese artículo son tan pobres que apenas ameritan una respuesta. Evidencian la gran ignorancia de su autor en materia exegética, su arrogante dogmatismo anticristiano y su gusto por la blasfemia.

3. Otros dos testimonios

Consideremos ahora otros dos testimonios, además de los del libro citado en el numeral anterior.

Batlle siempre atacó dura y sistemáticamente a la Iglesia Católica, calificándola de absurda e inmoral. En 1926 llegó a vetar la candidatura presidencial del batllista Gabriel Terra, por haber actuado éste como padrino en la boda religiosa de su propia hija (Raquel Terra). Carlos Manini Ríos cuenta en su libro Una nave en la tormenta que Batlle, en su diario “El Día”, “denigraba en toda ocasión a sacerdotes y monjas; se complacía en relatar las infracciones a los votos –particularmente el de castidad– y atacaba en forma constante al arzobispo Aragone, a quien llamaba el Cotorrón” (cf. Jorge Pelfort (historiador), en: El Observador, 21/08/1999, Correo del Lector, Iglesia y Estado). Gabriel Terra llegó a ser Presidente de la República después de la muerte de Batlle y Ordóñez.

“En el libro “Batlle y el batllismo”, de E. González Conzi y Roberto B. Giúdice, se elogia esta labor de “Don Pepe” (forma popular de referirse a José Batlle y Ordóñez): “En el Uruguay nada tiene que hacer ninguna religión ni en los centros de enseñanza ni en los establecimientos hospitalarios del Estado. El niño, antes de Batlle, cumplía ciertas prácticas religiosas en la escuela. No eran muchas, es cierto. Todo se reducía a rezar un Padrenuestro, terminada la hora de clase, y a aprender todo o parte de un sucinto resumen del Catecismo. Contra estas prácticas reaccionó la tendencia francamente librepensadora del batllismo, que fue haciéndose camino en este país poco a poco, pero de manera tan segura y firme que puede afirmarse que hoy es nuestra República la tierra menos religiosa del mundo. Fueron abolidas así todas las enseñanzas y prácticas de orden religioso que se efectuaban en la escuela primaria. Hoy, a ningún niño se le imponen determinadas creencias que sólo podrán contribuir a deformar su espíritu.” (Cita tomada de: Jaime Fuentes, Católicos en Uruguay, Montevideo 1985, pp. 25-26).

Este texto, que Jaime Fuentes (actual Obispo de Minas) extrajo de una biografía casi oficiosa y hagiográfica de José Batlle y Ordóñez, escrita por dos partidarios y admiradores del mismo, muestra a las claras que el odio a la fe religiosa –y especialmente cristiana y católica– fue uno de los motivos determinantes de la obra transformadora impulsada por Batlle y Ordóñez.

4. La secularización de los feriados religiosos

En 1919 se promulgó una ley (impulsada por José Batlle y Ordóñez y sus seguidores) que secularizó oficialmente todos los feriados de origen religioso cristiano, cambiando sus denominaciones. Esa ley convirtió al 6 de enero en el “Día de los Niños", a la Semana Santa en la “Semana de Turismo", al 2 de noviembre en el “Día de los Difuntos”, al 8 de diciembre en el “Día de las Playas” y al 25 de diciembre en el “Día de la Familia". Exceptuando la supresión de los feriados religiosos en la Unión Soviética y otros países sometidos a regímenes comunistas (como Cuba), el mundo no ha conocido nada semejante desde el efímero intento de la Revolución Francesa, que introdujo un nuevo calendario, pretendiendo iniciar una nueva era, post-cristiana. El experimento uruguayo ha sido mucho más duradero que el francés e incluso que el soviético.

Daniel Iglesias Grèzes


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1 comentario

  
luis
Muy triste. De todos modos, sospecho que las semillas del anticristianismo hay que buscarlas más atrás, en la conformación del partido colorado y en la derrota total de los blancos y del caudillo Don Aparicio Saravia. En la Argentina, hubo un cierto empate entre unitarios y federales.

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DIG: Gracias, Luis.

Se considera que las dos "divisas" tradicionales del Uruguay (blanca y colorada) nacieron en la batalla de Carpintería, en 1836. Me parece que al principio la división entre blancos y colorados tuvo más que ver con las ambiciones de los distintos caudillos que con discrepancias ideológicas. Con los años, sin embargo, estas últimas fueron aumentando; pero en el siglo XIX todavía el panorama (con respecto al anticatolicismo) era bastante diferente al de principios del siglo XX (cuando hubo un Partido Colorado anticatólico y un Partido Nacional más conservador y menos laicista). En 1862-1863 Mons. Jacinto Vera (Vicario Apostólico y más tarde primer Obispo del Uruguay) sufrió el destierro por orden de un Presidente blanco (Bernardo Berro). Y el católico laico militante más destacado de ese siglo fue también un político colorado (Francisco Bauzá). Pero la inmensa influencia de Batlle y Ordóñez cambió decisivamente esa situación más fluida.

En cuanto a la derrota y muerte de Aparicio Saravia (en su segunda revolución) ocurrió en 1904, casi al principio de la primera presidencia de Batlle y Ordóñez.
24/01/13 1:37 AM

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