11.09.09

Comenzar el curso

Hacia el final del verano, cuando ya se acerca el término del período oficialmente “vacacional”, se abre un nuevo ciclo, un nuevo principio. Aunque los nexos que unen las diversas etapas de nuestra vida y de nuestra actividad no son eslabones aislados, sino más bien conexiones entrelazadas.

¿Qué perspectiva abre ante nosotros un nuevo curso? Si tuviésemos que destacar un elemento, sería quizá el trabajo, la propia labor, la tarea que nos ocupa, mediante la cual intentamos lograr no sólo la realización personal, sino también, y no en segundo lugar, el servicio a los demás.

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10.09.09

¿Monjas?

He visto, con una mezcla de incredulidad y de profundo disgusto, el programa de TVE dedicado a algunas monjas, supuestamente “Mujeres de Dios”. Me ha dado pena, el reportaje, y, más aún, la mayoría de las que aparecen en él.

No es obligatorio, para ser cristiana, ser monja. Ni religiosa, ni de un Instituto Secular, ni nada por el estilo. Sí lo es sentirse – y pensar y vivir – como hija de la Iglesia – o como hijo de la Iglesia, si se trata de un varón; sea éste fraile, monje o laico - .

Alguna de las entrevistadas afirma, muy ufana: “No somos mujeres ‘de’ la Iglesia. Somos mujeres ‘en’ la Iglesia”. Pues bien, añado yo, si no son ‘de’ la Iglesia sobran ‘en’ la Iglesia. Como sobran en los templos - y la comparación versa exclusivamente sobre el “sobrar” - las cucarachas, las manchas de humedad y otras plagas posibles o probables.

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9.09.09

Esclavo de los esclavos

Carecer de libertad por estar sometido a otra persona es una condición triste para el ser humano. Lamentablemente, no hemos de remontarnos a épocas muy pretéritas para hallar el fenómeno de la esclavitud. Quizá hoy no sea “legal” en ninguna parte del mundo, pero sí es “real”.

En la Colombia del siglo XVII, la esclavitud era ambas cosas, legal y real. A las costas de Cartagena de Indias llegaban, al año, unos treinta mil esclavos negros, que se necesitaban para las minas y las plantaciones. ¡Imaginemos cómo sería la travesía desde África hasta América! Siempre, supongo, con el miedo y la incertidumbre como horizonte de futuro. Es terrible no saber a dónde se va ni qué va a ser de nosotros.

Seguramente, la compasión movió el alma de Pedro Claver, el santo que recordamos hoy. Pero esa compasión brotaba de la caridad pastoral; de la necesidad de comunicar a otros, en la medida en que a él le resultaba posible, el amor y la gracia de Cristo. Cuando se ordenó sacerdote, en 1616, Pedro Claver hizo suyo el lema que resume su vida: “esclavo de los esclavos negros para siempre”.

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8.09.09

La Natividad de la Santísima Virgen María

Hoy, 8 de septiembre, celebramos “con alegría el Nacimiento de María, la Virgen: de ella nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios”. La antífona de entrada de la Misa de esta fiesta nos sitúa en la perspectiva adecuada: De la Virgen nació Cristo, Ella es su Madre y, por eso, celebramos con gozo su natividad.

Parece que el origen de esta fiesta nos remonta a Oriente, más o menos al siglo V. En esa época se dedicó en Jerusalén una basílica, la basílica de Santa Ana, en el lugar en el que se supone que nació la Virgen.

En la oración colecta de la Misa se pide a Dios que consigamos “aumento de paz” en la fiesta del nacimiento de María, pues de su maternidad “hemos recibido las primicias de la salvación”.

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7.09.09

En este desierto de Dios

La expresión que encabeza este post no es mía. La ha empleado esta mañana Benedicto XVI en un discurso dirigido a un grupo de obispos de Brasil: “En este desierto de Dios, la nueva generación siente una gran sed de trascendencia”.

Sin Dios, sin pensar en Él, sin abrir a Él los límites de nuestra existencia, la vida humana se encuadra en un marco despoblado, pedregoso, de escasa vegetación. Nuestra cultura poscristiana ha ido, más o menos, resistiendo la desertización. Ha hecho un poco lo que hacen, a veces, los herederos irresponsables de inmensas fortunas. Durante un tiempo se permiten dilapidar lo que han recibido, basándose en una especie de pretensión quimérica que les convence de que la bolsa del tesoro no tiene fondo. Pero sí lo tiene. Y todo, al final, si no se repone, se agota.

La gran aportación de la cultura cristiana ha sido la idea de “persona”. Un concepto – no digo una palabra - que, como tal, no existía antes de ese fecundo encuentro entre el saber griego y el saber derivado del Evangelio. “Sustancia individual de naturaleza racional”, decía Boecio. La persona humana es un individuo irrepetible de la especie; un “alguien” y no un “algo”; un ser único, singular, y no un mero eslabón de una cadena de congéneres. El mensaje cristiano ha visto el fundamento de la dignidad del hombre en el hecho de haber sido creado “a imagen y semejanza de Dios”; llamado, pues, desde el origen, a ser interlocutor de Dios.

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