25.12.21

“Lo envolvió en pañales”. El servicio y el sacrificio de Cristo

El evangelio según san Lucas dice que María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada” (Lc 2,7).

El papa Benedicto XVI en su libro La infancia de Jesús comenta el sentido de este “lo envolvió en pañales”. Según la tradición de los iconos y de la teología de los Padres, “el niño envuelto y bien ceñido en pañales aparece como una referencia anticipada a la hora de su muerte: es desde el principio el Inmolado […] Por eso el pesebre se representa como una especie de altar”.

La vinculación entre Encarnación y misterio pascual queda atestiguada por el tradicional deseo de “felices pascuas”. No es menor el paso de la divinidad a la humanidad que el de la muerte a la vida.

El significado de la Encarnación se centra en el hecho “de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación”, nos recuerda el Catecismo. La fe en la Encarnación es el signo distintivo de lo cristiano.

A la pregunta de por qué el Verbo, el Hijo de Dios, se hizo carne, la fe contesta que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”. Es decir, el Verbo se hizo carne para reconciliarnos con Dios, como propiciación por nuestros pecados (1 Jn 4,10). Para salvar al mundo (1 Jn 4,14). Para quitar los pecados (1 Jn 3,5).

Por la Encarnación, el Verbo nos salvó reconciliándonos con Dios. Por la Encarnación, el Verbo hizo posible que conociésemos el amor de Dios (1 Jn 4,9). Por la Encarnación, el Verbo se hizo nuestro modelo de santidad: “aprended de mí” (Mt 11,29). Por la Encarnación, el Verbo nos hace partícipes de la naturaleza divina (2 P 1,4).

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19.12.21

Lecturas. R. Strange, "Newman, El corazón de la santidad"

R. Strange, Newman. El corazón de la santidad, Desclée De Brouwer, Bilbao 2021, ISBN: 978-84-330-3161-7, 184 páginas.

 

Roderick Strange (1954) es un sacerdote inglés, ordenado en 1969, especialista en el pensamiento de Newman. Desde 2015, ocupa el cargo de profesor de Teología en la Universidad de Santa María, Twickenham, la única universidad confesional del área de Londres.

En el prólogo de este libro, se recoge una sentencia de Newman: “Como todo el mundo sabe, no tengo nada de santo”. Y añadía: “es una severa (y saludable) mortificación que piensen que uno está a punto de serlo” (p.21). Decía, el célebre cardenal inglés, que, en el cielo, se contentaría “con limpiarles los zapatos a los santos; a san Felipe [Neri], si usa betún”. La Iglesia no ha pensado, en este punto, lo mismo que Newman. La prueba es que fue beatificado por Benedicto XVI en Birmingham, el 19 de septiembre de 2010, y canonizado por Francisco en el Vaticano, el 13 de octubre de 2019.

R. Strange pretende en esta obra “desvelar las diferentes capas de su espiritualidad a fin de explorar de forma respetuosa el corazón de su santidad” (p.24). La palabra “corazón” es elegida a propósito. Newman aspiraba a tocar los corazones de los demás, porque, cuando hablaba, lo que decía provenía de la profundidad de su corazón; es decir, comunicaba lo que creía que era verdad. No es superfluo recordar su lema cardenalicio: “Cor ad cor Loquitur”, “el corazón habla al corazón”. Ya como anglicano, Newman estaba persuadido del vínculo que unía a lo visible con lo invisible, y de que ese vínculo se reveló de manera suprema en Jesús de Nazaret, la Palabra hecha carne (cf. p.27).

A lo largo de diez capítulos, el autor nos ayuda a adentrarnos en las capas de la espiritualidad newmaniana. En el capítulo 1, “El viaje de Newman”, traza una panorámica de su vida, señalando los grandes momentos que han marcado su itinerario interior: su participación en el Movimiento de Oxford, su recepción en la Iglesia católica, su ordenación como sacerdote católico y las muchas amarguras y controversias que siguieron a su conversión: “Desde que soy católico, me parece que, en lo personal, no he tenido más que fracasos” (p. 36). Muchos anglicanos dudaron de su integridad y muchos católicos desconfiaban de su catolicismo. Su creación como cardenal por León XIII en 1879 disipó los recelos de los católicos. En 1873 supo anticiparse, como en tantos otros temas, a lo que vendría más tarde: “El cristianismo no ha tenido todavía la experiencia de un mundo simplemente irreligioso”. Hablaba, en aquel entonces, de un futuro en el que la gente de Gran Bretaña ya no creería. Para nosotros, ese futuro es ya presente, no solo en Gran Bretaña, sino en casi todo el mundo. En medio de las disputas doctrinales, Newman trató de mantenerse en una “vía media”, moderada, defendiendo la integridad de la verdad católica, apartándose del error, pero evitando caer en los excesos. Sus grandes preocupaciones eran la revelación y la Iglesia; preocupaciones que serían fundamentales, como sabemos, en el concilio Vaticano II. El interés por ambas cuestiones se basaba en la profunda fe de Newman en Dios y en la motivación pastoral que animó toda su vida. Siempre se ocupaba de la gente. No tenía interés alguno en vencer los razonamientos de nadie “sin tocar sus corazones”.

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17.12.21

Lecturas: "Cadenas y terror", de Ioan Ploscaru

Ioan Ploscaru, “Cadenas y terror. Un obispo greco-católico clandestino en la persecución comunista en Rumanía”, BAC, Madrid, 2020, ISBN: 978-84-220-2144-5, 479 páginas.

 

“Estuve en la cárcel durante 15 años, cuatro de ellos aislado. Liberado en el 1964, he sido continuamente vigilado, acechado, perseguido y otra vez interrogado; he sufrido arrestos domiciliarios; he tenido a veces miedo en los años sucesivos. Y han sido 25 años” (p. 24). Quien escribe estas palabras es Ioan Ploscaru (1911-1998), obispo greco-católico rumano, que se formó en Cluj (Rumanía), ampliando estudios teológicos en Estrasburgo (Francia). Fue ordenado sacerdote en 1933 y obispo en 1948.

El libro que comentamos constituye un ejercicio de memoria. El autor nos cuenta su propia trayectoria vital en la Rumanía comunista y, al mismo tiempo, relata los acontecimientos que afectaron a la Iglesia greco-católica rumana a raíz de su ilegalización en 1948, con la consiguiente entrega de sus lugares de culto a la Iglesia ortodoxa rumana. El 27 y 28 de octubre de 1948 fueron arrestados todos los obispos greco-católicos y católicos de rito latino de Rumanía. Por orden de Pío XII, el nuncio apostólico en Bucarest ordenó en secreto a otros obispos; entre ellos, Ioan Ploscaru.

Los siete obispos greco-católicos muertos con fama de mártires en las prisiones o en situación de detenidos fueron beatificados por el papa Francisco el 2 de junio de 2019: Vasile Aftenie, Valeriu Traian Frenţiu, Ioan Suciu, Tit Liviu Chinezu, Ioan Bălan, Alexandru Rusu y Iuliu Hossu.

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5.12.21

La Navidad de los poetas

El misterio de la Navidad es un acontecimiento divino y humano. Dios se hizo hombre: “El eterno hoy de Dios ha descendido en el hoy efímero del mundo, arrastrando nuestro hoy pasajero al hoy perenne de Dios”, escribía Benedicto XVI. Y añadía: “Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan poderoso que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso para que podamos amarlo. Dios es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, se nos comunique y continúe actuando a través de nosotros”.

No es extraño que este acontecimiento haya propiciado el asombro y la admiración de tantos artistas y poetas. Es imposible no conmoverse, por ejemplo, ante La adoración de los pastores atribuida al pintor italiano Giorgione. En el óleo, un luminoso paisaje contrasta con la entrada de una gruta oscura. En el centro del cuadro, los peregrinos pastores se postran ante Jesús recién nacido. El misterio de ese Nacimiento nos concierne a todos. Como afirma el Concilio Vaticano II, en una de sus páginas más brillantes, “Él mismo, el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre”.

También los poetas, los artistas de la palabra, se han dejado conmover por la Navidad, escrutando el misterio en el acontecimiento; interpretando la sacramentalidad, la valencia simbólica – “el Verbo se hizo carne”-, de un hecho: el nacimiento de Jesús. En la antología de Yolanda Obregón, 400 poemas para explicar la fe (Vita Brevis, 2019) se recogen algunas de las más bellas poesías dedicadas a la Navidad. Entre ellas, el simpático villancico de un futbolista, de José María Fernández Nieto. Un joven futbolista se acerca, por error, al portal de Belén, creyendo “que era el Portal portería/ de algún celeste partido”. El Niño Dios acaba jugando al fútbol mientras la creación entera celebra el momento: “Jesús, con sus manos bellas/ le está pidiendo el balón/ y recibe la ovación/ de un graderío de estrellas”. “Chuta el Niño a la primera;/ María exclama: ‘Es un sol, / José dice: ‘¡Aquí hay madera!, / Y en la Creación entera, / bien claro y en español, / los demonios gritan: ‘Fuera’, / los ángeles gritan: ‘Gol’ ”.

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16.11.21

Gilberto Gómez González, obispo y poeta

En el último número de “Telmus”, anuario del Seminario Mayor y del Instituto Teológico de Vigo, ha sido publicado un poemario, hasta ahora inédito, de don Gilberto Gómez González, obispo de Abancay (Perú). Aunque ejerce su ministerio en el sureste de Perú, en la vertiente oriental andina, don Gilberto es oriundo de esta diócesis de Tui-Vigo. Nació en Albeos (Crecente), la tierra natal de san Paio, en 1952. Y de esta diócesis fue presbítero desde 1975 – fecha de su ordenación sacerdotal – hasta 2002, año en que fue ordenado obispo, primero auxiliar de Abancay, y a partir de 2009, obispo residencial de esa misma diócesis peruana. Su dedicación a Abancay no ha impedido nunca que mantenga un vínculo efectivo y cordial con Tui-Vigo.

Pero don Gilberto es, además de obispo, poeta. Y un buen poeta. Un obispo itinerante y un poeta también itinerante. Sus versos los define como “pequeños desahogos (borradores les llamo yo) que escribo muy de tarde en tarde (hace falta tiempo y paz)”. Así los define él, en su humildad. Pero, las pocas veces en que esos versos han sido juzgados desde fuera, le han merecido un importante reconocimiento. Prueba de ello es que, en 2005, don Gilberto ganó la XXIV edición del Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, con su obra “Via Lucis”, la única publicada hasta hoy.

Una singularidad que ya no es tal, pues, como decíamos, “Telmus” ha publicado un segundo poemario, que se titula “Rosario”: “El Rosario, como el Via Lucis, lo compuse viajando horas en transportes públicos (viajes entre las cuatro provincias de mi diócesis)”, nos dice el obispo-poeta.

El anuario “Telmus” dedica a esta edición un total de sesenta páginas, una extensión considerable que habla, por sí misma, del valor de lo que se da a conocer. Un estudio de Yolanda Obregón (“Rosario”, de Gilberto Gómez González. Poesía, oración, mística y teología) nos sitúa en la perspectiva correcta para comprender el poemario. Existe, nos dice Yolanda Obregón, un rebrotar de la poesía religiosa. Ella misma es autora de una exitosa antología titulada “400 Poemas para explicar la fe. Selección de poesía religiosa para la catequesis” (Vita Brevis, 2019). Y señala las claves de la poética de “Rosario”: un ritmo más cercano al verso blanco que al versículo; el paralelismo de inspiración y evocaciones bíblicas y, como rasgo más destacado, el carácter dialógico de intertextualidades constantes con la Sagrada Escritura, “fundidas con el texto del poema en una polifonía armónica de textos, como en una sola voz”.

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