InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: General

13.10.23

Romano Guardini: La posición de Cristo dentro de la religión cristiana

¿Cuál es la posición de Cristo dentro de la religión cristiana? ¿Es una autoridad religiosa, un enviado de Dios, una mediación de la revelación o forma parte del contenido de la revelación?

En el Nuevo Testamento la persona de Jesús reviste una inconmensurable significación: por la conciencia de autoridad que resuena en sus palabras, por la exigencia que plantea de que se le siga, por su anuncio de un orden nuevo de cosas. Pero Jesús va más allá incluso de esos factores.

Si nos fijamos en otros personajes significativos de las religiones, como Buda, por ejemplo, vemos que aparece como un guía religioso. No obstante, “la persona misma de Buda no se halla dentro del ámbito de lo propiamente religioso”[1]. Buda no identifica su persona con la esencia de la religión por él predicada.

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10.10.23

La reflexión teológica sobre la esencia del Cristianismo: Romano Guardini

En las interpretaciones modernas de Feuerbach y de Harnack falta el “escándalo”, la novedad de lo divino; en ellas todo se reconduce hacia la primacía del horizonte humano. Guardini, en 1905, experimentó un proceso de conversión, de profundización en la experiencia personal de fe, meditando un texto del evangelio según san Mateo: “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará” (Mt 16,25).

Esta vivencia, que estará en la base de su teología, le llevó a superar sus dudas y propició su despedida de Kant y del neokantismo, pensamiento por el que se había sentido atraído. Solo se puede entregar la vida a Dios considerado de modo concreto, tal y como está en la historia ante nosotros, en la Iglesia.

Se van así estableciendo las categorías fundamentales de su pensamiento, en el que ocupa una posición de referencia la atención hacia la verdad misma, hacia la búsqueda del ser tras el obrar: la verdad del hombre es la esencialidad, la conformidad con su propio ser. Las categorías básicas son, en consecuencia, la obediencia al ser, la esencialidad, la adoración y la primacía del logos sobre el ethos.

El hombre está abierto a la verdad, pero la verdad se encuentra en lo “viviente concreto”, en la figura de Jesucristo, donde es unidad lo que aparentemente contrasta, donde se conecta el logos y el alogon.

Quien quiera ver a Cristo tendrá que salir de la autonomía de su pensamiento y ponerse en la disposición oyente que acepta lo que es: “Aquí se funde la exigencia de la filosofía fenomenológica de obediencia del pensamiento al ser, a lo que se muestra y a lo que es, con la idea de fondo de la fe, que es giro de ciento ochenta grados de la vida, de una vida que se deja dar un nuevo criterio y, desde él, entiende renovadamente todo. La teoría del conocimiento se convierte en educación en la fe” (J. Ratzinger).

No se trata de formar un Jesús según nuestros criterios, sino de ser esenciales, descubriendo la verdadera figura de Jesucristo y el camino de la verdadera vida. A este descubrimiento se orienta La esencia del cristianismo, una obra que constituye, según dice el mismo Guardini, una “introducción metódica” a sus libros La imagen de Jesús, el Cristo, en el Nuevo Testamento y El Señor.

Señalaremos los principales aspectos de su breve y denso escrito siguiendo las cuatro partes en la que está estructurado: I. El problema. II. A modo de diferenciación. III. La persona de Cristo y lo propia y esencialmente cristiano. IV. Resultado.

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7.10.23

Centenario del nacimiento de Fernando Rielo Pardal

Hace ya un tiempo tuve la ocasión de conocer algunos escritos de Fernando Rielo Pardal (1923-2004), fundador de las Misioneras y de los Misioneros Identes. Como resultado de esas lecturas publiqué en 2021 un artículo en Compostellanum titulado: “Fernando Rielo: Filiación, apertura, relación y amor. La raíz y las claves de su pensamiento” (Compostellanum 66 [2021] 251-282). Se trata de un pensador original, que parte de su propia experiencia, pero que, de acuerdo con los principios de la fe, intenta dar respuesta a los problemas a los que hace frente la humanidad y la Iglesia.

Una razón abierta, capaz de tomar en serio el desafío de lo real, empuja al hombre a vivir a la altura de sus máximas posibilidades, de su dimensión espiritual. Abrirse a lo máximo es, en el planteamiento de Rielo, el resultado de un profundo diálogo con el Padre, que se manifiesta como “más que el ser”. Así como el Padre “es más”, también el hombre está llamado a “ser más”. Dios no se reduce al ser parmenídeo; el hombre, creado por Dios a su imagen y semejanza, no puede ser reducido, en el mejor de los casos, a mero “animal racional”. La enseñanza de Cristo no es en vano. Él es el Verbo de Dios. Él revela el “misterio” del ser, su grandeza, superando la oposición entre razón y fe y devolviendo a la razón humana su rumbo y orientación. El cristianismo ha de ser vivido y testimoniado; experimentado en cierto modo: místico.

Las claves del pensamiento de F. Rielo son, a mi modo de ver, la “apertura”, la “relación” y el “amor”.

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26.09.23

La esencia del cristianismo en la perspectiva de la prioridad de la evangelización y de la sinodalidad

No resulta fácil describir sintéticamente la situación cultural y eclesial en la que, en la actualidad, nos podemos interrogar acerca de la esencia del cristianismo.

Vivimos en una sociedad caracterizada por la desconfianza posmoderna hacia la verdad, por el relativismo, y por la tendencia a convertir el deseo en criterio supremo de discernimiento. Como leemos en un documento de la Conferencia Episcopal Española: “Ahora, en su tramo final, la modernidad no solo prescinde de la gracia, sino que pretende devaluar la naturaleza. Como resultado, la persona, reducida a individuo autosuficiente e independiente, se construye a sí misma siguiendo la ley del deseo, en permanente ejercicio de autodeterminación, también sobre el propio cuerpo”[1]. En este sentido, la llamada “ideología de género” es, en definitiva, “la voluntad de construir una antropología del deseo, sobre todo en su dimensión sexual”[2].

El repliegue hacia el relativismo favorece la imposición intolerante de las ideologías amparadas por el poder: “El pensamiento moderno no quiere ya reconocer la verdad del ser, sino que quiere adquirir poder sobre el ser. Quiere reformar el mundo según las propias necesidades y deseos. Con esta orientación no a la verdad sino al poder se toca sin duda el verdadero problema del tiempo presente”[3].

El derecho a decidir y el deseo-sentimiento adquieren, advierte la Conferencia Episcopal Española, “categoría jurídica al servicio de la construcción de un nuevo modelo social, para lo que es preciso «deconstruir» lo esencial del sistema vigente”[4]. Se extiende por el mundo una legislación contraria a la razón, a la naturaleza y a la vida, “que desde poderosos organismos financieros globales se imponen a los gobiernos”[5].

En el plano religioso, la secularización convive con una pluralidad de ofertas religiosas y espirituales que son consideradas por muchos como equivalentes. La secularización cuestiona la credibilidad de la propuesta cristiana: “El proceso de modernización comporta una profunda revisión de las creencias y de las prácticas religiosas, que dejan de tener el valor normativo que gozaban y pasan a ser algo secundario, una opción más, sujeta a modas y tendencias culturales, y que puede ser percibida como más o menos útil o conveniente para el propio proyecto personal o social”[6]. La pluralidad de propuestas religiosas es un motivo añadido para delimitar lo propiamente cristiano.

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23.09.23

Los santos arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael

San Miguel. Parroquia de san Pablo. VigoLa Iglesia alaba la gloria de Dios, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Los nombres de los santos arcángeles - Miguel, Gabriel y Rafael – acaban en “El”, que significa “Dios”. Son criaturas espirituales que están totalmente orientadas a Dios: “Dios está inscrito en sus nombres, en su naturaleza” (Benedicto XVI, “Homilía”, 29-IX-2007). Por ello son sus mensajeros: llevan a Dios a los hombres y “tocan” a los hombres de parte de Dios.

La iconografía representa a san Miguel como un príncipe celeste que vence al dragón maligno, a la serpiente antigua. Nos hablan de este arcángel especialmente el libro de Daniel, la carta de san Judas Tadeo y el Apocalipsis. San Miguel es el defensor de la causa de Dios frente a la pretensión del Maligno, que quiere hacernos creer que Dios es nuestro adversario, que compite con nosotros, restándonos libertad. Se trata de una trampa más del “padre de la mentira” (Jn 8,44). Pero, así como acusa a Dios, Satanás es también “el acusador de nuestros hermanos” (Ap 12,10). La negación de Dios pone las bases de la negación del hombre. “Quien aparta a Dios no hace grande al hombre, sino que le quita su dignidad. Entonces el hombre se transforma en un producto defectuoso de la evolución” (Benedicto XVI).

San Miguel protege al pueblo de Dios, a la Iglesia, que se ve asediada por el Enemigo (cf Dan 12,1). El papa León XIII compuso una oración en la que suplica a este arcángel que nos proteja del espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y del soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones que el dragón malvado esparce por el mundo.

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