Coronada de gloria y esplendor
En el misterio de su Asunción contemplamos a María “coronada de gloria y esplendor”. Ella es la mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies, rodeada de doce estrellas, de la que habla el Apocalipsis (11-12). La gloria y el esplendor, la majestad y brillo que la envuelven totalmente, es la gloria y el esplendor de Dios. María, circundada por la comunión de los santos y vencedora de la mortalidad y de la muerte, “vive totalmente en Dios, rodeada y penetrada por la luz de Dios” (Benedicto XVI).
La gloria de Dios es nuestro origen y nuestra meta. Para comunicar su gloria, Dios ha creado todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, las visibles y las invisibles. En todo el universo, decía Santo Tomás de Aquino, está reflejada, por cierta imitación, la bondad divina. Particularmente en el hombre, creado “a imagen de Dios”. La belleza de la creación resplandece en Cristo, el Verbo encarnado, porque “todo fue creado por él y para él” y “todo tiene en él su consistencia” (cf Col 1,16-17).